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Estado español :: 02/07/2014

Pablo Iglesias y el virus Lula

Manel Barriere Figueroa
La “casta” no se va a limitar al insulto. En el 78 el régimen supo asimilar muy bien a una masa crítica que terminó ocupando cargos de responsabilidad.

El 1 de enero de 2003 empezó el mandato de Lula en Brasil. El PT llegó al poder aupado entre otras cosas por los movimientos sociales del país, muy especialmente el Movimiento de los Sin Tierra, que luchaba y lucha por una reforma agraria mediante la ocupación de tierras improductivas en manos de los grandes terratenientes. Dicha reforma era un punto fundamental en el programa electoral del PT.

No tardó mucho tiempo en escenificarse una ruptura entre el MST y el PT. La reforma agraria prometida quedó en agua de borrajas. Sin embargo, en ese momento Lula y el PT seguían siendo para mucha gente una esperanza de cambio. Habrá que saltar a 2014 para ver cómo otro gobierno del PT ha convertido la organización de un mundial de fútbol en una guerra contra los pobres. Inesperado: el cambio lo sufrió el propio PT.

La composición del primer gobierno lulista, en el cual participaron miembros de la patronal y de la derecha brasileña, podía hacer pensar esta deriva desde el primer momento. Poco tiempo después de ese 1 de enero, asistí a una charla con una representante del partido. En esa charla se le echaron en cara a la ponente esos compromisos. La respuesta vino acompañada de cierta perplejidad. Esta cuestión, nos dijo la ponente, está fuera de tiempo. Esos compromisos los asumió el PT en el mismo momento en el que se planteó la posibilidad de alcanzar el poder político.

¿Realmente hacen falta semejantes compromisos para asumir la dirección política de un país? La pregunta es compleja. Hay que entender que el estado no es más que una parcela del poder, y que si tu objetivo es dirigir el estado para poder llevar a cabo una serie de reformas en base a lo que te permita la institución en sí y sus competencias, será necesario contar con el apoyo de las otras “ramas” del poder, principalmente la del poder económico.

Sin embargo, si de lo que estamos hablando es de provocar transformaciones sociales profundas que modifiquen la composición misma del poder en base a un proceso de democratización, que como dice Pablo Iglesias supone expropiar a quienes ostentan el poder para repartirlo entre quienes no, la única alianza posible es con el poder de la gente. Fue la movilización de la gente la que evitó que Chávez cayera en el golpe de estado de abril de 2002, y será la movilización de la gente la que acometa, más pronto o más tarde, cualquier proyecto de transformación. No es solo una cuestión de corrupción. Es una cuestión política.

El problema es que no se moviliza a la gente apretando un botón. De hecho, hay toda una serie de factores que pueden hacer que la gente se movilice, y solo uno de ellos tiene que ver con la intervención de fuerzas políticas organizadas. Esta realidad es peligrosa, en tanto que puede provocar que el éxito en la acumulación de poder institucional derive hacia una política de lo posible. De esta forma se evita tener que lidiar con la dificultad que supone depender de la movilización social para conseguir objetivos. Es el camino que va de la asamblea al despacho, donde, como dijo un compañero en una reunión de coordinación de los Círculos de Podemos de La Sierra de Madrid, hay muchos virus.

Algo así debió pensar la gente al ver que Pablo Iglesias daba una conferencia en el Ritz invitado por el Forum Europa. ¿Qué hace ahí hablando para esos? Algunos lo vieron con morbo, otros con preocupación. ¿Le ha llamado ya Botín? preguntaba alguien del público. Y tal vez esa pregunta nos la hagamos irremediablemente desde el día 26 de mayo. ¿Cuándo empezarán esas reuniones a puerta cerrada en la que políticos, empresarios y banqueros le tenderán una mano a Pablo Iglesias y le prometerán el oro y el moro mientras le cuentan qué le está permitido hacer y qué no? Porque la “casta” no se va a limitar al insulto. En el 78 el régimen supo asimilar muy bien a una masa crítica que terminó ocupando cargos de responsabilidad en muchos estratos de la sociedad. El virus de los despachos, que tiene el extraño síntoma de aficionarte a los yates y a los puros.

¿Será Podemos el anti-virus que la izquierda nunca ha conseguido ser? Lo será si sigue en manos de la gente, lo será si sigue despertando pasión e ilusión, lo será si trabajamos en serio en una organización democrática desde abajo donde se creen mecanismos de control y apoyo de los cargos electos, lo será si la gente se empodera en los Círculos y estos se coordinan y organizan de forma abierta y democrática. Lo será, en definitiva, si dejamos de pensar en Pablo Iglesias como el nuevo Lula, el nuevo Chávez, el nuevo Allende o el nuevo Felipe González, y empezamos a creer realmente que solo y únicamente la gente de abajo, desde abajo PODEMOS cambiar las cosas.

* Manel Barriere Figueroa es activista de En Lucha y participa en el Círculo Podemos Majadahonda

http://enlucha.org/articulos/pablo-iglesias-y-el-virus-lula/#.U7P0BEDBeuK

 

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