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Andalucía :: 16/04/2020

Pactos de la Moncloa o Constitución Andaluza

David Juliá
“Revolución a todo trance contra el régimen capitalista; pero revolución no formal, o legislativa o burocrática, sino revolución honda, esencial". Blas Infante

Empecemos por un breve balance de los Pactos de la Moncloa de 1977 para los trabajadores y los pueblos. Los Pactos de la Moncloa significaron la derrota de las posiciones y organizaciones que defendían la ruptura con el régimen franquista y evidenciaron la victoria de posiciones y organizaciones que defendían la reforma del mismo para su continuidad, para que siguieran manteniendo en el poder los mismos de siempre, las clases dominantes (la banca, la gran empresa representada en el Ibex, la Iglesia, el ejercito, etc) y los intereses fundamentales que ese régimen representaba no se tocaran en lo fundamental.
También significó la autodestrucción y autoliquidación del movimiento obrero más combativo, revolucionario y organizado de Europa, constituido desde la base, desde los tajos, organizados los trabajadores en las asambleas de fábrica, impregnado el movimiento de demandas democráticas incluso para las propias empresas con el control de la gestión por los obreros.

Significó el pistoletazo de salida en la pérdida continua y sostenida de los derechos conquistados y arrancados al franquismo con la cárcel, represión, sangre y muerte de miles de luchadores antifranquistas, anticapitalistas, comunistas… Que se jugaron literalmente la vida por la liberación de la clase obrera y los pueblos trabajadores oprimidos por el Estado.

Significó la dilapidación y autodestrucción del capital moral, ético, ideológico, político y organizativo de la clase obrera, revolucionaria, anticapitalista y antifascista construido a lo largo de décadas de lucha contra el franquismo.

Significó el reforzamiento del marco de la economía de mercado, siendo la antesala y preparación del terreno para las políticas neoliberales de destrucción y precarización del empleo mediante reconversiones industriales, y destrucción de la pequeña y mediana empresa mediante una legislación ad hoc. Supuso un espaldarazo y legitimación de las políticas neoliberales que hemos venido sufriendo los últimos 40 años, con el objetivo declarado de los pactos de: “lograr una mayor libertad de mercado y reducir la intervención directa del Estado en los mismos”.

Supuso un reconocimiento y legitimación de los recortes sociales, y la reducción del llamado “gasto público”, la reducción y limitación de costes salariales, pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores, la facilitación del despido (con la ley de relaciones laborales de 1976 arracada al franquismo, era el trabajador ante un despido sin causa justificada, quien decidía si era readmitido por la empresa o aceptaba una indemnización por despido), así mismo, supuso la precarización del empleo y la autorización de la contratación temporal para la juventud, el aumento de la desigualdad social, el necesario encuadramiento de la actividad sindical para favorecer todo lo anterior, el reconocimiento legal de privilegios y exenciones en impuestos de sociedades con la justificación de incentivar la creación de empleo, y una reforma fiscal que no se acercaba ni de lejos a la progresividad de los sistemas fiscales europeos y que no ponía en cuestión los intereses de las grandes empresas y la banca vía impuestos.

También supuso el reforzamiento de la enseñanza privada y concertada, la formulación de una serie de medidas que supuestamente pretendían dar acceso a la vivienda a la población con menor renta, pero ya vemos como ha acabado este capítulo del derecho a la vivienda, fue el antecedente legal a la especulación sobre el suelo. Supuso la desregularizarización del mercado hipotecario y bancario, las cajas de ahorro pasaban a ser controladas por el banco de España, y ya sabemos donde ha acabado todo eso con el nepotismo, la corrupción, el robo de cuello blanco y la crisis del sistema financiero en 2008 con su epicentro en las cajas de ahorro.

En el balance de algunos aspectos positivos, el pacto proponía el incremento de las pensiones y los seguros de desempleo y subvenciones a trabajadores agrarios y del mar pero ello tenía un objetivo claro, hacer frente y amortiguar la conflictividad social y como mecanismo mantenimiento de la paz social.

Y las medidas que podían ser positivas para el pueblo, lejos de haberse cumplido hoy día, se ha ido en sentido contrario y ha empeorado la situación, por ejemplo: el pacto proponía “mejora de la comercialización en origen, con objeto de que los productores asuman una parte creciente del proceso de distribución” o “transparencia del escalón mayorista, buscando la desaparición de intermediarios innecesarios.”

En definitiva, los Pactos de la Moncloa fueron la puesta de las bases económicas de la transición, significaron la carga de los costes de la crisis sobre los trabajadores y los más desfavorecidos socialmente a pesar de que siempre dicen, que se trata de lo contrario de repartir los costes, y de no dejar a nadie atrás en las crisis, pues en aquella ocasión también lo decían en el pacto: “la necesidad de que los costes derivados de la superación de la crisis sean soportados equitativamente por los distintos grupos sociales” y ya, con perspectiva histórica y el discurrir de los acontecimientos vimos que pasó.

Sus resultados los hemos sufrido y estamos sufriendo, son evidentes. Privatizaciones de banca pública y empresas estratégicas joyas de la corona, de transporte, comunicaciones, energía, y reconversiones industriales, todo ello con sus consecuentes pérdidas de cientos de miles de empleos, que han servido para aumentar y consolidad las grandes fortunas del Ibex 35; participadas por los grandes bancos, que año tras año baten récord de beneficios.

Y en definitiva, significó la aceptación del dogma capitalista del crecimiento económico, del aumento de la tasa de ganancia como mecanismo para salir de la crisis y hacer el engaño de la supuesta “recuperación de todos”. Y con todo ello, la consolidación y reforzamiento de un estado y un régimen político, económico e ideológico de dominación del capital, de dominación de las clases explotadoras, justo en el momento en el que su antiguo régimen franquista estaba más debilitado y puesto en cuestión. Para más adelante, con la Constitución acabar imponiendo a la monarquía constitucionalmente impune, con sus privilegios y su presunta corrupción como propietaria vitalicia de la jefatura de este Estado.

Aquel PCE y aquellos comunistas del PCE, capitaneados por Carrillo, hicieron una labor impagable al capital, nunca se lo podrán agradecer suficientemente (bueno, muchos de ellos tienen o han tenido estupendos sueldazos y puestazos, Roma si paga traidores), cuando se reconvirtieron a la socialdemocracia con el “eurocomunismo” para acabar resultando ser, lo que la socialdemocracia de toda la vida ha sido, el mejor gestor del capital en época de crisis. Nunca, ninguna dirección del PCE ha hecho un análisis autocrítico de su papel en la transición y los pactos de la Moncloa. Son coherentes, ahora están en el gobierno, callados, asumiendo la propuesta de unos nuevos pactos de la Moncloa.

No les falta razón a otros sectores comunistas, anticapitalistas y antifascistas cuando señalan la enorme e histórica traición del PCE de Carrillo, sus cuadros y sus dirigentes y también la traición de otros dirigentes de otras organizaciones revolucionarias y sindicales, que pasaron de defender la ruptura con el franquismo y la lucha por la liberación, a apoyar los pactos de la Moncloa y al nuevo régimen, a cambio tenían un papel que jugar y unos puestos políticos y sindicales en las nuevas legalizadas organizaciones y en la nueva estructura política de la futura “democracia” que se iba a poner en marcha, había puestos por doquier muy bien remunerados para muchos, desde ayuntamientos al parlamento del Estado, en los órganos de las nuevas autonomías por constituir, o en los sindicatos o medios de comunicación afines al régimen, en definitiva, había un pedazo de la tarta para todos ellos, muchos de ellos ahora ocupan altos puestos políticos, económicos (las puertas giratorias), culturales en este régimen, el nacido de los Pactos de la Moncloa y refrendado en la posterior Constitución Española de 1978. Es hora de ir liquidando cuentas con esta gente y sus herederos.

Pero en nuestra opinión, sin negar que existió una enorme y colectiva traición, el problema principal más que la traición, porque eso se puede enfocar o ser algo intransformable, inabordable, algo que forma parte de la naturaleza humana, el problema principal, consideramos, que es la falta de formación y conciencia colectiva histórica y democrática sobre nuestra herencia de lucha anticapitalista por la liberación de la clase y de los pueblos, en el pueblo en general y en los militantes revolucionarios. En nuestra opinión, esto es debido en parte a nuestros enemigos de clase, y en parte a nuestros propios errores.

El fascismo, en España el franquismo y su régimen, representante de los intereses de la banca, la gran empresa y además con el poder del Estado han sido y son los principales enemigos de los trabajadores y los pueblos, y ellos sabían y tenían muy claro que tenían que hacer con sus enemigos de clase para consolidar su poder. La guerra civil española, su prolongación y encarnizamiento y brutalidad de asesinatos, crímenes contra la humanidad y represión por el fascismo, y su posterior continuación en la postguerra y durante el régimen franquista tuvo entre otros el efecto de eliminar físicamente por ejecuciones, matanzas, condenas a campos de concentración o exilio a una generación casi completa de luchadores antifascistas por la libertad de la clase obrera y los pueblos. Y por añadidura, el terror en la población, pues si osaba hablar u organizarse políticamente, sabían que se arriesgaban al ostracismo social, la persecución, deportación, cárcel, expropiación de sus bienes, la condena a muerte, etc. Por tanto, la transmisión de esa cultura de lucha antifascista por la libertad quedo casi interrumpida, hasta el punto de alcanzar los 40 años de dictadura y represión.

Cuando llegamos a los Pactos de la Moncloa y la transición estos se cimentaron sobre un componente fundamental, el olvido, la desmemoria, la impunidad de los represores y la ausencia de justicia y la falta de reparación para las victimas. Fue un pacto, con y por la injusticia, la ignominia, la desmemoria, la impunidad, la corrupción moral. La posterior actuación y políticas del PSOE, y del gobierno del PSOE con la complicidad de las organizaciones sindicales del régimen, se basó y promovió la desmemoria y pérdida de conciencia de clase y cultura popular y obrera, en definitiva cortar la transmisión a las nuevas generaciones de nuestro rico patrimonio histórico, colectivo cultural de lucha acumulado en siglos.Si a todo ello, añadimos el error generalizado de organizaciones y grupos de luchadores anticapitalistas y antifascistas por la liberación de clase y nacional, que no transmitieron y no hemos transmitido a las siguientes generaciones, al menos de nuestros entornos militantes, nuestro patrimonio cultural, político e ideológico de la lucha de todos los que nos precedieron, desde un actitud humilde de autoformación y estudio del mismo, considerándonos herederos de todos los que nos precedieron, el lamentable panorama queda completado.

Y en este contexto, el Gobierno con sus medidas anticrisis por el estado de alarma pone en poder de la banca y de las grandes empresas la capacidad de decisión sobre los créditos con avales de fondos públicos, para empresas, que van a emplear para rescatarse a sí mismos, sin darlos por su baja solvencia a miles de pequeñas y medianas empresas y autónomos, de las que dependen millones de trabajadoras y trabajadores, para que quiebren y les dejen ese mercado libre a esas grandes empresas.

Con éstos antecedentes y condiciones llegamos al momento actual en que el gobierno “progresista” propone unos nuevos pactos de la Moncloa, de nuevo para reforzarse políticamente y reforzar al Estado ante la ante la grave crisis y la esperable conflictividad y luchas sociales que provocará hacerla recaer sobre los trabajadores, los autónomos y la pequeñas empresas. Solo que ahora, las consecuencias para los de abajo pueden ser mucho peores que las habidas con los pactos de la Moncloa del 77, porque ahora en vez de tener un movimiento obrero potente y organizado, con alternativas y cierta consciencia, ocurre todo lo contrario, junto a que nos quedan muy pocos derechos conquistados por nuestros antecesores con los que “negociar”, ya que las organizaciones sindicales y políticas reformistas traidores han dilapidado la herencia que le arrancamos al franquismo.

Así que, por el sufrimiento, la sangre y la vida que entregaron los que nos precedieron; literalmente, por nuestros muertos, o luchamos con apasionamiento, con satisfacción, con felicidad por la liberación de clase y del pueblo o nos arrasarán con un nuevo pacto que traerá otros 40 años de desigualdad, precariedad laboral, degradación de lo común y colectivo, pérdida de derechos sociales, endurecimiento de represión y acorazamiento del estado, austericidio para aumentar la tasa de ganancia del capital, participación en aventuras militares imperialistas, todo ello encaminado a la construcción del nuevo régimen, para un nuevo orden mundial del capitalismo del desastre, más salvaje, agresivo, autoritario y represivo si cabe, todo para de nuevo, su crecimiento económico, su aumento de la tasa de ganancia, para ello necesitan el fortalecimiento político, económico e ideológico de su estado de dominación, todo lo cual será nuestra desgracia, nuestra ruina, nuestra miseria y nuestro empobrecimiento.

¿Y que hacemos?, ¿Cómo luchamos?, pues para ello nos hace falta un programa, de un nuevo orden social, político y económico que no esté basado en la explotación capitalista del trabajo asalariado ni en la economía de libre mercado, sino el la libertad, la democracia, la satisfacción de las necesidades de todos y el respeto a la naturaleza. Y necesitamos una fuerza social y política que lo lleve adelante.

Frente a los Pactos de la Moncloa, propugnamos una ruptura con el régimen del 78 mediante procesos constituyentes de los pueblos. Para que seamos los pueblos y los trabajadores quienes democráticamente lo decidamos todo, y no las oligarquías capitalistas a través de sus representantes en los poderes del actual estado postfranquista.

Los andaluces, en esto, tenemos algo adelantado fruto de nuestra historia, ya contamos con una constitución, la Constitución Andaluza de 1883. Tras el fracaso de la primera república y el aplastamiento por la misma de la revolución cantonal, los republicanos federales andaluces elaboraron su programa de nuevo orden social, económico y político en forma de la Constitución Andaluza de 1883.

En ella la soberanía se origina en el individuo, que la comparte con los demás formando el municipio a través de las asambleas comunales de vecinos que tienen el poder legislativo. Los artículos 1 y 2 de la constitución del municipio andaluz dicen: “La primera determinación de la Soberanía es el Municipio. Éste se instituye hoy por la plena voluntad de todos los ciudadanos.” “El municipio no recibe su autonomía de ningún poder exterior al de aquellas que le instituyen por este pacto.”

A su vez, varios municipios comparten soberanía y competencias con otros hasta formar un cantón o comarca. Luego, varios cantones, de igual manera comparten soberanía y competencias para conformar la república federal, tal y como establece el artículo primero de la Constitución Federal Andaluza: “Andalucía es soberana y autónoma; se organiza en una democracia republicana representativa, y no recibe su poder de ninguna autoridad exterior al de las autonomías cantonales que la instituyen por este Pacto”

Las tres constituciones, forman un todo que organiza políticamente a una sociedad y la soberanía de abajo arriba, desde el individuo a los más altos poderes del estado, por tanto, la soberanía, la capacidad de decisión política en todos los ámbitos en un territorio esta en los individuos en ultima instancia.

Esta constitución regula por tanto, unas instituciones políticas que permiten al pueblo organizarse en órganos de poder popular, que por ahora serían órganos de contrapoder. Y propugnan una economía al servicio de la satisfacción de las necesidades sociales y no del mercado, en su artículo 4, que especifica los objetivos de la Federación Andaluza, el apartado d) dice: “estudiar en principio la igualdad social y preparar su advenimiento definitivo, consistente en la independencia económica de todos.” Para conseguir esa independencia económica de todos, es necesario acabar, abolir el trabajo asalariado, que se basa en relaciones de subordinación, dependencia y ajenidad.

Para la fuerza social que lo lleve adelante, acudamos de nuevo a nuestra historia, y al pensamiento y la obra de algunos hombres buenos, lúcidos e inteligentes como Blas Infante y los andalucistas revolucionarios del primer tercio del siglo XX.

Decía Infante en 1915 -en la presentación de su obra “Ideal Andaluz”- “Andalucía necesita una dirección espiritual, una orientación política, un remedio económico, un plan cultural y una fuerza que apostolice y salve" y en la misma obra proponía: “trabajar por conseguir el medio antes de realizar el fin” y empezar por el “Ideal próximo más inmediato: la educación del pueblo andaluz en los ideales colectivos municipales”. Ideales colectivos municipales también basados en la constitución andaluza de 1883 como hemos comentado antes.

Para lo que proponemos el modelo de revolución que Infante defiende en su obra “La dictadura pedagógica” cuando decía: “Revolución a todo trance contra el régimen capitalista; pero revolución no formal, o legislativa o burocrática, sino revolución honda, esencial o fundamental del espíritu de los hombres. Revolución maestra de los Destinos supremos, en definitiva, religiosos de la Humanidad”.

 

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