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Estado español :: 05/11/2020

"Tratamiento penitenciario" y la línea que delimita el campo de la resistencia o de la claudica

Movimiento Antirrepresivo de Madrid
Extracto de la carta del preso político Ignacio Varela la carta completa aquí: https://drive.google.com/file/d/1zszL-FIct9zHtS7WiBVgEgn-7Y1fV9Sy/view?usp=sharing

Entre la teoría y la práctica revolucionaria existe una relación dialéctica que, convenientemente encauzada, permite que ambas estén en constante desarrollo. Algo similar ocurre en el plano personal entre conciencia y militancia política. Ambos factores se retroalimentan, y cuando esa relación se desenvuelve de forma armónica, equilibrada, el compromiso adquiere mayor profundidad y firmeza.

La lucha es un asunto muy serio que además de englobar todos los aspectos de la vida, termina por condicionarla de forma decisiva. Está claro que no podemos aspirar a que, a día de hoy, todas las personas tengan el mismo nivel de compromiso. Las cosas no suceden así. De lo que se trata es que cada cual asuma de manera consciente aquello que sea capaz de cumplir y sobre esa base trabajar de forma decidida en favor del fortalecimiento del Movimiento Antifascista en general y de la lucha revolucionaria del movimiento obrero en particular.

Dependiendo de cuáles sean los valores que nos sirvan de referencia a la hora de guiarnos en los momentos de duda, el orden de prioridades que establezcamos y, en definitiva, el sentido en el que resolvamos esas contradicciones, ese proceso nos servirá para seguir avanzando y fortaleciéndonos o, por el contrario, implicará un retroceso que debilite nuestro compromiso; esas contradicciones se producen a diferentes niveles y tienen por tanto distinta repercusión. Existen esas pequeñas miserias personales que de un modo u otro todos arrastramos, y a pesar de las cuales continuamos avanzando y otras de mucha mayor envergadura que pueden incluso arrastramos al terreno del oportunismo, cuando no al campo de la reacción.

No recuerdo exactamente la "autoría intelectual" del aforismo, la primera vez que lo escuché fue en boca de un veterano camarada, y me parece que define la mar de bien esta cuestión: "o actúas como piensas o acabas pensando como actúas". En política, cuando uno empieza a andar hacia atrás, como los cangrejos, enseguida crea excusas con las que tratar de justificar ese comportamiento. Las más de las veces, culpabilizando a los demás de cuestiones que son de su responsabilidad. Una dinámica que además de anularlo como militante, lo acaba denigrando como persona. Me refiero, claro, a aquellos que abandonan el barco en mitad de la tormenta, dejando en la estacada al resto de la tripulación. Nada que ver con aquellos quienes, una vez cumplido un ciclo en su militancia, deciden hacerse a un lado con dignidad y con la satisfacción personal de saber que han dado lo mejor de sí mismos mientras han estado en condiciones de hacerlo. Ya sabes lo que dice el poema de Brecht: los hay buenos, mejores, muy buenos e imprescindibles, todos ellos son necesarios; sin el concurso de sus esfuerzos no sería posible sostener la lucha.

Pero a lo que no puede renunciar nunca un revolucionario es a la honestidad. Consigo mismo y con aquellos a quienes se debe. Cuando se comete un error o se da un paso en falso, y uno es consciente de ello, hay que asumir que eso es así. Cuando se quieren disfrazar las cosas y presentarlas de un modo diferente a como en realidad son, mal asunto. Se entra en una dinámica de la que luego resulta complicado salir porque cada paso que se da en esa dirección lo hunde más y más.

Para los presos políticos la actitud que mantenemos frente a la cárcel es una cuestión eminentemente política, que transciende con mucho la esfera de los asuntos particulares de cada cual y tiene una dimensión colectiva.

Para aquellos que sostenemos la importancia de mantenernos firmes en la defensa de los principios políticos que caracterizan el proyecto por el que luchamos -como condición indispensable para que las masas puedan llegar a hacerlo suyo- participar en esa farsa que llaman "tratamiento penitenciario" supone una línea roja que delimita el campo en el que se sitúa cada cual: el de la resistencia o el de la claudicación. Esta es una cuestión tanto de dignidad política y personal como eminentemente práctica, porque plegarse a ese juego del palo y la zanahoria nos desarticula como colectivo.

Que el Estado recule en su ofensiva puede ser una pequeña victoria. Pero para consolidarla es necesario mantenerse firmes en las posiciones conquistadas. Por ejemplo, si se consigue que dejen de perseguir a los raperos por las letras de sus canciones, no será para que en lo sucesivo se autocensuren, sino para que sigan utilizando su música como medio de denuncia. Con más ahínco si cabe. Si en lugar de eso, se retrocede, entrando en componendas, aceptando reducciones de penas a cambio de asumir su marco discursivo y mantener un "perfil bajo", la represión habrá cumplido su objetivo amedrentador y desmovilizados.

Por eso, a no tardar mucho, esos esquiroles empezarán a plantear poco menos que quien está en la cárcel es porque quiere. Ante una situación en la que habrá unos presos políticos a los que conceden permisos, terceros grados y demás "beneficios", y otros a los que mantienen aislados y dispersados, lo que no van hacer es reconocer abiertamente que ello obedece a que los primeros se han rendido y aceptan someterse a los dictados de Instituciones Penitenciarias, con un grado de servilismo que provoca vergüenza ajena, y los segundos se mantienen firmes en la defensa de los proyectos políticos que provocaron su encarcelamiento. Como ya sucedió en la época de la "Transición", para tratar de tapar sus vergüenzas "pragmáticas" y "posibilistas", a quienes mantengan una posición consecuentemente antifascista les dedicarán toda suerte de lindezas: dogmáticos, sectarios, extremistas, trasnochados, provocadores al servicio del fascismo... cualquier cosa antes que llamar a las cosas por su nombre y reconocer que han traicionado a aquello por lo que un día lucharon.

No cabe duda de que es en la calle donde todos podríamos aportar más al desarrollo del Movimiento Antifascista. Nos han jodido, nos reprimen y nos encarcelan. Pero la cuestión es ¿bajo qué condiciones y a qué precio se ofrecen esos "atajos" para salir de la cárcel o evitar entrar en ella? Si nos encierran por denunciar un orden de cosas basado en la explotación y la opresión de la clase obrera y los sectores populares, y por luchar por transformarlo, no puede ser que a cambio de esquivar las consecuencias de la represión desertemos de esa lucha o rebajemos nuestro discurso, abrazando el mantra de "no merece la pena". ¿Dónde quedaría entonces esa mayor aportación al desarrollo del Movimiento?

Todos los presos políticos tienen familia, amigos, proyectos personales que fueron condicionados por la represión. Pero cuando el Movimiento Antifascista revindica la Amnistía, implica que cuando los presos políticos salgan a la calle, reconocidos como tales, puedan seguir desarrollando un trabajo político sin restricciones en cuanto a libertad de expresión, de organización y demás. Salir por la puerta de atrás, políticamente humillados y desarmados ideológicamente difícilmente aportará nada positivo.

 

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