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Estado español :: 17/01/2021

Una huelga de hambre para llegar a la península tras tres meses de espera

El Salto
El 15 de Enero, más de 175 personas (la mayoría procedente de Senegal) comenzaban una huelga de hambre para protestar por su retención en Tenerife.

Algunos llevan tres meses en el hotel Tenerife Ving, una solución provisoria para darles alojamiento tras su llegada en patera a la isla. Su objetivo sigue siendo el mismo que tenían cuando partieron de Senegal poniendo en riesgo sus vidas y pasando angustiosos días en mitad del mar: reunirse con sus familiares en España, buscar un trabajo.

Pero las semanas pasan, y aunque muchos tengan sus pasaportes se les impide llegar a la península donde están los parientes que les podrían alojar y apoyar. Cuando salen a la calle se enfrentan a la posibilidad de ser detenidos, acabar en un CIE y ser deportados. Por todas estas razones —tras las largas semanas de espera que incluyeron tres cuarentenas seguidas a medida que llegaban nuevos grupos— la mañana del sábado iniciaron una huelga de hambre indefinida. Esta mañana, según han comunicado a El Salto desde el hotel, una persona ha tenido ha tenido que ser trasladada al hospital como consecuencia de la huelga. 

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Khalifa Ibrahima Ndiaye llegó a Tenerife a finales de octubre. “Un milagro”, asegura, pues en la patera, de pequeña dimensiones, viajaban doscientas personas. “Comíamos un plato de arroz y tomábamos un vaso de agua cada día”. Tuvieron suerte, “solo” tardaron seis días en arribar. En el hotel, asegura, hay quienes tardaron más de diez o doce días en llegar. También piensa en todos los que se han quedando en el camino

Este estudiante de derecho que habla perfecto español aparece en un vídeo en el que, rodeado de otros jóvenes senegaleses, explica las razones por las que han decidido dejar de alimentarse como forma de protesta. En conversación con El Salto, expone la frustración que se respira en el hotel, una de las instalaciones turísticas en las que se han ido distribuyendo las personas que llegaban a las islas y cuyo uso para dar acogida temporal a migrantes está siendo foco de críticas xenófobas y racistas.

Pero no es en un hotel tinerfeño donde Ndiaye y las más de 175 personas que se han sumado a la huelga quieren estar. “Aquí nos dan comida, podemos dormir. Las trabajadoras de la Cruz Roja nos tratan bien. Pero no somos animales para estar comiendo y durmiendo, somos seres humanos, queremos trabajar, queremos ser libres para tener una vida mejor”.

Hace semanas que Ndiaye tiene dinero suficiente para pagar su vuelo a España y reunirse en Huesca con la familia que le está esperando. Su proyecto personal choca, como los proyectos de todos aquellos con quienes comparte la sensación de limbo y el miedo de ser enviado de vuelta a la casilla de salida, con la férrea voluntad del Estado de impedir que quienes llegan a las costas Canarias (unas 22.000 personas durante el año 2020) continuen rumbo al continente.

El caso de los senegaleses es complejo porque no se les considera con derecho a asilo como sucede con los ciudadanos del vecino Mali —aunque se han denunciado repatriaciones a Mauritania también de personas de esta nacionalidad— y la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, ya viajó a Senegal el pasado noviembre, donde acordó retomar las deportaciones al país, con el presidente Macky Sall.

Ndiaye responsabiliza a las autoridades de Dakar por no haber movilizado a su diplomacia en Madrid para ayudar a sus ciudadanos migrantes bloqueados en el archipiélago. Personas que, tras haber pasado más de 60 días retenidos, deberían poder circular sin miedo a una deportación. Las críticas al gobierno senegalés por su indiferencia ante la tragedia que enfrenta gran parte de su juventud, empujada a la emigración por la ausencia de futuro, generó una ola de protestas el pasado otoño.

Pero, según cuenta Ndiaye, es al gobierno español al que la huelga quiere interpelar. Argumenta que, como país democrático que es España, esperaban un trato un trato más humano. No solo por razones de solidaridad sino como una cuestión de justicia. “Decimos que las personas migrantes venimos a reclamar nuestra parte del pastel. Durante siglos se han llevado la riqueza de África, nos han usado para la esclavitud. Y ahora nos rechazan cuando llegamos para trabajar después de jugarnos la vida en pateras”.

El joven senegalés y sus compañeros esperan que se visibilice la situación en la que están. “Al gobierno de España le pedimos que nos dejen llegar a la península y encontrarnos con nuestras familias. A quienes tienen el pasaporte en regla, pero también a quien no. Ningún ser humano es ilegal”, cuenta en la tarde del sábado, antes de pasar su primera noche de ayuno. Por ahora, medios senegaleses ya han dado cobertura a su protesta.

Fuente

 

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