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Pensamiento :: 07/05/2019

Votar no es síntoma de madurez democrática

Juan Sebastián Martínez Moreno
Considero que con la forma de dirigir la política sólo establecen cortinas de humo que nos impiden ver lo que realmente sucede

Perdonen me corrijo, sí lo es, pero siempre y cuando se vote con conciencia de lo que se está eligiendo. Resulta sorprendente como en tan solo una legislación hemos pasado de ser un país de alérgicos a los asuntos políticos para convertirnos en expertos politólogos. Quizá tenga que ver con la llamada a filas realizada por los medios de comunicación más que con la simpatía de los ciudadanos respecto a las propuestas políticas. La alta participación electoral es gratificante, sobre todo para aquellos que con sus discursos falaces pero elocuentes han conseguido convencernos de que lo que sucede en nuestro país depende de nosotros. Han conseguido adaptar los discursos electoralistas a esta nueva realidad social -más cibernética que física- manteniendo los conceptos y las percepciones propias de un tiempo remoto: la derechita rancia, los progres, los comunistas-chavistas, los fragmentarios, etc. La política ya no es esa lucha de contrarios, indiscutiblemente bipolar (de comunistas contra liberales), que caracterizaba los tiempos de la Guerra Fría. Merecemos renovar nuestro prisma.

¿De verdad nos vamos a dejar engañar tan fácilmente? ¿Nos vamos a dejar llevar por las emociones que genera ver como se insultan de forma absurda y poco sutil sin hablar verdaderamente de lo que importa? ¿Qué sabemos del sistema económico en el que vivimos? ¿Y de los intereses que hay detrás de esta explosión tecnológico-digital? Unos intereses que buscan implantar un Imperio de la vigilancia –en palabras de I. Ramonet- haciéndonos creer que somos libres en la sociedad del Me Gusta, cuando estamos más controlados que nunca antes en la Historia. ¿Qué sabemos de la desigualdad de la mujer que ahora utilizan como herramienta política y qué sabemos de los refugiados que huyen porque nuestras inclinaciones políticas y económicas han arrasado sus países?

NECESITO SABER MÁS. Y no quiero saber en qué casa vive Pablo Iglesias, cuantas organizaciones neonazis frecuentó Abascal en su juventud o qué consume Albert Rivera cuando visita la aurea ciudad de Salamanca. Necesito saber quién dirige nuestra economía, qué supone la investidura de Donald Trump en uno de los países que -aún- controla el planeta, qué sucede en Oriente (porqué el integrismo islámico está ganando tanta fuerza- si es que de verdad la está ganando- y porqué la gente está huyendo de esos países, tan bonitos y tan ricos en recursos naturales), con quién mantenemos relaciones comerciales (a quién vendemos o compramos armas) y porqué en pleno siglo XXI se sigue traficando con personas y postrándolas a la más bruta esclavitud.

El 28 de abril, como la gran mayoría de este país, fui a votar. Introduje la papeleta en la urna transparente que paradójicamente no reverbera la transparencia del mundo en que vivimos. Esa es la única acción participativamente democrática que voy a realizar hasta dentro de cuatro años. Volveré a votar lo mismo, porque no confío en el sistema electoral ni en el sistema en general. Quiero conocer las realidades de los catalanes, de los vascos, de los andaluces, de aquellos que exigen elegir cuando morir y aquellas que quieren salir a la calle sin miedo. También, por supuesto, quiero conocer LA VERDAD de los venezolanos. ¿En serio se sienten ustedes acaso lo suficientemente privilegiados como para conocer la realidad de todo el planeta? La Historia es un lujo, un diamante que escapa a nuestras manos. Nosotros, sujetos de la subjetividad, somos tan solo propagadores de una objetividad que es solo nuestra. Aún tenemos mucho que aprender.

Considero que con la forma de dirigir la política sólo establecen cortinas de humo que nos impiden ver lo que realmente sucede. Queremos participación activa, organización horizontal en los barrios, para poder después extrapolarlo a un territorio mayor. No confiamos en el sistema porque el sistema vive de carroñeros y su mayor éxito reside en hacernos creer que nosotros no somos su carroña. La plutocracia ha ganado estas elecciones (para las cuales invirtió mucho dinero), porque todavía pensamos que votando cambiamos algo, pero los problemas estructurales se mantienen y las crisis -cíclicas- volverán con el tiempo. Y volverán. Y volverán… y nosotros mientras tanto, seguiremos votando.

 

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