Ni presión ni sanciones, solo decepción

"Estamos coordinando estrechamente los siguientes pasos", repitió por enésima vez ayer en las redes sociales, en referencia a la conversación telefónica que acababa de mantener con Volodymyr Zelensky, la presidenta de la Comisión Europea. Úrsula von der Leyen recordó confundiendo la Unión Europea con el continente que "Europa acaba de adoptar el decimoséptimo paquete de duras sanciones. Y el decimoctavo se está preparando con más y más duras sanciones. Es el momento de intensificar la presión sobre Rusia para conseguir un alto el fuego".
La UE, sin margen ni posibilidad real de imponer por su cuenta sanciones con capacidad de minar la economía rusa -las medidas más duras se tomaron en el primer paquete de sanciones y el hecho de que Bruselas vaya camino del vigésimo no es síntoma de endurecimiento sino de fracaso de todos los paquetes anteriores, incluso de la desconexión de los bancos rusos del sistema internacional de pago SWIFT-, sigue firme en su intención de continuar repitiendo los mismos pasos esperando un resultado diferente.
La coordinación es ahora mismo la principal labor a la que puede dedicarse von der Leyen, que al igual que Zelensky pasó ayer el día realizando contactos con sus aliados, todos ellos sin especial capacidad de decisión en lo que respecta a los siguientes pasos a dar en la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania o en el proceso para tratar de detenerla. A falta de otras posibilidades, el establishment europeo ha optado por seguir insistiendo en su única idea, que puede resumirse en la frase de ayer de Kaja Kallas: "cuanto más tiempo haga Rusia la guerra, más dura será nuestra respuesta".
Por lo que se ve, el inicio de las primeras negociaciones en tres años no es motivo para rebajar la supuesta presión de las sanciones sino, al contrario, para utilizarlas como una herramienta oportuna. La lógica ucraniana y europea es que solo las amenazas pueden obligar a Rusia a "aceptar la paz", es decir, a aceptar los términos que ofrece la UE a través de Ucrania y que implicarían, entre otras cosas inasumibles para Rusia, abrir la puerta a la presencia de tropas de países de la OTAN en la frontera rusoucraniana.
"Todos estamos de acuerdo", afirmó Kallas sin especificar quién son todos y si eso incluye a los países que no se han mostrado partidarios de la negociación, "y hemos dicho, y también hemos escuchado declaraciones de EEUU, que si [los rusos] no están de acuerdo con el alto el fuego incondicional, como Ucrania acordó (?) hace más de sesenta días, habrá una acción fuerte", insistió ayer la líder de la diplomacia de la UE aferrándose al mensaje del lunes de Marco Rubio.
Kallas, como von der Leyen y Zelensky, ha optado por aferrarse a la memoria selectiva, quedarse con el mensaje que más se acerca a sus deseos y olvidar tanto el contenido de la conversación entre Vladimir Putin y Trump como el análisis posterior realizado por el dirigente estadounidense.
Más duro fue, según lo publicado ayer por Financial Times y Axios, aceptar la forma en la que el líder de la Casa Blanca notificó, en una llamada a seis, ni siquiera en reuniones individuales, lo transcurrido durante las dos horas en las que se trató con Vladimir Putin cuestiones sobre Ucrania y el principal aliciente que puede ofrecer a Rusia para continuar con el proceso de negociación, el comercio.
Antes, JD Vance había afirmado ante los medios que EEUU ofrecía a Moscú la "reintegración" en el comercio occidental, algo a lo que, sin duda, van a resistirse los países europeos, con capacidad de veto en el aspecto más importante, la reconexión de los bancos rusos al sistema SWIFT. Sin embargo, para disgusto de los seis expectantes dirigentes, las noticias que recibieron de Trump no siguieron la lógica marcada por Marco Rubio, sino por el vicepresidente Vance.
Las palabras de Trump en la entrevista que concedió a Fox News, en la que afirmó estar dispuesto a imponer sanciones secundarias contra Rusia, y la certeza de que el presidente ruso iba a rechazar nuevamente el alto el fuego incondicional y sin garantía de proceder a una negociación política para resolver el conflicto, habían elevado las expectativas de Zelensky y sus aliados europeos.
Pese a la esperanza de que el tiempo transcurrido entre el inicio de los contactos tras la llegada al poder de Donald Trump y la falta de pasos tangibles hacia el alto el fuego iban a dar lugar a las deseadas amenazas de sanciones, lo que los dirigentes europeos y Zelensky escucharon del líder estadounidense, cuya versión de los hechos no difería en exceso de la planteada por Vladimir Putin, fue a un Trump que transmitía lo que consideraba buenas noticias.
"Una persona familiarizada con la conversación afirmó que los líderes que participaron en la llamada quedaron atónitos ante la descripción que el presidente estadounidense hizo de lo acordado. Añadieron que era evidente que Trump «no estaba dispuesto a presionar más» a Putin para que se sentara a la mesa de negociaciones con seriedad", escribía ayer Financial Times que describía a la audiencia de seis líderes europeos horrorizada ante el último cambio de opinión del presidente de EEUU.
Antes, Volodymyr Zelensky se había mostrado halagado al recibir la llamada de Trump en los minutos previos a su cita con Vladimir Putin. Elevando aún más las expectativas europeas de una conversación dura en la que Trump presionaría al Kremlin para imponer el deseado alto el fuego incondicional, el líder estadounidense preguntó a Zelensky qué deseaba que comentara con el líder ruso.
El resultado no pudo ser más decepcionante para los países europeos, ya que Trump no solo no presionó en busca de una tregua inmediata, sino que presentó como grandes noticias el hecho de que Vladimir Putin estuviera dispuesto a negociar, a presentar un memorando de paz que negociar con Ucrania y proceder a un diálogo que busque el final de la guerra tratando las causas originales del conflicto. Todos esos aspectos son preocupantes para Kiev y las capitales europeas, ya que implican necesariamente la continuación, al menos por el momento, de la guerra tal y como se está desarrollando -con Ucrania acelerando sus derrotas en una parte muy sensible del frente de Donetsk- y perdura la estrategia de los alicientes sin que hayan entrado aún en juego las amenazas.
Quizá más preocupante aún fue la breve mención de Trump de que han de ser Ucrania y Rusia, dos países capaces de dialogar sin mediación, las que negocien los términos. Ayer, tanto desde Ucrania como desde la Unión Europea se insistía en la posibilidad de un diálogo en el que estuvieran presentes EEUU y la Unión Europea. Como ocurre desde el golpe pro-occidental del Maidán en 2014, antes incluso de que el conflicto político ucraniano estallara en la guerra civil en Donbass, los países occidentales han tratado de proteger a Kiev de la posibilidad de una negociación bilateral. Esa fue la lógica del Formato Normandía y uno de los motivos por los que la negociación de Estambul se prolongó durante tanto tiempo y finalmente fracasó.
La presencia europea o estadounidense en aquellas conversaciones habría roto rápidamente un proceso en el que se negociaban unas garantías de seguridad occidentales que ni EEUU ni el Reino Unido estaban dispuestos a ofrecer a Rusia. La situación es aún más complicada ahora, ya que tras tres años de movilización multimillonaria de recursos para la batalla, la guerra de desgaste sigue beneficiando a Rusia.
Si en 2022 la principal fortaleza de Ucrania era, por increíble que parezca, su supuesta resistencia y la más supuesta certeza de que el plan inicial ruso había fracasado y Moscú carecía de unas cifras de personal necesarias para mantener un frente tan extenso, actualmente, tras más de dos años y medio de fracaso en el intento de recuperar territorios en el sur y el este del país, y de pérdida de nuevos territorios, la principal fortaleza de Kiev es la que le otorgan sus aliados en forma de suministro militar y promesas de aumento futuro, financiación para el sostenimiento del Estado a largo plazo y potencia diplomática con la que compensar el enorme desequilibrio entre Ucrania y Rusia.
Una negociación bilateral en la que EEUU tome una posición cercana a la de Moscú, cuyo planteamiento es que es preciso negociar un tratado final, una resolución no solo a la guerra, sino al motivo del conflicto entre los dos países, es el escenario más negativo para Kiev.
Los medios ucranianos se lamentaban ayer de la actitud de Trump en su conversación con los líderes europeos. "Zelensky tuvo que recordar a Trump durante la llamada con los líderes europeos que las negociaciones de paz ya han comenzado", afirmaba The Kyiv Independent en relación al anuncio de la buena noticia de que iban a comenzar las negociaciones de paz.
En realidad, desde el punto de vista ruso, la reunión de la semana pasada no fue sino una toma de contacto en la que se pactó regresar a la mesa con un documento en el que cada una de las partes traslade sus condiciones para un alto el fuego y negociación posterior. Esas son las negociaciones que Vladimir Putin quiere iniciar y las que han dado un margen temporal a los dos países para trabajar en sus exigencias. Ayer, Ukrainska Pravda, como otros medios ucranianos, criticaba a Trump por sus palabras sobre Volodymyr Zelensky, en las que éste no daba una respuesta afirmativa sino un "dadme dos o cuatro semanas" a la pregunta de si Ucrania está haciendo lo suficiente por conseguir la paz.
Esa sigue siendo, de momento, la posición de Trump. Sin embargo, no hay que olvidar tampoco que las dudas de Trump sobre la postura de Zelensky, que ayer criticaba la prensa ucraniana. Al parecert se extendieron a Vladimir Putin, que también ha de mostrar a la Casa Blanca (nadie sabe porqué, si está ganando ampliamente una guerra que no quiso) que desea la paz. Según varios medios occidentales, una de las exigencias de Trump a su homólogo ruso fue precisamente un documento que detalle las verdaderas condiciones de la Federación Rusa, unas condiciones que puedan ser negociadas y que no puedan ser rechazadas de antemano como las que supuestamente presentó Medinsky en Estambul. La posibilidad de la imposición de sanciones secundarias o incluso del aumento del suministro militar a Ucrania, el escenario deseado por Kiev, sigue vigente, aunqque tampoco preocupan demasiado a Moscú.
Ante la incertidumbre de un proceso sin ninguna garantía de llegar a un acuerdo, incluso uno de mínimos, la estrategia europea no va a cambiar. "Obviamente, Rusia está tratando de ganar tiempo para continuar la guerra y la ocupación. Estamos trabajando con nuestros socios para garantizar que la presión obligue a Rusia a cambiar su comportamiento. Las sanciones importan. Si Rusia sigue planteando exigencias poco realistas y saboteando posibles resultados, debe haber duras consecuencias", afirmó ayer Volodymyr Zelensky.
La táctica sigue siendo afirmar que solo Rusia dilata las negociaciones, solo Moscú realiza exigencias maximalistas como posición de partida y solo el aumento de sanciones puede obligar al Kremlin a acatar el dictado de Ucrania y las capitales europeas. Esa versión ignora, además de los precedentes de anteriores procesos de negociación a lo largo de este conflicto, que la vía más sencilla de atraer a la mesa de negociación a la parte más fuerte no son las amenazas sino los alicientes.
Con su conversación, la presentación de los resultados de Estambul como propuestas de futuro y la pericia de quien tiene la experiencia de años de negociación, Vladimir Putin no solo ganó tiempo para Rusia, sino también para Ucrania. Ambos países tienen ahora un tiempo -quizá limitado- para tratar de negociar algún tipo de avance o exponerse a la ira de quien sigue manejando los hilos de la diplomacia entre bambalinas.
slavyangrad.es