¿Por qué los palestinos corren el mismo destino, con armas o sin ellas?
La realidades crucial y persistente es que la violencia de Israel está motivada fundamentalmente por sus ambiciones coloniales, no por la resistencia palestina
Según informes, la llamada Junta de Paz de Trump se anunciará antes de fin de año. Esta noticia coincide con el aumento de informes que indican que el gobierno estadounidense se tomaría en serio impulsar la segunda fase del alto el fuego en Gaza.
Sin embargo, muchas preguntas críticas siguen sin respuesta. ¿Cómo se puede imponer un consejo de gobierno en Gaza cuando los palestinos están unidos en su rechazo a cualquier nueva forma de mandato occidental sobre sus vidas? Además, ¿cómo puede operar en Gaza la Fuerza Internacional de Estabilización propuesta sin una claridad total sobre su misión? Si acaba sirviendo principalmente como línea de defensa israelí, todo el proyecto se derrumbará antes de comenzar.
Ni los países árabes ni los musulmanes se involucrarán seriamente en la subyugación de los palestinos en nombre de Israel. Cualquier otra tropa participante será inevitablemente tratada por los palestinos como una fuerza de ocupación.
El principal obstáculo, sin embargo, es el hecho de que el régimen de Netanyahu nunca ha respetado verdaderamente la primera fase del alto el fuego, que comenzó, en teoría, el 10 de octubre. Desde esa fecha, las fuerzas israelíes han matado a más de 360 palestinos y herido a cientos más, al tiempo que demolían miles de estructuras residenciales, según imágenes satelitales verificadas por la BBC.
Peor aún, Israel ha bombardeado habitualmente objetivos más allá de la "Línea Amarilla", que fue designada como la zona palestina adonde se permitiría el flujo de la ayuda humanitaria y la gente debía volver a algún tipo de normalidad, a pesar de la destrucción casi total de Gaza.
Israel espera que la primera fase del acuerdo sea permanente. Esta intención se evidencia en los continuos bombardeos, la prohibición del acceso a suministros y ayuda vitales, y las constantes acusaciones infundadas de que los palestinos son quienes violan el alto el fuego.
Se espera que el primer ministro del régimen israelí, Benjamín Netanyahu, haga del desarme de Gaza el principal punto de fricción, sabiendo de antemano que HAMAS no entregará sus armas. Lo ha dejado claro en repetidas ocasiones, incluso el 15 de noviembre, cuando declaró: «HAMAS será desarmado, ya sea por las buenas o por las malas».
Pero ¿qué pasaría si el Gobierno de Gaza accediera a entregar sus armas? ¿Dejaría Israel en paz a los palestinos? ¿Aumentarían exponencialmente las perspectivas de una paz justa y la libertad palestina? Para abordar estas preguntas, profundicemos en tres experiencias, dos de ellas históricas.
Historiadores palestinos, e incluso algunos israelíes, han argumentado que, durante la limpieza étnica de la Palestina histórica (la Nakba), Israel tenía la intención de despoblar el país independientemente de la resistencia palestina. La implementación del Plan Dalet, la operación destinada a expulsar a la población palestina, no tuvo ninguna relación con el método ni la intensidad de la resistencia palestina a la violencia de las milicias sionistas.
De hecho, el marco de esa expulsión se basó en el uso de la guerra como pretexto, en lugar de la guerra como respuesta a la resistencia palestina. «Los árabes tendrán que irse, pero se necesita un momento oportuno para que esto ocurra, como una guerra», escribió el líder del terror sionista y primer ministro de Israel, David Ben-Gurión.
Aunque algunos mukhtars (líderes de aldeas) asumieron que la falta de resistencia significaba que se librarían del mismo destino que quienes se resistían, se equivocaban. En "La limpieza étnica de Palestina", el historiador israelí Ilan Pappe escribió: "Mientras que el Plan Dalet oficial daba a las aldeas la opción de rendirse, las órdenes operativas no eximían a ninguna aldea bajo ningún concepto".
El mismo patrón se repitió a lo largo de la historia. En 1982, tras un acuerdo negociado por EEUU para evacuar a las fuerzas de la Organización para la Liberación de Palestina del Líbano, se asumió que su salida evitaría que el ejército israelí atacara a civiles palestinos. Así, el 21 de agosto de 1982, los destacamentos de la OLP comenzaron a abandonar el país, dejando los campamentos indefensos y a sus aliados libaneses vulnerables. Sin embargo, la violencia israelí en Beirut Occidental había aumentado, en lugar de disminuir, lo que condujo a la masacre de Sabra y Chatila en septiembre de 1982, que mató a 3.500 refugiados palestinos y civiles libaneses.
Todas las promesas de Washington, las supuestas "garantías" y el lenguaje diplomático del enviado estadounidense Philip Habib, que actuó como enviado especial del presidente, no significaron absolutamente nada, ya que Israel ayudó a facilitar una de las masacres más brutales de su historia.
Y, por supuesto, está la saga actual de la propia Cisjordania, que, a diferencia de Gaza, carece de infraestructura potente de resistencia armada y está administrada por la Autoridad Palestina, que opera pagada y con base en un mandato israelí-estadounidense-occidental.
Sin embargo, incluso antes del genocidio de Gaza, el sufrimiento de Cisjordania había aumentado: sus tierras habían sido confiscadas, comunidades enteras habían sido sometidas a limpieza étnica, campos de refugiados enteros habían sido destruidos y cientos de residentes habían sido asesinados.
En los dos años posteriores al 7 de octubre de 2023, los informes indican que las fuerzas israelíes y los colonos supremacistas asesinaron a más de 1.000 palestinos, unos 200 de ellos niños, en Cisjordania, incluida Jerusalén Oriental. Miles más resultaron heridos, mientras que las autoridades del régimen israelí destruyeron o confiscaron miles de estructuras propiedad de palestinos, desplazando a muchos. Además, se estima que 10.000 palestinos de Cisjordania fueron arrestados entre octubre de 2023 y agosto de 2024.
Si el genocidio de Israel en Gaza está enteramente motivado por el deseo de aplastar a la Resistencia armada, entonces ¿por qué continúa el aplastamiento de Cisjordania?
Quienes siguen considerando la narrativa israelí sobre Gaza deben confrontar este historial y reconocer dos realidades cruciales y persistentes. En primer lugar, la violencia de Israel está motivada fundamentalmente por sus ambiciones coloniales, no por la resistencia palestina. En segundo lugar, la resistencia palestina es un imperativo histórico profundamente arraigado: la lucha decidida de la población nativa por liberarse de la ocupación extranjera.
Sólo abandonando el lenguaje reduccionista que presenta las guerras israelíes como simples respuestas a grupos armados podremos llegar a una comprensión profunda de los acontecimientos en Palestina, los verdaderos motivos de Israel y la legitimidad de la lucha palestina.
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