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Venezuela :: 19/08/2018

La oposición "moderada" es como un dron: lo manejan los ultras desde Miami

Clodovaldo Hernández
El “dejar hacer” a los terroristas ha sido la acomodaticia conducta de los moderados en las tres oleadas de guarimbas

No hay mucha diferencia entre los drones magnicidas del 4 de agosto y el pesado armatoste que forma el conjunto de la oposición venezolana: las aeronaves no tripuladas eran dirigidas por grupúsculos ultraviolentos desde fuera del país, y la coalición antichavista también lo ha sido casi siempre.

Claro que el asunto específico de los drones no tiene precedentes, pero el control de la ultraderecha radical sobre el conjunto de la alianza opositora data de hace casi tanto tiempo como la Revolución Bolivariana.

Obviamente, la primera vez que ocurrió este fenómeno fue en 2002. Los grupos más radicalizados del espectro antichavista obligaron a los moderados a desbocarse por el atajo del golpe de Estado. Los personajes que salieron a relucir en esos días, incluyendo al autojuramentado Pedro Carmona Estanga, son la mejor prueba de que fue una operación gobernada por la ultra. En las pocas horas que duró ese gobierno de transición ya habían salido a quejarse varios políticos de los partidos tradicionales porque los habían dejado fuera de la movida.

Desde entonces y hasta el sol de hoy, la conducta del sector moderado ha sido clave para que los extremistas puedan siempre ejercer su dominio, a pesar de que solo son grupúsculos sin peso específico en el colectivo. Ese sector moderado ha jugado siempre a dejar que los violentos hagan sus jugadas, a la espera de que resulten, para no quedar fuera de un eventual reparto del botín político.

En esa actitud seguramente influye un hecho fundamental: el bando ultroso es el que tiene mayores simpatías entre los factores de poder internacional, que a fin de cuentas son los que imponen las líneas de acción.

Breve recuento

El “dejar hacer” a los exaltados ha sido la acomodaticia conducta de los moderados en las tres oleadas de guarimbas que se han perpetrado (2004, 2014 y 2017). También fue su postura en el mismo 2004, ante el perverso plan de la invasión paramilitar. Nunca han condenado ese tipo de estrategias. Por el contrario, las han apoyado sibilinamente.

Con el transcurrir de los años, muchos de los dirigentes y figurones mediáticos de esa ultraderecha han ido asentándose en Miami, Bogotá y Madrid, bajo la apariencia del destierro, pero eso no les ha impedido seguir manejando los hilos de las coaliciones opositoras, de manera directa o a través de voceros que aún siguen en Venezuela, tanto en el terreno partidista como en el de los medios de comunicación.

Los partidos y líderes que han asumido posiciones favorables a la participación electoral no han tenido el coraje necesario para enfrentar a ese sector minoritario pero muy virulento.

En 2005, por ejemplo, tras el fracaso sucesivo del golpe de Estado, el circo de la plaza Altamira, el paro-sabotaje petrolero y patronal y el intento de revocar el mandato del presidente Hugo Chávez, los partidos políticos de la derecha aspiraban a iniciar el camino de la reconstrucción participando en las elecciones parlamentarias, pero los ultra (representados en los dueños de medios de comunicación, según lo reveló luego Henry Ramos Allup) los obligaron a retirarse de los comicios, supuestamente para deslegitimar al Gobierno.

Fue un estruendoso fracaso que, insólitamente, se repitió tres veces entre 2017 y 2018, pues la presión del ala pirómana fue la causa de que la oposición no participara en las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente (julio de 2017), en las de alcaldes y alcaldesas (diciembre de 2017) ni en las presidenciales y de Consejos Legislativos (mayo de 2018), gestos con los cuales se borró del escenario democrático.

El pequeño sector que sí participó en las presidenciales fue salvajemente atacado, no solo por la ultraderecha, sino que los supuestamente moderados se sumaron a la comparsa de insultos. Otra prueba de que el control remoto lo tienen los extremistas.

Radicales son todos

Muchos síntomas indican que la apuesta actual, tanto de los radicales como de los moderados es conseguir una vía rápida para tomar el poder. Los extremistas han tomado en sus manos la ejecución del plan, mientras los de apariencia moderada se hacen de la vista gorda y cooperan con acciones desestabilizadoras menos violentas.

Está claro, además, que unos cuantos líderes moderados han resuelto despojarse de sus máscaras y han comenzado a participar en acciones directas. Tal es el caso de Julio Borges y buena parte de Primero Justicia. Este dirigente siempre ha tenido posiciones ambivalentes, pero a partir del momento en que pateó la mesa de diálogo de República Dominicana, fue evidente su deslinde hacia la ruta de la violencia.

Lo ocurrido el 4 de agosto y en los días posteriores es una prueba más de ese fenómeno, aparentemente extraño. Los partidos supuestamente moderados no condenaron el atentado, intentaron negarlo o atribuírselo a una maniobra del Gobierno. Luego de los primeros resultados de las investigaciones han asumido la estrategia de acusar a las autoridades por presuntos excesos represivos, desestimando por completo el hecho central, cuya gravedad aún no se ha calibrado plenamente.

La actitud predominante de los opositores supuestamente no violentos es dejar que la ultra desarrolle sus planes para luego arrojarse a disputarse el contenido de la piñata. Sin embargo, los radicales seguramente están pensando de otra forma, pues algunos llegan al extremo de calificar de colaboracionistas a varios de los más prominentes personajes de la ex MUD.

Esa sorda lucha por el poder que aún no han conseguido se observa en las jugadas de ciertos personajes de la ultra mayamera, que se han apresurado a delatar a algunos de los que posan de no violentos. Da la impresión de que quieren evitar que esos dirigentes puedan aprovechar las circunstancias luego de que los más radicales hagan el trabajo sucio.

En todo caso, es significativo que algunos líderes nacionales de la derecha anden volando acá según instrucciones remotas, emitidas en Estados Unidos o Colombia. Son como drones políticos y, al igual que los magnicidas, a veces se desorientan y explotan lejos del lugar previsto.

SupuestoNegado.com

 

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