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Anti Patriarcado :: 05/07/2005

El feminismo es también cuestión de las mujeres pobres

Inés Arcia - La Haine
Hasta hace bien poco, la izquierda asociaba el feminismo a los intereses de la mujer burguesa o de clase media que, como no tenía nada mejor que hacer, se dedicaba a reivindicar cuestiones que la mujer trabajadora ni siquiera se planteaba, tan ocupada estaba en sobrevivir.

Con la aparición de la píldora a fines de los años 60, las mujeres nos liberamos de virginidad y de la maternidad, al menos en los papeles. Sin embargo, la cabeza siguió siendo la de la "gran mujer" detrás de "un gran hombre", la única sexualidad posible siguió siendo la genital masculina y la maternidad siguió siendo, en la práctica, nuestra responsabilidad. Mientras nosotras teníamos hijos como parte de un romántico proyecto común de familia, generalmente poco explicitado, los hombres siguieron sin internalizar la conexión entre la noche maravillosa de pasión con el niño que no lo dejaría dormir tranquilamente 9 meses después. Y así, hasta ahora.

Josefina Muruchi nos cuenta la historia de su vida en un precioso testimonio publicado en La Haine hace algunos días. Los hombres de su vida fueron su padre, un minero boliviano y su marido, también minero. Ambos hombres descendían diariamente a la profundidad de la mina, mojados por el sudor y el lodo entre un hedor y un calor insoportable, a extraer el estaño, llamado el metal del diablo. A la noche se reproducían, (o relajaban, o desahogaban), cuya consecuencia fueron los 8 hijos de su madre viuda y los propios de Josefina.

La práctica en el ámbito de lo público(1) permite a su padre tomar conciencia política. A través de él, Josefina aprende que los militares bolivianos matan y reprimen a campesinos y mineros para evitar que tengan educación, salarios decentes o sindicatos. Este padre, no obstante, saca a su hija de la escuela porque, en su opinión, si la mujer estudia no se ocupa de pastorear a los animales, hilar, tejer, preparar la comida, lavar y cosechar. Es decir, el hombre tiene necesidad de tener a la mujer (su madre, sus hermanas, su mujer) haciendo trabajo no remunerado(2) para poder realizarse como hombre en el ámbito de lo público.

Josefina sigue el camino de su madre hasta que se separa de su marido, con quien reparte el dinero pero no los hijos. Los hijos, como lo doméstico, son a la mujer como la casa con que nace el caracol: desde que nacen llevan al hijo y a la casa pegada a la espalda. ¡Si hasta alguno puede pensar que ambas cosas son genéticas! La situación de Josefina la lleva a entrar en el ámbito de lo público, incorporando al trabajo asalariado sus necesidades de mujer sola madre de familia numerosa. Una situación relativamente nueva para la sociedad boliviana, acostumbrada a la mujer dependiente que vive puertas para adentro.

En Bolivia, como en tantos países, el ámbito de lo público es el reducto de los hombres. Trabajadores, políticos, sindicalistas, curas, policías son hombres y todos ellos se sienten invadidos por la mujer que trabaja y lucha en la calle por sus derechos. "Vd. debería estar en casa cuidando a su familia", le dicen el cura y el policía. Pero Josefina sigue trabajando, luchando y también ocupándose de "lo doméstico".

La lucha de Josefina no es solamente contra las estructuras burguesas. También tiene que pelear su lugar entre sus iguales, los mineros dirigentes sindicales. Si bien las mujeres trabajadoras están afiliadas al sindicato, es muy difícil tener un puesto de dirección. Desde la concepción de que lo importante es la clase, ¿para qué puede querer una mujer ser dirigenta? A fin de cuentas, las mujeres van a las reuniones a calentar la silla.

Hoy las ciudades bolivianas están llenas de mujeres como Josefina. Oscuras, pequeñitas, con los hijos a la espalda, las mujeres bolivianas luchan a la par de los hombres. Pero los dirigentes son ellos. No obstante, tanto en Bolivia como en otros países empobrecidos, la familia patriarcal, piedra angular del patriarcado, se ve desafiada por los procesos interrelacionados de la transformación del trabajo y de la conciencia de las mujeres. Una conciencia que se está extendiendo rápidamente por todo el planeta, una revolución que llega a la raíz de la sociedad y al núcleo de lo que somos. Y que además, es irreversible.

Notas:
1. Trabajo en lo público (llamado también trabajo productivo): Consiste en tareas, esfuerzo acotado, condiciones de desempeño, producción, salario, horarios, claramente adscripto a un lugar diferente al descanso, y en el que se puede hacer carrera.

2. Trabajo no remunerado o doméstico (también llamado trabajo reproductivo): Es un trabajo de esfuerzo pluridimensional, rutinario, continuado, sin horarios, condiciones de desempeño, salarios ni vacaciones, que no está separado de donde se vive, que no puntúa para ningún currículo y del que suele verse sólo su cara superficial: las tareas domésticas, que son las que las mujeres claman por repartir. Sin embargo, aunque pesadas, no son éstas la parte del trabajo doméstico que más consumen energía y tiempo a las mujeres.

inesarcia@yahoo.com

 

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