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AntiMúsica :: 02/11/2008

Entrevista a Jaime Guevara: "Empecé a cantar mis canciones en medio de gases, amenazas y consignas"

José Daniel López
Jaime se ha establecido una temporada en España, lo cual ha sido aprovechado para hacer una gira por todo el estado a través de organizaciones libertarias.

Jaime Guevara (Quito, 1954) es impulsor de la música urbana en Ecuador. El cantor de ’Contrabando’ -sus crónicas durante 30 años, marcadas por la ironía, la mala leche y la sátira desde las barricadas- reconstruye la historia y las luchas sociales de su país y de América Latina desafiando el poder del Estado con sus canciones.

DIAGONAL: Hagamos un breve recorrido por tu historia musical...

JAIME GUEVARA: En los años ‘70 me apasioné por el rock, por la gente que actuó en Woodstock, no sólo por el ritmo sino por sus letras, aprendí varios acordes y poco a poco fui elaborando mis propias canciones. No aparecí en el ámbito de la música ecuatoriana cantando en inglés, sino que cantaba mis propias canciones sobre la realidad de los jóvenes o sobre las dictaduras en Ecuador.

D: Formaste una banda de rock llamada La Banda Azul...

J.G.: Al principio fueron traducciones de Led Zeppelin o Black Sabbath, pero luego hubo cierta polémica sobre si era lícito o no cantar en castellano. Era la época de las dictaduras, una panda de melenudos se reúne y canta, ellos nos atacan, nos apresan, cortes del pelo, nosotros respondíamos con versos de profunda reflexión. La Banda Azul duró tres años; a partir de abril del ‘78 en Quito estalla “la guerra de los cuatro reales”, una insurrección popular contra la subida del transporte público -la gente se hartó y se levantó en todos los barrios. Llega un amigo y me dice: “Coge tu guitarra y entremos en las marchas que se realizan para llegar a Quito”. En medio de los gases, amenazas, consignas y represión de las fuerzas populares empecé a cantar mis canciones.

D.: ¿En estos momentos grabas discos? ¿Cómo es tu difusión?

J.G.: En el momento que yo empecé a cantar en la Zona Roja atraje poco a poco a más personas que me escuchaban y también a la represión -amenazas, empujones, prohibiciones, golpizas en cuarteles y repetidas detenciones ilegales. Eso hizo automáticamente que mi figura fuera mal vista en el campo artístico. Al llamar a la puerta de las discográficas me encontré con su cálido ¡no! Pasé muchos años sin difusión discográfica pero gozando del respaldo popular.

D.: Utilizas la música para cantar temas sociales. ¿Cómo te han tratado los medios de comunicación de masas?

J.G.: Yo me he tenido que atener a la difusión directa y conquistar un público que no se conforma con la bazofia que nos lanzan los medios. Ese circo es para los reyezuelos de la canción, para nada estoy de acuerdo con aquellos que de cualquier modo se ganan fama, buenos billetes y saltar al estrellato.

D.: ¿Has organizado a músicos en Quito?

J.G.: He tenido la suerte de estar conectado con organizaciones de todo tipo, el Servicio de Paz y Justicia creó una comisión hace diez años para luchar por los objetores de conciencia. Hace tres años, a través de luchas pasó al Congreso Nacional, pero no se consiguió que fuera aprobada una reglamentación de la objeción de conciencia en el servicio militar. La objeción de conciencia está enfocada a una lucha frontal contra la maquinaria militar. Ellos contestan: “¿A ustedes no les gustan las armas? Perfecto, tienen el recurso de que si no quieren estar en primera línea háganlo en segunda cargando balas o cohetes”.

D.: ¿Como está el anarquismo en Ecuador?

J.G.: En los años ‘20 el anarquismo alcanzo su cénit, en los ‘80 un grupo de intelectuales empezamos a organizarnos, pero no conseguimos una organización fuerte y sólida. Las reformaciones que hicimos no cuajaron por la trayectoria marxista que habían tenido en su militancia anterior algunas personas, pero a partir del 2000 una gran población juvenil procedente del punk se interesa por el anarquismo. Al principio esa juventud estuvo atraída por la música, por las apariencias y por los modos, luego se han ido interesando cada día más por la lectura de los clásicos, se acercaron a quienes tuvimos la suerte de tener literatura e información bibliográfica y se han constituido dos o tres organizaciones anarquistas. Una de ellas está realizando con éxito una biblioteca popular en la Casa del Obrero de Quito.

D.: ¿Y las organizaciones indígenas?

J.G.: La CONAIE, del Ecuador, logró junto a organizaciones y movimientos de izquierda acabar con el gobierno de Jamil Mahuad. Se cansaron de ser comparsas del Partido Comunista, tuvieron su propia voz, dijeron: “Ahora vamos a hablar nosotros, sin intermediarios”.

D.: ¿Qué hay de libertario en las organizaciones indígenas?

J.G.: Son asamblearios, sí, pero mantienen un líder. Las decisiones son verticales, lo que arrastra determinados rasgos. Su rasgo más libertario es que tienen un sentido de comunidad sobre todo lo colectivo, cada vez que tienen que hacer un trabajo lo hacen como un pueblo.


Ecuador hoy

“Con el presidente nuevo, Rafael Correa, se ha desatado una acción para socavarlo. Sus reformas encuentran oposición en las capas más reaccionarias del Ecuador, como los banqueros, aunque como anarquista no estoy de acuerdo con presidentes. Me lastima en el alma el pesar de las dificultades para emigrar de cualquier persona decente que intenta salir de su tierra, viajar y establecerse en otro lugar. Lloran mucho a los suyos y mandan como gesto de amor numerosos obsequios, tratando de suplir los nexos afectivos : es desgarrador ver los aeropuertos día tras día. Yo les diría a los emigrantes “¡buena fuerza !”. No deberíamos ser extranjeros en ninguna parte y, sobre todo, si hay que elegir si dejar a los suyos para engrosar el presupuesto, no abandonen a sus hijos, ni su hogar”.

Artículo extraído del Diagonal

 

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