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Estado español :: 08/10/2020

La Renta Básica en la era de los proyectos piloto

Julen Bollain
Los diferentes experimentos realizados sí nos permiten observar algunos efectos equivalentes que trataré de explicar a continuación:

«Cada nueva idea pasa por tres fases. Primera: Es una locura, no me haga perder el tiempo. Segunda: Es posible, pero no vale la pena. Tercera: ¡Ya dije desde el principio que era una buena idea!» (Arthur C. Clarke)

Seguramente todas las personas que leamos esto seamos plenamente conscientes de que la renta básica, aunque haya tenido un auge espectacular durante los últimos años, no es una política que aún no haya llegado la mayoría de edad. Ha madurado, ha evolucionado y, si bien es cierto que no es una idea nueva, parece que está transitando por las tres fases a las que hacía referencia Arthur C. Clarke.

La renta básica cuenta con un background muy amplio y éste, explicado con diversos términos y formas pero con el mismo trasfondo, nos remonta hasta la llegada del renacimiento. Durante los dos últimos siglos distintos economistas, sociólogos, filósofos o políticos la han ido sofisticando y estudiando detalladamente y ya en el siglo XX se empezaron a dar debates independientes en varios países que, a partir de los años 80, gradualmente entraron en contacto entre sí a través de la creación en el año 1986 de la Basic Income European Network (BIEN).

Sin embargo, será durante las dos últimas décadas cuando los debates en torno a la renta básica proliferarán a lo largo y ancho del planeta, tanto en ámbitos académicos y políticos como en del activismo. Las razones para ello son varias (por ejemplo: el no cumplimiento de los objetivos de las rentas mínimas o el futuro del empleo y del trabajo) pero, sin duda, una de las que más ha permitido que la renta básica consiga un mayor espacio en la agenda política y en el conocimiento de la opinión pública ha sido el gran incremento de proyectos piloto en países y economías tan dispares como Estados Unidos, Canadá, Brasil, Finlandia, Alemania, Francia, Escocia, España, Países Bajos, Kenia, Namibia o India. Unos proyectos piloto que, a día de hoy, algunos ya han acabado (debido al límite temporal o a su cancelación), otros aún están en marcha y otros a punto de comenzar.

Es cierto que los proyectos piloto de renta básica están muy lejos de ser políticas integrales en las que se puedan apreciar todos los efectos que una implantación completa y duradera en el tiempo pudiera tener. Además, cabe recordar que la renta básica, pese a ser un pilar muy importante, no deja de ser “solo” un pilar dentro de la política socioeconómica de un país. Por lo tanto, muchos aspectos y resultados son difícilmente observables a través de los proyectos piloto.

No obstante, los diferentes experimentos realizados sí nos permiten observar algunos efectos equivalentes que trataré de explicar a continuación:

En primer lugar, una conclusión que a priori parecería lógica pero que los datos lo corroboran, es que con la renta básica las personas mejoran su percepción sobre los ingresos y su bienestar económico. Y es que, el hecho de tener asegurados unos ingresos mínimos, un suelo de ingresos sobre el que poder apoyarse independientemente de la situación socioeconómica de cada una o las posibles turbulencias macroeconómicas que nos afectan a todas, ofrece un alto grado de tranquilidad al asegurar que ésta no será arrebatada a causa de un trámite burocrático mal realizado o por no cumplir con los requisitos u obligaciones establecidos como “deuda social” por el hecho de recibir una renta mínima condicionada.

En segundo lugar, los datos nos muestran que las personas que perciben una renta básica están más satisfechas con sus vidas, a la vez que experimentan menos tensión mental, depresión, tristeza o soledad. Son muchos los estudios que evidencian una correlación positiva entre la inestabilidad y la inseguridad económica con los problemas de salud mental. Un efecto que, sin duda, se ve mitigado con una renta percibida periódicamente. Además, algunas de las conclusiones obtenidas nos muestran que con la renta básica también se da una percepción más positiva de las habilidades cognitivas como la memoria, el aprendizaje o la capacidad de concentración.

En tercer lugar, se evidencia que la percepción periódica de una renta no solo aumenta la confianza que las personas tienen sobre sí mismas, sino que, además, incrementa también la que éstas tienen sobre otras personas y sobre las propias instituciones. Muchas veces hemos comentado que la renta básica, al no ser socialmente divisiva como los subsidios condicionados, acrecienta y refuerza el sentido de pertenencia de la ciudadanía.

Por último, aunque para mí no sea el dato más relevante pero sí para algunas de las personas que diseñaron ciertos proyectos piloto y para muchos de los medios de comunicación que se han hecho eco de resultados obtenidos en distintos países, están las conclusiones sobre si la renta básica tendría como resultado que las personas dejen de trabajar remuneradamente y se queden en casa sin hacer absolutamente nada. El pasado 28 de agosto de 2020 se publicaba un artículo1 en el que se hacía una revisión de más de 1.200 documentos (50 de ellos basados en evidencia empírica contrastada) que trataban acerca de la renta básica y su relación laboral. ¿El resultado? A pesar de una búsqueda detallada, no se ha encontrado evidencia alguna de una reducción significativa en la oferta laboral. En cambio, sí se ha encontrado evidencia de un incremento en la misma entre las personas adultas (tanto en hombres como en mujeres).

A la misma conclusión se llega a través de los proyectos piloto. En este caso, cabe hacer hincapié en el que fue diseñado casi exclusivamente para ver cómo se comportaban las personas en el mercado laboral con una renta básica: el de Finlandia. Que, por cierto, también ha sido el que ha permitido colocar la renta básica en multitud de medios radiotelevisivos y en las portadas de casi todos los medios escritos (impresos y digitales) a nivel global. En este experimento se introdujo un modelo de activación laboral en los sistemas de prestaciones condicionadas, aumentando el control en éstas y reduciendo la cuantía percibida si las personas beneficiarias no conseguían trabajar remuneradamente un número determinado de horas o no seguían los procesos de inserción. La conclusión fue una ampliación en la brecha entre el número de días que estuvieron empleadas las personas que percibían una renta básica respecto a las que estaban en el grupo de control, volviéndose estadísticamente significativo. Es decir, la incondicionalidad de la renta básica tuvo como resultado una mayor participación en el mercado laboral en comparación a los mayores controles que endurecieron la condicionalidad del grupo de control (exactamente las personas con renta básica estuvieron empleadas, de media, 6 días más al año que las personas del grupo de control).

Dicho esto y habiendo analizado algunos de los resultados, no podemos llamarnos a engaño y tenemos que ser conscientes de que los proyectos piloto, además de no ofrecernos datos sobre ciertas consecuencias muy importantes como puede ser el aumento del poder de negociación de la clase trabajadora, tienen, al menos, 5 grandes limitaciones: la delimitación temporal, el uso de una muestra sesgada no generalizable al total de la población, el hecho de que nunca se podrá incluir en esta muestra personas que sean contribuyentes netas al sistema, un efecto no observable sobre el mercado laboral y, finalmente, sus efectos impositivos nulos.

Para finalizar, y pese a estas limitaciones, podemos afirmar que los proyectos piloto han permitido evidenciar empíricamente que la renta básica, más allá de los ya manidos argumentos demagógicos que se puedan verter sobre ella, tiene efectos positivos tanto en el bienestar y en la confianza de las personas como en la oferta laboral. Y cómo no, también han sido el acicate necesario para que la renta básica deje de estar en el cajón de las utopías para pasar al de las políticas realizables. La fase uno de Arthur C. Clarke ya la hemos dejado atrás y, pasito a pasito, seguimos avanzando hacia la tercera.

(1) de Paz-Báñez, M.A.; Asensio-Coto, M.J.; Sánchez-López, C.; Aceytuno, M. Is There Empirical Evidence on How the Implementation of a Universal Basic Income (UBI) Affects Labour Supply? A Systematic Review. Preprints 2020. Accesible en: https://www.preprints.org/manuscript/202008.0638/v1

Julen Bollain es economista, investigador en Renta Básica y miembro de la Red Renta Básica.

Fuente: https://www.sinpermiso.info/textos/la-renta-basica-en-la-era-de-los-proyectos-piloto

Fuente

 

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