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Anti Patriarcado :: 18/03/2005

Mujeres machistas y reaccionarias

Inés Arcia - La Haine
Cuando una mujer se autoproclama feminista, tiene que enfrentarse a los tópicos que recorren el imaginario de los distintos sectores de la sociedad, mujeres incluidas.

Un ejemplo es el artículo publicado hace escasos días en El País titulado "Lo de la visión femenina" y firmado por Empar Moliner. Dice no entender cómo una mujer puede utilizar los lugares públicos o el tiempo de forma distinta que los hombres. Por tanto, le parece ridículo que la diputada de Barcelona Inma Moraleda proponga darle una visión de género al diseño de las ciudades. Y como no entiende nada y además le parece ridículo, a manera de gracia propone almohadones de ganchillo en los asientos del metro y plazas de aparcamientos el triple de anchos, tal vez por eso de "mujer, vete a fregar los platos" con que los hombres muy machos suelen insultar a las conductoras que se niegan a cruzar un semáforo en ámbar.

El patriarcado atraviesa todos los ámbitos de la sociedad y la mayoría de las mujeres somos partícipes de esta estructura. Por eso es tan común encontrarnos con mujeres en cargos públicos sin ninguna conciencia de género, que siguen a rajatabla las políticas diseñadas por los hombres, generalmente sus jefes, y que generalmente destacan por ser "la mujer de" o "la ministra de" en vez de personas con ideas propias y posiciones políticas diferenciadas. Así y sólo así, las mujeres han podido hasta ahora adentrarse en los ámbitos de poder, llámese partidos, gobiernos o empresas.

Sin embargo, y partiendo de este ejemplo aparentemente irrelevante, es cierto que el diseño de la ciudad y el tiempo que requiere cada actividad cotidiana se beneficiaría mucho de lo que la Sra. Moliner llama despectivamente "la visión femenina". Hay multitud de textos que hablan sobre este tema y hay que ser muy machista y muy reaccionaria para escribir artículos como el de Moliner. Entre otros, destaco un escrito de Marta Román Rivas, del Colectivo de Mujeres Urbanistas, que habla justamente de la necesidad de la reconstrucción del espacio cotidiano. Mientras que Moliner habla de la carencia de base científica que sustente la teoría de la diferente utilización del espacio público entre hombres y mujeres, Román Rivas nos proporciona algunas cifras. Por ejemplo, los viajes de la población activa (hombres y mujeres) por motivo de trabajo suponen un 30% de los desplazamientos que se realizan a diario, mientras que el 51,1 % corresponden a viajes por otros motivos. Estos viajes los realizan a pie mayoritariamente las amas de casa (el 71% de sus traslados) y los estudiantes (ambos sexos) el 67%. Asimismo, la población con carné de conducir representa una minoría (39,6% del total), y exceptuando un grupo social de mujeres profesionales en edad activa, la mayor parte de las mujeres mayores de 18 años no tiene permiso de conducir, el 68% del total.

Solamente teniendo en cuenta datos tan elementales como estos, podemos deducir que el espacio urbano está diseñado en función del coche y del trabajo. Una visión femenina del urbanismo conseguiría ciudades mucho más democráticas y más saludables. La ciudad, si funciona mal para todos, funciona peor para las mujeres. Es una ciudad creada según las necesidades percibidas por los hombres, donde las mujeres han participado poco en la construcción de este espacio común y se ha conseguido una ciudad pensada para moverse y trabajar, no para vivir. Se han olvidado o relegado a un segundo plano las necesidades de todos aquellos que no realizan actividades consideradas como "productivas". En este rubro se incluyen las madres, las abuelas o las asistentas que se convierten en acompañantes, transportistas, vigilantes y cuidadoras de niños, ancianos y discapacitados. Es decir, las mujeres que trabajan dentro y fuera de casa, el 50% de la sociedad.

Es cierto que la planificación de las ciudades en función de la economía afecta también a los hombres. Más de uno argumentará que también sufre los atascos y las horas muertas en la carretera de un lado para el otro. Pero esto no deja de ser una queja que no suele ir a mayores, ya que los hombres generalmente utilizan su tiempo en sus cosas, mientras que las mujeres lo ocupan en las cosas de los demás. Así, cuando el hombre tiene tiempo libre lo suele utilizar para leer, escuchar música, navegar por Internet, dormir o pasear mientras que la mujer lo dedica a fregar la bañera, acompañar a la suegra al médico, ir a la reunión de padres, buscar el mejor precio para el chándal de los hijos o ayudarles con los deberes.

En esta sociedad patriarcal y capitalista, el centro de la economía es la ganancia, algo que aprenden los estudiantes de economía el primer día de clase. Por tanto, la vida de las personas debe subordinarse a las necesidades económicas del sistema. Si a esto le unimos la necesidad de que el sistema se visualice como "exitoso" y el mejor de los sistemas posibles, se hace desaparecer del PIB el trabajo no remunerado que realizan las mujeres en el ámbito doméstico y los costes por la contaminación del planeta. Estos dos ítems no aparecen en el precio final del producto que encontramos en las estanterías del supermercado pero los pagamos todos.

A mayor conciencia de la sociedad y sobre todo, a mayor demanda de las mujeres, los estados de los países desarrollados se están haciendo cargo, a regañadientes, de poner parches en un sistema injusto y cada vez más inviable, alargando los horarios escolares, habilitando las escuelas como guarderías, legalizando a las mujeres inmigrantes que reemplazan a la mujer trabajadora en el hogar, publicitando la importancia del reciclaje de basuras. Pero el tema de fondo no se toca.

La presencia de la mujer en el espacio público hasta ahora dominado por el hombre es también otro parche si al antipatriarcado no le unimos el anticapitalismo. O viceversa. Mientras el discurso político de cualquier color se apoye en que "los problemas de las mujeres solamente los resolverán las mujeres" y los hombres no visualicen el beneficio de tener relaciones igualitarias con las mujeres en todos los ámbitos, el público y el privado, el feminismo se hace imprescindible.

inesarcia@yahoo.com

 

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