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Argentina, Argentina :: 31/10/2017

Argentina y el triunfo de Cambiemos: Nada empieza, todo está en marcha

Fernando Esteche
Las urnas son un escenario. La calle, la Plaza, los escenarios de los momentos populares. Sin una nueva cultura revolucionaria no puede haber revolución posible

El artificio del mito fundacional

En una curiosa sintonía discursiva los dos principales exponentes de la batalla electoral reciente, Mauricio Macri y Cristina Kirchner, coincidieron en definir como momento fundacional el que atraviesa la Argentina. Recurso básico que no pareciera tener mayor pretensión épica que no sea proclamar la vigencia de los propios proyectos que ya nacieron, que ya existen, que no empiezan.

No hay fin de la historia, “acá no se acaba nada, hoy empieza todo” dice Cristina Kirchner con su disfonía evitista que envuelve el discurso de carácter mítico. Y serán grandes cambios, cambios “para siempre”, afirmará entre lluvia de globos y papelitos el presidente Mauricio Macri, con un estilo discursivo TED [1] que no le resta contundencia a su afirmación, sino al contrario. Hacen estas afirmaciones enancados en sus performances electorales y muy lejos de pretensiones de carácter filosófico sobre final de la historia, los ciclos, las repeticiones, tragedias-farsas, eterno retorno; hablan de sus proyectos políticos nada más que de eso.
Ni nada menos.

Uno se cansa de recorrer análisis y discursos que anuncian cataclismos, finales y fatalidades inexplicables. Al peronismo lo mataron una y otra vez. Lo mismo están los agoreros de los fines de ciclos como los heraldos del eterno retorno. Solamente a los efectos de que lo escrito (¡tan perpetuo!) no me haga cómplice, diré que la gran pregunta sería por el principio del todo y ese interrogante no tiene respuesta racional.

En todo caso creemos que es muy aventurero afirmar que la crisis de representación de los partidos modernos clásicos en Argentina redunda en la extinción e implosión de los aparatos tradicionales. Sobre la crisis de representación de los partidos ya se hablaba en los setenta y fue uno de os argumentos para la embestida antipopular genocida. Pero también se viene hablando desde la restauración constitucional. Más cautos diremos que es claro que la crisis existe y se desarrolla pero entendemos que no tiene la profundidad que pueda importar la implosión de los aparatos de la política demo-liberal clásica moderna argentina. Eso puede desarrollare en tiempos de revolución, de dinámica histórica, de rupturas, no en tiempos de calma, en tiempos neoliberales donde además es más probable que se produzca una retracción de los sujetos políticos que una ampliación de los mismos que sería lo que plantearía las condiciones de posibilidad de esa superación de la crisis de representación. Hubo una década en que estas condiciones se dieron y no se pudo resolver.

La verdad, entendemos, que la historia para quienes la pensamos en términos del derrotero de los Pueblos, tiene momentos más o menos luminosos, más o menos oscuros, pero es un devenir permanente, inútil buscar el principio, imposible pensar su final.

Nada empieza, todo está en marcha, no hay borrón y cuenta nueva, todo lo que se pueda construir se hace sobre lo que tenemos hasta aquí recorrido, con aciertos y errores. Pero no creemos que haya pos-peronismo, no hay por ahora superación dialéctica de la identidad nacional. Como no hay neo-neoliberalismo. No se proclaman muertes ni nacimientos con eventos tan poco trascendentes como un domingo electoral.

“Los que están en el gobierno, todos, trabajaron conmigo”, dice Domingo Cavallo, nada nuevo.

La Revolución del 90, el 17 de octubre, el Cordobazo, el 2001, los momentos bisagras que pueden cambiar situaciones de fuerza, que pueden engendrar algo nuevo se han dado hasta aquí como expresión de una crisis terminal del orden imperante, y con algo más de épica que unos simples cantitos y bailecitos, fueron siempre hechos de guerra más o menos cruentos, pero hechos de guerra social.

Entre el asco de Fito Páez y el necio de Silvio Rodríguez

El problema de la “servidumbre voluntaria” [2], eso de que un pueblo vote contra sí mismo, que elija a sus explotadores, que “creen combatir por su salvación cuando combaten por su servidumbre” (Spinoza); problema que distintos estudiosos han abordado incluso desde paradigmas filosóficos absolutamente distintos, aparece como la más seductora de las repuestas a la hora de explicarnos por qué arrasó el macrismo en las elecciones. Pero es de un facilismo y una simplificación peligrosa, aún en su enorme complejidad, que nos aloja en la arrogancia, el elitismo, y nos desarma cuando de lo que se trata es de intentar construir propios pertrechos para cambiar la realidad.

Nosotros vamos a preferir siempre a Gramsci para explicar la construcción de consenso y hegemonía (confundir a Gramsci con Laclau es probablemente uno de las grandes pifias de nuestros intelectuales orgánicos)

La militancia popular no puede tener ni una mínima mueca de impugnación contra el Pueblo, vote lo que vote, después de todo el voto es simplemente una expresión de su estado de subjetividad un domingo determinado. Y su estado de subjetividad es construido y moldeado por incontables factores entre los que se destacan los aparatos productores de hegemonía, los discursos de sentido común, la “verdad” circulante, la guerra de cuarta generación, etc. Habrá que reconciliar a Marx y Freud e intentar comprender las complejidades que concurren en la conformación de la subjetividad tanto individual como social. Y ningún guarismo electoral queda cristalizado nunca ni a favor ni en contra.

Por lo demás buscar responsabilidades en nuestro pueblo y no buscarlas en la militancia y fundamentalmente en la dirigencia es un error imperdonable y demasiado piadoso con quienes hay que ser exigentes.

Nos espantamos cuando Duran Barba define al electorado como bestias, pero se nos caen insultos y vituperaciones cuando el electorado se comporta en contrario de lo que suponemos es el deber ser.

Aquel escrito del cantautor Fito Páez cuando proclama su asco frente al comportamiento electoral de los porteños que habían elegido a Macri de intendente, es expresión de toda una franja mesocrática que resulta tan fubista [3] con expresiones del tipo de “este pueblo de mierda”, tan emparentadas con la Generación del 37 decimonónica. Son los reaccionarios, liberales, elitistas, inspirados en aquel axioma socialista echeverriano de “gobernar por el pueblo, sin el pueblo y a pesar del pueblo”. Hay una cuota de mesianismo alta en ese pensamiento que asoma desnudo e insolente.

En época de cadenas de whatsapp han llovido poemas y proclamas de necedades. Todos escritos bellos, todas afirmaciones del propio lugar, pero insolentemente solitarias, construyendo una complicidad, una hermandad, peligrosa, porque se pone afuera de “todos los demás”. Necedades que proclaman la soledad del gladiador y deploran a los espectadores, los interpelan con verdadero desdén, los acusan.

Nosotros abrevamos en una corriente de pensamiento que de ninguna manera puede permitirse algunas simplificaciones ni aún en la búsqueda del engalanamiento literario. Hay cientos y miles de dirigentes, militantes y sectores populares que protagonizan las batallas cotidianas contra la restauración neoliberal y si nosotros mismos construimos narrativas que los invisibilizan entonces estamos desarmándonos entre nosotros.

Hay que volver a ponderar a la militancia y a la organización popular como dispositivos fundamentales para la producción de la política popular contrahegemónica. Y hay que asumir que no puede haber hecho revolucionario sin transformación revolucionaria de la subjetividad, esto es, conciencia revolucionaria.

Sin un bloque histórico que articule una propuesta contrahegemónica no hay manera posible de salir de los eternos ciclos y contraciclos de la política argentina.

El Pentateuco de García Linera

Hay algunas cuestiones que deberemos ir construyendo y definiendo para desarrollar una política de carácter revolucionario. La primera, es la impugnación de la democracia liberal falsamente representativa y con falsa división de poderes, debemos ser estrictos en ajustar la caracterización de este modelo de Orden y Dominación que transitamos para ponderar justamente los elementos que podamos potenciar a favor del desarrollo de una política popular e identificar los elementos que están abiertamente en contra de esta.

Pero ninguna de estas impugnaciones al Orden debe excluirnos de la posibilidad de la Política, entendiendo a esta, como la disputa por el poder. Del mismo modo que el peor pecado sería naturalizar, negar, y eludir tanto la identificación de las trampas del Orden y la Dominación, que terminemos re-produciendo a conciencia un modelo sólo pensado para la defensa de los intereses de las clases dominantes.

El pecado original de importantes sectores populares ha sido subestimar al enemigo. Muchos fueron incapaces de ver la dimensión estratégica de la propuesta electoral que mixtura el neoconservadurismo con el neoliberalismo de Cambiemos. Del mismo modo que se menospreció el hecho de ceder terreno, con el cálculo que quien sea haya hecho, se cedió terreno.

García Linera, una y otra vez citado por los que no echan mano de libros más peligrosos, expone con una claridad meridiana los problemas y limitaciones de los gobiernos posneoliberales. Todos lo aplauden cuando él expone estas situaciones, que describe como limitaciones, pero es notable que se trata de una pose porque luego la política deriva por otros rumbos. Entre otras cuestiones señala algunas que me parece interesante destacar:

1-“Se puede hacer cualquier concesión, se puede dialogar con quien sea que permita ayudar al crecimiento económico, pero siempre garantizando el poder político en manos de los trabajadores y los revolucionarios. Esto no se ha dado, se ha transferido el manejo de la cosa a una burocracia estatal no siempre proveniente de la lucha política. Una segunda debilidad en el tema económico; algunos de los gobiernos progresistas y revolucionarios han adoptado medidas que han afectado al bloque revolucionario, potenciando al bloque conservador”.

2-La redistribución de riqueza sin politización social. Hay una ampliación del sector medio, de la capacidad de consumo de los trabajadores. Pero, si esta ampliación de capacidad de consumo, si esta ampliación de la capacidad de justicia social no viene acompañada con politización social, no estamos ganando el sentido común. Hemos creado una nueva clase media, con capacidad de consumo, con capacidad de satisfacción, pero portadora del viejo sentido común conservador”.

3-Una tercera debilidad que estamos presentando los gobiernos progresistas y revolucionarios es una débil reforma moral. La corrupción característica del capitalismo y los neoliberales, termina siendo su bandera contra nuestros gobiernos”.

4-“Otra limitación es la imposibilidad de la continuidad de los liderazgos” producto de los cepos demo-liberales.

5-Débil articulación e integración real comercial, económica y productiva”.[4]

Este pentateuco nos expone las debilidades estructurales sobre las que se afirmó la derecha y la restauración neoliberal para acometer su contraofensiva política. Hubo tanto cuestiones estructurales como super-estructurales que permanecieron intocadas y esto facilitó y potenció la arremetida restauradora. NO poder identificar estas cuestiones es una de las debilidades que de no superarlas nos condena a recurrir en el fracaso.

Las urnas, las calles, los corazones y las mentes

Por estos días se volvió común la idea que a todo ciclo neoliberal le corresponde su 2001 o como sea que se pueda resolver la irrupción de las masas en el escenario de la política; guerra del gas y agua, caracazo, insurrecciones de pueblos originarios. La idea de la insustentabilidad del neoliberalismo empuja a un fatalismo histórico donde uno no tiene más que esperar el desarrollo de los acontecimientos.

Lo cierto es que a pesar de la evidente e inminente crisis de pago y de la volatilidad del sistema financiero en el que se asienta el gobierno, las corridas no se dan y todas las señales en general son de apoyo. ¿Cómo uno puede explicarse esto? Creemos que solamente en la comprensión de que se trata de un modelo de mediano plazo al que distintos factores de poder mundial apuestan, y que abonan la gobernabilidad porque facilita un sistema de saqueo y depredación que en otros rincones del mundo necesita de invasiones y guerras.

Este modelo que indudablemente producirá exclusión, posee con la actual administración además un colchón de amortiguación de la conflictividad mediando con los sectores más vulnerados a través de políticas públicas administradas o para-administradas por movimientos sociales que ofrecen una suerte de tregua regulada. Mediando con los dirigentes de los sindicatos interesados en mantener su participación política y sus sistemas de financiamiento. Mediando con los actores de la política en un acuerdo de gobernabilidad que impugna los repertorios de acción colectiva que pudieran complicarla. Hay un sentido común en gran parte de la dirigencia política, social y sindical que expresa cierto nivel de domesticación, de falta de voluntad de confrontación real, de apuesta a la reproducción eterna de las reglas de juego tal y como están planteadas; sin contemplar que son reglas de juego que se van modificando al antojo del poder real.

“Ningún poder se cae sino lo tiran” ( Lenín).

El quid entonces, para apaciguar eventuales lamentaciones, es comprender que la tarea revolucionaria no es solamente de acumulación electoral, que puede significar en un momento dado un elemento importante y determinante, pero todo resultará lábil sino producimos una profunda transformación de la cultura política.

De nuevo insistimos se puede avanzar más o menos en el plano de la política mientras ellos detentan la hegemonía, pero sino construimos un nuevo bloque histórico, una alianza social revolucionaria que plantee un proyecto contrahegemónico, se tratará sólo de administración y no de revolución.

Las urnas son un escenario, hay que tener las herramientas necesarias y útiles. La calle es otro escenario, la Plaza, el escenario por excelencia de los momentos populares. Salir de la calle es el peor error que se puede cometer. Por eso ante discursos pusilánimes de cautela, de evitar trampas, hay que ser firmes; la calle nunca es un peligro para el pueblo, solamente es un peligro para los palaciegos; la calle es siempre un escenario del Pueblo. Y los corazones, el afecto, la lealtad son otras de las armas con que cuentan los proyectos populares, de eso sabemos bien los argentinos.

Pero hay una dimensión que pocos sectores se dedican a disputar, a trabajar, y es la cultura, la ideología. Sin una nueva cultura revolucionaria no puede haber revolución posible, y ese es un trabajo a largo plazo que debemos hacer sobre nosotros mismos y sobre nuestros compañeros, sobre nosotros y sobre nuestro Pueblo construyendo otra ética, con nuestra propia estética.

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Notas:

[1] Formato discursivo (Tecnología, entretenimiento y diseño) descontracturado, con complementos tecnológicos, opuesto al formato de barricada o de panteón.

[2] Discurso de la servidumbre voluntaria, texto de 1549 de Étienne de La Boétie, un tema que trabajaron numerosos autores fundamentales; Spinoza, Nietzche, Marx, Reich, Deleuze y Guattari, Rozitchner, etc.

[3] Fubismo; en el pensamiento de Arturo Jauretche fue el calificativo metafórico asociado a los estudiantes universitarios nucleados en la Federación Universitaria Buenos Aires, víctimas de la colonización intelectual, exponentes de un movimiento que deplora lo popular.

[4] Intervención en la UBA 27 de mayo 2016.

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