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:: 25/06/2011

Dos poemas de ida y vuelta

dariovive.org
Una ida y vuelta de la poesía rioplatense, para recordar a los que se fueron lejos y celebrar que estamos volviendo

Un militante popular uruguayo, el Negro Walter Santi, murió de cáncer en un pueblito sueco y Jorge Brioso le escribió un poema bellísimo para aquel que fue “incapaz de vivir lejos del alma”

Marco Teruggi nació en Francia, es un hijo del exilio y hoy vive y milita en la Argentina. Su poema "Piqueteros bolivarianos" relata una visita organizada por el Frente Popular Darío Santillán (FPDS) a los movimientos populares de Venezuela.

Una ida y vuelta de la poesía rioplatense, para recordar a los que se fueron lejos y celebrar que estamos volviendo-


Compañero Walter Santi

Jorge Briosso

Hasta la victoria, siempre
Como una paz me ocupa
cuando más quiero rabia,
si la serenidad de tu mirada
rompe en silencio mi silencio ajado

No se puede arreglar con cuatro versos
que la calamidad te haya arrancado
tan luego a vos,
que fuiste una retama de Isla Mala
incapaz de vivir lejos de tu alma.

Pero no hay paz, y miente tu mirada
y no olvidamos la milica ‘buena’
que avisó que en el water llegaba limpia el agua
cuando el plantón se estaba haciendo eterno
y la lengua pesaba como llaga,
ni a aquél otro milico menos bueno
que te mostró unos ojos celestes arrancados
y te dijo que eran los de Clara
cuando el cuartel ya te había demostrado
que hasta de eso era capaz la bestia,
el ser humano como mamarracho
que se había enseñoreado en el estado

Claro, no hay que olvidar tu andar gracejo,
tu calma azul, tu risa luminaria,
tu charla interminable y coloreada,
tu comprensión cargada de coherencia,
tu teoría tan inútil e intrincada
sobre la responsabilidad y el sexo,
ni esa capacidad de estar solemne
y festejar con ganas las cargadas

Pero tu desolvido no es de adorno,
ni está sereno como tu mirada.
No olvidaremos que moriste lejos,
Que no hay razón, que el Uruguay impuna.
Como la murga promete volver,
y a veces vuelve, y hasta a veces gana,
va a volver tu sonrisa luminaria
a alumbrar las cuchillas de la patria.

Vamos a recordar cada traición
de las que te llevaron a andar lejos,
a morir sin justicia, a no hallar paz,
a no callar la sórdida miseria
del que se agacha frente a las infamias
Tu memoria es más fuerte que el destino.


Piqueteros bolivarianos

Marco Teruggi

I

Los montes se deslizaban en fa mayor
el horizonte tapizado se extendía amenazante
saludaban planes de viviendas desde su celestes y violetas
la canción para Yolanda guiaba los cuerpos dormidos,
la velada en lo alto del barrio La Vega todavía adornaba los pensamientos
sobrevolaban el cuatro y sus tambores
las voces cimarronas
el balcón que abría el cielo de la ciudad
la bruma en su abrazo de cartón sobre los techos
un horizonte de focos
dulzura de carnaval sin despedida.

La noche de papayas, tragos de ron y aventuras
había caminado descalza por el continente
uno a uno se habían unido irreductibles caribes,
huelgas comunitarias, sombras guerrilleras,
las certezas de Rodríguez y Martí
las ausencias de cariño y dolor
rebeladas en indio, negro, mestizo
en el oscuro mar que brilla
sobre los siglos.

El último recuerdo se consumía
avanzábamos rodeados por árboles inundados de púrpuras
curvas andinas
plátanos salvajes
laderas pobladas de coco y mango,
cuando, debajo de una sombrilla, amanecía eterna
una sonrisa de hielo picado con frutilla.

II

Habíamos arribado a Venezuela algunos días atrás
la inquebrantable presencia de las nubes oficiaba de telón de fondo
en la majestuosa y apasionada Caracas,
rodeados de cerros recubiertos de casas
amontonadas en azules, amarillos o verdes,
la ciudad se abría en un acogedor y caluroso desorden
salpicaban graffitis sobre paredes o camionetas
aparecían bancos nacionalizados, bachatas, frutas callejeras, areperas socialistas,
cerros y mas casas
rompecabezas de ladrillos sudados
equilibristas del tiempo.

Al despertar el trece de abril
nos encontrábamos en Amatina,
galpón de una empresa ocupada por familias
vestidas de risas, orgullo
Pobladores en construcción de comunidades humanas
ahí donde el capital desmonta seres
para lamer mercancías,
habían pasado nueve años desde el intento de golpe de estado
de los días de una entrega sin renuncia
de francotiradores dolarizados
del asalto a las calles para rescatar al presidente.

Como lunares se multiplicaban las remeras rojas por las esquinas
al acercarnos al lugar de la concentración
una marea de alegría se encontraba para cantar y demostrar
¡Uh, Ah, Chávez no se va!
desde las ventanas colgaban retratos
la avenida Urdaneta desbordaba
avanzaban las milicias populares
sobre el hombro de fusil,
sonrisas de ancianos, jóvenes
mujeres, hombres
¡los que quieran patria vengan conmigo!
seguido de una imagen del comandante de puño alzado,
hasta Miraflores
y la primer palabra de Hugo Rafael Chávez Frias
que atravesaba las lluvias

¡El trece de abril fue la primer gran victoria de las masas populares en este continente
y en el mundo desde hace mucho, mucho, mucho tiempo!
las avalanchas buscaban fotos, llevaban carteles,
aplaudían, aplaudían
flotaban los pies aprisionados de felicidades
transpiraban de lluvia junto a la épica travesía
con aromas a Managua y Santiago
nacida un veintisiete de febrero de 1989
cuando los puños se cerraron para salir de sus casas
y nunca mas volver.

III

El chofer llevaba un idé de cuentas verdes y amarillas
presencia de Orula
el que le perdonó la vida a Ikú, la muerte
y pactó con ella la protección de sus hijos,
mientras circulaba un comunicado
Corriente Bolívar y Zamora.
Exige una investigación por el secuestro y asesinato de dos jóvenes
campesinos en la reserva forestal Uribante en el estado Barinas.

Se llamaban José Joel Torres y Agustín Gamboa Duvián
estábamos en Barinas
beso andino con llanura
tierra calurosa del comandante
endemoniados zancudos, sabrosos mamones
brotes de soberanía alimentaria,
y Gelman, preguntando si escribir poesía
no es acaso apagar el ruido de la muerte
que entra al oído sin invitación.

Llegamos para compartir el día internacional de la lucha campesina
homenaje a diecinueve campesinos asesinados en Belem do Pará
caminaba por el pueblo la columna organizada en tres hileras
la mirada de Zamora cruzada de dos machetes
una plaza arbolada
cruces húmedas
flores,
si no es acaso mezclar la propia voz con ese ruido para volverlo inútil
apaciguarlo al menos.

IV

Luego de cortar la ruta pidiendo justicia
Yo quiero ver a un godo colgado de un farol
Y miles de oligarcas con las tripas al sol
¡Oligarcas temblad, viva la libertad!
nos dirigimos a la ciudad comunal socialista Simón Bolívar
rodeados de cantos de ranas, patos sonámbulos
bajo un techo de caña y paja, paredes de aire
se abría ante nuestros ojos
una experiencia de autogestión sobre ciento quince mil hectáreas.

Al cielo no le temblaba el pulso en la mañana
los charcos crecían a paso acelerado
muchos aprovecharon para descansar, compartir calabazas
en el comedor sobrevolaba olor a leña quemada
sobre la mesa circulaban arepas con queso y café con leche
desayuno de botas embarradas,
Carmen todavía olía a bolero negro.

Al despedirse las nubes continuamos el recorrido
hacia el consejo comunal Los Picachos
montados en la parte de atrás de un camión a sol abierto
nos adentramos por un camino de pozos
que se iba cerrando de luces
a medida que apasionados verdes se entrelazaban, elevaban, desbordaban
donde los árboles crecían sobre las palmeras
las palmeras estiraban toda su finura
las enredaderas clausuraban los vacíos
y en las lagunas amarronadas descansaban jacarés.

Degollamos algunas gallinas, el calor impregnaba las pieles
el potrero de los vino tinto avecinaba el salón comunal
las plantaciones de yuca se alejaban por los campos
detrás, la selva de araguatos y cunaguaros
la conversa que se iniciaba
surgieron los años noventa
bengalas en la noche, helicópteros, represiones, torturas
patrones y poco arroz
hasta la quinta república
ocupación, expropiación, producción
trabajo comunitario
timideces impregnadas de dignidad.

En el regreso la tarde se hizo noche
la noche relámpagos en la lejanía
fuegos artificiales de luciérnagas
la certeza de lo posible.

V

Al partir, el comedor había retomado su música de agua
los ojos negros de Alejandro se despedían desde sus trece años
recordaba sus palabras con ruido a metralla
mientras jugaba intrigado con la bombilla
serpientes tragavenado
documentos prestados y su Colombia
dejada por esta tierra de comuna junto a su padre.

Otra vez la buseta meneaba por las rutas
colgaban banderines, hamacas, mochilas,
siestas, lecturas
adagio a mi país de Zitarrosa.

Las noches se transformaban en análisis infinitos
se iniciaban partidas de truco acaloradas
parejas inquebrantables por unas horas,
reía Juampi sin importar el resultado
nos conocíamos de los cortes de ruta
nacido en Monte Grande
en un barrio de talleres de ropa clandestinos, arroz con paloma,
luchas por cooperativas, murga, títeres,
el, que el día de su primer marcha había ido en búsqueda de la señora Verón
que en cada concentración en Constitución saludaba de un abrazo
transparente,
sentíamos ahora el vértigo de la pulposa revolución bolivariana
epopeya por el realismo mágico de Nuestra América
donde las ilusiones de primer mundo se transforman
en mundos sin números con solo cruzar la esquina,
y un militar es pueblo.

VI

Hoy es martes veintiséis de abril del 2011
anunciaron un veinticinco por ciento de aumento salarial
la deportación de un hermano colombiano a su tierra en agonía
faltan dos meses para los nueve años del asesinato de Darío y Maxi
murió Gonzalo Rojas
murió, el que decía que toda galaxia pide cumbre
que de hermosa locura de cuerdas roncas afirmaba

Es que no hay vejez,
no puede haber vejez, venimos llegando.
Donde llegamos, a la hora que sea, venimos llegando.
Cuando lo apostamos todo y lo perdemos venimos llegando.
Al amar, al engendrar venimos llegando, al morir
escalera abajo venimos llegando.

Una niña junta una estrella
lleva vincha y pies de barro
apaga los ojos para ver al cometa deshilacharse
alejarse por desiertos de serpientes desemplumadas
descansar sobre hojas de cerezo
hasta volver a su mano para abrirse en mariposas turquesas
que se hacen violetas en las zanjas de la vida
que todavía respiran.

Cuando descubrí su voz estaba en la Habana
escuchaba sus poesías en las tardes tibias
avanzaba por las calles sutiles y absorbentes
hasta el Capitolio y Margarita
con nuestras plazas nocturnas mojadas de su piel negra
galerías de despedidas
siempre con Gonzalo repitiendo, incansable
que una muchacha le pintó con rouge y lágrimas
un pez sobre el espejo
quisiera ser hijo de Orula.

VII

Cuantas vueltas por nuestras pupilas
labio de café
vestidos desbordantes atravesando el aire con sus naranjas y blancos
ritmos de pajarillo y joropo
peinados que no resisten a los tobillos que desatados de sus sandalias
giran de violenta suavidad
cueros, violines, desenfrenados cuatros
saltan las rodillas
hasta suaves quiebres de columnas que dibujan abismos.

El país se mueve huracanado
las antiguas exclusiones son hoy producciones de semillas
empresas de propiedad social directa
voces urgentes
transmitiendo los tiempos vertiginosos de la historia
que abre su destino de par en par
para que las manos lo conquisten de toda su luz.

Ahí están alzadas en el anfiteatro
la comuna Ataroa está de asamblea
planifica medios de transporte, un hospital
se amontonan ideas y propuestas
participan deportistas, trabajadores
voceras de los consejos comunales
un niño de barrilete que aprende a leer los vientos.

Late la bandera con todo su amarillo, azul, rojo
recobrada en sus amores de independencia
aquella tela de Miranda,
que ha vuelto a su encuentro primero
a las cartas de guerra apasionadas entre Simón Bolívar y Manuela Sáenz.

VIII

Sus palabras están ebrias de sol
sentados bajo la luz de un cigarrillo que no se consume
enhebra los tiempos transformados
su voz se desnuda en el calor de saber que será parte
de los edificios colectivos que serán construidos
que sus manos serán cemento
luchadora, madre, hija, estudiante
amapola
aprende en la misión Sucre
participa del comedor, las ocupaciones, las guardias nocturnas
su mirada se pierde por los suelos
hasta que alza la frente
y de luna segura

Patria, socialismo o muerte…yo les digo a mis hijas que si un día nos quieren quitar al presidente
yo voy a salir a la calle a luchar y no sé si voy a volver…mi hija de ocho años me pregunta si puede venir conmigo a defenderlo…
se termina de consumir la luz
hubiera deseado al igual que Víctor Valera Mora
saber de qué color es la piel de una mujer que recién ha hecho el amor
pero sus rulos madreselva conservaron su misterio
mis pasos perdidos descubrieron el valle
en su vestido de noche y amistad.

IX

Otra vez la ciudad se sumerge en una avalancha de rojo
es primero de mayo
las calles avanzan de banderas y canciones
puestos de gorras, remeras de Guevara, Reyes o Fidel
tambores exorcistas bajo la lluvia que le cede al calor sin nubes
jugos de guayaba, sombras preciadas

pesa la tarde en su multitud
hasta que despiertan gritos y corridas
avanza el comandante sobre el camión
alza los brazos golpeando el puño sobre la palma

giro la cabeza
detrás de mí
tres señoras
y sus ojos
arropados de los pasados de huesos
trincheras en las montañas
alimentos para perros sobre los platos
hijos que se han vuelto fotos gastadas

sus miradas
revoloteo de colores
juego de arrugas de trazos serenos
se abren los pétalos negados
bello atardecer de sus cuerpos alegres.

El himno cubre las cabezas
entona el comandante

¡Que viva la clase obrera, los sindicatos clasistas, esto es una fiesta popular, un día de lucha y de batalla!

La desconcentración carga las cuadras recorridas
las suelas están impregnadas de rutas, campos, alambres tumbados
de la creatividad popular desatada en esta danza de creencias morenas
americana hasta el último aliento de azúcar.

X

Ultimo jueves en Caracas
se extienden las luces, velas de inmensidad sobre Petare
los tonos oscurecen con aires de atardecer de invierno
la garua juega con la neblina
las bocas
pausadas de versos de Alí Primera

han pasado doce años desde que los niños millonarios de lombrices
ríen de fútbol
el obrero
besa de poesía,

mientras, Honduras resiste desde lo alto de su Copán
Haití desconoce amores, vomita cólera
en Argentina
un grito Qom ilumina la oscuridad de una nueve de julio de cartón

Ricardo llena un mate con todo su Uruguay
Yaya abre una página de Miguel Hernández
soy de los que gozan una muerte diaria
cada día se hace despedida,

pays papillon
tan cerca del mar
desafiante sobre precipicios.

XI

¿Quién estrellará la noche sobre el océano?

El otoño rebalsa de esplendor en este mediodía de corte
las hojas amontonadas se pierden de amarillos
entre los remolinos negros que también, buscan cumbres
las tardes han recobrado sus atardeceres tempranos
cantos piqueteros impregnados de resistencia

bajo los abrigos nuestras pieles todavía transpiran
algunos continúan por los aires, viendo Caracas alejarse con el cielo por sombrero
siempre Alí
o Buenos Aires encenderse en su aterrizaje de candombe enamorado

y las certezas aferradas en cada palabra
que se abren paso entre abrazos y preguntas

las certezas de saber que cortaríamos los ríos y los mares

que estrellaremos la noche sobre el océano

para que la noche sea menos noche

el rojo estrella

océano

fantasía.

 

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