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Mundo, Mundo :: 17/12/2020

El Salvador: Las pandillas, producto patentado del neoliberalismo

Alejandro Martínez
Los únicos afectados por las situaciones delincuenciales ha sido la clase trabajadora

Los delitos sangrientos y de enriquecimiento ilícito en las portadas de los periódicos son el diario vivir de la región, pero nunca se cuestiona la razón por la cual se dan estas circunstancias que históricamente han agobiado a la clase trabajadora, y se difunde a manera constante el miedo a ser víctima o ser injustamente acusado, las causales que determinan este comportamiento delictivo las encontramos en las estructuras económicas y sociales generadas por el modelo económico capitalista, alrededor del mundo podemos ver como los índices delictivos crecen año tras año, aun en los países con «altos ingresos per cápita» las tasas delictivas sigue esta misma lógica de constante aumento.

En los países latinoamericanos donde el desarrollo capitalista neoliberal se encuentra en vías de frustración, las tasas de actos delictivos crecen desproporcionalmente bajo una aparente irracional histórica del comportamiento de las sociedades, pero esta delincuencia estructurada y fuertemente organizada tiene un patrón de comportamiento y de origen en común en toda la región, El sistema capitalista en su generalidad histórica genera pobreza de forma estructural, por lo cual los países subdesarrollados son segregados a la producción primaria, desde la división globalizada del trabajo, condenados a la sobreexplotación, saqueo de recursos naturales, y dependencia política directa de las potencias hegemónicas (la cual tiene razones históricas necesariamente explicables desde el colonialismo y neocolonialismo) que ejercen estos controles, lo cual tiene como consecuencia directa desigualdad económica-social, la concentración extrema de capitales, y la miseria extrema de las masas trabajadoras, por lo cual se generan las contradicciones necesarias para la progresión de la delincuencia.

Para iniciar tenemos que tener claro que en el capitalismo el humano es en tanto tiene, es decir que el humano tiene un valor dependiente de la propiedad que posee, creando la necesidad de tener y en tanto los recursos son limitados obliga a toda la sociedad a competir por ellos, en los países con desarrollo capitalista neoliberal en América latina, las masas trabajadoras desposeídas de propiedad no están excluidas de esta competencia, y aun es mayor porque las oportunidades de llegar a tener son nulas, en tanto no tienen acceso a salud, educación, trabajo, ahí es donde se abre la brecha totalmente antinómica, para los que no tienen nada la lucha es por la supervivencia los métodos de obtención de este valor «humano mercante» no importan solo existe la salida en la obtención de recursos por medio del ilícito propiamente dicho.

Como ya sostenía Federico Engels «La competencia señorea el progreso numérico de los hombres y gobierna también su progreso moral, la expansión del sistema fabril conduce en todas partes a la multiplicación de la competencia, los delitos se rigen por la ley de la competencia, que la sociedad provoca una demanda de delincuentes a que da satisfacción la correspondiente oferta, que el vacío que se abre con la detención, la deportación o la ejecución de cierto número de criminales se ve cubierto inmediatamente por una nueva promoción, ni más ni menos que cualquier vacío producido en la población se cubre con una nueva hornada; o, dicho en otras palabras, que el delito presiona sobre los medios punitivos lo mismo que presionan los pueblos sobre los medios de ocupación».[1]

Las pandillas como tal aparecen en nuestro país en la época de los 90, producto directo de las condiciones históricas de la época, la firma de los acuerdos de paz, concesiono una oposición legalista con progresión económica, a cambio de un proceso de desmonte y reducción del estado, por medio de las privatizaciones (hoy en día concesiones) provoco mayores antagonismos de clase, donde se redijeron y privaron diversidad de servicios públicos, por lo cual las capas bajas se vieron obligadas a migrar pues ya no fue posible la subsistencia en el territorio los jóvenes crecieron con desintegración familiar, en las estructuras habitacionales obreras, colonias con condiciones de hacinamiento, falta de servicios públicos básicos, constante abuso policial y constante acoso de la delincuencia, estos marginados fueron obligados competir por llegar a tener propiedad, (y en tanto ser) por lo cual las condiciones materiales era propicias para el surgimiento de la llamadas clicas, que permitieron a estos grupos crear sus propios negocio, y vivir a costas de la clase trabajadora.

Es de notar que históricamente los únicos afectados por las situaciones delincuenciales ha sido la clase trabajadora, siendo la menos culpable de ello, en tanto todo modelo de combate a la delincuencia por medio de la represión es inútil pues ahonda estas estructuras en la lógica de la competencia.

El problema delictivo solo es posible afrontarlo desde las estructuras que lo determinan, para lo cual hay que dejar a un lado la visión cinemática y voluntarista, hay que notar que miles de obreros también mueren por falta de servicios dignos de salud, agua, transporte, por la falta de garantías laborales, “enfermedades laborales”, seguridad social, contaminación medio ambiental, alimentos transgénicos, y es de notar que todas estas problemáticas provienen de la misma vertiente, mientras no exista un cambio de sistema económico es imposible hablar de soluciones a los problemas de la clase trabajadora.

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Nota: [1] CARLOS MARX-FEDERICO ENGELS, “Escritos económicos varios”, Recopilación y traducción directa del alemán por Wenceslao Roce, Segunda edición, Editorial Grijalbo, s.a., Distrito Federal, México, 1996, Pág. 23.

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