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México, Chile, México :: 08/02/2024

Golpe de Estado, dos escenarios

Jorge Carrillo Olea
En 1973, golpes de Estado en Chile y México

Chile: el primer año de gobierno golpista en Chile fue terriblemente sangriento. La junta militar que lo ejecutó asumió el poder como mando supremo de la nación mediante un simple comunicado del día 13 de septiembre.

El nuevo régimen se distinguió por su carácter autoritario propio de la extrema derecha. Se reflejó en las sistemáticas violaciones de los derechos humanos. Se contabilizaron 28 mil 259 víctimas de prisión y tortura, 2 mil 298 ejecuciones sumarias, así como mil 209 desaparecidos estando en manos militares. Entre los miles de víctimas de los derechos humanos, se encontraba todo tipo de personas, todos supuestos comunistas, presuntos enemigos del régimen militar.

El hecho que afectó al mayor número de opositores fue el exilio político, con más de 200 mil personas. Eran expulsados o autoexiliados, solos o con sus familias. México fue el país receptor más abierto.

Tropas chilenas detuvieron, torturaron y asesinaron a miembros de sus propias filas por no plegarse al golpe. Por ejemplo, el general Alberto Bachelet, padre de Michelle Bachelet, también detenida y torturada, futura ministra de Defensa y presidenta de la república. El general Carlos Prats, ex comandante en jefe del ejército, opuesto al golpe, y su esposa fueron asesinados en Buenos Aires mediante la voladura de su auto. ¿La mano negra?, la DINA, la policía política chilena. El general Ricardo Martínez Menanteau, comandante en jefe del ejército de Chile (2018-22), actualmente denomina al drama quiebre con la sociedad.

A finales de la dictadura militar, mediados de los 80, la gran mayoría de la oposición deseaba una transición rechazando más violencia. Las protestas disminuyeron y grupos hasta entonces activos no participaron más. Entre las razones de esta actitud estaba el acercamiento de la fecha del plebiscito, acto de mal cálculo con que Pinochet arriesgó su futuro y el de su régimen. Fue un sí o no a su eternización y lo perdió. Al amanecer del 6 de octubre de 1988 no quedaban dudas sobre la victoria de la opción no. Consecuentemente se cumpliría la ruta marcada por la Constitución de 1980. Pinochet fue obligado a llamar a elecciones al año siguiente.

Chile estaba aislado. No sólo México rompió relaciones con Chile. La dictadura militar supuso los aplausos del mundo por derrocar a un gobierno socialista, pero fue recibido con gran rechazo por la comunidad internacional. La violencia mostrada durante el golpe de Estado destruyó la imagen de Chile en el exterior. Habría que restaurarla.

México: aquí el golpe de Estado tuvo un enorme impacto. Simplemente, el proyecto político de Echeverría se alteró. El efecto sobre sus expectativas de apertura democrática fue severo. Ahora había que apretar el modelo de gobierno cuando con la apertura, actuando como bálsamo, creía resolver la contradicción de un país con economía al alza –PIB de 6.1 por ciento–, pero con pobreza creciente.

El hecho también tocó las aspiraciones socialistas de Echeverría: convertirse en personaje del tercer mundo con opciones de subir a la secretaría general de la ONU. También condicionó la segunda parte de su gobierno y consecuentemente el manejo de la sucesión. Faltaban aún tres años. Amargamente había que reconocer que su interpretación de socialismo no era opción. Algo se había roto. Había que repensar muchas cosas. El ambiente se descomponía. Urgía un cambio.

Ante esa intranquilidad, el conservadurismo responsabilizó al gobierno de ser inspirador de los grupos rojillos que existían en el país, convertidos en fuentes de temor para sus intereses. Históricamente los gobiernos mexicanos habían reprimido las protestas sociales. Tras huelgas ferrocarrileras, magisteriales, médicas y del movimiento estudiantil de 1968, el poder se endureció contra quienes consideraban enemigos de la patria.

En 1973 estaban en plena actividad numerosas organizaciones de lucha social. Se repetían actos de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria, Liga Comunista Espartaco, Liga Comunista 23 de Septiembre o Partido de los Pobres en la Ciudad de México.

La situación política, ya difícil, se incendió con el intento de secuestro, devenido en homicidio de Eugenio Garza Sada, empresario mayor de Monterrey por la Liga 23 de septiembre. Los hechos sucedían el día 17, a menos de 10 días del golpe chileno, fechas en que en México se realizaban homenajes a Allende. El homicidio se convirtió en emblema y justificación de todo lo anticomunista y a los luchadores sociales se les etiquetó como paradigmas del mal.

La derecha argumentó que la simpatía por Allende y el asilo fertilizaba en nuestro país sentimientos procomunistas. Por parte de la izquierda se revivió el discurso antigobierno propio de 1968.

El enfrentamiento gobierno-pueblo fue una situación que el poder no supo manejar. Como lamentación vale decir: entonces, como ahora, los dos pueblos luchaban por el mismo fin: una sociedad más justa.

La Jornada

 

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