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Mundo :: 11/09/2007

La violación y la islamización de Pakistán patrocinada por Estados Unidos

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En los últimos años, los tristemente célebres e internacionalmente conocidos casos de Mukhtaran Mai, Shazia Khalid y Sonia Naz han revelado muchísimo acerca del problema de la violación en Pakistán. No hay estadísticas confiables, ya que cree que el 80 por ciento de las violaciones no se denuncian.

Las leyes islámicas (las ordenanzas Hudood) que se introdujeron hace 30 años han desempeñado un papel importante en el dramático deterioro de la condición de las mujeres. También han influido mucho en esto Estados Unidos y otros imperialistas occidentales. Aunque en los últimos años Estados Unidos ha declarado la guerra contra el fundamentalismo islámico, sobre todo en esta región, la historia reciente de Pakistán demuestra cómo Estados Unidos también puede convivir muy bien con los fundamentalistas y hasta fortalecerlos cuando son aliados de Estados Unidos, sin importar que opriman a las mujeres y promuevan otras tradiciones y relaciones atrasadas. Un examen de la situación de las mujeres en Pakistán revela no solamente las penas que sufren, sino también la hipocresía de Estados Unidos, los verdaderos valores de lo que se llama “promover la democracia” y el papel que desempeña en la opresión del pueblo, sobre todo de la mujer, en los países dominados por el imperialismo.
Mukhtaran Mai, de la aldea de Meerwala en el Pendjab de Pakistán, tenía 28 años de edad en 2002 cuando sufrió una violación tumultuaria ante toda su aldea por la decisión de la Jirga (asamblea de los ancianos de la aldea) por los supuestos crímenes de su hermano de 12 años de edad. El caso de Mukhtaran es bastante doloroso, pero aún más devastador es que tales incidentes no son aislados sino tan comunes que raramente se consideran noticia. En el diario digital de Mukhtaran para la BBC el 15 de junio de 2006, cuenta la historia de Shamshad Bibi, una mujer muy pobre (hasta según los criterios de una aldea pobre). “Se informa que sufrió una violación tumultuaria durante una visita a la famosa aldea de lugares sagrados de Uch Shareef. Después de ser violada, fue arrojada a un pozo. La policía declaró que era un caso de relaciones sexuales consensuadas pero los organismos de derechos humanos siguieron insistiendo que se trataba de una violación... Shamshad está ahora postrada en cama. Su columna vertebral quedó fracturada cuando fue arrojada al pozo. Se estima que cada 8 horas una mujer es víctima de la violación tumultuaria”.
El caso del ataque y violación contra Shazia Khalid también adquirió resonancia internacional. En enero de 2005 estaba sola, durmiendo en su piso cuando en medio de la noche un capitán superior del ejército paquistaní llamado Hadad la atacó, le vendó los ojos y la violó repetidamente. En ese entonces, Shazia trabajaba de médica en la fábrica de Petróleos Pakistaníes de Sui, Baluchistán, en el sudoeste del país, mientras que su esposo trabajaba en el extranjero. Le daba posada en el recinto de hospital bajo la supuesta “protección” de la Guardia de Seguridad y Defensa de Pakistán. Después del incidente, en lugar de ayudarla, sus patrones y el gobierno hicieron todo lo posible para proteger al violador. Sus patrones fueron verla mientras que todavía estaba conmocionada en el hospital. “Dijeron que no se necesita decirle nada a nadie. Si lo haces, es tu reputación la que perderás. Si lo denuncias a la policía, te maltratarán. Tendrás que ir a la corte la corte, y no lograrás nada. De modo que debes guardar silencio. Estaba sola. No sabía qué hacer” (Noticiero CBS, 1º de marzo de 2006). La narcotizaron y la llevaron a un hospital psiquiátrico, para callarla o declararla loca. El abuelo de su esposo envió el mensaje de que, como Shazia había sido violada, se había convertido en “una mancha al honor de la familia y que hay que matarla o al menos divorciarla”. Cuando el esposo se negó a hacerlo, el abuelo empezó a movilizar a una turba para asesinar a Shazia.
El incidente provocó inquietud en Baluchistán porque el violador era un oficial de un ejército que ha estado librando una guerra con el pueblo de Baluchistán durante años, y por lo tanto la violación arruinó los esfuerzos de las autoridades locales y nacionales de tapar las noticias. Con el respaldo de su esposo y su familia, Shazia denunció el crimen. Pero hasta en el caso improbable de que la policía hubiera deseado ayudarla, no hubiera podido hacerlo, porque el ejército había tomado medidas para proteger a su oficial. El gobierno del jefe del ejército y presidente Pervez Musharraf tomó el control del caso y destruyó toda la evidencia.
Al mismo tiempo empezaron a aparecer en los periódicos cuentos de que la doctora Shazia Khalid era una “mujer fácil” quien se vestía de manera sugestiva. Hasta dieron a entender que era prostituta. El mismo presidente le dijo a uno de los directores del periódico que si hablara de la doctora Shazia, no quería hacerlo pero también podía decir algunas cosas. En efecto, ¿qué clase de insinuación es ésa?”, dijo después a un reportero (Noticiero CBS, 1º de marzo de 2006). Pero eso es solamente la mitad del veredicto emitido por el presidente Musharraf. Aun antes del fin de la investigación simulada, anunció que el capitán Hadad era “100 por ciento inocente”, de modo que ya no se necesitaba ni más investigaciones ni un proceso. Como fue su intención, sus comentarios presionaron tanto a Shazia bajo que ella empezó a pensar en suicidarse. “Fui al cuarto de baño y llené la tina de agua. Quería suicidarme. Khalid y mi hijo empezaron a golpear la puerta para descubrir por qué tomaba tanto tiempo. No respondí... De nuevo, Adnan golpeó la puerta muy fuerte y dijo: ‘Mami, si te matas, me voy a matar. Por favor abra la puerta’. Abrí la puerta” (Noticiero CBS, 28 de febrero de 2006).
Para impedir que las noticias y el descrédito mundiales propagaran más, Shazia y su esposo fueron puestos bajo arresto domiciliario por dos meses y se les aconsejó dejar el país, con la amenaza de que si no lo hicieran, “podrían ser desaparecidos”, le dijo después al New York Times (2 de agosto de 2005). Por fin, fueron puestos en un avión para Londres, pero dejaron atrás a su hijo. Antes de partir, los funcionarios la obligaron a hacer un video en el cual le agradeció al gobierno por ayudarla.
Otro ejemplo aleccionador y chocante es la historia de Sonia Naz, violada mientras que estaba bajo detención policíaca. Su historia revela una parte más de la realidad de la vida de las mujeres en Pakistán y también el papel de la policía. Sonia es una madre de dos hijos de Faisalabad. Tenía 22 años en abril de 2005 cuando fue a buscar a su esposo desaparecido, quien, descubrió, había sido detenido por la policía. Fue repetidamente a la comisaría y levantó varias denuncias acerca de su esposo. Cuando no obtuvo resultados, se dirigió a la Asamblea Nacional en Islamabad. En lugar de una respuesta, fue arrestada y entregada a la policía de Faisalabad. El jefe de la policía la encerró en una casa por 15 días y mandó a uno de sus oficiales que la violara y la golpeara repetidamente. Después estaba tan conmocionada que estaba dispuesta a suicidarse. Esto no es de extrañarse, pues es común y suele ser la única solución para las víctimas. Dice que lo único que le impidió suicidarse era pensar de lo que pasaría con sus dos hijos. Por ende, cobró suficiente valor como para denunciar la situación.
“Se tomarán medidas estrictas contra todos aquellos que resulten involucrados en este incidente”, dijo el primer ministro paquistaní Shukat Aziz. Nuevamente, no es de extrañarse que lo ocurrido después fue una campaña para desacreditarla por tener “mal carácter”. Sin embargo, no terminó ahí el montón de dificultades de Sonia. Su esposo, por el cual había soportado tantos sufrimientos, se negó a apoyarla y bajo la presión de su familia se negó a readmitirla. Fue golpeada por su cuñado y se le quitó los hijos a ella por un tiempo. Por fin, buscó la protección de la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán (CDHP). Puesto que el juez asignado a su caso es familiar de su agresor, ¿qué resultado puede esperarse de cualquier proceso?

La violación y el silencio

La situación de las mujeres en Pakistán es mucho peor que lo que los hechos de estas violaciones en sí revelan. La violación es sólo el comienzo de un largo viaje al infierno para estas mujeres. Viven más depresión, más supresión y más vulnerabilidad a más opresión, sobre todo si provienen de familias pobres. La violación no se considera un ataque a la autoestima y la integridad de una mujer, sino como una afrenta al honor de la familia.
El estigma social puede arruinar para siempre la vida de una mujer. Si es soltera, perderá su honor, su “valor” como novia. Si está casada, en la mayoría de los casos el esposo no la apoyará sino que se divorciará de ella. Circularán rumores de que es una “mujer fácil” quien “se lo buscó”. Si la familia no la apoya, la matará para “limpiar la mancha” o no tendrá ninguna opción salvo suicidarse. Obviamente, bajo estas circunstancias, si son violadas, la mayoría de las mujeres guardan el secreto.

Policía abusiva, tribunales injustos y leyes antimujeres

Para impedir un aumento de estadísticas de violaciones en su jurisdicción, la policía también está poco dispuesta a registrar un “PRI” (Primer Reporte de Información) y porque en la mayoría de los casos la policía sencillamente no cree que la mujer fue violada.
Según un informe de Human Rights Watch, “más del 70 por ciento de las mujeres detenidas por las policía experimentan el abuso sexual o el maltrato físico a manos de sus carceleros. Los abusos que se relatan incluyen las golpizas y palmadas, la suspensión en el aire por las manos atadas por la espalda, la inserción de objetos ajenos, como bastones de la policía y chiles, en la vagina y el recto, y la violación tumultuaria. Pero a pesar de estos informes alarmantes, en nuestro conocimiento ningún solo policía ha sido sentenciado a la cárcel por tal abuso, ni siquiera en los casos en que existen evidencias indiscutibles de la violación bajo custodia” (Peligro Doble, el abuso policíaco de las mujeres). Según el mismo informe, un alto oficial de la policía alegó que “en el 95 por ciento de los casos, la culpa es de las mujeres mismas”.
Los organismos de derechos humanos en Pakistán y en el exterior han informado de numerosos casos en los cuales los policías detuvieron ilegalmente a las mujeres durante días sin levantar formalmente cargos en su contra. La mayoría de los abusos, sobre todo el abuso sexual de las mujeres, ocurren durante este período.
Pero aún si suponemos que una mujer violada tuviera la suficiente suerte de tener el respaldo de su familia y su esposo, tuviera bastante fuerza como para resistir todo el estigma social y obligara a las autoridades a levantar un PRI y con suficiente astucia (o influencia) como para torear todo el abuso policíaco y los insultos y la humillación que caerán sobre ella, todavía la enfrentan un torcido sistema judicial y las leyes antimujeres. En el caso de Mukhtaran, aunque miraba el mundo, un tribunal de apelaciones puso en libertad a todos menos uno de los violadores. Si no fuera por la inmensa presión internacional, no es difícil predecir lo que le hubiera pasado a la misma Mukhtaran.
Aunque el tribunal tuviera la honradez de buscar la verdad y acatar la ley, la ley islámica y específicamente las ordenanzas Hudood impuestas durante el régimen del general y presidente Muhammad Zia-ul-Haq (1977-1988) con el respaldo de Estados Unidos requieren que cuatro hombres declararan que fueron vestigios de la violación. Eso suele ser imposible, excepto en casos como el de Mukhtaran que tuvo lugar ante toda la aldea. Si no, ninguna mujer puede comprobar que fuera violada. Aunque el tribunal requiere la pruebas por encima de una duda razonable para declarar culpables a los acusados de violación, si se declara inocente(s) al hombre o a los hombres, acto seguido se puede acusar a la mujer de zina (la fornicación, las relaciones sexuales fuera del matrimonio), y la evidencia ya presentada en el caso de la violación puede bastar para declararla culpable. Si resulta embarazada, eso fortalece aún más los argumentos en su contra. Si bien hay muchos casos semejantes, uno de los más infames es el de Safia Bibi, una muchacha ciega de 18 años de edad quien se quedó embarazada. No pudo comprobar la violación, y fue acusada de fornicación. Su embarazo se utilizó como base de la sentencia condenatoria. La declararon culpable y la sentenciaron a tres años de encarcelamiento riguroso, 15 latigazos y una multa de mil rupias. Al agresor lo declararon inocente y lo pusieron en libertad. Resulta que el caso atrajo la atención de algunos organismos de derechos humanos. Fue solamente después de las protestas nacionales e internacionales que un tribunal de apelaciones tuvo que declarar a Safia inocente de fornicación.
Jehan Mina, de 15 años de edad, hacía el quehacer en la casa de una tía cuando, dijo, fue violada por el tío y el hijo de él. Sus propios familiares no le creían y hasta amenazaron con matarla. Pero sí le creyó uno de sus tíos, quien presentó acusaciones por el delito de violación. El tribunal se negó a reconocer su declaración porque ella no había hecho la denuncia en el momento de la violación. No fue sorpresa que acto seguido fuera acusada de fornicación y sentenciada a tres años de encarcelamiento riguroso y diez latigazos. A los violadores se les puso en libertad por falta de evidencia. En otras palabras, el tribunal ni siquiera acusó a los violadores de tener relaciones sexuales fuera del matrimonio, ni mucho menos de violación.

Las ordenanzas Hudood y sus implicaciones para las mujeres

Desde la imposición de las ordenanzas Hudood durante el gobierno del general Zia como parte de la islamización de Pakistán, ha habido numerosos casos en los cuales se convirtieron casos de violación en juicios de la víctima, a veces de la manera más brutal. La intención de las ordenanzas Hudood era poner el la práctica la sharia o la ley religiosa islámica. Hudood es la palabra del árabe para límites, lo que significa decir, en este contexto, el límite del comportamiento que las costumbres islámicas y la literatura legal consideran aceptable. Se aplica a cosas como beber, robar y tener relaciones sexuales “ilegales”. Aunque se puede tratar algunos crímenes como el asesinato como una disputa particular entre el asesino y los herederos de la víctima, estas clases de comportamiento se consideran una afrenta a un dios y se castigan fuertemente.
La imposición de estas ordenanzas no solamente legitimó la opresión de la mujer a los ojos del Estado, sino que también la recrudeció, sobre todo en la medida de que refuerza la tendencia de la policía y la judicatura a considerar a las mujeres como culpables hasta que se pruebe su inocencia. De hecho, casi nunca pueden probar su inocencia a menos que se aplique la presión nacional e internacional. Al mismo tiempo los tribunales en efecto establecieron un peso menor de prueba para obtener una condena en los casos que involucran a mujeres acusadas. Esto ha preparado el terreno para acusaciones falsas por parte de los hombres, entre ellos esposos, padres, hermanos y cuñados. En muchos casos investigados por activistas de derechos humanos, las mujeres fueron acusadas falsamente de delitos Hudood porque se negaron a casarse con hombres escogidos por sus familias, decidieron salir del hogar familiar o se casaron con hombres que no aceptaban sus padres, o buscaron separarse o divorciarse de esposos abusivos. En la mayoría de estos casos no tienen el respaldo de ninguna evidencia y no hubo fundamento jurídico para procesarlos en primer lugar. Aunque alrededor del 30 por ciento de tales casos terminan en sentencias absolutorias, para cuando la absuelva, la mujer habrá pasado meses o años en la cárcel y es muy probable que habrá sido sometida al abuso por parte de la policía. Desde la imposición de las ordenanzas Hudood, ha habido un gran crecimiento del número de mujeres en la cárcel. Según activistas de la mujer en Pakistán citadas por la BBC (28 de septiembre de 2005), más del 60 por ciento de las mujeres en la cárcel han sido acusadas bajo leyes relacionadas con estas ordenanzas y alrededor del 50 por ciento acusadas de zina.
Las ordenanzas Hudood fueron introducidas por el general Zia a principios de los años 80. Luego, los gobiernos de Benazir Bhutto, Nawaz Sharif y Musharraf las dejaron en vigor. Bajo las presiones nacionales e internacionales durante los gobiernos de Benazir Bhutto y Nawaz Sharif, se formaron comisiones para investigar estas leyes. Estas comisiones recomendaron unas enmiendas que no hubieran generado cambios básicos, pero ni siquiera se dio seguimiento a éstas.
Después de que muchos casos escandalosos en los últimos años presionaron al gobierno paquistaní, en noviembre de 2006 la Asamblea Nacional aprobó la “Ley de Protección de la Mujer”. El cambio principal que se propuso era permitir la prosecución de la violación bajo las leyes civiles. Musharraf la firmó y entró en vigor en diciembre de 2006. Los partidos políticos islamistas la han atacado fuertemente por ser antiislámica. Pero es improbable que logre un cambio eficaz en la situación de la mujer mientras que las ordenanzas Hudood sigan en vigor. De aún más importancia, no ha habido ningún esfuerzo para abolir las relaciones sociales y las correspondientes costumbres y tradiciones de las cuales que estas ordenanzas son una expresión jurídica. En suma, las fuerzas sociales antimujeres que defienden esta clase de violación han quedado impunes.
En una entrevista con el Washington Post, el mismo Musharraf acusó a las víctimas; dijo: “Esto se ha convertido en un negocio para enriquecerse. Muchos dicen que si quieres irte al extranjero y obtener una visa para Canadá o sacar la ciudadanía y ser millonaria, consigue que te violen”. Mujeres en Pakistán organizaron protestas contra estos comentarios, que enfurecieron a las mujeres por todo el mundo. Después, Musharraf negó haber pronunciado estas palabras, pero el Washington Post las había grabado y luego puso la grabación en su página web. La intromisión del gobierno en todos los casos ya mencionados, sobre todo la intromisión directa en el caso de Shazia y su veredicto antes del juicio o investigación, es un indicio claro de la orientación del régimen de Musharraf hacia la mujer.

El papel de Estados Unidos

Algunos podrían culpar el “atraso del pueblo” y la “falta de civilización” como causa de la opresión tan brutal contra las mujeres. Algunos creen que el occidente debiera avergonzarse de tener tal aliado. Pero el occidente no solamente se ha aliado con este gobierno antimujeres, sino que ayudó a hacer de Pakistán lo que es hoy. Estados Unidos y antes Inglaterra no inventaron las relaciones atrasadas de producción y las retrógradas relaciones sociales en Pakistán que propician las condiciones para un ambiente tan patriarcal. Pero para subyugar al país en beneficio de sus propios intereses imperialistas, establecieron relaciones económicas y políticas con las fuerzas más retrógradas de esa sociedad y actuaban de manera agresiva en todas las esferas, desde la ideológica hasta la militar, para reforzar a esas reaccionarias clases y las relaciones económicas y sociales que representan. Eso era cierto hasta del inicio del país, cuando en vísperas de la independencia de la India en 1947, Inglaterra dividió su colonia de acuerdo a las religiones y estableció a Pakistán como Estado islámico.
Se estimuló a Pakistán a convertirse en un centro del fundamentalismo islámico como fruto directo de la política norteamericana durante los años de la guerra fría cuando Estados Unidos apuntalaba a su títere, el general Zia. Su programa para la islamización del país buscaba hacer de Pakistán un centro islámico de oposición a la Unión Soviética, cuya influencia aumentaba en la región debido a un golpe de Estado prosoviético en Afganistán. También buscaba establecer un centro alternativo a la República Islámica de Irán que llegó al poder después de la revolución iraní de 1979. Los servicios de seguridad de Pakistán reclutaron, organizaron, entrenaron y armaron a los jihadíes (grupos fundamentalistas) de todo el mundo para combatir contra el régimen prosoviético y después la invasión de Afganistán por la Unión Soviética. Esta “guerra santa” contra los invasores no islámicos y “ateos” era fundamental para los imperialistas estadounidenses y occidentales en su contienda con el bloque soviético. Las actividades de Estados Unidos ayudaron a engendrar al Talibán, Al-Qaeda y a otros grupos fundamentalistas en la región y en el mundo. Construir tal centro no era posible sin la islamización del mismo Pakistán promovida por el programa de Zia. Éste prometió “transformar la estructura socioeconómica y política del país de acuerdo con los principios del islam”. Ya a mediados de los años 80, había islamizado las leyes y el sistema de tribunales del país y había organizado un orden político basado en el islam. El fortalecimiento jurídico y social de la opresión de la mujer era una parte integral de estos cambios. Esta parte de la estrategia de Estados Unidos y otros imperialistas occidentales en su rivalidad con la Unión Soviética ha causado mucho sufrimiento para el pueblo y sobre todo las mujeres, quienes siguen pagando un precio alto.
Pakistán sigue siendo un aliado importante de Estados Unidos en la región. A pesar de las contradicciones entre los dos países, todavía se clasifica como quinto receptor de la “ayuda” de Estados Unidos, la mayoría de ello militar. Cuando el gobierno norteamericano enfrenta las críticas por la falta de derechos de la mujer en Pakistán, siempre la justifica como “la norma cultural, religiosa y jurídica de la sociedad”. Pero en realidad, Estados Unidos y sus aliados no solamente han justificado lo que pasa en Pakistán, sino que activamente lo empujaron en esa dirección.

 

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