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Cuba, Cuba :: 08/02/2021

Los nietos de Guillermo Tell

César Gómez Chacón
Los promotores del golpe suave en Cuba

Lo importante no es quien tiró la primera piedra. Lo importante es que la piedra puede caer en cualquier cabeza, incluso en la de quien la tiró... (dijo alguien por ahí).

Hay de todo entre las 107 personas que supuestamente suscribieron aquella primera carta abierta, dirigida a: Alpidio Alonso Grau, ministro de Cultura; Fernando Rojas, viceministro de Cultura, hecha pública en las redes sociales a raíz de los sucesos del 27 de noviembre del 2020.

De todo, porque en ese listado inicial se incluyen, sí, algunos poquísimos artistas conocidos, con alguna obra mejor o peor (según gustos y afiliaciones políticas...), jóvenes y no tan jóvenes, mujeres, hombres... Pero, por lo general, se trata de nombres que aún no tienen apellidos conocidos para la gran mayoría de la sociedad cubana de hoy, de ahí que quizás fue una buena idea ponerlos a todos en la misiva por orden alfabético, según sus nombres de pila...

Hay, en ese mismo primer listado, algunos muy buenos jóvenes, hijos y nietos de familias entregadas por entero a la Revolución, no sólo desde la cultura. Muchos de ellos graduados de nuestras universidades y escuelas de arte, con sangre y talento de artistas en las venas.

¿Quién redactó la carta? Tampoco importa. Lógico que no fueron los 107 a la vez, pero... ¿Estaban todos de acuerdo con su letra y espíritu? Uno supone que sí, habida cuenta de que hasta el momento no parece haber alguien arrepentido o molesto por su inclusión, y si lo hay, no pataleó ni gritó demasiado hasta ahora.

Al final de la misiva se exhortaba: si quiere agregar su firma a esta carta solo es necesario dejar el nombre completo en los comentarios. Luego de este llamado se sumaron algunos, o muchos otros, en su mayoría personas que viven fuera de Cuba, pero también desde aquí. Y la lista siguió creciendo y creciendo...

Repasemos algunas de las más importantes ideas de aquella carta primigenia, donde supuestamente dan respuesta a una pregunta que muchos se hacen: ¿Por qué el MINCULT?

"El 27 de noviembre, un grupo de artistas e intelectuales llegamos a las puertas del Mincult...

Apelábamos a su sentido de responsabilidad, así como a su función de mediadora y garante de los derechos de quienes trabajan en o para la cultura...

Vale recordar que, respetando la institucionalidad de este país, acudimos al organismo que debe ser nuestro interlocutor inmediato...".

Pero... en el texto de la carta madre, los firmantes no proponen al MINCULT dialogar acerca de sus necesidades o reclamos artísticos, ni hablan sólo en su nombre, como jóvenes creadores, sino...

"Invitamos... a las instituciones y autoridades cubanas a promover, participar y no torpedear ese diálogo necesario para Cuba, y a que reconozca a todos los actores de la sociedad civil independiente como interlocutores válidos. (...) Nuestra confianza en la palabra como vehículo para el cambio nos hace abrazar esta carta, que hacemos pública al cumplirse un mes del primer diálogo con quien es hoy nuestro principal interlocutor. Insistimos en este objetivo, porque sabemos que nos asisten derechos legítimos y que sus frutos beneficiarán a toda la nación...".

Luego de una carta abierta como esta, es de suponer que las personas del mayor nivel en el Ministerio de Cultura, en medio de sus tareas cotidianas, tan importantes como la de seguir protegiendo el arte y a los artistas cubanos de los estragos de la pandemia y las limitaciones económicas de todo tipo, debieron buscar tiempo extra para dar adecuada respuesta a la misiva, e inmediatamente establecieron canales de comunicación directa con una representación de los 104 firmantes.

Por su parte, las redes sociales, "libres y democráticas", se fueron calentando por opiniones, consejos, ataques, ofensas... de personas, reales o no, de cualquier tendencia política, nivel educacional y decencia, que desde cualquier lugar del mundo ya formaban parte del ¿diálogo?

Así se llegó a los sucesos del 27 de enero de este año, un nuevo plantón de una veintena de jóvenes a las puertas del Ministerio de Cultura en La Habana, en el mismo lugar y hora donde habían sido citados sólo 3 miembros del grupo, previa comunicación directa con el viceministro Fernando Rojas, para intentar allanar, con respeto y un mínimo de discreción, el camino al diálogo propuesto.

En su lugar, un nuevo documento, esta vez sin listado de firmantes, ni destinatarios exactos, fue leído, filmada su lectura y publicada en tiempo real en las redes sociales por aquellos que se congregaron libremente en la calle que da acceso al MINCULT.

El documento ya no contenía una "invitación", sino muchas exigencias, ninguna netamente cultural:

Exigimos nuestro derecho a tener derechos. El derecho a la libertad de creación, de expresión y asociación, al disenso y a las libertades políticas.

Exigimos el respeto y reconocimiento del posicionamiento independiente, y que la sociedad civil -de la que somos parte- sea reconocida como interlocutor válido, sin exclusiones.

(...) Seguiremos exigiendo que, tal y como se acordó la noche del 27N, se abra un canal de diálogo verdadero e inclusivo, entre instituciones y ciudadanos. Un diálogo respetuoso de las diferencias y que considere todos los matices de nuestra realidad, que deje las ideologías a un lado y se centre en Cuba y el bienestar de los cubanos.

Es obvio que los allí congregados (hoy se sabe que una buena parte eran los llamados periodistas independientes y sus "camarógrafos" con celulares), no venían a dialogar. ¿Para qué?, ¿con quién?, si ya todo estaba dicho y lanzado al mundo y replicado por sus partidarios, mucho antes de que alguien saliera por las puertas del MINCULT.

Sobre lo sucedido a partir de ahí se ha escrito, editado y publicado lo suficiente. Miembros activos o pasivos, seguidores o solidarios del grupo original, replicaron, comentaron o publicaron sus versiones de los hechos en las redes, y aún siguen saliendo nuevas adaptaciones y making-of (creación de, o ¿cómo se hizo?) de la película original.

El río de des-información sigue corriendo a sus anchas. Muchos internautas, incluido algunos pocos artistas e intelectuales, han escrito con total libertad desde Cuba sus opiniones en apoyo a los "jóvenes artistas" y en contra del gobierno cubano. Las mentiras a ultranza y las medias verdades, solapadas en problemas reales que hoy enfrentan el país y sus dirigentes, se unen a ofensas y amenazas dirigidas a las muchísimas voces que, desde la intelectualidad cubana, y no sólo desde Cuba, defienden lo que está realmente en juego: la Revolución socialista.

De no ser por la reacción de los medios oficiales, con mayor o menor acierto, y esa avalancha de artistas, intelectuales y personas comunes del pueblo, que no aprueban lo que han dado en llamar "show mediático" frente al MINCULT, parecería que la única verdad en las redes está del lado contrario a la institución.

Habría que ser demasiado ingenuos para creer que, desde su surgimiento, todo se reducía a un grupo de artistas jóvenes que se dirigían respetuosamente al Ministerio de Cultura para expresar demandas profesionales, problemas materiales o de cualquier otro tipo, en función de hacer mejor su arte. Sus documentos y acciones siempre apuntaron en otros sentidos.

Habría que ser totalmente mentecatos o ciegos de espíritu si no vemos que estamos ante un grupo amorfo de personas de todas las edades, la mayoría no vinculada a la creación, que quieren cambios políticos en Cuba, dicho más claramente: que están a favor de liquidar la Revolución, de darle una puñalada trapera en uno de los momentos más difíciles y cruciales de su historia, con un gobierno joven y de continuidad, dispuesto a hacer y haciendo bien, con los lógicos tropiezos propios, y los inmensos traspiés del enemigo imperialista.

Habría que ser sietemesinos políticos si no se ve la extraña coincidencia en tiempo de estas acciones con la llegada de un nuevo presidente a la Casa Blanca, sin dudas más decente que su predecesor.

Una gran parte de los entusiastas seguidores del 27N vive fuera de Cuba. Obviemos a los energúmenos de siempre, a los fracasados del sueño americano o europeo, a los odiadores que infectan las redes con sus heces. Concentrémonos, mejor, en esa élite prefabricada por los poderes imperiales, en quienes, desde la comodidad de la distancia y de las millonarias sumas de dinero destinadas a la subversión contrarrevolucionaria en "la isla comunista", intentan mover desde hace años los hilos de quienes, con algunas, pocas, o muchas razones, se sienten (o los han hecho sentirse) inconformes con la vida en nuestro país.

Es posible, no se sabrá nunca, que muchos de estos últimos hayan sido parte de los más de ocho millones de cubanos que en el 2019 acudieron a votar por la Constitución socialista del país, aprobada por el 86,85% de quienes ejercieron su derecho al voto (directo y secreto). Pensemos que, menos de dos años atrás, todos los ahora "inconformes" decidieron no ir a votar, o que, si se sintieron obligados a hacerlo, ya en la soledad de su caseta, todos lo hicieron en contra de la Constitución. Las cifras no engañan: son una minoría casi irrisoria, pero igual debe tenerse en cuenta.

Volvamos a la élite foránea, a las manos detrás de la fachada. Obligados a soltar de vez en cuando algún dinerito para becas, premios, viajes y sueños de oropel, esos intermediarios del imperio han logrado, efectivamente, aprovechar las coyunturas y carencias internas de Cuba, ahora agravadas por la pandemia y los aprietos económicos del bloqueo reforzado, para atraer artistas e intelectuales cubanos de cualquier edad. Así ha sido por años. La COVID-19 y el aberrado de Trump casi acabaron con los viajes. Pero el dinero siguió y sigue fluyendo.

La práctica de poner hoy delante a los jóvenes como escudos o lanzas para lograr finalmente sus frustrados anhelos políticos en contra de la Revolución cubana, como se hizo en otras latitudes, es tan vieja como el bloqueo, y tan artera como peligrosa.

Tampoco son tontos la mayoría de estos muchachos y muchachas del grupo inicial del 27 de noviembre, hablamos de los verdaderos intelectuales y artistas, de los talentosos y con alguna obra anterior a ese día. Algunos provienen de familias que los han mantenido hasta hoy con un nivel de vida por encima de la media, y apenas comenzaban a volar con alas propias cuando todo se ha paralizado. Hay que deducir su frustración.

Como a la mayoría de los artistas cubanos y del mundo, la pandemia les impide recibir honradamente en Cuba el dinero al que aspiraban por lo que hacen, o querían hacer, el de sus encomiables proyectos de vida. Tampoco pueden ahora viajar a bienales, festivales, vender sus obras a turistas extranjeros, o intercambiar con amigos y colegas, aunque sea un par de cervezas en una capital del primer o del tercer mundo.

Los premios, los viajes y la moneda dura que hoy estaría a su alcance, son precisamente los que otorgan las fundaciones y otras organizaciones solapadas bajo las agencias de la guerra contra el comunismo mundial, el mismo money que corre a manos de artistas y periodistas disidentes de los países enemigos de los poderes hegemónicos planetarios. Hay una sola vía de acceso a esas limosnas que siguen llegando a Cuba por las más diversas vías: sumarse a la contrarrevolución. ¿Ser o no ser? Esa sí es la cuestión.

Los documentos del 27N lo dicen claramente: para la inmediata consecución de sus sueños supuestamente castrados, sus miembros quieren otra Cuba, la que nada tiene que ver con el modelo socialista actual, la supuesta Cuba post revolucionaria. Y... ¿qué Cuba proponen? ¿Cuáles alternativas de país? ¿Cómo y quiénes lo van a dirigir? ¿Con quién se van a aliar?... Eso aún no queda claro. Pero no importa. Ya lanzaron la piedra y ahora no pueden ni quieren, o tal vez no saben, cómo detenerla.

Cuando, en aras de multiplicar sus supuestas cifras, los originales de este grupo, salvo honrosas excepciones, se hacen acompañar en sus "filas" (porque no se han desmarcado explícitamente de ellos) por delincuentes como aquellos que mancillaron con sangre de puerco los bustos de Martí, o por aquel cuyo arte es fotografiarse en el inodoro con la bandera cubana encima, o por los muchos otros que piden la intervención yanqui para resolver nuestros problemas internos, o por los energúmenos seguidores incondicionales de "su" presidente Donald Trump... ¡Entonces chico!

Para todo hay una réplica. Una muchacha del primer listado del 27N escribió hace unos días, en respuesta a la preocupación de un amigo por lo anterior, la siguiente frase: "la prensa (se refiere a los medios oficiales) se ha ocupado de meternos a todos en el mismo saco y ahora ya estamos todos en el mismo saco..." ¿Fue esa su manera de desmarcarse de la carroña? Otorguémosle el beneficio de la duda.

Otro joven artista con talento, Carlos Lechuga, que ha desarrollado su obra en Cuba, y vende su último libro por Amazon, es un ferviente y prolífero miembro del grupo, que en un reciente artículo amplificado en las redes sociales, ha dicho que "El futuro nunca ha estado tan espeso. Entre la pandemia, la necesidad y la represión, no se sabe qué puede pasar".

Y más adelante: "Esa desconexión entre dos generaciones. La vieja Cuba y el nuevo país al que aspiramos están en fricción constantemente. En todo". Con constantes y muy duros ataques a la institucionalidad en cuanto medio encuentro en su camino, Lechuga no sólo traiciona el legado de su abuelo, uno de los grandes periodistas y diplomáticos de la Revolución, sino que mete también en su mismo saco al resto de los jóvenes cubanos (millones), que no comulgan, ni les interesan las ideas y métodos del 27N. También homogeniza a "la mayoría de los viejos de la isla, como han pasado tanto trabajo y han estado tan privados de muchas de las libertades más básicas, ahora no pueden admitir que la gente joven esté dando el berro, se queje, pida algo mejor sin dejarse ganar por el miedo".

Es él quien trae a colación la conocida canción Guillermo Tell, de Carlos Varela y sentencia: "pero los años han pasado y no creo que ya nada tenga que ver con aquello de la manzana y la ballesta".

En esto último, lleva razón: algunos como él, evidentemente ya no quieren que sus padres les cedan la ballesta para tirar a la manzana en sus cabezas. Ellos pretenden arrebatarles las ballestas, para tirar directo a las cabezas de decapitar a sus propios padres y abuelos, como desea, y por lo que paga muy bien, un rancio poder extranjero.

 

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