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Argentina :: 14/07/2011

Elecciones 2011: A cambiar algo para que nada cambie

Reconstrucción Guevarista
informe

Otra vez la cita al cuarto oscuro, y los personajes de “la política” intentando seducirnos con sus fórmulas, sus equipos de trabajo, sus caras y sus discursos.

En estos últimos años parecería que la política pasa por la exposición de campañas y la presentación de candidatos que le “caigan bien a la gente”.

Mientras el pueblo hace de simple espectador en este gran espectáculo, eligiendo entre boletas repletas de hipocresía.

Sin embargo, es en la disputa electoral de algún puesto… concejal, intendente, presidente, donde se juega en cierta medida el destino de algunas migajas que el estado administra.

A pesar de esta realidad la enorme mayoría de nuestro pueblo participará en las elecciones ya que la clase dominante ha logrado reestablecer a estas como el escenario principal de la política nacional.

En nuestra historia hemos demostrado una y otra vez que los destinos de nuestro país trascienden por lejos las elecciones. De hecho constituyen tan solo una de las tantas formas de participación política que hemos protagonizado.

Hemos participado en las guerras de independencia, pueblos enteros movilizados al frente de batalla, guerras civiles con ejércitos provinciales, movilizaciones populares enfrentando en las calles a la represión del estado, los caños de la resistencia peronista, la lucha guerrillera e insurreccional en los 60 y 70.

Los procesos electorales donde se han puesto sobre la mesa cuestiones centrales para el pueblo, se entienden por los avances conquistados previamente a la formalidad de las urnas.

Así los procesos del 45, 73 y 83 se constituyen como democráticos y de masas, por la acumulación previa de experiencias, capacidad organizativa y de lucha.

Cumplimos ya 28 años donde las elecciones han sido legitimadas lentamente como herramienta central de disputa política.

Se legitimó en las urnas la continuidad de la política económica de la dictadura. Más deuda externa, menos industria, más desocupación, menos trabajo, más hambre, menos salud, más bancos, menos recursos, más financieras, menos vivienda, más monopolios, menos educación, más corrupción, menos dignidad.

Hermosas artimañas legitimadas por el “voto popular”.

Todo este arsenal no fue gratuito. La acumulación de experiencias y formas de resistencia de nuestro pueblo no cesó. Así fueron resurgiendo tomas de tierras, cortes de rutas, asambleas populares, huelgas, movilizaciones locales y nacionales.

Sin embargo, no logramos orientar este proceso de lucha y organización hacia una alternativa política como expresión de los legítimos intereses de los trabajadores y el pueblo.

Llegamos al 2001 tumbando a un gobierno y a 5 presidentes en una semana. No los dejamos gobernar pero no le encontramos la vuelta para que gobiernen los protagonistas de este proceso.

Ante la incapacidad de forjar una dirección política propia del proceso, el llamado proyecto “nacional y popular” se monta sobre nuestra experiencia acumulada.

El Kirchnerismo… Me pongo tu uniforme y me das de morfar

Luego del frustrado intento de la Alianza que con promesas progresistas, acabó siendo la continuidad de la política menemista, los sectores de poder en nuestro país tardaron 2 años en encontrar el camino para su recomposición.

Nos interesa señalar que los programas de la Alianza, las promesas de Rodríguez Saa, y algunos enunciados inclusive de Eduardo Duhalde por aquel entonces, se asemejaban en gran medida a las promesas y políticas “nacional democráticas” del Frente para la Victoria hoy.

Fue el partido justicialista con Duhalde a la cabeza, quien pudo recomponer “la gobernabilidad” demostrando ser hoy la única estructura partidaria capaz de gobernar el país. Fueron dos años de “trabajo sucio” donde se combinaron tácticas de desmovilización inyectando plata a mansalva, y reprimiendo a aquellos sectores que no transaban, reagrupando y consolidando las estructuras punteriles en los territorios, y disciplinando al “movimiento obrero organizado”.

Fueron los sectores empresariales más poderosos quienes dirigieron este proceso de “pacto social” sentando las bases de la “estabilidad económica kirchnerista”.

Les hizo falta entonces, diferenciarse de la “vieja política de los 90”, con enunciados y supuestas políticas de estado de bienestar.

Fue Néstor Kirchner quien tomó las riendas de este proceso, conciliando sectores enfrentados, atrás de su proyecto de “capitalismo nacional”.

El desprestigio y la debilidad de los politiqueros argentinos era tal, que necesitaron lavar sus caras izando banderas históricas del campo popular como la lucha por los derechos humanos.

La relación de fuerzas existente por aquellos años, prácticamente les exigió la adopción de un discurso progresista y democrático, que se logró sostener a partir de algunas medidas como los juicios a los militares, la ley de medios, la 125, la asignación universal por hijo, la estatización de las AFJP, entre otras.

Nos encontramos hoy, año 2011, en las vísperas de las elecciones nacionales, donde reafirmarán formalmente su falso proyecto de liberación nacional y social.

Mientras tanto, los sectores empresariales no han visto alterados sus intereses, inclusive han aumentado sus ganancias. Por su parte el pueblo cuenta con unas migajas más.

En realidad la distancia entre ricos y pobres ha aumentado, sabiendo por experiencia histórica que mientras a ellos no se les toque el bolsillo, “un vuelto para amansar el pobrerío nunca viene mal”.

Pero la aventura de encaminar un “modelo nacional y popular”, pone en discusión el destino de la recaudación del estado para garantizar la estabilidad social, trayendo aparejado un proceso de politización de masas.

No es negativo que a las mesas de nuestras casas lleguen discusiones como “clarín o gobierno”, “campo o gobierno”, más allá de los alcances reales de estas disputas.

Debemos reconocer aunque no nos guste asumirlo, que han logrado posicionarse como dirección política de las iniciativas populares.

De hecho en la actualidad no existe una alternativa política al kirchnerismo, ni por derecha ni por izquierda. Siendo los sectores abiertamente reaccionarios una mediocre tribuna de denuncia desestabilizadora; y los sectores que se presentan como de “izquierda” con un desempeño político similar, reduciendo toda su construcción a la parafernalia compulsiva mediática, y a abultar sus listas de afiliaciones para conseguir una entrada al espectáculo electoral.

Debemos asumir esta situación, donde las organizaciones revolucionarias somos marginales en la disputa política nacional, sin caer en manotazos de ahogados como campañas de agitación alejadas de la realidad.

Las migajas y cantos de sirena han conquistado los corazones de gran parte del pueblo argentino, y es desde esa realidad donde debemos trabajar.

¿Quién tiene el poder en la Argentina?

Pero ante tanta dispersión y desorientación de las organizaciones populares debemos identificar con énfasis a los enemigos, que concentran el poder, y que trascienden a los gobiernos que la coyuntura nos impone.

Actualmente los empresarios partícipes y cómplices de la dictadura y del menemismo, son los que mayores beneficios han tenido en esta última década.

Nos referimos en concreto a:

Los bancos y financieras como el Citi Bank, Banco BBVA Francés, Río Santander, Standard Bank, HSBC, entre otros.

Las empresas agroexportadoras como Bunge, Cargill, Deheza, Dreyfus, Nidera, entre otras.

Las multinacionales que saquean los recursos petroleros, como YPF – Repsol, Panamerican, Chevron, Shell, Petrobras, Exxon, entre otras.

Las multinacionales mineras Meridian Gold Inc, Xstrata Plc, Tenke Mining Corporation, Lundin Holdings Ltd., Barrick Gold Corporation, Northern Orion Resources inc, Anglogold Ashanti ltd, Silver Standard Resources…

Las empresas industriales trasnacionales algunas de “firma nacional” como las automotrices y metalúrgicas; como Ford, Volk Wagen, General Motors, Techint, entre otras.

Es decir, a la clase terrateniente agroexportadora principal aliada de las multinacionales y del capital financiero, verdaderos beneficiarios del modelo “a profundizar”.

Estos muchachos no tienen elecciones, siendo la clase parasitaria que vive y engorda a costa de nuestro trabajo y marginalidad.

El discurso kirchnerista toma como pilar “del proyecto” a los empresarios nacionales, siendo estos inexistentes, ya que más allá de tener domicilio argentino, siempre han estado y seguirán estando subordinados a los interesases trasnacionales y por ende al imperialismo.

¿Qué hacer?

Es importante reconocer el estado de marginalidad política en el que nos encontramos las fuerzas revolucionarias y del campo popular, donde la iniciativa política del enemigo ha sido tal, que anuló nuestra capacidad de respuesta táctica frente a la coyuntura.

Ponemos sobre la mesa las diferencias, mal trabajadas; en vez de los acuerdos que nos permitan avanzar. Debemos priorizar la unidad, y combatir como la peste al sectarismo.

Consideramos que nuestro trabajo político debe centrarse en acumular fuerzas, organizando en cada rincón del país a los trabajadores y al pueblo, insertando una política revolucionaria.

Debemos identificar con claridad al enemigo e ir desmarañando su pacto social, sin arrebatarnos con tácticas que no respondan a un proyecto estratégico y a largo plazo. No sin disputar el proceso de politización abierto.

Se trata de desarrollar y madurar la organización popular, forjando organización revolucionaria en todo el territorio nacional. Concientes de que la lucha social será el terreno en el que disputemos, sembrando las bases de un proyecto político que ponga sobre la mesa los problemas estructurales del país, proyectando cambios reales y revolucionarios para el pueblo argentino.

ORGANIZARNOS PARA RESISTIR – LUCHAR PARA VENCER

Reconstrucción Guevarista - Julio 2011
reconstruccionguevarista.blogspot.com

 

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