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Mundo, Mundo :: 30/09/2021

Sesenta días de gobierno de Pedro Castillo en un Perú en creciente normalización

Mariana Álvarez Orellana
La oposición ultraderechista, fujimorista, hasta ahora lo va fortaleciendo

A dos meses de iniciado el Gobierno del presidente Pedro Castillo, la escena pública peruana parece estabilizarse y se visualiza una creciente normalización de las crisis que se desataron las primeras semanas de gobierno, pese a la persistencia de varios focos de tensión desde la derecha y también en las propias fuerzas.

En la tensión entre el pesimismo y el optimismo se abre paso la alternativa del realismo, una dimensión de la realpolitik que proyecta la reciente encuesta de Ipsos: se mantiene la desaprobación de Castillo y aumenta su aprobación respecto al mes anterior (+4), y persiste el abismo entre su mayoritaria desaprobación en Lima (62%) y su alta aprobación fuera de Lima (49%). El abismo no cede: Castillo aumenta ligeramente su aprobación el norte, centro y oriente, y en los sectores A, B, D y E.

Perú parece haber recuperado su inestabilidad gobernable que inauguró en el año 2016 o, si se quiere otro énfasis, su ingobernabilidad estable, como la definen algunos analistasde derecha: la improvisación, el hermetismo y la polémica que desató el nombramiento de los miembros de su gabinete ministerial, que el viernes recibió entre duras críticas el voto de confianza del Congreso.

Apenas cumplido un mes de gobierno, la prensa trasnacional siguió el guión y habló también de “improvisación y hermetismo”. Castillo comprobó que su mandato arrancó sin «luna de miel» y, aunque su equipo de gobierno logró el visto bueno del Parlamento, la potencial escalada de tensiones tampoco augura un romance a la vuelta de la esquina.

Para los analistas la política parece jugarse en tres territorios: el de las relaciones institucionales entre el Gobierno y el Parlamento (empate precario); el de las representaciones sociales tradicionales en Lima, donde la elite y la ultraderecha ganan por goleada con un discurso marcadamente extremista impulsado por los medios; y el de las representaciones sociales emergentes, donde Lima y las élites siguen perdiendo frente a las regiones.

En la suma de los hechos importantes, Castillo recibió la confianza del Congreso, mantiene a flote la vacunación, conserva a su gabinete contra el masivo rechazo al premier Guido Bellido y al ministro de Trabajo Ivo Maraví y soporta la embestida casi unánime de la derecha política, empresarial y mediática que le exige una ruptura más rápida y profunda con la dirección de Perú Libre.

Asimismo, fue positivo el viaje de Castillo -y su sombrero- por México y EEUU. El encuentro de la agenda de gobierno con los términos del debate de la CELAC, con la presencia de la secretaria de la CEPAL y 33 países de la región, fue un hecho positivo, y más positivo aun fue la desaparición de hecho del nefasto "Grupo de Lima". El discurso ante la ONU y la exposición de puntos coincidentes con la agenda internacional es un buen resultado para el desempeño en la arena mundial, incluyendo el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, las agendas y gobiernos.

Por ahora, dicen algunos analistas, parece haber dos cabezas en el gobierno de Perú, la de Pedro Castillo y la de Vladimir Cerrón, líder del partido, que pugnan por espacios de poder dentro del gabinete. El profesor presidente ha demostrado que tiene capacidad para ganar la pulseada, pero no es fácil ya que no solo se enfrenta a la oposición partidaria de la derecha y ultraderecha, además de las élites tradicionales del país, sino también dentro de su propio partido, Perú Libre.

Una de las críticas que se le han hecho a Castillo desde los sectores progresistas es la falta de mujeres en el Poder Ejecutivo. De los 18 ministerios, apenas dos. Las críticas se profundizaron tras las declaraciones homofóbicas del primer ministro Bellido. El mismo presidente hizo un “mea culpa”, admitiendo que “al inicio del gobierno, consideramos un número mayor de varones en el gabinete, pero me voy a corregir y, en el marco de las próximas gestiones, tenemos que incluir a las damas”.

Junto a ello, Castillo se mueve lentamente en dirección de la moderación (léase centroderecha) en la economía, las relaciones exteriores y las relaciones políticas internas, en un proceso jalonado por errores en varias decisiones, y en el que abre ventanas que permiten la entrada de varios vientos en el poder.

Según las encuestadoras, la desaprobación de Castillo es mayor que la aprobación (46%), en especial por la eficacia (“porque no está preparado para gobernar”, “porque ha convocado malos profesionales para gobernar” y “porque está perjudicando la economía”) más que a la ideología.

Los números dejan en claro un disloque con la oposición de ultraderderecha que ha saturado la política con alertas sobre un inminente giro comunista, dando curso a un patrón informativo que ha secuestrado a la mayoría de medios. Ese disloque indica que la esperanza del cambio sigue siendo la razón de la aprobación del Gobierno.

También son interesantes las encuestas respecto a la presidenta del Congreso (-4 en aprobación) y más desaprobación (+10) que el mes pasado. Como institución, el Parlamento también cae en aprobación y aumenta en desaprobación, pese a que la prensa hegemónica considera que el gobierno es el que ha cometido la mayoría de los errores.

Posiblemente los ciudadanos confundan las decisiones del Congreso, distraídos por el ruido de ciertos grupos parlamentarios o de quienes hablan en nombre del Congreso desde fuera. El Parlamento parece tener (y con mucha razón) una imagen ultraderechista, quizás debido a que su bloque centrista solo se expresa en las votaciones. El Congreso le habla solo al Gobierno y permite que la ultraderecha hable en su nombre a través de figuras muy gastadas y poco legítimas.

En el cuadro de debilidades, Lima y la elite aparecen mayoritariamente opuestos a Castillo, y las regiones de fuera de Lima y los sectores populares más cercanos al profesor y su gobierno. Y con el nivel de las actuales desaprobaciones, el Gobierno y el Congreso no se pueden dar el lujo de radicalizarse.

A los dos meses de gobierno, el escenario general se resiste a la polarización y persiste el abismo, en tanto la opinión pública le presta más atención a los problemas de la eficacia de gobierno que a la ideología de los gobernantes, incluido el presunto prosenderismo de algunos ministros.

Obviamente, el problema no es solo el gobierno sino también la oposición. O mejor dicho de las oposiciones. No cabe dudas que Pedro Castillo necesita de una oposición democrática, porque la oposición ultraderechista, fujimorista, hasta ahora lo va fortaleciendo.

CLAE / La Haine

 

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