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:: 04/07/2013

Uruguay: A 40 años de la Huelga General. De sindicalistas a capataces

Carlos Alberto Boga
Reunión de empresarios y banqueros con la esposa del presidente Mujica, sentada entre el embajador venezolano y la embajadora norteamericana

Apenas miramos pasar la historia y pegamos un mordisco a la realidad. Para tratar de entenderla y ¿transformarla?. Como si la lucha de clases fuera estática, inamovible, y volviera a repetirse. Hace más de 30 años una nueva generación de luchadores sociales irrumpía en el movimiento popular. Éramos trabajadores, estudiantes, activistas barriales. Cargábamos con una pesada mochila: ponernos en el lugar dejado por los presos, torturados, desaparecidos, exiliados. Menuda tarea. Con cierta orfandad teórica pero con mucha decisión y coraje, centenas de jóvenes nos íbamos transformando en militantes. Sabíamos (más o menos) de los "peludos" y sus marchas cañeras, del programa histórico de la CNT, de la unidad obrero-estudiantil, de la heroica Huelga General del 73. Hasta empezábamos a conocer aquellos debates de los años '60 y '70 entre reformistas y revolucionarios. Con escasos recursos y fuentes diversas. En la clandestinidad.

Lo único autorizado por la dictadura eran las Asociaciones Profesionales de 1er. Grado. Un invento del régimen militar que, presionado por el crecimiento de la resistencia popular y las exigencias de organismos internacionales como la OIT (Organización Internacional del Trabajo), permitía cierta "actividad gremial". Era una licencia para conformar algo así como un sindicato solo en el lugar de trabajo. Nada de federaciones ni sindicatos por rama o sector. Luego, quizá, si las cosas no se descontrolaban, la dictadura "habilitaría" las Asociaciones de 2do grado. Es decir, varias fábricas del mismo sector. Nunca una central sindical.

En ese contexto de actividades "legales" y clandestinas fuimos recomponiendo las organizaciones sindicales, estudiantiles y barriales. Desde el 1º de Mayo de 1980 -cuando un núcleo de trabajadores bancarios, tabacaleros y de la Asociación Española se animaron a convocar una jornada en la parroquia de los Capuchinos-, hasta finales de 1984, la reconstrucción del movimiento popular no cesó de avanzar. El PIT (Plenario Intersindical de Trabajadores) fue, sin duda, la máxima expresión de ese proceso de reconstrucción de un movimiento social que se puso al hombro la movilización democrática.

Se discutían las alternativas, las consignas, las propuestas. Había un clima de asamblea permanente. De compromiso y pluralismo político. Sobre esta base se acordaron los emblemáticos cuatro puntos que encabezaron el acto del 1º de Mayo de 1983: Amnistía, Salario, Trabajo y Vivienda. Más de 100 mil personas le dieron el espaldarazo al programa levantado por los sindicatos que volvían a ser protagonistas decisivos. Meses más tarde dos nuevas jornadas de lucha, masivas, combativas, democráticas. El 9 de noviembre, miles de manifestantes enfrentaron en 18 de julio una brutal represión policial. Sin retroceder, porque el miedo se había perdido. El 27 de noviembre el histórico acto del Obelisco, donde centenares de miles de personas sellaron el destino de la dictadura. No había marcha atrás. El 18 de enero de 1984 realizábamos el primer Paro General desde el golpe de Estado. Una demostración contundente.

Para los que nos incorporábamos a la lucha por aquellos años fue una experiencia vital. Militante, sí. De aprendizaje en la independencia de clase. Donde no intervenían los aparatos y se criticaban los métodos estalinistas del Partido Comunista. Después comenzó otra historia. La "restauración democrática", burguesa, trajo la reinstalación de los aparatos. Nuevas y viejos. Al calor de la "concertación programática" que el Frente Amplio impulsó, el PIT volvió a ser la CNT. El activismo sindical fue enchalecado en la estructura "unitaria" y las corrientes más combativas desplazadas. Fuimos sustituidos por ser "inexpertos". Por "no entender" los sutiles mecanismos de la colaboración de clases. Se habría un tiempo nuevo signado por el paradigma de la negociación.

Intereses que convergen

En aquel 1º de Mayo de 1983, Richard Reed (por entonces militante de Izquierda Democrática Independiente y luego del Partido Por la Victoria del Pueblo) se quedaba sin voz. Su discurso fue el de un agitador radical. La multitud de trabajadores que colmaba las inmediaciones del Palacio Legislativo, aplaudió entusiasmada al joven dirigente de la FOEB. Tres décadas después, un Richard Reed más viejo y experimentado volvió a ser uno de los oradores principales del 1º de Mayo. Como dirigente casi vitalicio de la FOEB y del Secretariado Ejecutivo del PIT-CNT. El discurso fue de otro tono. Acorde con el de un sindicalismo "responsable" que vela por los "intereses del país". El "compañero" estuvo preciso en su advertencia: "No fomentemos el lumpen que no va los lunes a trabajar", "No quiero al atorrante, al vago, al lumpen. No quiero eso en mi sindicato, quiero laburantes. El mejor sindicato no es el que más huelga hace, es el que mejor laburantes tiene abajo". (Citado en 'Búsqueda', 2-5-2013) La escasa concurrencia (algo más de 3 mil personas) y las autoridades del gobierno presentes en el acto aplaudieron de pie. Al otro día, las principales corporaciones empresariales saludaron la "madurez" de Reed al valorar la "cultura del trabajo". En realidad, los patrones se complacían por un hecho más importante (para ellos): la existencia de una dirigencia sindical que promueve el disciplinamiento de la fuerza de trabajo en lugar de impulsar la rebeldía y la lucha.

Fue el discurso de un capataz. Típico de una capa parasitaria, burocrática, de aparato, cuya función social específica es la de mantener bajo control las demandas de los trabajadores y evitar la desobediencia de clase. Aunque esto implique llegar a la descalificación de las y los explotados: faltadores, atorrantes, lumpenes. O, directamente, a la denuncia policial, como en el caso de Víctor Tonto, director del Hospital de Clínicas: los trabajadores que luchan por sus derechos fueron calificados de "focos rebeldes", y de una "banda de copadores" que tienen "reminiscencias de una forma más ligada al terrorismo que a la lucha popular". (Citado en 'Búsqueda', 6-6-2013) Nada que deba sorprender, si consideramos que el progresismo es, justamente, eso: una fuerza del orden capitalista.

En el 2008, cuando Mujica se perfilaba como candidato del Frente Amplio, un periodista de televisión le preguntó sobre si pensaba alcanzar la presidencia de la República, el jefe tupamaro "sorprendió" con su respuesta: "¿Yo Presidente? No, pobre país, si este es un país de atorrantes". Como "estadista" repite el insulto. Hace unas semanas en Madrid, ante 150 empresarios y banqueros europeos reunidos en la "Ciudad financiera" del Banco Santander, definió a los uruguayos como "medio atorrantes" en un país donde "nadie se muere por trabajar". (Citado en 'El País', 2-6-2013) Los "potenciales inversores" festejaron la guarangada. Aunque lo decisivo para los patrones no es la cháchara del antiguo guerrillero sino las garantías que ofrece. Y, sobre todo, el "mensaje de paz social" que transmite a los sindicatos: "El trabajador se tiene que ir empezando a envolver de las dificultades y los logros que tienen las empresas para exigir que caminen y que además se reinvierta y se cuide (.) Hay que aprender a andar con todos esos problemas y no verlo como una disputa entre el perro y el gato (.) No quiere decir que no tengan intereses que chocan pero también tienen intereses que convergen". (Entrevista a Mujica, suplemento 'El Empresario', 5-4-2013). Los dirigentes del PIT-CNT no hacen más que reproducir, en la práctica, lo que su jefe pregona.

Por eso, tampoco sorprende la comilona en el Quincho de Varela. El mismo 1º de Mayo. La mesa de comensales es la mejor fotografía de un país donde imperan el "consenso" y el "respeto a las diferencias". La senadora Lucía Topolansky [esposa del presidente Mujica], que actuó como anfitriona se encargó de subrayarlo, con el embajador venezolano Julio Chirino de un lado, y la embajadora norteamericana Julissa Reynoso del otro lado. No faltó casi nadie. Concurrieron ministros, directores de bancos y empresas públicas, dirigentes del Frente Amplio, latifundistas, empresarios, diplomáticos. Y unos cuantos de los sindicalistas que, pocas horas antes, habían arengado a los trabajadores en el acto realizado en la plaza Mártires de Chicago. Ya con los postres servidos, arribó el Presidente de la República, venía de Tacuarembó, donde se celebró por primera vez el "Día del Trabajador Rural". Le había hablado a la "peonada" sobre el "valor del trabajo" en el campo. Sin mencionar, claro está, que durante los ocho años de gobierno progresista se fue procesando la mayor concentración-extranjerización de la tierra que ha conocido el país.

Apenas una nota discordante en medio de tanta convergencia de intereses. El acto (alrededor de 500 participantes) convocado por el sindicalismo clasista y diversas organizaciones sociales en la explanada de la Intendencia Municipal. Como en el 1º de Mayo de 2012, los diversos "focos rebeldes" volvieron a concentrarse. Evaluaron al gobierno progresista, dijeron sobre las traiciones del PIT-CNT, y, finalmente, presentaron sus propuestas. Reivindicable. Aunque siga planteado el dilema de cómo avanzar en una coordinación más allá de los discursos conmemorativos. Porque la fragmentación del sindicalismo clasista y combativo no se resuelve por obra y gracia de alguna victoria parcial, ni por la recuperación de la dirección en algún sindicato. Derribar la barrera que impone esta fragmentación, nos obliga a (re)pensar las pistas programáticas, las opciones tácticas y estrategias, las metodologías de trabajo. Y, ante todo, el vínculo de las corrientes "radicales" con una clase trabajadora que, evidentemente, es muy distinta a la que conocimos hace treinta años.

* Agrupación Militantes Guevaristas
Periódico En Lucha

 

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