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EE.UU. :: 15/07/2008

(USA)Comunicado de Andy Stepanian, uno de los activistas presos del SHAC 7

La Cizalla Acrata
Andy Stepanian es otro de los activistas encarcelados de lo que se ha venido a llamar el SHAC 7, es decir, el grupo de personas que han sido enviadas a prisión por llevar adelante la campaña contra los laboratorios de experimentación animal Huntingdon Life Sciences.

Tratar de frenar las torturas a las que HLS condena a los animales en los que experimenta es lo que le ha llevado a Andy y a sus compañerxs a ser condenados.

Queridxs amigxs:
En mi rutina diaria noto la diferencia entre pisar tierra o pisar pavimento. Me he acostumbrado al pavimento debido a las continuas vueltas en círculos que doy entre los muros de esta prisión mientras escucho la radio. Hay mucho que decir sobre el encarcelamiento; sobre como puede sacar a flote lo peor de las personas, o ejemplificar radicalmente como las personas, como humanos, somos animales de costumbres. Cada vez que ocurre algo que se sale de la rutina aquí dentro, se acentúa mucho mas que ahí fuera. Cosas que en la calle pueden parecer totalmente normales aquí adquieren un carácter extraordinario. Rozar la hierba con mis pies, aunque sea con los calcetines puestos, se convierte en algo profundo cuando pasas la mayoría de tu tiempo en un océano de cemento y barrotes de acero.

Me he convertido en alguien hipersensibilizado no solo con la sensación, si no también con el sonido que producen mis calcetines al rozar con la hierba, con los distintos tipos de hierbas y con la vegetación colgante de las grietas. He desarrollado un buen ojo para distinguir los envoltorios de caramelo que hay entre la hierba, incluso aquellos que son claritos y difíciles de reconocer; pero en el proceso de desarrollo de ese buen ojo no he podido dejar de fijarme en las maravillas que me encontraba allí por donde pisaba: mariquitas, flores de lavanda, hojas desprendidas en alguna racha fuerte de viento... Si habéis leído algún otro de mis escritos desde prisión habréis notado que hay un tema recurrente, lo maravilloso que es el mundo, y cómo el confinamiento y la privación de libertad y experiencias me han hecho desear mas y mas luchar por la vida, y desear experimentarla al máximo. Hasta ahora solo os he dado unas cuantas letras, hoy espero daros algo mas.

Hay hojas que han volado desde el exterior, por encima de los muros de la prisión y que ahora están aquí, sobre los caminos y la hierba que piso. Como cada suceso extraordinario que ocurre aquí, el que estas hojas hayan podido burlar los cercos de seguridad, y el alambre de espino, tiene mucho mas valor de lo que fuera podría parecer. Tened en cuenta que la cárcel es un centro de privación sensorial; un centro en el mantener en cuarentena para aquellos considerados socialmente inadaptados en el que mantenerles privados de movimiento, enriquecimiento y experiencias.

Si contemplamos la vida como una sucesión de experiencias, entonces podríamos considerar la cárcel como una negación de la vida. Jack Abbot dijo en una ocasión, “la cárcel es como la muerte, porque te niega tus experiencias”. Si esta afirmación es cierta solo puedo decir que la negación de la vida a la que se me ha sometido ha hecho que la vea como un espectador ve un cuadro, una obre de arte, o mejor aun, como una enorme obra de teatro en la que cada uno interpretamos nuestro papel. Cogí una de aquellas hojas en mi mano y la miré atentamente.

Cada vena, cada puntito, cada ramita, cada rugosidad hubo un tiempo en que intercambió estomas de oxígeno para el dióxido de carbono; había tantas cosas que podía ver con mis ojos, y tantas otras que solo podía alcanzar a ver con “los ojos de mi mente”... Los sentimientos, unos misterios aun sin resolver, y la brillantez se ven envueltos en un pedacito del follaje de Carolina Beech.

La brillantez de algo tan delicado, algo que muchas veces es considerado como infinitesimal (si es que se le considera de alguna manera...) y que sin embargo puede jugar un papel decisivo en darle vida a un árbol fuerte y erguido firmemente, algo que actúa como una interfaz entre el árbol y la digestión de la compleja radiación de los rayos del sol, convirtiendo esto, junto con el carbono y el agua, en azúcares y energía para hacer crecer al árbol, o para dar frutos que crecerán y caerán a las manos de algún niño, o se convertirán en la mermelada que alguna chica joven verterá sobre sus trozos de pan mientras desayuna y charla animadamente con sus padres.

Algo que podría haber sido aplastado por algún transeúnte y que sin embargo traspasó estos muros y está ahora en mis manos. Era una premonición de que los milagros existen. “Cometas” es como llaman aquí a las notas que se pasan de una prisión a otra. Esta hoja era una “cometa” que voló desde la vida hasta la tierra de la muerte, y que dice:

Soy un pequeño milagro.

Hice un árbol al que la gente trepó,

Donde un mapache construyó su hogar,

Donde los pájaros se apoyaron en sus ramas para cantar sin descanso

Sinfonías.

Soy un pequeño milagro.

Y tu, ¿qué eres?

Deposité de nuevo la hoja con el cuidado del padre que deja en la cama por primera vez a su hijo. Me pregunté si alguna vez había estado delante de un “milagro” anteriormente. ¿Cuántas veces había oído esa frase de “podemos hacerlo, pero vamos a necesitar un pequeño milagro”?. Bien, pues aquí estaba el pequeño milagro que necesitábamos para conseguir el éxito en otro proyecto antes de abandonarlo y creer que ya no había esperanzas.

Pregúntate a ti mismx si crees en los milagros. Una vez lo hayas hecho mira tus muñecas y fíjate en la silueta de las venas que hay bajo tu piel. Eres una serie de estructuras y química, automatizadas, vivientes e interactivas. Eres arte, quizá el mas bello lienzo que se haya pintado jamás. Nuestras sociedades son como el teatro, un arte participativo en el que todxs estamos involucradxs; cada ser individual cantando en un gigante coro, como una familia de pájaros en la rama de un enorme árbol.

Eres un milagro. Ejerces un increíble poder para crear y curar, para dar oxígeno y alimentar de vida, como las hojas, a estructuras que se debilitan y mueren de hambre. Vuestras cartas son como esas hojas que volaron hasta el interior de la cárcel, ya que también me dieron ánimo. Son siluetas dibujadas en tinta de vosotrxs mismxs.

Mi vida aquí dentro, como ya he comentado, es un mar de asfalto, vallas electrificadas y alambres de espino que me roban mi capacidad sensorial. La vuestra, sin embargo, es un paraíso artificial de luces de neón que distrae vuestra atención con anuncios del tipo “aun no eres lo suficientemente delgadx”, “ni suficientemente ricx”, “no eres nada si no compras este producto”,... La liberación personal llega cuando te deshaces de esas distracciones artificiales y te das cuenta de que tu eres bellx seas como seas, que el dinero no es lo que te enriquece, que las comodidades no te definen, y que sin duda eres un milagro. Cuando te ves a ti mismx como un milagro, los milagros comienzan a sucederse a tu alrededor.

Los proyectos que una vez dejaste de lado por no encontrar ese pequeño milagro que podría haber hecho que se convirtiesen en realidad. Digo esto porque en mi vida he hecho cosas que algunxs considerarían imposibles. El caso del SHAC Estados Unidos nos demostró que la América corporativa estaba devastada por saber que un grupo de personas decididas podía usar los mismos recursos protegidos por la constitución que ellos utilizaban para desbaratar sus planes. Pensaban que era imposible y les impresionó cuando vieron que se hacía realidad.

Muchas de las personas que apoyaban la campaña SHAC también lo vieron al principio como algo imposible, algo que necesitaría de un milagro, pero los milagros ocurren. Para el visón que espera ansioso que alguien le saque de su jaula, para la gallina ponedora de huevos enclaustrada en una granja de jaulas en batería, para el perro Beagle que se tumba, dentro de su cubículo, encima de su propia sangre y sus vómitos, la persona que abre sus jaulas y le lleva hacia la libertad es un auténtico milagro.

Como reflejo desde prisión, me doy cuenta que esto era solo la punta del iceberg. La inspiración es contagiosa. Así que, mientras me siento aquí, escribo y guardo algunas hojas entre mi cuaderno, trato de reconducir este proceso, de sacar algo de vida fuera de estos muros, llevarla hasta vuestras manos y demostraros que no estoy muerto... Dejadme que os diga algo: creo en los milagros, porque veo uno en vosotrxs. No hay montaña lo suficientemente alta, ni valle suficientemente hondo. No hay nada que no podáis hacer.

Amor y liberación,

Andy

Escribe a Andy:
Andrew Lloyd Stepanian 26399-050
USP Marion
US Penitentiary
PO Box 1000
Marion, IL 62959

www.shac7.com

http://www.myspace.com/andystepanian

 

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