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Europa, Medio Oriente :: 18/12/2013

“Ya estamos otra vez…": carta desde la cárcel

Bahar Kimyongür

Sobre las condiciones de la detención

condariale di Bergamo, sexto día de detención

« (…) Para ser sincero, mi celda es horrible. Pareciera que todos los vientos polares y gélidos hubiesen pactado reunirse aquí mismo. El “vidrio” de la ventana es un plexiglass deforme e irregular que solo se sostiene de un lado con un poco de silicona. Un tercio de este “vidrio” permanece sin embargo ausente. El hueco que deja está cubierto con páginas de periódicos pegadas entre ellas con un poco de pasta de dientes.

La ducha es más de lo mismo, aunque aquí directamente falta la ventana entera. La habitación y la ducha están divididas por una puerta metálica destrozada que tenemos que levantarla para poder abrirla. Y como no se cierra del todo, tenemos constantemente una corriente de aire circulando dentro de la celda.

Nuestra litera es de tres pisos y la celda donde me encuentro se la llama “celda de acogida”, pero la realidad es que no tiene nada de acogedora. Cuando ingresé en prisión me dijeron que podía escoger una celda para“no fumadores”, esta opción figuraba en el formulario que nos dieron al entrar y por supuesto la elegí. Pero debido a la superpoblación que hay en la cárcel, los “no fumadores” estamos obligados a compartir la celda con los “fumadores”. Las condiciones son pues insalubres. No he podido barrer mi celda hasta el sexto día aquí, es decir, hoy.

Mi celda es un auténtico ir y venir. En solo seis días han pasado por aquí cuatro detenidos diferentes: Silvio, un hombre violento de 50 años detenido por apalear a sus padres y a su hermano. El señor Carbonara de Bari, un sexagenario acusado de robo al que liberaron ayer después de menos de 48 horas recluido. Y hoy desembarcó un joven marroquí condenado por tráfico de drogas.

Desde ayer comparto celda con Stefano, un rumano de 25 años que tiene un hijo de tres meses. Es muy amable y un poco miedoso, y está destrozado por su situación. Tiene miedo de salir al patio. Por cierto, “Aria”, el patio que en teoría sirve para ir a tomar el aire, es un auténtico fumadero. Prácticamente unos cuarenta reclusos fuman al unísono en este lugar, así que nos es un poco difícil respirar algo del aire puro que viene de los Alpes.

Ah sí, también tengo que hablar del “Café”. Podríamos pensar que en Italia es imposible no tomarse un buen café aunque sea en la cárcel…Pues me temo que no. En el país del expresso y del capuccino, el café dentro de la cárcel consiste en un líquido turbio y repugnante que no he vuelto a probar desde mi primer día aquí.

En nuestra celda solo hay una mesita baja y un taburete roto para tres personas. Los muros están sucios, el baño está sucio y el suelo está sucio, así que el único refugio que nos queda es meternos debajo de nuestras colchas y aferrarnos a ellas como si fuesen balsas salvavidas durante un naufragio.

Cuando te metes en una galera italiana, recibes un kit de supervivencia incompleto. No tenemos toallas, tampoco ropa interior, ni siquiera calcetines. Y la iglesia católica completa el kit. Solo faltaría que tuviésemos que solicitar una cita con el “cura”, el capellán.

En la celda, la única “exquisitez” que tenemos es el televisor. Tenemos que retorcer el cable de mil formas diferentes para conseguir sintonizar alguna de las ocho cadenas Italianas que deberíamos captar (…).”

Casa Circondariale di Bergamo, décimo día de detención.

Después de Holanda, Bélgica y España, ahora es Italia quien ha abierto para mí sus puertas de acero para cerrarlas después. Esta Italia que he visitado en tantas ocasiones sin haber tenido ningún problema incluso mientras existía la orden de arresto internacional que emitió Ankara hace 10 años.

En Holanda me arrestaron yendo por la autopista de la periferia de la Haya.

En Bélgica, donde he estado sometido a un proceso penal costoso e inútil y que ha envenenado cuatro años de mi vida, el proceso fue más clásico: del tribunal de Gand fui a la cárcel de Gand.

En España por otro lado, la policía estuvo mucho más inspirada y me arrestó mientras visitaba la Catedral de Córdoba acompañado de mi mujer y mis dos hijos.

En Italia, las unidades de la DIGOS me arrestaron en el aeropuerto de Orio al Serio poco después del aterrizaje de mi avión procedente de Charleroi (Bélgica). Los agentes italianos me llevaron enseguida a la cárcel de Bérgamo donde permanezco recluido desde hace diez días en unas condiciones indignas.

Las autoridades turcas pretenden intimidarme con todos estos arrestos, pretenden debilitarme financieramente y hacer que todos mis numerosos amigos y compañeros que me apoyan empiecen a dudar de mí.

Por banal e inútil que sea, la privación de libertad es un castigo de extrema violencia que pone a las familias y en particular a los niños como las principales víctimas.

Mis hijos, que tienen 3 y 5 años, ya entienden muchas cosas.

Pero lo que no pueden entender ni aceptar es que su padre, quien les enseña los valores de la vida en sociedad, los valores humanos como la honestidad, la justicia, el amor y la solidaridad, sea castigado y penalizado constantemente por lo que escribe. Ni siquiera los adultos son capaces de entender tal encarnizamiento.

El sentimiento de injusticia que emana del corazón de mis hijos por culpa de esta desgracia insensata e irracional que les está ocurriendo solo puede causarles heridas psicológicas graves.

Sería muy fácil acusar solamente al régimen turco y sin embargo perdonar a los pobres estados europeos, “víctimas” de todo este disfuncionamiento administrativo. El mundo ha visto la ferocidad asumida y reivindicada de la policía de Erdogan en la plaza Taksim el año pasado. Europa en su totalidad se indignó. Pero esto no impidió que la policía europea siguiese actuando como si fuesen Jenízaros a las órdenes del sultán Erdogan.

¿De qué sirve ser absuelto por la justicia europea si precisamente es la policía europea la que se pone a las órdenes de este régimen neo-otomano, tirando por tierra todas las decisiones de sus propios jueces?

¿Porque un juez italiano no me deja viajar y un juez español si?

¿Cómo es posible que una organización como la Interpol pueda ponerse por encima de todas las leyes y actuar a su gusto?

¿Con qué derecho la Interpol se permite transformar una acusación tan abusiva y arbitraria en una condena a perpetuidad?

¿Cómo es posible que un régimen como el de Ankara, que cada día acoge a comandos enteros de terroristas que masacran al pueblo sirio, esté considerado como un colaborador de Europa en cuanto a lucha antiterrorista?

Espero que mis desgracias hayan servido por lo menos para esclarecer algunos de estos puntos oscuros de nuestras democracias súper-maxi-ultra-plus.

A la espera de mi liberación, agradezco de todo corazón a los miles de amigos con los que puedo contar tanto en los momentos felices como en los momentos difíciles y que una vez más, se han movilizado para apoyar a mi familia y para seguir llevando alto el estandarte de nuestros ideales comunes.

Bahar Kimyongür

Carta redactada en la cárcel de Bérgamo, Italia

10 de diciembre de 2013

Traduccion: Enrique Cebrián para www.michelcollon.info

 

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