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Argentina :: 29/03/2023

24 de marzo: La derecha intenta remontar su derrota ideológica tratando de minar consensos populares

Guillermo Cieza
La derecha argentina no pudo zafar de la condena de la sociedad al terrorismo de Estado impuesto por la dictadura del '76, pero sigue dando batalla

En la sociedad argentina se ha madurado un consenso político de que el golpe de marzo del 76 abrió paso a una dictadura. Se reconoce que se produjeron miles de violaciones a los DDHH, que existieron robos de bebes, torturas, campos clandestinos de detención y 30.000 desaparecidos. Y también, que ha sido correcta la decisión de enjuiciar y mandar a la cárcel a sus responsables.

Ese consenso político es de avanzada en relación a lo sucedido en otros países de la región como Uruguay, Brasil, Paraguay y Chile que también fueron víctimas del Plan Cóndor. Lo es también con relación a otros países de CentroAmérica como Guatemala, Honduras, El Salvador, donde feroces dictaduras dejaron miles de desaparecidos. Y también a países como España, donde no solo no se ha investigado y enjuiciado al franquismo, sino donde grupos políticos como VOX se hacen cargo de su herencia.

Monumento de homenaje a desaparecidos en Esquel, vandalizado por la derecha.

El golpe militar del 24 de marzo se sigue repudiando masivamente, aún con marchas divididas. La cifra de 30.000 desaparecidos no salió de los expedientes, sino que, contabilizando los casos conocidos, fue construida por los organismos de DDHH a partir de una estimación política. En ese momento histórico había miles de casos en que, por temor, las desapariciones no habían sido denunciadas. Las diversidades fueron sintetizada ejemplarmente cuando las Madres afirmaron: “todos los desaparecidos son nuestros hijos”.

Y esa diversidad incluía a trabajadores industriales, empleados administrativos del Estado, pequeños productores, jornaleros rurales, estudiantes, artistas, judíos, gitanos, originarios, migrantes de países vecinos, personas con distintas orientaciones sexuales, partidarios de la lucha armada, pacifistas, partidarios de la insurrección, peronistas de izquierda, socialistas, radicales, troskistas, comunistas, anarquistas, rockeros, sacerdotes y monjas comprometidos, con los pobres o de la teología de la liberación, científicos, etc,

Fijar un número y elevarse por encima de todas las diversidades fue un hallazgo excepcional, que también nos puso a la vanguardia en un mundo donde lo más frecuente es que cada grupo político o social defendiera a las víctimas de la represión de la dictadura por separado. A modo de ejemplo, muchos países que defendían a los presos de los partidos políticos con actuación parlamentaria, no defendían a los presos políticos de la guerrilla. Y viceversa.

El lider ultraderechista Milei cuestiona la cifra de desaparecidos.

La derecha argentina ha advertido cual es la correlación de fuerza en esos debates y esto obliga a personajes como Macri, cuya familia fue una de las beneficiarias directos de la dictadura, referirse a ese momento histórico “como un período que nos entristece a los argentinos”. Gracias a esa batalla ideológica ganada en la Argentina, solo un marginal puede ponerse la camiseta de la dictadura.

Sin embargo la derecha trabaja para minar ese consenso. En los últimos años lo ha hecho por distintos caminos. Uno de ellos ha sido cuestionar el número de 30.000 desaparecidos. Hace un tiempo lo planteó el ex funcionario macrista, Darío Lopérfido, que fue acompañado por declaraciones de Graciela Fernández Meijide [centroderecha]. Más recientemente ha insistido en el tema Javier Milei, exigiendo que le presenten las actas de todas las desapariciones.

Otro de los caminos elegidos por la derecha ha sido exaltar una diversidad. Por ejemplo, decir “eran todos montoneros”. Hace pocos días, la concejal de Chacabuco, Ana Gorosito [derecha], que avala los crímenes horrendos de la dictadura, posteó el 24 de marzo: “Feliz día del montonero”, exaltando la acción de militares tirando detenidos desde los aviones.

Este tipo de estrategias por el momento no ha tenido impacto en la Argentina, pero sí en países como Perú, donde sucesivos gobiernos intentaron descalificar a cualquier activista social o político acusándolo de ser parte de Sendero Luminoso. En el país Andino, este intento de desligitimación politica, que se conoce como “terruqueo”, fue nuevamente aplicada en las últimas protestas contra el régimen de Dina Boluarte, pero con poco éxito.

Finalmente, el discurso de la derecha se propone desconocer todo interés de clase o avasallamiento de la soberanía nacional en estos hechos. Un reciente artículo de Jorge Fontevechia titulado: “Un estùpido, un ambicioso y un borracho”, pone el énfasis en las personalidades de Videla, Massera y Gualtieri para afirmar que estos personajes emergen cuando la democracia es reemplazada por sistemas monstruosos. Como es de esperar, no hay ninguna mención a de qué huevos nacieron esas serpientes.

La política de la derecha ha sido desde siempre quebrar los hilos históricos donde se asientan conclusiones de largos período de la lucha popular y también romper consensos populares. La derecha es consciente que esos momentos y certezas que rompen la fragmentación popular, son los más peligrosos para su dominio. La política de la derecha se viste de novedad y a veces de rebeldía, pero detrás de esa cascara siempre aparece la vocación de debilitar las certezas populares.

La elevación de los consensos populares solo es posible si los defendemos y si nos apoyamos en ellos para ir por más. Para identificar el origen de los sistemas monstruosos que menciona Fontevechia, basta leer la carta a las Juntas de Rodolfo Walsh. Para señalar a los hilos conductores entre los viejos y nuevos padecimientos que vive nuestro pueblo, basta identificar a sus eslabones. Uno de ellos, Cárlos Pedro Blaquier, acaba de morirse sin condena, después de 40 años de democracia.

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