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Mundo, Estado español, Argentina :: 08/08/2022

Abraham Guillén: un hombre de encrucijadas (I)

Miguel Mazzeo
Prólogo I del libro "Abraham Guillén. Gerrilla y autogestión" de José Luis Carretero Miramar

Abraham Guillén es de esos personajes históricos que suelen denominarse “raros”. Nació en Castilla en 1913 —era manchego, como Don Quijote— y murió en Madrid en 1993. Ejerció diversos oficios. Fue economista, periodista, escritor prolífico e incansable. Militante anarquista, combatió en la Guerra Civil Española y luego, tras la derrota y la consolidación de la dictadura del General Francisco Franco, recaló en la Argentina, donde fue compañero de John William Cooke y Alicia Eguren. Formó parte de la Resistencia Peronista e integró del “Estado Mayor” de los Uturuncos, la primera experiencia guerrillera argentina (si nos atenemos al siglo XX). Se desempeñó como instructor militar en Cuba durante los primeros años de la Revolución y colaboró con el plan de liberación continental impulsado por el Che (pero sin dejar de polemizar con él). Supo ser interlocutor fundamental del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros (MNL-T) del Uruguay en la década de 1960 y de diversas organizaciones revolucionarias de Nuestra América. En la década del 1970, en el Perú, colaboró con los sectores que impulsaban el cooperativismo en el marco de la “Revolución Peruana” encabezada por el General Juan Velazco Alvarado. Fue perseguido político durante buena parte de su vida, pasó largas temporadas en prisión y se fugó dos veces.

José Luis Carretero Miramar avanza, como nadie lo hizo hasta ahora, en la reconstrucción de la vida y la obra de Abraham Guillén. Lo expone, básicamente, como un hombre de encrucijadas: entre España y Nuestra América, entre la Guerra Civil Española y la Revolución Cubana (y los movimientos de liberación nacional de mundo periférico), entre el anarquismo y el marxismo, entre la guerra popular y las luchas sociales y políticas, entre la planificación y la autogestión, entre la imaginación y la voluntad. Por él y en él se intersectan tradiciones y culturas emancipatorias diversas. En cada cruce, si nos atenemos al agudo relato de Carretero Miramar, Guillén supo componer una síntesis. O mejor: con una inalterada dirección horizontal en su mirada, con imaginación dinámica, aportó a la organización y a la sistematización de las síntesis que, por abajo, siempre elaboran los pueblos a partir de las experiencias desarrolladas en pos de su autodeterminación.

Existen algunas invariantes en la vida de Guillén que resultan claves para comprender su destreza a la hora de las amalgamas. Invariantes que Carretero Miramar se encarga de resaltar. Por ejemplo, su posición antidogmática y su compromiso indeclinable con unos sujetos concretos (explotados, oprimidos) más que con las categorías o las doctrinas; es decir: Guillén sostuvo la posición más auténtica de un revolucionario y una revolucionaría, más cerca de la “ortopraxis” (y la poesía de la acción) que de la “ortodoxia”. Luego, su idea de que la realidad debe modificarse desde una relación de interioridad y que, por lo tanto, para intervenir en la historia hay que “meterse en el barro”, no temerle a las “impurezas” y participar de las contradicciones asumiendo sus reales circunstancias para profundizarlas y hacer que estallen. Esa fue su lúcida pedagogía política. Asimismo, cabe agregar, como fundamento de su quehacer sintético, su concepción del pensamiento como diálogo y servicio y no como monólogo y abandono.

Estas invariantes son las que, en buena medida, explican la inusual empatía militante de Guillen, su excepcionalidad, su íntima originalidad. Las inconsistencias que pueden hallarse en su obra de ningún modo atentan contra la coherencia de fondo suministrada por las invariantes señaladas.

Siendo un europeo, Guillén se comprometió a fondo con las luchas anticolonialistas y antiimperialistas. Deslastrado de modelos universales (y “universalizadores”), despojado de algunos accesorios occidentales irrelevantes, supo comprender y adaptarse a las diversas situaciones. Ofreció su esencia. Buscó reflexionar desde y no sobre. Así, practicó el internacionalismo en su mejor versión. Insistió en la necesidad de la unidad de Nuestra América y militó por ella. Concibió esa unidad por abajo, como una unidad construida a partir de los pueblos y apuntalada por Estados gestionados por gobiernos populares y transformadores (revolucionarios). Pensó medidas que conservan su validez y que resultan apremiantes: un banco continental con múltiples ramificaciones, una moneda continental, entre otras del mismo tenor. Con mucha lucidez, supo anunciar la crisis del Estado nacional ante el irrefrenable proceso de internacionalización de la economía mundial. Denunció el proceso de “colonización financiera” y al Fondo Monetario Internacional (FMI) como uno de sus principales arietes.

Como teórico de la lucha armada, cuestionó ásperamente los modos napoleónicos, el militarismo, el “ofensivismo abstracto”, el fetichismo del método (que confunde método con objeto y no sabe tomarle el pulso a la lucha de clases). Fraternalmente, les advirtió a las organizaciones revolucionarias armadas sobre el riesgo de caer en la “guerra privada”, en la guerra de aparatos, en el “duelismo”; al tiempo que realzó la importancia de la política y alentó el frentismo democrático. Si la guerra no es extrínseca a la política (y a la retórica), no debería caerse en el absurdo de pensar la política (y la retórica) como extrínsecas a la guerra. Guillén concibió la guerra popular en un sentido totalizador. Se anticipó así a las guerras de cuarta (y quinta) generación.

Sin abandonar jamás su esencia libertaria, cultivó un marxismo que aborrecía los manuales y que buscaba enraizarse en las tradiciones de Nuestra América, un marxismo “diluido” en los movimientos de liberación nacional.

Aunque asumió el horizonte del socialismo autogestionario y la participación comunal, reconoció la necesidad de la planificación macroeconómica y la importancia del Estado a la hora de impulsar procesos de Industrialización en los países periféricos. De algún modo, sin homenajearlo, concibió al Estado como camino necesario para ir más allá del Estado. Para Guillen, que renegaba de los ideales abstractos, la perfecta sociedad humana no estaba más allá de la política. Para él, el Estado contaba como momento (uno más) de la realización. En este asunto se colocaba a prudente distancia de las posiciones típicas de una buena parte del espectro anarquista. Como en otros aspectos, su visión, más que tributaria de doctrinas, “sagradas escrituras” o “dogmas de fe”, era el fruto de una síntesis elaborada a partir de experiencias colectivas, profanas y profanadoras.

Como anarquista, marxista y socialista autogestionario, siempre rechazó las exteriorizaciones diferenciadoras y las exigencias morales abstractas y ajenas a lo real. La ambición de las aspiraciones nunca lo condujo al desprecio (o a la negación) de lo concreto. Las metas radiantes no lo enceguecieron a la hora de intervenir en el turbulento punto de partida. No cayó en la parálisis del purismo. Supo amarrar lo nuevo —el futuro— al pasado y al presente.

En el auge de los socialismos reales, en el momento de su máximo prestigio como alternativa sistémica al capitalismo, Guillén percibió algunas de sus fallas originarias, de sus vicios de estirpe, y optó por otras vías. Por vías que, en última instancia, resultaban más afines con un horizonte socialista, porque lo preparaban. Recuperó y puso en valor viejas experiencias de autogestión y comunidad, estuvo muy atento a las nuevas y extrajo de ellas los elementos que sostuvieron su inspiración utópica. Buscó los significantes del socialismo fuera del campo de las superestructuras y perfiló otras significaciones.

Por sus planteos sobre la economía participativa y autogestionaria y sobre la democracia asociativa; por sus propuestas sobre inversión pública comunitaria; por su idea de un socialismo con mercados autogestionados (no con “mercado”, en singular y mucho menos “de mercado”); por su temprana matriz ecologista, etc., hoy, puede ser recuperado como uno de los precursores de la “economía social” o la “economía popular”.

Guillen soñó agro-villas autogestionadas asistidas por el aporte de la tecnología. Con pinceladas de un extraño desarrollismo reescribió, a su modo, la fórmula leninista que definía al socialismo como la sumatoria del poder de los soviets más la electricidad. O, por qué no, redescubrió la fórmula del peruano Hildebrando Castro Pozo quien, en la década de 1920, le dio un giro autóctono a la fórmula leninista: el socialismo como resultado de la comunidad indígena-campesina (el ayllu) más la electricidad.

No hace falta apilar más argumentos para demostrar que el personaje merece el esfuerzo por discurrir sobre la vigencia de su pensamiento (y sobre los modos de actualizarlo). A esto nos convoca Carretero Miramar en este libro. Pensar hoy a Guillén, tal vez, sea una de las tantas formas de comenzar a conjurar colectivamente la pesadez universal que nos envuelve, una vía de escape de la postración y el agobio que provocan la crisis civilizatoria del capital y la ausencia (seguramente temporaria) de alternativas.

No caben dudas: Guillén es un personaje histórico “raro”. Pero no es inclasificable. Por supuesto, no tolera las clasificaciones superficiales y fáciles. Un mundo fluido soñaba en él. Carretero Miramar, contribuye al conocimiento y a la comprensión del personaje pero, sobre todo, nos invita a encontrarnos en sus viejas huellas para que permanezcan indelebles.

Lanús Oeste, Provincia de Buenos Aires, Argentina
23 de septiembre de 2021

La Haine

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Sobre el libro

Rigurosa biografía del enorme revolucionario a ambas orillas del Atlántico Abraham Guillén, quien combatió en la Guerra Civil española y, tras huir varias veces de las cárceles franquistas, recaló en la Argentina. Compañero de John William Cooke y Alicia Eguren, Guillén trabajó para el gobierno peronista y, luego del golpe de 1955, participó activamente en la resistencia y terminó integrando el Estado Mayor de la primera guerrilla del país: Uturuncos. Aparte de instructor militar en Cuba durante los primeros años de la Revolución, colaborador del plan de liberación continental impulsado por el Che e interlocutor fundamental del Movimiento Tupamaros del Uruguay y de diversas organizaciones revolucionarias latinoamericanas, Guillén obró también como uno de los más afamados teóricos de la guerrilla urbana, en debate abierto con el foquismo.
Economista de formación, colaboró con los sectores que impulsaban el cooperativismo en Perú durante el gobierno de Velazco Alvarado y reflexionó críticamente sobre el capitalismo de su tiempo, la experiencia yugoslava de la autogestión, el “socialismo real” y los modelos chino y albanés. Después de sucesivos avatares de dictaduras y persecuciones, Guillén regresó a la España en la etapa de la Transición, momento en que se reincorporó a la militancia anarcosindicalista y consolidó su faceta teórica, en la que sobresale como uno de los más relevantes teóricos de la autogestión obrera.

Sobre el autor

José Luis Carretero Miramar, nacido en Cuenca, España, en 1971, es abogado, profesor de la enseñanza pública, escritor, columnista y militante social y del sindicalismo combativo.

Como autor, tiene varios libros en su haber sobre las sobre las transformaciones del trabajo, las consecuencias de la crisis y alternativas económicas al capitalismo, Contratos temporales y precariedad, El bienestar malherido, Entender la descentralización productiva, El trabajo de la crisis y La autogestión viva, a lo que se suma Tu casa no es tuya, es del banco, que lo cuenta como compilador.

Ganador del Certamen de Narrativa Social Al Margen (Valencia) y participante en la antología poética Palabras de barricada, le fueron publicados también un par de volúmenes de narrativa, Palabra de abogado y El abogado del hombre más malo del mundo y otros relatos, y la biografía Eduardo Barriobero, las luchas de un jabalí. Además, es colaborador habitual en distintos medios de comunicación, como El Salto y Sputnik Radio y miembro del consejo de redacción de la revista Trasversales (España) y del consejo asesor internacional de Autogestión para Otra Economía, de nuestra editorial.

Militante desde su juventud en movimientos sociales madrileños, Carretero fue también miembro de la Junta Directiva de la Asociación Libre de Abogados (ALA) y defendió, como letrado y muchas veces gratis, a inmigrantes, insumisos, activistas sociales, sindicalistas y víctimas de la tortura y de violencia de género. En su trayectoria también figuran numerosas conferencias, cursos y talleres impartidas en universidades y centros sociales sindicales y culturales de Europa y América Latina, lo mismo que su asesoría a varios proyectos autogestionarios concretos y su colaboración con el Programa Facultad Abierta de la Universidad de Buenos Aires, sobre las empresas recuperadas argentinas.

En la actualidad, Carretero dicta clases de Formación y Orientación Laboral en la escuela pública y es miembro del Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión (ICEA) y se desempeña como secretario general de la Confederación Sindical Solidaridad Obrera.

Su libro, Abraham Guillén, guerrilla y autogestión, que con esta edición Callao pone al alcance del público de habla española en Latinoamérica, fue primeramente publicado en España, por Solidaridad Obrera, y en Brasil, por editorial Faisca.

Sobre la presente edición

La edición argentina del libro Abraham Guillén, guerrilla y autogestión (ISBN: 978-987-47372-1-2, 332 páginas), realizada por editorial Callao, suma un prólogo del escritor argentino Miguel Mazzeo a los ya contenidos en la edición española, que llevaban la firma de Andrés Ruggeri y Crescencio Carretero.

Con este libro, impreso en la recuperada Chilavert Artes Gráficas, de la Ciudad de Buenos Aires, Callao inaugura la serie “Biografías” de su Biblioteca «Economía de los trabajadores», colección que ya cuenta con una quincena títulos en los que se abordan tanto problemas y experiencias de la autogestión obrera como las luchas de la clase trabajadora en el contexto del capitalismo globalizado bajo la hegemonía neoliberal.

Sobre la editorial

Callao Cooperativa Cultural surgió en 2014 con la idea de construir un proyecto editorial cooperativo que reflejase la producción intelectual y las experiencias de autogestión del trabajo —especialmente en empresas y fábricas recuperadas— y aportara al conocimiento y el debate sobre estos temas.

Los primeros libros producidos por la cooperativa fueron editados con la colaboración de Ediciones Peña Lillo – Continente, que acompañó a nuestra editorial en sus años iniciales, cuando lanzamos la Biblioteca “Economía de los trabajadores”, una serie que actualmente suma una quincena de títulos.

Desde hace poco, Callao también edita la revista Autogestión para otra Economía, un proyecto editorial preexistente que se ha integrado a nuestra cooperativa.

En concreto, en la actualidad, nuestras líneas editoriales son:

• Biblioteca «Economía de los trabajadores», ya mencionada, y

• Revista Autogestión, que funciona como un medio de comunicación para la información, el debate y la construcción colectiva entre los diversos actores del mundo cooperativo, de la autogestión y de la economía popular.

Todo nuestro proceso de producción editorial se caracteriza por ser autogestionado, incluyendo la tarea de impresión, que se realiza en empresas recuperadas por los trabajadores.

Nuestras publicaciones se consiguen en librerías y en puntos de venta de cooperativas de consumo.

Callao integra la Federación de Cooperativas Autogestionadas de Buenos Aires (Fedecaba).

 

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