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Cuba, Anti Patriarcado :: 06/03/2019

Activismo feminista en Cuba: retos, alertas, resistencias y retrocesos

Maura Febles
El feminismo depende de la apropiación que de él hagan las fuerzas sociales transformadoras

Intervención en el Coloquio Internacional de Estudios sobre la Mujer organizado por la Casa de las Américas, 18–22 de febrero, 2019, La Habana. La autora es investigadora del Instituto de Filosofía de Cuba.

Nota introductoria:

Académicas, activistas, artistas, mujeres de la capital y el oriente cubano, del ámbito religioso y secular debatieron sobre derechos y retos del activismo que protagonizan.
“Académicas y activistas tienen que estar entroncadas en un solo cuerpo para derribar todo tipo de patriarcado”, afirma Diarenis Calderón, del colectivo afrofeminista Nosotrxs, quien apuesta por una visión amplia del activismo que reúna la lucha contra todas las opresiones y fundamentalismos.  Calderón llamó a trabajar en la unidad y desde las comunidades durante su intervención en el panel “Derechos y activismo, voces del aquí y ahora”, organizado por la periodista Lirians Gordillo en el coloquio internacional “Expectativas, logros y desengaños del nuevo milenio en la historia y la cultura de mujeres latinoamericanas y caribeñas”.
El coloquio, que realiza cada año el Programa de Estudios de la Mujer (PEM) de Casa de las Américas, se celebró del 18 al 22 de febrero en la capital cubana. “La última década ha sido escenario propicio para la creación de varios proyectos y colectivos feministas, antipatriarcales y antirracistas en Cuba. Esas voces mantienen viva la ‘tradición feminista’, una herencia fraccionada pero que persiste en revelar las formas de dominación patriarcal que sobreviven en la sociedad cubana”, dijo Gordillo al presentar el panel.
Las invitadas al encuentro coincidieron en una visión amplia e interseccional de las discriminaciones, por esa capacidad que tienen las distintas opresiones de confluir y reproducirse entre sí.
Según las panelistas, capitalismo, patriarcado, racismo, homofobia, transfobia y lesbofobia vienen de la mano, por eso la necesidad de “luchar contra todas las opresiones y hegemonismos, vengan de donde vengan”, declara Calderón. La centralidad de los derechos es visible en acciones y discursos de distintas organizaciones y voces que en el país reclaman justicia de género ante la violencia machista, exigen el reconocimiento de los derechos de las personas LGBTIQ (lesbianas, gays, bisexuales, trans, intersexuales y queer) y denuncian la discriminación que viven poblaciones negras.
“Reivindicamos no solo todos esos derechos que nos tendrían que asistir como seres humanos y ciudadanas de un país. Tenemos los mismos deberes que todas las personas heterosexuales, pero no tenemos los mismos derechos y eso nos convierte en ciudadanas de segunda categoría. Necesitamos no tener miedo de decir que somos mujeres lesbianas”, apuntó Teresa de Jesús Fernández, coordinadora de la Red Nacional de Mujeres lesbianas y bisexuales que acoge el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex).
En esa lucha, las cubanas tienen un trayecto recorrido y la periodista Liliana Gómez ve una fortaleza en los derechos conquistados durante los últimos 60 años y la creciente capacitación sobre género y feminismo. “Quiero recordar a la periodista y feminista Isabel Moya, porque fue determinante en la capacitación de muchas generaciones de periodistas en el país. Gracias también a ella pudimos ganar en conciencia de género, asumimos inquietudes personales de siempre y nos reconocimos feministas como una posición política de transformación en todos nuestros espacios”, declaró a SEMlac la profesora de la Universidad de las Tunas, en la zona oriental del país.
Para la abogada Liset Imbert, la capacitación también es fundamental. Partidaria de una Ley integral de violencia de género en Cuba, la jurista aportó como punto a una agenda común, además de la ley, un programa de capacitación a profesionales de la justicia. “Para una interpretación equitativa de la norma, las y los juristas tenemos que ser lo suficientemente inclusivos y para eso es imprescindible la capacitación”.
Retos y puntos para una agenda común
El momento de cambios económicos y legales que vive Cuba, la emergencia mediática de los fundamentalismos religiosos y la complejidad del contexto internacional inciden directamente en el activismo feminista y antirracista cubanos.
La pastora Elaine Saralegui aportó al debate reflexiones sobre cómo se manifiestan los fundamentalismos religiosos y su programa político contra los colectivos LGBTIQ, pero también contra los derechos de las mujeres y el proyecto socialista.“Recientemente hemos visto alusiones al aborto, con imágenes maniqueas que reproducen campañas internacionales contra este derecho de las mujeres”, dijo Saralegui.
Unir conocimiento y práctica comunitaria, pasar de los medios y las redes sociales a la calle y la comunidad, fue también el mensaje que compartieron las panelistas. “La coherencia y el carácter emancipador del feminismo como teoría y praxis liberadora no depende de avalar académicamente sus postulados, depende de la apropiación que hagan de él las fuerzas sociales transformadoras para asumirlo y desarrollarlo en la resistencia y lucha cotidiana”, comenta la socióloga Maura Febles a SEMlac.
La investigadora del Instituto de Filosofía del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) llamó a transformar la relación entre academia y práctica, pues “situar el feminismo donde se hace, o donde es posible, es llevarlo de la noción de proyecto utópico a un proyecto práctico-teórico posible, tan necesitado en los tiempos que vivimos”.
A ese empeño se suma Calderón desde la educación popular y afirma que “esa agenda común debería fomentar el empoderamiento de las mujeres afrodescendientes y las personas queer, legitimando sus derechos y accionar directamente en la comunidad, porque la comunidad tiene una base importante para la transformación social.”
Por su parte, Yulexis Almeida, investigadora e integrante del colectivo Afrocubanas, opina que para avanzar es imprescindible unir en la diversidad y construir alianzas. Frente al reto que representa la ausencia de un movimiento articulado y amplio a nivel nacional, la profesora universitaria propone “trabajar juntas por construir un movimiento cubano y para eso hay que reunir voluntades, saberes, acciones y esfuerzos, todo lo que sea necesario para que dejemos de ser grupos atomizados por la ciudad y por el país”, alerta.[1]

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¿Desde el activismo cuáles retos/alertas/resistencias/retrocesos crees necesitamos visibilizar y por qué?

El proceso de actualización del modelo económico y social en Cuba ha modificado sustancialmente prácticas desarrolladas por cubanas y cubanos durante décadas. Los cambios que se proponen tienen impactos desiguales para hombres y mujeres.

Por diversas razones, hay una vuelta de la mujer cubana al hogar y un reacomodo de las relaciones de género hacia prácticas patriarcales, lo cual contrasta con el número significativo de mujeres profesionales y promovidas a puestos de gobiernos y de toma de decisiones en espacios locales. Nuevas y viejas concepciones sobre lo femenino y lo masculino se están enfrentando en medio de un complejo escenario social donde se reconstruye la subjetividad y el ideal de futuro de las mujeres cubanas.

Existen, no obstante, a mi modo de ver, experiencias de diversos modos de propiedad y gestión que han desafiado todas las normativas que acompañan esta reforma económica –y las que no la han acompañado también– para construir un modo de vida que pone en el centro la reproducción de la vida.

Es así que hay negocios, cooperativas, emprendimientos (liderados a veces por mujeres) que incluyen en sus prácticas cotidianas indicadores que sobrepasan lo que es considerado exitoso según la economía clásica, y han incorporado cuestiones que tienen que ver con la participación, la gestión y la política (reorganización de los trabajos socialmente necesarios, establecimiento de criterios colectivos, disposición de recursos monetarios colectivos, iniciativas y estimulación de manera colectiva) e incluso que tienen que ver con la corresponsabilidad de la vida laboral, familiar y personal (construcción cotidiana y colectiva de los sentidos del “vivir bien”, prácticas de cuidado dentro del colectivo, uso de los tiempos de trabajo empresa/hogar), etc. aportes, todos ellos, que pueden encontrarse como parte del acumulado teórico de la economía feminista. No quiero decir que hemos encontrado a las primeras empresas en La Habana que apuestan por una economía feminista, pero sí que existen condiciones de posibilidad para que esto ocurra, poco más o menos.

Ahora bien, la existencia de esta realidad no implica, y aquí estaría el primer desafío, un proceso de concientización de esas prácticas para fortalecerse como grupos de mujeres que están produciendo y reproduciendo sus vidas de esta manera, –más allá de que lo consideren o no feminismo– no existe la necesidad de sistematizar sus aportes, de visibilizar sus prácticas, de pensarse como propuestas diferentes de producción y reproducción de vida.

La coherencia y el carácter emancipador del feminismo como teoría y praxis liberadora no depende de que avalemos académicamente sus postulados, depende de la apropiación que de él hagan las fuerzas sociales transformadoras para asumirlo y desarrollarlo en la resistencia y lucha cotidiana.

Digo entonces, que tenemos el reto también de transformar la relación existente entre el feminismo académico y las prácticas feministas cotidianas de las experiencias con las que trabajamos, y que esa relación no contribuya a dividirnos siempre entre las encontradas y las que encontramos, entre las que hacen y las que escribimos. Situar el feminismo donde se hace, o donde es posible, es llevarlo de la noción de proyecto abstracto a un proyecto utópico liberador posible, tan necesitado en los tiempos que vivimos.

Sería bueno entonces apartarnos un poco de las intervenciones academicistas y contribuir más al desarrollo de procesos transformación que sean sostenibles para estas experiencias, más allá de nuestra presencia y acompañamiento.

Otro desafío aún más latente es establecer un nexo entre los procesos de formación y reflexión colectiva sobre la crítica al patriarcado (que existen, y muchos), y la contribución o, al menos, la preocupación por un proyecto social a nivel de país que desde luego incluya nuestras posiciones feministas pero que contenga otros muchos márgenes que garanticen la equidad social. Cuando hablamos de feminismo hablamos de política, y a veces siento que los esfuerzos formativos existentes, que además están fragmentados, sectorializados, inconexos pareciera que sólo se circunscriben al espacio concreto del cual se discute (comunidad, cooperativa, grupos de mujeres) muchas veces atrapados en dar respuesta a las demandas de la cooperación internacional (gracias a la cual podemos hacer gran parte de nuestro trabajo), pero necesitamos no olvidar que el propósito es más grande que el que nos convoca la mayoría de las veces. No podemos darnos el lujo de despolitizar el feminismo, la perspectiva de género, etc. porque sería una contradicción esencial. ¿Cómo podemos estar en talleres hablando de feminismo sin mencionar la crítica al sistema capitalista? A veces, sucede.

En consecuencia, y como otro desafío, encuentro una inmensa carencia de una apropiación crítica desde el movimiento de mujeres en Cuba, respecto al aporte teórico-metodológico de los feminismos presentes en América Latina.

¿Qué nos han aportado las feministas latinoamericanas al proceso de construcción del Sujeto mujer que se ha desarrollado en la etapa revolucionaria? Nosotras hemos nacido y hemos disfrutado de logros que son aún demandas en casi toda la región, pensemos sólo en lo que tiene que ver con la salud sexual y reproductiva, entonces, ¿qué podemos aprender de ellas? ¿Cómo podemos construir una relación en la que no seamos sólo la bandera de las conquistas alcanzadas sino un movimiento con otras carencias y aspiraciones, necesitadas del diálogo y el intercambio? ¿Desde qué posiciones feministas trabajamos y cómo podemos acompañar a esas mujeres que están hoy en la vanguardia de las calles como ejemplo de resistencia en el complejo escenario que vive la región? ¿Qué impacto tiene eso en nuestro proceso?

Son preguntas que tenemos que hacernos y que implican desafíos para el movimiento de mujeres en Cuba, que ponen el reto de la solidaridad no sólo para la lucha, para las marchas, para las movilizaciones. Tenemos que unirnos para pensar y reflexionar nuestros procesos, nuestras fortalezas, nuestros sueños y nuestras revoluciones, no las épicas, las envejecidas, sino las cotidianas, porque sólo desde ahí podremos caminar juntas.

Concluyo con lo que considero tres puntos importantes a una agenda común:

- Profundización del feminismo con el compromiso de ensanchar el corredor anticapitalista en el escenario en disputa.
- Unir fuerzas entre instituciones que estudian el tema de género y feminismo. Combinar diagnósticos, investigaciones, redes para hacer coincidir propósitos y metodologías de trabajo.
- Construcción de un feminismo no fragmentario, no excluyente ni sectario, desde la alegría y la autoestima de las mujeres cubanas, y no desde la rabia y la victimización.

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Nota: [1] Nota Introductoria por Lirians Gordillo, activista, promotora y especialista en la Editorial de la Mujer

http://medium.com/la-tiza

 

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