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Argentina :: 17/08/2009

En recuerdo de un revolucionario: Raimundo Villaflor

Posta Porteña / La Haine
Mítico dirigente de las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas), hace 30 años un grupo de tareas de la ESMA lo secuestraba y desaparecía.

En agosto de 1979 un grupo de tareas de la Armada Argentina que desde la Esma planificaba y ejecutaba diariamente secuestros, sesiones de tortura y asesinatos sobre la población, puso en su mira a algunos dirigentes de las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas), entre ellos a Raimundo Villaflor.

De mediana estatura, flaco, huesudo, Raimundo tenía 45 años aquel 4 de agosto cuando fue a visitar a sus padres a la casa de la calle Pasteur al 600, en Sarandí. Seguramente sabía que horas antes, en la medianoche anterior, una banda de la dictadura había allanado la casa de su hermana Josefina y se la habían llevado junto al marido, José Hazán, ahuecando paredes y levantando pisos de su morada en Villa Domínico.

Los represores, numerosos y armados hasta los dientes, rodearon la camioneta y los secuestraron a todos. Horas después devolvieron a las nenas. De Raimundo y de (su compañera) Elsa no se supo más nada, salvo fragmentos valiosos y precarios.

Raimundo Aníbal Villaflor había nacido en Avellaneda, el 30 de marzo de 1934. Su padre fue don Aníbal Clemente Villaflor y su madre fue Josefina Gómez. Se habían casado el 4 mayo de 1933 y tuvieron otros tres hijos: Rolando, en el ’36; Clotilde, en el ’42 y Josefina, más conocida como La Negrita, en el ’51.

Se separó de su primer matrimonio y a inicios de los ’70, Raimundo se casó –aunque no hubo papeles– con Elsa Martínez, una uruguaya de la primera camada de militantes tupamaros, y nacieron Elsa y Laura.

Para 1966 formaba parte ya del Grupo Avellaneda, de la organización Acción Revolucionaria Peronista (ARP) –que dirigía John William Cooke–, junto a El Griego, a Juan Zalazar, Francisco Granato, Francisco Alonso, Miguel Gomar, Rolando Villaflor y Norberto Liffchitz.

Raimundo Villaflor no fue de los primeros que dejó la ARP para sumarse al naciente Peronismo de Base. Pero lo hizo, tal vez, para finales de 1969. Y durante su militancia formó parte de la dirección de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) junto a hombres tan valiosos como Enrique Ardetti.

Para 1979, la militancia revolucionaria había sido castigada duramente por la dictadura de Videla. Ya habían ocurrido miles de secuestros y cientos de muertes y asesinatos en enfrentamientos, verdaderos y fraguados. Las propias FAP estaban disminuidas notablemente. Militantes de la época resaltan que Raimundo fue uno de los hombres que más se esforzaron por vincular la lucha guerrillera al proceso de lucha del movimiento obrero, para no quedar como una “patrulla perdida”.

Raimundo puso junto a Ardetti un local de reparación de artículos eléctricos en Florencio Varela, muy cerca de la estación de trenes. No se sabe si como fuente de ingresos para sostener a sus familias o por otro motivo, pero así llegaron al trágico agosto de 1979.

Se supo mucho tiempo después que Raimundo fue ingresado en la Esma (campo de concentración de la Marina), que fue torturado durante varios días en el sótano y luego colocado en el tercer piso del Casino de Oficiales –en Capucha–, en donde mantenían engrillados y enceguecidos a los secuestrados.

Hay pocos testimonios, fragmentados, de lo que ocurrió con Raimundo dentro de su cautiverio, pero hay coincidencia en que lo asesinaron a los tres o cuatro días de haber sido secuestrado.

Su esposa Elsa fue mantenida con vida más tiempo. Al igual que su hermana Josefina, que Ardetti y que otros hombres de las FAP. Sin embargo no sobrevivieron más que algunas semanas o pocos meses. Casi todos fueron finalmente asesinados, sus cuerpos fueron escondidos y aún no han sido hallados.

fuente: Enrique Arrosagaray- extractos- lesahumanidad@miradasalsur.com


DE TACO RALO A LA ALTERNATIVA INDEPENDIENTE. FUERZAS ARMADAS PERONISTAS Y PERONISMO DE BASE: UNA HISTORIA DE MILITANCIA Y LEALTAD A LA CLASE OBRERA

Un destacamento de gendarmería rodea y reduce a un conjunto de 13 hombres y una mujer en la localidad tucumana de Taco Ralo, el 19 de septiembre de 1968, que habían instalado un campamento base con el fin de entrenarse para establecer, un poco más al norte, en la serranías del Cochuna, una base guerrillera.

Provenían de variadas experiencias de la militancia: distintas expresiones de la Juventud Peronista; del nacionalismo que había roto con las expresiones liberales para acercarse al nacionalismo popular, relacionando cada vez más íntimamente la cuestión nacional con la social; la militancia de base cristiana, que se habían distanciado de la concepción asistencialista de la jerarquía eclesiástica, y orientaba su práctica hacia cambios más radicales de la estructura social; también, activistas del peronismo que habían ido incorporando el marxismo como herramienta de análisis, nucleados en torno a la figura y el pensamiento de John William Cooke.

Había, sin embargo, un denominador común para todos ellos: en sus distintas esferas de actuación -el barrio, la fábrica, la agrupación política- habían agotado sus prácticas. Contra los gorilas de la “Libertadora” primero; contra los patrones desarrollistas y los agentes del imperialismo, después. Contra las distintas variantes de dialoguistas e integradores, que pretendían la adecuación del peronismo al sistema de partidos liberales. Contra la burocracia política y sindical del movimiento que, funcionales al objetivo de sacarle su eje clasista al peronismo y constituirse como único negociador frente a las patronales, combatía cada vez con más dureza a toda expresión política que lo aparte de ese objetivo, llegando incluso al asesinato de militantes.

Un año después de la caída de los compañeros en Taco Ralo, la organización lanza su fase urbana, y desde la segunda mitad de 1969 hasta parte del ’71, tiene una intensa actividad guerrillera: recuperación de armas y dinero, reparto de juguetes en barrios carenciados, señalización de enemigos de la clase obrera, intervención armada en conflictos laborales. Al mismo tiempo, va creciendo en el número de militantes, y profundiza y discute internamente su línea política. Esto la lleva a ser la primera organización armada que cuestiona severamente al foquismo, en primer término, y luego –casi como consecuencia- al mismo movimiento Peronista y al Movimientismo.

En septiembre de 1971 lanza su propuesta de Alternativa Independiente, que es la de la construcción, desde la clase obrera y el pueblo peronista, de una organización revolucionaria, independiente de patrones y burócratas. A este acuerdo se llega no sin discusiones, debates y divisiones, que van a signar todo el año de 1972 y parte del ’73. Se había abierto el proceso electoral y la dictadura se retiraba, no sin dar pelea.

Curtidos en la lucha antiburocrática, los militantes de las FAP saben que combatir al sistema con las mismas reglas que éste proponía, y en el terreno en que eran más fuertes, no llevaba sino a un nuevo fracaso.

El asesinato masivo de militantes, que habían concurrido a Ezeiza para recibir al General Perón, por parte de la derecha peronista [y con el acuerdo del propio Perón], y más tarde el temible accionar de las Tres A, confirmaron esta posición que prescindía de la lucha por el control del Movimiento, para abocarse a la construcción, desde la base y con quienes habían sido el motor esencial en el desarrollo del peronismo, de una organización que les perteneciera, y que representase sus intereses: los de la clase obrera y el pueblo peronista.

En el congreso de La Falda, provincia de Córdoba, realizado en octubre de 1973, se asientan las formas organizativas de esta propuesta, que va a tener un importante desarrollo en Buenos Aires, Córdoba, Rosario-Santa Fe, Chaco y Tucumán, y otras provincias.

Pero una construcción de este tipo, con una diferencia cualitativa con respecto a lo hecho hasta entonces, necesita un tiempo de maduración, y justamente era ese tiempo el que faltaba en los acelerados procesos de 1974, 75 y 76. Con la muerte de Perón, se agudizan las contradicciones dentro de un modelo que mostraba claros signos de agotamiento, y las intensas y masivas luchas que da la clase obrera no logran consolidarse organizativamente, para superar el espontaneísmo y darle continuidad. Las patronales comienzan a respaldar la salida represiva, y el imperialismo ve la oportunidad para asestar el demorado golpe en la Argentina, último bastión que le faltaba en el cuadro latinoamericano.

A comienzos de 1977, con una Organización dividida y debilitada por la represión, lo que queda de la Dirección Nacional –el Negro Villaflor, Pocho Palazzesi y el Gordo Ardetti- deciden disolver las estructuras que aun se mantienen a fin de preservar para el futuro a los militantes sobrevivientes.

Enrique Arrosagaray

 

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