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Mundo :: 12/02/2009

África vuelve a enfrentar la injerencia neocolonial

Jaime Ortega
En la actualidad, EEUU tiene destinados en África más de 30.000 soldados, con la posibilidad de doblar esta cifra cuando se instale en España el AFRICOM

La crisis estructural del sistema capitalista está precipitando cambios en la estructura de dominación neocolonial en África, que según la UE, puede dejar de ser la retaguardia tradicional europea.

El pasado 17 de agosto, el Fondo Monetario Internacional aseguraba que al menos ocho países de África se convertirían en llamadas “economías emergentes”. Esta calificación aparentemente técnica, encubre una siniestra dicotomía verbal para tachar a los pueblos africanos que según el FMI han escogido el camino correcto.

En efecto, África sigue siendo una de las reservas de materias primas más vírgenes del planeta, con un potencial económico y natural que podría cubrir las necesidades de la población de casi todo el globo. Sin embargo, esas “esperanzas” del FMI no dejan de ser vanas elucubraciones. Desde hace más de medio siglo, los pueblos africanos llevan adelante simultáneos procesos de descolonización militar, política y económica de su continente que está desembocando en un modelo económico que va a ver la luz tan pronto como el sistema capitalista encarnado en las antiguas potencias coloniales y en los EEUU caiga en picado.

Al igual que sucedió en otros puntos del planeta donde el socialismo ha sido suplantado por un indeterminado sistema económico en teoría a medio camino entre el socialismo y el capitalismo, y sostenido por los mismos gestores del anterior modelo, muchos Estados africanos han comprendido que el modelo neoliberal que comenzó con la caída de la URSS ha sido un desastre, y han emprendido un camino de renacionalizaciones y participaciones en empresas estratégicas que de hecho están minando los cimientos de los monopolios europeos y norteamericanos en el continente, y a ritmos cada vez más acelerados.

Las repercusiones del alzamiento de un nuevo nacionalismo panafricano ha tenido que ver con las recientes decisiones que se han tomado en el plano internacional respecto a África, que no solo conciernen las planificaciones del AFRICOM de los EEUU: la intervención de la o­nU en el Congo, el bloqueo internacional al Gobierno de Zimbabwe o las operaciones de varias potencias contra Somalia (bajo el falso pretexto de la lucha contra la piratería).

La generación de dirigentes africanos de la actualidad han pasado de ser “clase en sí” a “clase para sí”, y a pesar de mantener una concepción y estructura social burguesa, perciben con inquietud que la estabilidad de su posición social no va a venir de la mano del poderío militar yanqui, cada vez más debilitado, sino por un proceso en el cual mantengan su poderío de clase en función de una gran base social disciplinada que sepa enfrentar siempre al neocolonialismo y a las injerencias de las grandes potencias. Inevitablemente, para llevar a cabo esta operación, es necesario un mejor reparto de la riqueza. Han aprendido que para llevar adelante un progreso como clase hay que enfrentar al imperialismo.

El laberinto africano (1): los llamados “países emergentes”

Los países que mencionaba el FMI en agosto del 2008 eran Botswana, Ghana, Kenia, Mozambique, Nigeria, Tanzania, Uganda y Zambia. Esta clasificación marca sin duda un objetivo en la estrategia de los países centrales contra África y sus recursos naturales. Precisamente, la valoración que el Fondo Monetario Internacional hace para este “G-8” no se hace en función del desarrollo técnico, los avances cualitativos y cuantitativos en la educación de sus poblaciones o las inversiones en materia tecnológica, sino en función de los innumerables recursos sin explotar, fundamentalmente el coltán (materia prima con la que se fabrican los chips de componentes electrónicos), diamantes, petróleo y bauxita.

Desde el acceso a la independencia de estos países, pactada o arrancada por sus pueblos a las viejas metrópolis, los gobiernos europeos han mantenido una estrategia de contención de movimientos de liberación posteriores, petrificando la memoria de los líderes históricos del panafricanismo, como el revolucionario Kwame Nkruma (Ghana), pasando por la corrupción o promoción del golpismo en estos países (Congo). El FMI señala a estos 8 países como retaguardia geográfica y geopolítica para mantener las vías de dominación de todo el continente, vías mermadas en los últimos años por la influencia económica china y por el ascenso de movimientos nacionalistas de muy diverso signo.

El laberinto africano (2): el movimiento contra el neocolonialismo

Pensar que los Estados africanos obtuvieron la independencia tras las descolonizaciones amparadas por el Comité de Descolonización Naciones Unidas en los años 50, 60, 70 y 80 es pura ficción. El control de los recursos naturales y la capacidad de influencia sigue siendo el método con el cual una parte considerable de África sigue estando bajo el dominio militar y económico europeo y norteamericano. Las bases norteamericanas del sur de Argelia, la ocupación militar francesa de Costa de Marfil (con 15.000 paracaidistas galos mediando el control del territorio frente a las milicias del Movimiento Patriótico de Costa de Marfil), la ocupación con tropas de la o­nU de la República Democrática del Congo, y la recién inaugurada misión militar de la Unión Europea que, bajo auspicio del FRONTEX, está “supervisando” a los Ejércitos del África Occidental, Mauritania y del Chad está despertando recelos entre los pueblos africanos que ya han tenido sus primeras manifestaciones de ira anticolonial. Especialmente en Chad, donde el caso de la o­nG francesa “El Arca de Zoé” puso en entredicho la presencia de observadores militares franceses y la aquiescencia de su Presidente Regy Debi.

La República Popular de Angola, Estado clave en el futuro de un nuevo proyecto de estabilidad continental, ha sido el país pionero en la ruptura de grandes relaciones de dependencia con las metrópolis. El Movimiento Popular para la Liberación de Angola(MPLA), partido gobernante con el 80% de apoyo entre el electorado guineano, ha establecido mecanismos de desarrollo y apoyo mutuo que están haciendo de este enorme país uno de los más productivos de África, y que, casualmente, no están entre los “emergentes” del FMI. Angola tuvo, junto con la República de Cuba, un papel preferente en la lucha contra el Apartheid en el cono sur de África (Mozambique, Zimbabwe, Namibia, Angola y Sudáfrica). Aún manteniendo lazos de amistad recíproca con Portugal, está abriendo perspectivas para un desarrollo independiente que se amplía a todos los países africanos en lengua portuguesa, entre ellos, Guinea-Bissau.

Angola, que hasta diciembre de 2008 ha mantenido la presidencia temporal de la OPEP, ha sido uno de los países donde el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de la o­nU ha crecido de manera más rápida, y gracias a las inversiones y el desarrollo continuado que su empresa estatal de petróleos SONANGOL está llevando a cabo, comienza a vislumbrarse que este país del África Sudoccidental pueda realizar en menos de una década su propio programa espacial.

Guinea-Bissau, es otro de los Estados cuestionables según la doctrina del FMI. Aunque en los años 80, y a merced de los paulatinos retrocesos en la cooperación económica y política Guinea-URSS, este país asumió el programa de ajustes estructurales de esta institución, sigue siendo un país al que se mira con desconfianza en los foros internacionales. Su gobierno tiene vedado el acceso a los recursos estratégicos a las corporaciones norteamericanas, británicas e israelíes, y la planificación estatal prevé que en el año 2012 ya haya petróleo guineano para la extracción, según la compañía estatal PETROGUIN. Guinea-Bissau fue uno de los Estados que precipitó la caída del fascismo en Portugal, y ha mantenido el capital humano necesario para un rápido proceso de desarrollo que solo necesita un elemento: la participación de otros sujetos internacionales en la explotación de sus materias primas en régimen de equidad. La reelección del histórico combatiente del Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde Joao Bernardo “Nino” Vieira es visto por los demás Estados africanos y movimientos nacionalistas como un respaldo a un proyecto que, a medio plazo, puede minar definitivamente las relaciones de dependencia.

África y el post-neocolonialismo

El debilitamiento de estas relaciones de dependencia entre el centro y la periferia del poder económico mundial ha sido paralelo al proceso de colapso del neoliberalismo. En la actualidad, EEUU tiene destinados en África más de 30.000 soldados, con la posibilidad de doblar esta cifra cuando se instale en España el AFRICOM. Francia dirige la política exterior de sus antiguas colonias gracias a las filiales de ELF repartidas por el Continente, y es cómplice de numerosos genocidios. Asimismo, los observadores militares de la Unión Europea estiman que se hace más necesario que nunca concentrar miradas en África, dado que se están dando condiciones muy adversas para las antiguas metrópolis.

El Comité Político y de Seguridad de la UE está haciendo gruesas inversiones en el campo de la cooperación militar, formando a policías y militares de Estados africanos para prevenir eventuales movimientos nacionalistas o de liberación. Curiosamente, ha sido un General del Ejército español quien ha sido el designado por la UE para las reformas en el sector de la seguridad en varios países africanos, el General Esteban Verástegui[1], que ya ha prestado servicios en Guinea-Bissau, República Democrática del Congo, Afganistán y Guatemala, siempre en períodos previos o posteriores a golpes militares o sediciones.

Es evidente que de esta crisis estructural del sistema capitalista va a nacer una nueva estructura del proceso productivo mundial, que entre otras cosas, comprenderá una nueva relación de clase entre los que hasta ahora han sido explotadores y explotados. La “revolución democrática” africana concluirá cuando sus países accedan a una total independencia, que llegará más pronto que tarde.

[1] http://www.consilium.europa.eu/ueDocs/cms_Data/docs/pressdata/EN/declarations/99182.pdf

la Red

 

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