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Medio Oriente, EE.UU. :: 18/02/2020

Árabes y musulmanes deben tomar postura a favor de Palestina

Ramzy Baroud
Habría que ser ingenuo y ciego para asumir que en algún momento de su pasado el régimen israelí tuvo un ápice de interés en una paz justa

Romper con Washington

Ha sido un fracaso una solución negociada para el “conflicto palestino-israelí”, al menos en la forma ideada por los sucesivos gobiernos estadounidenses. Los palestinos y sus aliados tendrían que explorar un nuevo camino de liberación que no pase por Washington.

Es fácil echar toda la culpa al actual gobierno estadounidense y señalar a personajes poco fidedignos, como el yerno del presidente, Jared Kushner, como el hombre que ha reducido él solo cualquier posibilidad real de una paz justa en Palestina e Israel.

Sin embargo, la verdad difiere mucho de suposiciones convenientemente moldeadas. El “proceso de paz” respaldado por EEUU estuvo interrumpido desde las últimas negociaciones en 2014. Durante años antes de que Donald Trump anunciara el 28 de enero el “Plan de Oriente Próximo” Israel hizo cuanto estaba en su mano para asegurar que los palestinos nunca podrán tener un Estado propio. Varios altos cargos israelíes no solo hablaron abiertamente de su deseo de anexionarse ilegalmente gran parte de los territorios ocupados, sino que el gobierno israelí ha adoptado muchas medidas para garantizar la constante expansión de las ilegales colonias israelíes.

Habría que ser políticamente ingenuo y moralmente ciego para asumir que en algún momento de su pasado el gobierno israelí tuvo un ápice de interés en una paz justa que garantice al pueblo palestino un mínimo de dignidad, libertad y justicia.

No obstante, todo el mundo ha seguido el juego: Israel se quejaba de no tener un socio para la paz y al mismo tiempo afianzaba su ocupación militar y expandía su régimen colonial; la Autoridad Palestina (AP) del presidente Mahmoud Abbas esgrimió sin cesar amenazas vacías que en última instancia no significaron nada; los estadounidenses instaron a ambas partes a volver a las “negociaciones incondicionales” al tiempo que financiaban al ejército y la economía israelíes por valor de 3.800 millones de dólares; la ONU y la Unión Europea siguieron un predecible guion político que se considera más “moderado” que el de Washington aunque fue incapaz de emprender una sola acción significativa para impedir que Israel cometiera más violaciones del derecho internacional.

Por su parte, la Liga Árabe y la Organización de Cooperación Islámica (OCI), que posiblemente son los aliados más sólidos y constantes de Palestina, siguieron siendo marginales y con mucho las menos relevantes de todas las partes. Sus declaraciones esporádicas de apoyo de los palestinos y condenando la ocupación israelí se volvieron predecibles y nada eficaces. Con excepción de Abbas y su Autoridad, los palestinos ordinarios no vieron valor alguno en el apoyo verbal que prácticamente nunca se tradujo en acciones tangibles.

De algún modo este paradigma sesgado se mantuvo durante muchos años, en parte porque convenía a todo el mundo excepto, por supuesto, al pueblo palestino que siguió siendo sometido y humillado sin trabas por Israel.

Actualmente hay dos corrientes diferentes que luchan para definir la situación en Palestina en la era posterior al “Acuerdo del Siglo”.

El primer lugar, Israel y EEUU, que están ansiosos por convertir el “Plan de Oriente Próximo” en un hecho rápido e irreversible. Están impacientes por anexionarse las ilegales colonias de Cisjordania y del valle del Jordán (que suponen aproximadamente el 30 % del tamaño total de Cisjordania). Además, a Washington le gustaría que sus esfuerzos diligentes y clandestinos para normalizar las relaciones entre los árabes e Israel se tradujrean en acuerdos reales y con el tiempo en relaciones diplomáticas plenas.

En segundo lugar la Autoridad Palestina, la Unión Europea, la ONU, la Liga Árabe y la OCI quieren que fracase el “Acuerdo del Siglo” pero no tienen una alternativa que proponer. Insisten en el respeto al derecho internacional y siguen siendo partidarios acérrimos del inviable paradigma de los dos Estados, pero no tienen una auténtica estrategia y menos aún un mecanismo de ejecución para lograr que se haga realidad.

El sector favorable a la AP apesta a contradicciones no menos obvias que la contradicción de la Autoridad Palestina de Abbas cuando habla de “resistencia popular” mientras suprime junto con Israel cualquier intento destinado a desafiar la ocupación israelí.

Un ejemplo perfecto de las contradicciones de este sector es que solo dos días después de que la Liga Árabe emitiera un comunicado rechazando el “Acuerdo del Siglo” el presidente del Consejo Soberano de Sudán Abdel Fattah al-Burhan se reunió con el primer ministro israelí de derecha, Benjamin Netanyahu, en Uganda. Burhan espera cambiar la normalización con Israel por favores de Washington.

Otro ejemplo se ve en el comportamiento del propio Abbas, que el 1 de febrero declaró que iba a romper todas las relaciones con Israel, incluida la llamada coordinación de seguridad, un pilar fundamental de los Acuerdos de Oslo que prácticamente emplea a las fuerzas de seguridad de la AP al servicio de la ocupación israelí.

No es la primera vez que Abbas recurre a esta cuerda de salvamento pero nunca ha cumplido sus promesas y no tenemos razones para creer que esta vez será diferente.

Hay pocas esperanzas de que el sector favorable a la AP, tal como se ve en la actual estructura política, pueda acabar verdaderamente con el “Acuerdo del Siglo”.

Las declaraciones finales tras la cumbre de la Liga Árabe en El Cairo y la cumbre de la OCI en Yeddah los días 1 y 3 de febrero, respectivamente, son una repetición de muchas conferencias pasadas en las que se hicieron promesas y se hicieron condenas, pero sin seguimiento ni acción algunos.

Si árabes y musulmanes son de verdad sinceros en su deseo de enfrentarse a la conspiración estadounidense-israelí, deberían ir más allá de este opresivo modelo de política nada práctica. No basta con rechazar la estratagema de Washington y denunciar los actos israelí. Deberían reunir el valor suficiente para convertir sus declaraciones en una estrategia real y unificada, y su estrategia en acción utilizando todos los medios a su disposición.

Los países árabes gozan de una gran influencia económica y política en Washington y en todo el mundo. ¿De qué vale toda esta influencia si no se utiliza en defensa de Palestina y de su pueblo?

Washington y Tel Aviv cuentan con el hecho de que toda la ira que ha provocado el “Acuerdo de Siglo” entre árabes y musulmanes acabará por apagarse, exactamente como ocurrió después de que Trump reconociera Jerusalén como capital de Israel y trasladara su embajada allí en mayo de 2018.

Si árabes y musulmanes vuelven a fallar a Palestina el pueblo palestino se encontrará solo en esta lucha desesperada que no tiene más remedio que sufrir.. Y cuando los palestinos se alcen, como seguramente van a hacer, su levantamiento no desafiará solo a Israel sino a todo el aparato regional e internacional que ha permitido que la ocupación israelí continúe sin traba alguna durante tantos años.

ramzybaroud.net. Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos. Extractado por La Haine.

 

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