Atentado contra Rafic Hariri en Líbano: ¿Investigación falseada o colonialismo judicial?
Los acólitos de Bush sabían lo que hacían cuando dejaban a su líder decir en Washington -cuando el cuerpo de Hariri no estaba frío aún-, que los organizadores del crimen están en Damasco. Los medios drusos y libaneses antisirios se hicieron eco rápidamente de esas acusaciones.
La canción que entonó entonces el primer comisario de la ONU, el irlandés Peter Fitzgerald, en marzo de 2005, sobre el salvoconducto que tenía que ver con la vigilancia del lugar del crimen y la conducción de la investigación en el terreno, era calculada y rezumaba una condescendencia de estilo colonial.
Los responsables del Potomac y los servicios que planificaron el atentado contra Hariri sabían bien que si los libaneses se encargaban de la investigación primaria era ciento por ciento seguro que se producirían negligencias. Además, en el mundo entero no es nada extraño encontrar ese tipo de errores y negligencias durante las investigaciones criminales policíacas.
Y, en el caso preciso del atentado contra Hariri, esos «errores y negligencias» iban a servir de pretexto para dirigir las primeras sospechas hacia un supuesto complot líbano-sirio.