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Mundo :: 02/05/2012

Notas sobre la violencia delictiva en Centroamérica

Nils Castro
El autor (panameño) propone una interpretación de la violencia no como una especie de plaga nacida de la intolerancia, sino como un fenómeno histórico-social

En Honduras, por ejemplo, con la peor tasa mundial de homicidios, es claro que la situación social –especialmente la pobreza y la ignorancia masivas, el empleo precario y la desigualdad– está en la base del problema, sin que ello signifique que es su causa inmediata. Una subcultura de machismo y violencia, alimentada por muchos decenios de exclusión, despojo, represión y resentimientos, contribuye a traducirlos en violencia y criminalidad. Las conductas violentas de los correspondientes lastimados sociales son anteriores a la proliferación de armas de fuego y el narcotráfico, que luego han potenciado esas formas de actuación social y personal.

Y un factor que después contribuye a incrementar este efecto es la utilización de dichos individuos y grupos, contratados como matones y sicarios por miembros de las élites del poder, para propósitos de imposición, despojo o represión. Ese vínculo con la élite le otorga a esos individuos y grupos cierto estatus y mayor impunidad. No es lo mismo ser un criminal de mala muerte que hacerlo al servicio de ciertos potentados; en la subcultura de los marginales, esto dispensa una peculiar “legitimación”.

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