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Cuba, Argentina, Bolivia :: 16/06/2018

Che y el intelectual revolucionario

René Portuondo
Hay que destacar a los que han estado además de con sus ideas, también en la trinchera junto a las clases trabajadoras

La izquierda revolucionaria y las clases trabajadoras han contado desde casi sus mismos inicios con un fuerte movimiento intelectual que ha acompañado sus procesos revolucionarios. Desde el surgimiento de los primeros movimientos que abogaban por la superación del orden capitalista, muchos han sido los que han contribuido desde la teoría al fortalecimiento de estos. Incluso antes, en el tiempo de las revoluciones burguesas-como la paradigmática Revolución Francesa-, fueron los intelectuales revolucionarios los que se posicionaron al frente de dichas revoluciones.

El marxismo y toda la cosmovisión que de él se desprende, ayudó a dotar al movimiento comunista de la base científica para guiarse en una lucha contra el gran capital y la clase burguesa -devenida en clase reaccionaria tras el agotamiento de sus inicios como fuerza progresista-. El papel de cierta intelectualidad en todo eso es innegable.

Entre ellos se destacan los que han estado además de con sus ideas, también en la trinchera junto a las clases trabajadoras y que en más de una ocasión han dado su vida en este empeño. De ahí resalta  Ernesto Guevara, uno de los revolucionarios-intelectuales más grande de su época. Su participación en varias gestas guerrilleras y lo mítico, tiende a veces a opacar la profundidad y grandeza de su trabajo intelectual.

El trabajo intelectual del Che no es solo en el seno de la Revolución Cubana, sino que venía desde su juventud. Sin embargo es más conocida su labor como dirigente cubano. Aquí realizó un trabajo de preparación en lo económico que le permitiría llevar adelante las duras tareas del tránsito socialista, para las cuales estaba convencido era necesario un hombre superior.

Sometió a las más duras críticas a muchos de los postulados del llamado Manual de Economía Política de la Universidad de Ciencias de la URSS,  en un texto que hoy conocemos como Apuntes Críticos a la Economía Política. En estos trató de contextualizar muchos de los aspectos allí tratados, para acercarlos a la realidad latinoamericana. Aunque menos conocido también tiene gran importancia sus Apuntes Filosóficos, en los cuales reflexionaba sobre mucho de los retos que tendría por delante el período de tránsito.

Quizás su trabajo más conocido El socialismo y el hombre en Cuba, es considerado uno de los textos más importantes del marxismo latinoamericano y de inicios de la Revolución. Ahí defiende una postura que lo llevaría en muchas ocasiones a chocar con los fuertes dogmatismos que en su época dominaban la mente de muchos revolucionarios. Para hacer el socialismo hace falta no solo crear la base material del mismo, sino también la base humana, el ser socialista que llevaría adelante dicha trasformación, afirmaba.

Lo fundamental en estos textos del Che no fueron en muchas ocasiones las respuesta que dio, sino las preguntas que se hizo, muchas aún sin resolver a más de cincuenta años de su muerte.

Lo que si nos dejó el Che, fue el paradigma de lo que debería ser un intelectual revolucionario; un hombre que con sus ideas contribuya al desarrollo de una sociedad más justa y humana, desde la lucha diaria junto aquellos que siguen lo  justo y no desde los altares que se erijan para venerar a los conductores inapelables de la sociedad comunista.

En muchos de los países del ya extinto campo socialista la intelectualidad revolucionaria se subordinó a la égida de una burocracia obrera que terminó por desvirtuarla -a esa intelectualidad- y a la revolución misma.

El dogmatismo de gran parte de los intelectuales soviéticos y del campo socialista respondía en gran medida a las condiciones políticas en las que se enmarcaba. La intelectualidad revolucionaria, acostumbrada a su papel dentro de la oposición al régimen capitalista, no logó brillar en su papel de guía en el período de construcción del socialismo.

El intelectual revolucionario muere como tal cuando sus teorías dejan de tener como punto de partida la realidad que los rodea y mueren como revolucionarios cuando este alejamiento ocurre a causa de la obtención de beneficios personales y la posibilidad de mantener en una sociedad muy difícil una situación privilegiada.

Lo progresista de un hombre y de una clase como generalidad puede medirse por su relación y posición ante el poder dominante. Es siempre más importante el pensamiento crítico que nos permite avanzar superando nuestros errores, que la defensa a ultranza de una orden social, posición que tiende a caer en posturas fanáticas que pierden contacto con la realidad que desean trasformar. Es en este dilema de posturas donde quedan en medio nuestros intelectuales. Será su elección la que decante -a favor o en contra- el juicio inapelable que sobre ellos hará la historia. El Che como intelectual, decidió ser también un revolucionario ¿qué harán los intelectuales de izquierda hoy?

La Trinchera

 

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