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Asia :: 09/02/2020

Coronavirus, ¿otra acción de terrorismo biológico?

Orfilio Peláez
El brote se encuentra ya en 25 países y han fallecido 638 personas, de las cuales solo una se registró fuera del gigante asiático.

Un artículo publicado en su blog personal por el periodista español Patricio Montesinos maneja la teoría de que el coronavirus pueda ser  un germen creado en laboratorios de Estados Unidos, como arma bacteriológica de la guerra comercial desatada por Washington contra China.

Según reseña el texto reproducido en Rebelión, varias declaraciones recientes de altos cargos de la Casa Blanca y una cada vez más intensa campaña mediática internacional antichina, alimentan la hipótesis de que la administración del presidente Donald Trump pudiera ser la responsable de la epidemia aparecida a finales de diciembre de 2019, en la ciudad de Wuhan.

Montesinos hace alusión a lo manifestado el 31 de enero por el Secretario de Comercio Wilbur Ross, quien afirmó: «el brote de coronavirus que ha contagiado a miles de personas podría impulsar la economía estadounidense». Pero el alto funcionario fue más allá al aseverar que «ayudará  a acelerar el regreso de empleos a Norteamérica».

Tales afirmaciones de Ross siguieron a otras del secretario de Estado Mike Pompeo, quien en medio de la emergencia que vive el mundo por la referida enfermedad identificó a China como una amenaza a los principios democráticos internacionales.

A lo anterior se suma el silencio cómplice de los grandes medios de información que omiten mencionar los ingentes esfuerzos desplegados por las autoridades del país asiático para controlar la expansión de la epidemia, entre los cuales resalta la construcción en tiempo récord de dos grandes hospitales destinados a brindar asistencia médica de máxima calidad a los enfermos y la búsqueda de efectivos fármacos que puedan curar la dolencia.

Plantea el periodista en su escrito que aunque se haya tratado de esconder, el mundo conoce bien cómo sucesivas administraciones de Estados Unidos acudieron a la guerra biológica para derrocar gobiernos considerados adversos, desatar conflictos entre naciones y exterminar poblaciones.

Fidel, uno de los primeros objetivos

Una mirada a lo sucedido en el orbe durante los últimos 60 años permite afirmar que pocas naciones han sufrido tan variadas formas de ataques biológicos como Cuba.

Quizá una de las pretendidas primeras víctimas de esa tenebrosa manera de agresión lo fue el Comandante en Jefe Fidel Castro a comienzos de la Revolución, cuando la Agencia Central de Inteligencia (cia por su sigla en inglés) diseñó un plan para contaminar un traje de buceo que supuestamente sería utilizado por el líder cubano.

Cuidadosamente infectado con bacilos de la tuberculosis, la cia quiso utilizar  la hospitalidad de Fidel con James Donovan, un abogado que negociaba con el Gobierno cubano la liberación de los mercenarios capturados en la invasión de Playa Girón, para hacerle llegar a través de él al Jefe de la Revolución el referido traje.

El macabro regalo no fue entregado por Donovan a su anfitrión y las versiones llegadas hasta nuestros días sugieren que este rehusó o buscó un pretexto para evitar involucrarse en el infame acto.

Tampoco faltaron los intentos por inocular microorganismos en tabacos que fumaría Fidel, a fin de propiciar la caída de su emblemática barba.

Luego del fracaso de la invasión por Playa Girón, en 1962 la cia, con el beneplácito del Gobierno estadounidense, puso en ejecución la llamada Operación Mangosta, que incluía entre sus acciones el uso de agentes biológicos y químicos capaces de destruir las cosechas cubanas e incapacitar a los trabajadores agrícolas.

No fue casual entonces que poco tiempo después apareciera en los campos de la mayor de las Antillas el virus patógeno New castle y provocara severos estragos en la masa avícola nacional al tener que sacrificar decenas de miles de ejemplares.

De acuerdo con lo planteado por William Turner, ex agente del fbi, y el periodista Warren Hinckle, en el libro Secretos letales: la guerra de la cia y la mafia estadounidense contra Fidel Castro y el asesinato de John Fitzgerald Kennedy, Estados Unidos utilizó la guerra bacteriológica en Cuba durante la administración de Richard Nixon (1969-1974) y la cia comprometió al gobierno norteño en una guerra secreta no declarada e ilegal contra Cuba. Muestra de ello fue el súbito surgimiento y rápida propagación en 1971 de la primera epidemia de fiebre porcina africana, cuyo control y erradicación conllevó a la eliminación de más de medio millón de cerdos.

El 7 de enero de 1977 un cable de la agencia norteamericana UPI, fechado en Washington, informó que una fuente no identificada de la cia reveló haber recibido a principios de 1971 un recipiente que contenía virus, en Fuerte Guglick, base del ejército estadounidense en la zona del Canal de Panamá. El mismo sería trasladado en un pesquero a agentes encargados de operar clandestinamente en Cuba.

A lo largo de las investigaciones hechas por un grupo de científicos del Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria (Censa), dirigidos por la doctora Rosa Elena Simeón Negrín, se llegó a la conclusión de que ese germen específico de los cerdos había sido adaptado artificialmente para vehiculizarlo por medio de aves. Los especialistas alertaron que eso solo podía lograrse de forma intencional y con técnicas depuradas de ingeniería genética y biotecnología.

Era la primera vez que la agresiva enfermedad se propagaba en el hemisferio occidental.

La fiebre porcina africana reapareció nuevamente en Cuba en el año 1979. En esa ocasión pudo conocerse que la reinfección tuvo su origen en los alrededores del poblado de Caimanera, muy cerca de la Base Naval, que ocupa ilegalmente territorio en Guantánamo.

Otras acciones de guerra bacteriológica sufridas por el pueblo cubano entre la década de los 70 y los años 90 del pasado siglo fueron la introducción deliberada del Moho Azul del tabaco (1971), que afectó severamente la producción de tan importante renglón exportable, la Roya de la Caña (1978), cuyo devastador efecto obligó a desmantelar la casi totalidad de los campos sembrados con la variedad de caña Barbados 4326, de elevados rendimientos agrícolas e industriales; la dolorosa epidemia de dengue hemorrágico (1981), causante de 158 fallecidos, de ellos 101 niños, y la plaga de insectos Thrips palmer que asoló diversos cultivos.

Durante el juicio realizado en la ciudad de Nueva York en 1984 al  agente de la cia de origen cubano Eduardo Arocena, este declaró sin tapujos que la misión del grupo bajo su mando tenía la encomienda de obtener ciertos gérmenes patógenos e introducirlos en Cuba.

La confesión consta en el acta asentada en la página 2189, expediente 2-fbi-ny 185-1009, pero el fiscal del proceso jamás ordenó investigarla.

No existen evidencias en este momento de que el coronavirus forme parte de una acción terrorista biológica de Estados Unidos, pero la práctica de ese país y las declaraciones de algunos de sus más altos funcionarios lleva al periodista Patricio Montesinos en su enjundioso artículo a preguntarse: «¿No es muy sospechoso que haya aparecido el coronavirus en China y que Washington lo haya introducido para debilitar a lo que muchos ya consideran la primera potencia económica mundial, por encima del hasta ahora imperio del mal liderado por Trump?».

 

En contexto

Más de 31 400 casos de infectados con el coronavirus existen en el mundo, de acuerdo con un reporte ayer de la Organización Mundial de la Salud (oms), y de ellos más de 31 200 en China.

El brote se encuentra ya en 25 países y han fallecido 638 personas, de las cuales solo una se registró fuera del gigante asiático.

Ningún país de América Latina figura aún en el mapa de distribución del coronavirus elaborado por la oms, aunque se comprobó el contagio de un ciudadano argentino que viajaba en un crucero retenido en Japón. Hasta el momento los médicos chinos han salvado 1 540 personas, de acuerdo con un reporte del Diario del Pueblo.

El Diario del Pueblo divulgó que el presidente de China, Xi Jinping, dialogó telefónicamente este viernes con su homólogo de Estados Unidos, Donald Trump, pidiendo cordura en la atmósfera internacional mediática, donde deliberadamente se exponen cifras y datos sin contrastar, que transmiten una imagen de que la nación asiática no hace lo suficiente para contrarrestar la epidemia.

Durante la 146 sesión del Consejo Ejecutivo de la oms, celebrada el 4 de febrero, el director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus, elogió a China por las fuertes medidas y la celeridad en el enfrentamiento.

 

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