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Medio Oriente :: 29/08/2007

De Bagdad a Jerusalén? y vuelta

Paolo Gilardi
La multiplicación de los enfrentamientos entre las fracciones palestinas, querida y dirigida por los imperialistas, contribuye a su vez a confirmar la idea profundamente racista del choque de civilizaciones

Hasta su muerte, el 11 de noviembre de 2004, el presidente de la Autoridad Palestina, Yasser Arafat, era persona no grata en el territorio de Estados Unidos. En cuanto a la Organización para la Liberación de Palestina, la OLP, y a su componente mayoritario del que Arafat era líder, figuraban siempre en la lista de las organizaciones tildadas por Washington de terroristas. ¡Menos de tres años después, el gobierno de EE.UU. le otorga unos 190 millones de dólares -a los cuales se deberían añadir otros 228 provenientes de colectas semiprivadas- al sucesor de Arafat, Mahmud Abbas, y a su organización, Al Fatah!

Cuántos cambios en menos de tres años! Es a tal punto, que tanto Bush como la prensa y los funcionarios israelíes llaman al presidente de la Autoridad Palestina por su antiguo nombre de guerra, Abu Mazen, privándole hasta del orgullo de su pasado como combatiente antisionista.

Un camino aún no señalado…

Evidentemente, es una evolución que no puede ser aislada del contexto regional particular, marcado por la quiebra de la estrategia imperial en Medio Oriente, en primer lugar en Irak, y en Afganistán.

En 2002, antes de la invasión a Irak, eran muchos los que en los gobiernos occidentales pretendían que primero había que encontrar una salida al problema palestino antes de atacar Irak. El camino a Bagdad, decían, pasa primero por Jerusalén. El ex secretario de Estado y organizador de tantos golpes de Estado, Henry Kissinger, les respondía afirmando que sólo los cretinos pueden imaginar que el camino a Bagdad pasa por Jerusalén, cuando es exactamente al revés (International Herald Tribune, 14/8/02).

Para él, como para muchos otros en el seno del establishment yanqui, la victoria en Irak era la premisa para realizar el proyecto de un Gran Medio Oriente modernizado y libre de feudos locales, en primer lugar el de Arabia Saudita. Tal victoria no podía, desde luego, más que provocar un golpe decisivo a todas las fuerzas nacionalistas y antiimperialistas en la región, en primer lugar a la resistencia palestina. Las cosas, lo sabemos, no ocurrieron como se preveía. Incluso, por el contrario, la teoría de Kissinger mantiene validez.

El fracaso de la estrategia imperial no sólo provocó la guerra civil en Irak, sino que también suscitó, desde el sur de Irak hasta las costas orientales del Mediterráneo, una movilización y organización sin precedentes de las poblaciones shiítas, las más pobres de la región y que en el conjunto del mundo árabe son excluidas del poder. Entre ellas aumenta el prestigio del Irán shiíta que se postula como referencia panislamista, un Irán que puede desempeñar un papel determinante no sólo en materia de armas atómicas -parecen ser tan míticas como las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein-, sino en la fijación de los precios del petróleo y el gas natural.

Por otra parte, la resistencia nacional en Irak, la recuperación de la ofensiva de los talibanes en Afganistán, el importante rol jugado por Hezbollah en la derrota israelí en el Líbano durante el verano de 2006 y la impresionante movilización de las poblaciones pobres del Líbano contra el gobierno proyanqui de Fuad Siniora desbarataron el proyecto de ahogar la voluntad de resistencia mediante la afirmación de una superioridad militar aplastante. Así, el camino de Jerusalén aún no está señalado…

Un escenario que se repite

En este contexto interviene, a fines de enero de 2006, la victoria electoral de Hamas en Palestina, en el marco de elecciones calificadas por los observadores de la ONU y la Unión Europea como las más democráticas que jamás se hayan dado en Medio Oriente. Otra vez se repetía un escenario que desde entonces se convino en llamar la paradoja democrática, que se resume en el hecho de que cada vez que EE.UU. logra imponer elecciones son sus propios enemigos quienes las ganan. Este había sido el caso dos veces en Irak en 2005 y lo fue de nuevo en los territorios palestinos en enero de 2006.

Desde entonces todo fue armado, desde Washington hasta Tel Aviv y pasando por las capitales de la Unión Europea, para impedir la puesta en pie de un gobierno dirigido por Hamas. Éste, al contrario de lo que se pretende, de ningún modo intentó apropiarse de la totalidad del poder ya que siempre predicó la constitución de un gobierno de coalición con Al Fatah. Esta disposición a un gobierno de unidad nacional, además, fue confirmada por Hamas incluso en febrero pasado mediante la firma de los acuerdos de La Meca.

Sin embargo, la creación de un gobierno así fue sistemáticamente impedida hasta el reciente golpe de Estado de Mahmud Abbas en Cisjordania. En 2006, mientras Washington multiplicaba las presiones para evitar que sea reconocido un gobierno dirigido por Hamas, Israel tomaba como pretexto la captura del cabo Gilad Shalit por milicias palestinas para lanzar una operación de larga duración en Gaza, operación en parte ocultada por la guerra de 33 días contra el Líbano pero que como mínimo provocó decenas de víctimas, militares y civiles.

En cuanto a la UE, tomó a los palestinos por la garganta bloqueando la ayuda financiera prometida y que estaba destinada a la construcción de un aparato de Estado. Así es como los empleados públicos fueron privados de salarios durante unos dieciséis meses. Muchos de ellos, policías, se pasaron con armas y bagajes a las milicias de Hamas, mientras las escuelas cerraban sus puertas y los docentes procuraban ganarse el pan de otro modo.

Este encarnizamiento para impedir la creación de un gobierno de unidad nacional expresa, por cierto, la voluntad del actual gobierno de EE.UU. de proseguir la lucha contra el Islam político; pero es sobre todo el medio de agredir a Irán atacando directa o indirectamente a sus aliados: Hezbollah en el Líbano y Hamas en Palestina. Por otra parte, para Israel, la creación de tal gobierno sería un obstáculo superior en la medida en que expresaría una legitimidad que Abbas solo, corrupto y muy desacreditado entre la población, no podría sostener.

Reconocimiento implícito

Israel y EE.UU. tenían urgencia en la medida en que un llamamiento a favor de un gobierno de unidad nacional había sido lanzado en junio del año pasado por presos políticos surgidos de todos los componentes de la resistencia palestina. Conocido bajo el nombre de Documento de los Presos Políticos, este llamamiento expresaba el consenso logrado entre Marwan Barghuti, dirigente de Al Fatah; Kaletz al Natseh de Hamas, Rahim Maluh del Frente Popular para la Liberación de Palestina y Bassam al Sadi del grupo Jihad Islámica.

Aunque incluyendo entre sus 18 puntos reivindicaciones inaceptables para el Estado de Israel, como por ejemplo el derecho al retorno de los refugiados de 1947 y 1967 -una reivindicación que Israel jamás aceptó en la medida en que eso implicaría restituir las tierras sobre las cuales se fundó el Estado sionista-, el Documento de los Presos contenía un reconocimiento implícito del Estado de Israel. En efecto, al reivindicar un Estado palestino en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, aceptaba de hecho la existencia de otro Estado en las otras partes de la Palestina histórica.

Este reconocimiento implícito se confirmó durante la conferencia de La Meca de febrero pasado. Reunida por el rey Abdallah de Arabia Saudita a fin de encontrar una solución al conflicto interpalestino -y tratar de oponerse a la influencia creciente de Irán-, la conferencia en la cual participaron Abbas y el primer ministro palestino miembro de Hamas, Ismail Haniya, concluyó en un proyecto de gobierno palestino de unidad nacional alrededor de ocho prioridades, incluida la reconstrucción económica del país, la restauración de la ley, la lucha contra la corrupción y la continuación de las negociaciones con Israel, lo que vuelve a aceptar su existencia.

Pese a eso, los acuerdos de La Meca fueron rechazados por Washington y Tel Aviv, que desde enero de 2006 empujan a Abbas a lanzar una ofensiva militar contra Hamas. A tal fin, a principios de junio de este año el gobierno israelí dio luz verde para entregas masivas de armas a las milicias de Al Fatah en Gaza.

¿Golpe de Hamas o… de Al Fatah?

A Mohammad Dahlan, hombre de EE.UU. en la conducción palestina, ex jefe de los servicios especiales y actual responsable de la seguridad del presidente, le cupo el honor de poner en marcha la ofensiva. Símbolo de la corrupción que gangrena a Al Fatah y héroe de todos los que en el seno del aparato palestino no están dispuestos a ceder ni una pizca de sus privilegios, desde la victoria electoral de Hamas se negaba sistemáticamente a poner las fuerzas de seguridad bajo la autoridad del gobierno.

Sus milicias en Gaza no dejaron de agredir a las de Hamas y sus ataques se intensificaron desde enero de 2006. Pese a eso, Hamas siguió buscando el acuerdo con él hasta junio de este año, cuando se hacía cada vez más evidente que Dahlan preparaba un escenario a la argelina, es decir un golpe de Estado en Gaza que, como el que perpetró el ejército argelino en 1992 y que había privado al Frente Islámico de Salvación de su victoria electoral, privaría de la suya a Hamas.

El intento de golpe de Estado de principios de junio fue un verdadero fracaso. Las milicias corruptas de Dahlan no duraron más de seis horas ante la reacción de Hamas, ampliamente apoyada en este caso por la población, siendo Dahlan, personaje brutal y particularmente corrupto, uno de los personajes más detestados de Gaza.

La derrota de este intento de golpe y la huida de Dahlan de Gaza fue tomada entonces como pretexto por Abbas para formar un nuevo gobierno en Cisjordania excluyendo a Hamas, pese a la enésima proposición de este último y al frustrado intento de golpe, de crear un gobierno de coalición. Un hombre de Al Fatah, Salam Fayad, se encargó de dirigir el gobierno de combate contra una fuerza que está lejos de ser insignificante en Cisjordania, ya que sólo con los votos obtenidos en Gaza Hamas no hubiera podido ganar las elecciones de enero de 2006.

Se concreta así, como lo dice Michel Warshawski, militante israelí antisionista y director del Centro de Información Alternativa de Jerusalén, el viejo sueño israelí de poder negociar con una dirección palestina confinada en Cisjordania y a la desesperada búsqueda de un acuerdo (web de Alternative Information Center, 18/7).

Vichy sobre el Jordán

En este sentido se debe entender la súbita generosidad norteamericana, israelí y europea con respecto a Abbas. En efecto; además de los 190 millones de dólares yanquis citados al comienzo -y de los cuales 90 son destinados a las fuerzas de seguridad de Al Fatah-, Israel le devolvió al gobierno Abbas-Fayad los 144 millones de dólares de impuesto anticipado que retenía desde julio del año pasado, mientras que la Unión Europea anunció la continuidad de la ayuda.

En una entrevista concedida conjuntamente al Times de Londres, al berlinés Die Zeit y al italiano Corriere della Sera el día de su entronización, el nuevo presidente israelí Shimon Peres explica que la combinación entre Abu Mazen y el primer ministro Salam Fayad es muy alentadora. Contrariamente a Hamas, son serios, racionales y quieren la paz con Israel. Es una buena oportunidad. (25/7) Y es también por eso que Israel acaba de liberar unos 250 presos palestinos. Así mata dos pájaros de un tiro: no sólo esa liberación debería atribuirse a favor de la política seria y racional de Abbas, sino que restituye 200 combatientes a las milicias de Al Fatah -el 85 % de los presos liberados son miembros de las brigadas de Al Fatah, los mártires de Al Aqsa-, a quienes necesitan para combatir a las milicias de Hamas en Cisjordania y Gaza.

La elección es clara. En su conferencia de prensa del 24 de julio, el presidente Bush lo resumió perfectamente. Dijo: De un lado está Abu Mazen, que trata de crear en los territorios palestinos las instituciones de una democracia moderna. Del otro está Hamas, que se dedica al extremismo y al terrorismo (International Herald Tribune, 17/7). La lógica de la guerra de civilización y de la guerra infinita contra el terrorismo surge a plena luz: por un lado, los modernos y democráticos Amir Karzai en Afganistán, Siniora en Líbano, Al Maliki en Irak y Abu Mazen en Palestina; por el otro, los terroristas islamistas.

Sin embargo, al contrario que en Afganistán e Irak, una intervención militar directa del imperialismo yanqui y su agente local no sería la mejor de las opciones posibles en el Líbano y Palestina. El fracaso de los 33 días de guerra del verano de 2006 todavía afecta profundamente a la conducción -y la sociedad- israelí. Por eso los gobiernos a las órdenes de EE.UU. e Israel son los encargados de la represión. En Líbano, Siniora lo intenta bajo la protección de la fuerza multinacional desplegada allí, como lo reconoce el ministro italiano de Asuntos Exteriores Massimo D’Alema, para proteger a Israel (Corriere della Sera, 17/7). En Palestina cumple la tarea el gobierno Abbas-Fayad, como en Francia bajo la ocupación alemana la cumplía el gobierno del mariscal Pétain instalado en la pequeña ciudad de Vichy.

¿Nuevas intervenciones a la vista?

La multiplicación de los enfrentamientos entre las fracciones palestinas, querida y dirigida por los imperialistas, contribuye a su vez a confirmar la idea profundamente racista del choque de civilizaciones. De hecho todo un pueblo, el palestino, no sólo es víctima «colateral» de los combates entre milicias, sino que a los ojos del mundo y sobre todo de la sociedad israelí es asimilado a hordas salvajes.

Funcionales hoy a los imperativos de represión, las agresiones entre milicias opuestas van a servir mañana para legitimar la intervención, evidentemente humanitaria -con las armas más sofisticadas- de los autoproclamados representantes de la civilización, la que, para retomar las palabras de S. Peres, es seria y racional. En este sentido, la asimilación de la población de Gaza en su conjunto a Hamas y a la guerra civil prepara nuevas agresiones y bombardeos y una puesta en cuarentena que podría convertirse en una hambruna dramática.

En tal sentido, una de las tareas de la izquierda palestina debería ser desarrollar un amplio movimiento contra la guerra civil para oponer a la división mantenida por el sionismo y EE.UU. las tareas de solidaridad antiimperialista. Por ahora no parece fácil de lograr, aunque el pasado 14 de junio varios cientos de personas salieron a las calles de Gaza al llamado del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) y del Frente Democrático de Liberación de Palestina (FDLP) para exigir el fin de los combates entre fracciones.

Vuelta a Bagdad

La estrategia imperialista en Palestina, como hemos dicho, no puede ser aislada del contexto regional. Más aún porque los apoyos y los millones ofrecidos a Abbas coinciden con un aumento de la ayuda militar yanqui a Arabia Saudita y Egipto por un lado, y con un crecimiento del 25% de la ayuda militar provista a Israel por el otro.

La elección de los beneficiarios de la ayuda coincide con las invitaciones a la conferencia de paz sin extremistas que quiere Bush. Excluyendo de ésta a Hamas y sus patrocinadores, Irán y Siria, el gobierno de EE.UU. asocia de hecho a Egipto, Israel, Al Fatah, Jordania y Arabia Saudita a su política de restablecer su dominio regional en misión antiiraní. Porque al contrario de lo que se quiere dar a entender, y aun si debían ser obligados a retirar las tropas del suelo de Irak, no es en absoluto con la intención de abandonar el sueño del establishment yanqui -sea demócrata o republicano- de un Gran Medio Oriente totalmente entregado a los mercados.

Entretanto, la Administración Bush prepara el despliegue del primer escuadrón de armas robot en los cielos de Irak para antes de fines del 2007. Se trata de una nueva generación de drones, esos aviones de reconocimiento sin piloto conocidos con el nombre de Predator. Sin embargo, los nuevos aviones -su nombre es Reaper, segadora- no se limitan la vigilancia, ya que son tan grandes como un caza y están equipados con cuatro misiles y numerosas bombas. Para recibirlos, desde hace algunos meses las tropas yanquis están ampliando la base de Balal, la más grande de Irak.

Así, volviendo a Henry Kissinger, el camino a Jerusalén pasa de nuevo por Bagdad.

Retomar la iniciativa

Se trata pues de que el movimiento antiguerra, en especial en EE.UU. y también en todas partes, retome la iniciativa no sólo por el retiro total e inmediato de las tropas de ocupación de Irak sino también contra el sionismo y la represión ejercida por Al Fatah, y por el desmantelamiento de las bases militares yanquis en Medio Oriente, Europa, Asia y América Latina.

* Redactor de Lignes Rouges de la Gauche anticapitaliste
Revista América

 

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