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Europa, Argentina, Mundo :: 25/04/2021

Draghi, Marx y el papa Francisco I

Maciek Wisniewski
Los llamados del papa a que los ricos “compartan su riqueza de modo más justo y ético” y a no remplazar al capitalismo (como abogaba Marx), sino a "volverlo más ético"

Uno. Cuando en febrero pasado se inauguraba en Italia el enésimo gobierno técnico, hoy a cargo de Mario Draghi, ex jefe del Banco Central Europeo, laudado por la prensa como una bendita llegada de caras nuevas (sic) con cualidades técnicas para resolver la crisis (económica y sanitaria), se antojaba recordar los sarcasmos del viejo Marx respecto al nacimiento de uno de los primeros Golems institucionales de este tipo, el gabinete de Aberdeen (1852-1855) en Inglaterra: El mundo quedará estupefacto al enterarse de que la nueva era de la historia estará inaugurada por gastados y decrépitos octogenarios, burócratas que han venido participando en casi todos los gobiernos habidos y por haber desde fines del siglo pasado, asiduos de gabinete doblemente muertos, por edad y por usura, y sólo con artificio mantenidos con vida (New York Tribune, enero, 1853).

Dos. Marcello Musto, conocedor de vida y obra del autor de El capital (véase: Karl Marx 1881-1883: el último viaje del moro, 2020), desempolvó aquel detalle ya hace años cuando, arrasada por la crisis financiera, en Europa germinaban gobiernos técnicos −Papademos en Grecia, Monti en Italia− encabezados por hombres provenientes de las mismas instituciones responsables de la crisis. Igual que Draghi, responsable de asfixiar a Italia con su inducida, desde Bruselas, austeridad y anteriormente inducidos, desde Roma, recortes en el sector de la salud (y encima siendo él, también, responsable de la devastación de Grecia). Gobiernos mandados por el capital para restablecer la confianza de los mercados y empujar más 'reformas' (recortes, privatizaciones, etcétera), una indicación de que el dominio del capital sobre el trabajo se volvió tan salvaje como lo era a mediados del siglo XIX.

Tres. La separación de lo económico y lo político. La suspensión de la política. La desaparición de la lucha entre los partidos (el gobierno de Draghi es, desde luego, de unidad nacional). Todo lo que ya criticaba −y ridiculizaba− Marx, servido nuevamente para imponer más austeridad y un programa ideológico que nadie ha elegido. ¿Un insulto a la democracia? Sí. De los que ya hemos visto tantos. La tecnocracia que en Italia, desde la caída la Primera República en los 90, dejó de ser una excepción. Pero hoy, en tiempos de la pandemia, también algo más: un intento del empresariado de redirigir el Fondo Europeo para la Recuperación hacia las empresas, en vez de hacia la gente común.

Cuatro. A Draghi −educado por los jesuitas, un gran devoto de San Ignacio de Loyola, quien piensa en sí mismo como un banquero cristiano (sic)− le gusta, respecto al control moral de las fuerzas del mercado, citar a Marx. ¿A Karl? No. A Reinhard. El arzobispo de Múnich y ex obispo de... Tréveris, a quién el papa Francisco I −igualmente jesuita y ex sucesor de Loyola al mando de la Compañía de Jesús− delegó los asuntos económicos. El mismo Francisco I que mantiene cercanía con Draghi y que lo nombró miembro de la Academia de Ciencias Sociales del Vaticano. “El cardenal Marx −autor del libro Das Kapital: A plea for man (2008) que alude al título de Marx, pero para rechazar su análisis− correctamente insiste en que la economía no es un fin en sí mismo, sino que tiene que servir a toda la humanidad”, suele decir, repitiendo nimiedades, Draghi.

Cinco. Es aquí donde entramos al reino de las metáforas teológicas. Draghi ha sido bautizado como salvador. Una bendición para Italia. Una última oportunidad para redimirla. Un influyente político lo comparó incluso con el Cristo mismo... La prensa, llena de fervor y júbilo cuasirreligioso, lo describía como el nuevo milagro. Pero emulando un poco el sarcasmo de Marx −cuya, por otro lado, predilección por las metáforas religiosas es harto conocida (véase: E. Dussel, Las metáforas teológicas de Marx, 1993)− se antoja preguntar: ¿cómo podrá este mesías y encarnación del neoliberalismo salvar al país devastado por... el propio neoliberalismo?

Seis. La figura del salvador es central para toda la, profundamente ideológica, idolatría de Draghi y de la institución del gobierno técnico. Él ya una vez salvó al euro −con todos los costes que ello implicaba, algo que los pueblos de la UE aún están pagando−, así que ahora salvará a Italia. Conviene, no obstante, darse cuenta de qué significará esta salvación recetada por las élites empresariales (Cofindustria): el disciplinamiento de la clase trabajadora italiana, localizada en un sistema político estado-centrista y cuasirredistributivo (basado en una esquizofrénica Constitución).

Siete. Como bien apuntó hace tiempo Michael Löwy −un gran experto en la Iglesia (véase: Guerra de dioses, 1999) y uno que desde el principio tenía reservas respecto al papa Francisco I (https://lahaine.org/eL9H), su supuesto anticapitalismo y su enfoque hacia los pobres− vivimos en una suerte de estado de excepción, donde los gobiernos técnicos, en un sentido benjaminiano, ya se han vuelto una norma. Un sistema en que el capital financiero ya es rey que designa sus súbditos y antiguos trabajadores (Goldman Sachs et al.) como jefes de gobiernos destinados a obedecerle. Y a −aparentemente− profesar también la palabra del Señor (Mammón).

Ocho. “Quien entra papa, sale cardenal”, escribió uno de los periódicos en el contexto de la nominación de Mario Draghi, ex jefe del Banco Central Europeo (ECB), a primer ministro de Italia: varios nombres de otros viejos políticos para dirigir este “gobierno técnico” −las supuestas “caras nuevas” que en su tiempo tanto ridiculizaba Marx− terminaron por quedarse fuera. Su gabinete de “unidad nacional” apoyado por todas las fuerzas políticas desde la izquierda hasta la Liga Norte (con excepción de los posfascistas de Fratelli d’Italia), lleno solamente de representantes del capital y de “expertos” neoliberales, es una perfecta emanación de la pospolítica y posdemocracia (nadie ha votado por Draghi, su gente o su programa de “reformas”) que ya dejaron de ser una “excepción” para volverse una “normalidad”.

Nueve. Ser un banquero y un neoliberal no excluye, para Draghi, ser un ferviente católico y jesuita. Un acólito del papa Francisco I −y anteriormente un gran fan de Benedicto XVI (sic)− Draghi está “profundamente preocupado por la moralidad de los mercados” (sic) y profesa una filosofía “que dirige con sus ‘buenas intenciones’ las estrategias del capital financiero” tratando de “conciliar la iniciativa privada y la búsqueda de la ganancia con el bien común y la solidaridad con los excluidos” (sic). Pero su salvación del euro, que de hecho pavimentó el camino a la pospolítica en Italia, implicó simplemente cargar los costes de esta operación a la gente común y corriente y fortalecer a los mercados. La “justicia” y la “moralidad” −sacadas de la enseñanza de la Iglesia− eran sólo retórica.

Diez. La ambigüedad del propio papa Francisco I respecto del capitalismo es la que permite este tipo de contradicciones. Si bien sus críticas al sistema −y al neoliberalismo en particular, algo por lo que era famoso también... Juan Pablo II−, al dinero como “un nuevo ídolo” y su “defensa de los pobres y los excluidos” parecen ocupar un lugar importante en sus enseñanzas: Evangelli gaudium, Fratelli tutti, etc. Pero sus llamados prácticos, por ejemplo al FMI o BM “para que trabajen por un futuro más inclusivo y sostenible en el que las finanzas estén al servicio del bien común (¡tal cual el mantra de Draghi!), en el que los vulnerables y los marginados estén en el centro y en el que la tierra esté bien cuidada”, hacen que sus buenas intenciones y teoría acaben en lugares comunes.

Once. En un lugar, escribiendo sobre cierta contradicción en la lucha por el socialismo, que busca eliminar el antagonismo entre el dinero y las mercancías aboliendo el primero pero perpetuando la producción de las segundas, Marx apuntaba que esto era “autodestructivo” y equivalente a “abolir al papa, dejando al catolicismo en su lugar”. La postura de Francisco I respecto del capitalismo es una perfecta encarnación de esta metáfora teológica marxiana: sus llamados a que los ricos “compartan su riqueza de modo más justo y ético” y sus llamados a no remplazar al capitalismo (como abogaba Marx), sino a “volverlo más ético” (sic), sólo fortalecen el sistema y expanden sus espacios.

Doce. Otra figura de la élite financiera similar a Draghi, banquero y neoliberal a cargo de la restructuración global en favor del capital −igualmente un ex-empleado de Goldman Sachs− es Mark Carney, ex jefe del Banco Central de Canadá y ex jefe del Banco Central de Inglaterra, tildado como el “más influyente católico en Gran Bretaña” (Tablet, 2015). Sus moralizaciones sobre “la intrínseca ética de los mercados”, sus llamados por un “capitalismo más inclusivo” (sic), sus cuestionamientos de la primacía del precio sobre el valor −“valor de cambio” vs “valor de uso” en términos marxianos (véase: B. Echeverría et al.)− hacen de él un profeta de un oximorónico “neo-franciscanismo procapitalista”.

Trece. Tal vez pocos pensamos en esto, pero las similitudes de Draghi con Francisco I −que hacen del primero una perfecto contraparte laica del segundo− abren la cancha, muy a contrapelo del análisis dominante y biempensante, para ver en el papa argentino una quintaesencial figura de la pospolítica. Las claves centrales de su ascenso: devolver a la iglesia la credibilidad moral y financiera dañada por escándalos (pederastia, Banco del Vaticano), la unidad en su torno (Francisco I es rechazado sólo por elementos posfascistas), la crítica del capitalismo que en efecto busca su “reforma” y un mejor funcionamiento, son, en el terreno de la Iglesia, iguales que las de Draghi respecto a Italia.

Catorce. Hace varios años Slavoj Žižek, describiendo cómo el capital capturó por completo a la política, subrayaba que el espacio para las decisiones de los políticos es sumamente limitado y reducido a asuntos indiferentes al capital (“las guerras culturales”). Citaba a Mario Monti, el predecesor de Draghi a cargo de un “gobierno técnico” en Italia, que enfatizaba que los gobernantes “han de ser libres del parlamentarismo”. Ayer figuras parecidas, delegadas desde afuera y encargadas a velar por intereses foráneos, presidían las “repúblicas bananeras”; hoy gobiernan las “repúblicas financieras” (que lo son muchos países de la UE), haciéndose incluso de la retórica religiosa y el discurso papal.

@MaciekWizz

 

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