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Mundo :: 30/09/2019

Egipto: ¿Está cayendo el telón para Sisi?

David Hearst
El dictador egipcio, apoyado por el régimen de EEUU, ha recreado la misma desigualdad que alimentó la primera oleada de la Primavera Árabe en 2011

Los videos de Mohamed Ali que acusan a Sisi de corrupción y mal gobierno han electrizado a los egipcios cansados de la pobreza y la represión

Si el egipcio Abdel Fatah el-Sisi hubiera elegido una carrera alternativa, seguramente debería haberse dedicado a los escenarios. La suya era una voz amable de la inteligencia militar que aseguraba a liberales e islamistas en la plaza Tahrir en enero de 2011 que el ejército estaba de su lado. Para el fallecido presidente Mohamed Morsi, Sisi estuvo interpretando el papel del general más joven y religiosamente cumplidor.

¿Sisi el salvador?

Lo suyo fueron unas manos temblorosas y un espectáculo teatral de nervios contenidos a la espera entre las bambalinas del palacio presidencial, mientras sus jefes -entonces Mohamed Hussein Tantawi y Sami Anan- eran despedidos como jefe del ejército y jefe de gabinete.

Interpretó al sirviente silencioso y obediente en las reuniones de gabinete con el presidente que estaba tramando traicionar. Todo mientras esperaba que saudíes y emiratíes le pagaran 20.000 millones de dólares por su golpe.

Cuando "las masas" [léase Israel y EEUU] lo invocaron para librar Egipto del dominio de la Hermandad Musulmana, se convirtió en “héroe salvador” en junio de 2013. Este honesto general no buscaba el poder para sí mismo, pero se sintió un tanto estimulado y anunció que era el “candidato de la necesidad” para las elecciones presidenciales.

Quitarse el uniforme y ponerse de traje supuso solo otro cambio de vestuario. Como presidente, exhibió al menos tres papeles más: el doctor en filosofía que no tomaba una decisión sin buscar primero la guía divina; el constructor de proyectos importantes como la expansión del Canal de Suez y nuevas ciudades; el faraón que le dijo a su pueblo que tendría que soportar la pobreza.

El juego de roles de Sisi se detuvo cuando otro iniciado y actor empezó a abrir la boca. Se necesita de un embaucador para conocer a otro.

Del Boy

Durante tres semanas, la imagen de Sisi ha quedado destrozada por un iniciado convertido en denunciante cuyos videos de su autoexilio en España han afectado y paralizado a su vez Egipto.

Mohamed Ali no es, así lo ha admitido, un héroe. Es uno de los diez contratistas que utiliza el ejército y es un corrupto. Solo se fue de Egipto con su familia y fortuna porque no le habían pagado sus facturas. Ali no es precisamente un defensor de los derechos humanos.

Ali no es islamista, ni izquierdista ni estudioso. No está hablando de la Sharia. Al nuevo héroe popular de Egipto le gustan los autos rápidos , la interpretación, la producción cinematográfica y el desarrollo inmobiliario. Escucharle es como escuchar a un conductor de tuk tuk compitiendo por quitarle los clientes a otro. Pero cuando habla, habla el idioma de la calle y la calle lo escucha. Ese es el problema de Sisi.

Sisi es un “hombre fracasado”, una “desgracia”, un “enano” que usa maquillaje y se sujeta muy alto los pantalones, dijo Ali a Egipto. Sisi es un estafador que daba conferencias sobre la necesidad de apretarse el cinturón mientras construía palacios para su esposa Intisar.

Y dejad que os diga exactamente, continuaba Ali, qué palacios construyeron para ellos. Ali los enumeró: una casa de lujo en Hilmiya (6 millones de dólares), una residencia presidencial en Alejandría (15 millones de dólares), un palacio en la nueva capital administrativa y otro en la nueva ciudad de Alamein, al oeste de Alejandría.

Pobreza y palacios

Las revelaciones sobre los palacios de Sisi electrizaron a un pueblo sumido en la pobreza o tambaleándose al borde de la misma. Un informe publicado por el Banco Mundial en abril calculó que “alrededor del 60% de la población de Egipto es pobre o atraviesa una situación de vulnerabilidad”.

Aproximadamente la mitad de la población vive ahora en o cerca del umbral de la pobreza, que se ha establecido deliberadamente a un nivel más alto en Egipto que en otros lugares. Sin embargo, según las propias estadísticas egipcias, el porcentaje de egipcios que viven por debajo de ese umbral ha aumentado del 25,2 al 32,5% desde 2011.

La mayoría de los egipcios han visto caer sus ingresos reales, mientras que Egipto, bajo su programa de austeridad respaldado por el FMI, está acumulando enormes deudas externas. Fue de 43.000 millones de dólares durante la presidencia de Morsi. Ahora es de 106.000 millones de dólares . El 70% de los impuestos se destina ya a pagar estas deudas. La deuda interna supera los 5 billones de libras egipcias (306.000 millones de dólares). A este ritmo, la economía va de cabeza a la bancarrota .

Todos los egipcios recuerdan las conferencias que Sisi les daba sobre la necesidad de apretarse el cinturón. Cuando el FMI obligó al Estado a reducir los subsidios, la respuesta de Sisi fue: “Sé que el pueblo egipcio puede soportar mucho más... Y debemos hacerlo. Y tendréis que pagar; tendréis que pagar”, dijo Sisi en una diatriba sin guion cuando llevaba un año de presidencia.

“Si estoy aquí diciendo que tendréis que pagar, significa que tendréis que pagar. Prestad atención, ¿sabéis lo que significa tener fondos bajo mi supervisión? ¿Sabéis lo que significa cuando digo que estos fondos están bajo mi supervisión? Significa que si conseguís sacarme una sola libra, entonces podréis hablar.

“Os estoy hablando muy en serio. No me conocéis, preguntadle al ejército (sobre mí). Preguntadle al ejército qué estaba haciendo, por la gracia del Dios Todopoderoso, cuando estaba allí. Preguntadle a los contratistas que trabajaron conmigo durante mi servicio en el ejército qué es lo que estaba haciendo...”

No sorprende que cuando Ali, el estraperlista con información privilegiada responde directamente a esto, todo el mundo escuche.

“Ahora vas y dices que somos muy pobres, que debemos estar hambrientos. ¿Tenéis hambre? Gastas miles de millones. Tus hombres despilfarran millones. No estoy contando ningún secreto. Sois una panda de ladrones”.

La respuesta de Sisi no hizo sino confirmar todo lo que el empresario Ali les había estado diciendo. Peor aún, parecía admitir que la información de Ali tenía cierto efecto en los rangos menores en el ejército. “Tenéis derecho a saberlo. A todas las madres ancianas que me creen y rezan por mí, me gustaría decirles: su hijo es honorable, sincero y honesto”, dijo Sisi. “Sí, he construido palacios presidenciales y continuaré haciéndolo. Estoy creando un nuevo Estado; nada está registrado con mi nombre, todo está construido para Egipto".

El canal de YouTube de Ali ha hecho más en tres semanas para destruir la imagen de Sisi que la Hermandad, los liberales y los izquierdistas, todos ellos aplastados ahora como fuerzas políticas activas en Egipto, en seis años de protesta política.

Esta vez es diferente

Sisi ha resistido muchas tormentas ya. Ha despachado a pretendientes militares o exmilitares con una eficacia despiadada: Mahmoud Hegazy, jefe de personal militar (despedido); Ahmed Shafiq (deshonrado); Sami Anan (en prisión).

Actualmente se encuentra en una parada en boxes en Nueva York, reavivado por los efusivos elogios de Donald Trump. “Egipto tiene un gran líder. Es muy respetado. Ha traído el orden, antes de que él llegara había muy poco orden, había caos, y por eso no estoy en absoluto preocupado”, dijo Trump en respuesta a los informes sobre los disturbios en El Cairo.

Sisi cree que puede salir bien de todo esto porque ya ha afrontado toda una serie de retos en el pasado. Cientos de manifestantes han sido arrestados desde el viernes pasado. Entonces, ¿por qué es diferente esta vez?

En primer lugar, Sisi cuenta con dos opciones: una mala y otra peor. La mala es ignorar las protestas y esperar a que desaparezcan. Una simple mirada para ver quién está protestando debería ser suficiente para alarmarle. Son egipcios normales y corrientes, sobre todo hombres mayores de 40 años, que no están alineados a nivel político, que no tienen líderes y que están muy enojados. Son las mismas personas que le apoyaron contra la Hermandad Musulmana en 2013.

Sisi lo sabe, aunque cuando se le preguntó en Nueva York, se aferró a la ilusión de que el Islam político “está tratando de alcanzar el poder en nuestros países”. Bien, pero ¿qué Islam es ese? ¿No había aplastado a la Hermandad, como afirmaba haber hecho?

La segunda opción sería adoptar medidas drásticas, pero esto supondría también una trampa mortal para Sisi. La manifestación inicial en la plaza Tahrir en enero de 2011 fue más pequeña que las que estallaron en El Cairo, Suez y Alejandría el viernes pasado. En aquel entonces pedían reformas, no el derrocamiento de Hosni Mubarak. El viernes pasado, derribaron el retrato de Sisi. “¡Dilo, no tengas miedo, Sisi tiene que irse!”, gritaban en el primer día de esta nueva revuelta.

Alimentando la primavera árabe

Todo lo que Sisi ha conseguido hacer mientras tanto es recrear las mismas condiciones que alimentaron la Primavera Árabe en 2011. Pero la situación de hoy es, en cualquier caso, mucho peor.

La segunda razón por la que esta vez es diferente es que la “oposición” es de todos: egipcios normales y corrientes, rangos menores desafectos del ejército, empresarios de la era Mubarak. Es una amplia coalición de fuerzas. Una vez más, un tirano ha reconciliado a los egipcios.

La tercera, a diferencia de 2013, radica en que los banqueros de Sisi -Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos- se han quedado sin efectivo para Egipto. Hoy cada uno tiene sus propios problemas e intervenciones extranjeras que se están volviendo muy amargas: Yemen y Libia.

Hubo un momento revelador cuando Sisi estaba en Bagdad a principios de este año. Según informes internos, sorprendió a los iraquíes con el lenguaje que usó sobre su aliado saudí, el príncipe heredero Mohammed bin Salman. Al parecer, Sisi no podía parar de maldecirle porque MbS no le había pagado.

¡Vaya contraste con el momento en el que Sisi se jactaba ante su jefe de gabinete, Abbas Kamil, de que los Estados del Golfo “tienen dinero como si fuera arroz”! Pero eso se acabó. El vapor de la contrarrevolución se está agotando.

La cuarta razón es que la protesta popular está resurgiendo como motor de cambio en toda la región. La hemos visto derrocar a dictadores en Sudán y Argelia. En ambos países han aprendido las lecciones de los golpes fallidos en el pasado y hasta ahora han logrado la transición sin entregar los frutos de la revolución al ejército. Esto también afecta a los acontecimientos en Egipto.

Tras seis años de invierno, la Primavera Árabe está en marcha de nuevo. Es un movimiento lento, pero creo que esta vez es imparable. ¿Será este el telón para Sisi? Bien podría ser su acto final.

Middle East Eye. Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández. Extractado por La Haine.

 

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