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Medio Oriente :: 31/05/2018

El "acuerdo de paz" impuesto a Palestina se acerca

Alberto Cruz
Tras la inacción árabe con Gaza y la embajada de EEUU en Jerusalén

El fin del Ramadán va a suponer el principio de una nueva era para Palestina. Si algo han puesto de manifiesto los últimos años en los territorios palestinos ocupados de Cisjordania y Gaza es la aparición de una nueva generación que sostiene que es ya imposible mantener la idea de los dos Estados –que preservaría el carácter étnico judío, además de que sería imposible de amtnener por la discontinuidad territorial de los bantustanes- y que apuesta de forma clara y combativa por la idea de un solo Estado con los mismos derechos para todos, al tiempo que refuta el paradigma sionista de un etnoestado y pondría de nuevo sobre la mesa el derecho al retorno.

Esta nueva generación ha nacido dentro de los Acuerdos de Oslo y los rechaza en su gran mayoría (65%, según la última encuesta conocida del pasado mes de marzo), por lo que a medio plazo supone un problema tanto para los colaboracionistas de la Autoridad Palestina como para otras formaciones, apoyen o no al mini-gobierno de Ramala. Esta es una de las razones por las que a partir del verano se va a relanzar un “plan o acuerdo de paz” con el que se quiere cerrar un capítulo que molesta tanto a EEUU como a Israel y a los países árabes, deseosos de normalizar relaciones y centrarse en lo que realmente les interesa: Irán.

Aunque se viene hablando de ello desde noviembre del año pasado, cuando se conoció por una filtración un detallado plan saudita para "establecer relaciones entre Arabia Saudita e Israel sobre la base de la asociación estratégica con EEUU" (1), es ahora cuando se ha decidido ponerlo finalmente en marcha ante la inacción del resto de países árabes frente a las provocaciones israelíes. Si no ha habido postura alguna con los ataques de Israel a Siria con el pretexto de impedir la expansión de Irán allá, mucho menos los ha habido con las matanzas de manifestantes que reclamaban el derecho al retorno en Gaza y el traslado de la embajada de EEUU a Jerusalén escupiendo, una vez más, sobre el derecho internacional.

El traslado de la embajada no ha sido otra cosa que un globo sonda lanzado por EEUU-Israel-Arabia Saudita para ver la reacción no sólo de los gobiernos árabes, sino de la calle. La constatación de que no ha habido la menor respuesta efectiva pese a la matanza realizada en Gaza coincidiendo con su traslado, más allá de los típicos y tópicos comunicados de condena, ha puesto de manifiesto que se está en el momento oportuno para lanzar la gran apuesta: un “plan de paz” para Palestina que allane el camino para la confrontación definitiva contra Irán. Porque no se puede arremeter contra el país persa dejando en la retaguardia un problema como el palestino.

La posibilidad de que una guerra entre Israel e Irán, o entre Israel y Hizbulá (con resultados imprevisibles puesto que no hay que olvidar que en dos ocasiones este movimiento político-militar libanés derrotó al considerado “invencible” ejército israelí) y que dicha guerra vuelva a galvanizar a la calle árabe como lo hizo en el año 2006 (2) ha acelerado todos los planes. La calle árabe está anestesiada, los palestinos están solos y es el momento oportuno para cerrar el único capítulo que puede dificultar los planes agresivos contra Irán.

Este movimiento se produce, además, en un momento en el que la influencia iraní ha crecido exponencialmente en todo Oriente Próximo. El fracaso de la primera andanada para derrocar al gobierno iraní (meses de diciembre del año pasado y enero de este), el fortalecimiento de los hutíes en Yemen, la victoria electoral de Hizbulá y sus aliados en Líbano, la acelerada recuperación de territorios por parte del gobierno sirio y la alianza, cada vez más estrecha, de Hamás con Irán y Hizbulá -como reacción a la postura timorata de los países árabes al cambio de embajada estadounidense y al declarado intento de normalizar relaciones con Israel- (3), es decir, el fortalecimiento del “”Eje de la Resistencia”, obliga a acelerar todo el proceso.

Para EEUU, Israel y Arabia Saudita es necesario tener las manos libres respecto a Irán. Y para ello hay que deshacerse de Palestina. Eso es lo que está ahora a punto de concretarse con ese “acuerdo de paz” que se pretende definitivo.

Dicho plan será presentado por EEUU, ha sido co-elaborado con Israel y cuenta con el reconocimiento de los países árabes. El hecho de que Egipto y Jordania, que mantienen relaciones diplomáticas con Israel, no hayan retirado sus embajadores tras las matanzas de Gaza es un indicativo más que suficiente. El hecho de que los países árabes no hayan reaccionado ante dichas matanzas y la cumbre de emergencia islámica de rechazo a ellas haya tenido que ser convocada por Turquía (y los países árabes no han tenido más remedio que acudir, pero sin la relevancia necesaria puesto que no fue ni un solo primer ministro a excepción del jordano) indica lo que se está cociendo.

Se hace, además, en un momento en el que Hamás ha tenido que aceptar plegarse a la presión egipcia tras la matanza de la última gran movilización por el derecho al retorno. De hecho, Hamás ha suspendido dichas movilizaciones.

Egipto presionó a Hamás para que suspendiese las movilizaciones a cambio de abrir el paso fronterizo de Rafá durante todo el mes del Ramadán y así lograr que los miles de heridos puedan ser atendidos en hospitales egipcios y que la población gazatí, hundida en la miseria por el bloqueo, se abastezca. Al mismo tiempo, la presión egipcia se realiza en un momento en el que Hamás se debate ahora mismo en un duro enfrentamiento interno entre quienes quieren mantener las movilizaciones y quienes plantean que hay que llegar a una tregua de 10 años y lograr algún tipo de acuerdo para poner fin o suavizar el bloqueo a Gaza.

Egipto está siendo el policía bueno, y Hamás lo ha entendido así. El policía malo son los otros países árabes, que han amenazado con suspender todo tipo de ayuda, por simbólica que sea, si se reinician las movilizaciones. Si durante todo el mes del Ramadán la calma se mantiene será el momento de dar el paso final: el "acuerdo de paz".

Dicho acuerdo establece la transferencia a los palestinos de unos 720 kilómetros cuadrados del Sinaí egipcio (aunque este país recuperaría ese territorio con una cesión similar del Negev de la Palestina histórica) incluyendo dos ciudades, El-Arish y Sheij Zuweid, en las que se construiría un puerto marítimo nuevo y un aeropuerto, respectivamente. En la esa zona ha sido muy activo el llamado Estado Islámico y muchas de las aldeas que ahora hay en ese territorio están dañadas, o sus edificios destruidos, por los bombardeos del ejército egipcio y gran parte de su población se ha desplazado hacia otros lugares. No es una zona deshabitada, pero sí poco poblada.

El "plan" no supone una Palestina independiente. Tendría una soberanía limitada, incluiría incluso la parte de Cisjordania que ahora controla -es un decir- la llamada Autoridad Palestina, incluido el barrio árabe de Jerusalén Este, pero la ciudad vieja jerosimilitana pasaría a ser parte de Israel, así como el Valle del Jordán. La mezquita de Al-Aqsa quedaría bajo supervisión palestino-jordana y la capital sería Abu Dis, una aldea cercana a Jerusalén. Precisamente Jordania es otro país que está presionando para que este plan se ponga en marcha.

Desaparecería el derecho al retorno y se establecería un "sistema económico para compensar a los refugiados" (es decir, los países petroleros pagarían para que los casi siete millones de refugiados se quedasen en los países donde están –Jordania, Líbano y Siria principalmente- y, al mismo tiempo, se recompensaría a esos países por ello). Y por supuesto que desaparece, otra vez, el llamado derecho internacional puesto que no se recoge nada de respeto a las fronteras de 1967 como exigen las resoluciones de la ONU.

¿Y la Autoridad Palestina?

Si la llamada Autoridad Palestina se negase a aceptar este plan, desaparecería todo tipo de ayuda financiera (200 millones de dólares están ahora mismo bloqueados), así como toda la ayuda del programa de la ONU para los refugiados.

El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, no quiere pasar a la historia como un traidor y está intentando hacer un último y desesperado intento por enfrentar lo que se avecina. Después de negarse durante años (desde la agresión a Gaza del 2014) a llevar a Israel a la Corte Penal Internacional, ahora lo acaba de hacer. Fue el 22 de mayo y se dice sin rubor alguno ahora que "tiene que realizarse una investigación exhaustiva de los abusos contra los derechos humanos" por parte de Israel (4).

Abbas está enfermo, tiene 83 años y sabe que ya no tiene nada que perder. Al mismo tiempo, la lucha por su sucesión es muy encarnizada. Son al menos seis los personajes palestinos que aspiran a sucederle, con mayor o menor peso dentro de Fatah y con más o menos apoyos de Israel y de EEUU.

No hay que perder de vista que Fatah controla la Autoridad Palestina y gobierna las áreas de Cisjordania mientras que Hamás gobierna la Franja de Gaza. Y no hay que olvidar que fue Hamás quien ganó las elecciones en 2006, triunfo no reconocido por Fatah, ni por Israel, ni por EEUU ni por la Unión Europea. Desde ese momento, Fatah no reconoce al Consejo Legislativo Palestino pese a que en virtud de los Acuerdos de Oslo es el parlamento legal.

Cualquiera de los candidatos, todos de Fatah o próximos, que pelean por el cargo puede llegar a acuerdos por su cuenta y sancionar el “acuerdo de paz” con quienes lo patrocinan. Especialmente quien ahora ejerce de primer ministro, Rami Hamdalá, es quien cuenta con más apoyos de Israel y EEUU.

Ya se le ha ofrecido el caramelo, en forma de dinero, si sucede a Abbas y acepta el “acuerdo de paz”. Se habla de hasta 40.000 millones de dólares para “desarrollo de industria y paliar el paro”. A cambio se le pide que coopere y “estabilice la situación”. Sin embargo, no parece que sea el candidato de Egipto y Jordania.

Y mientras, Hamás también se debate en su lío haciendo un movimiento extraño: ha pedido la celebración de un nuevo Consejo Nacional Palestino bajo los auspicios de Egipto. El 30 de abril tuvo lugar la última convocatoria de esa entidad, a la que no asistieron ni Hamás, ni la Yihad Islámica, ni el Frente Popular para la Liberación de Palestina-Comando General, ni el histórico Frente Popular para la Liberación de Palestina. La anterior, celebrada en enero, había sido boicoteada por los tres primeros por entender que debería haberse hecho fuera de Palestina para que pudiesen participar en él los representantes del exilio, es decir, los refugiados.

Este movimiento es extraño porque indica que es del interés de Egipto para promover a su candidato a la sucesión de Abbas. Sobre todo, porque al no reconocer Fatah la legitimidad del Consejo Legislativo Palestino, el Consejo Nacional Palestino se convierte en la única legitimidad existente y sería determinante a la hora de elegir al sucesor. Y ahí un candidato de consenso podría estar fuera del control de Fatah y, por lo tanto, sería más manejable para Egipto.

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Notas:

(1) Alberto Cruz, “La nueva estrategia de Arabia Saudita: vender a Palestina para comprar la guerra contra Irán pasando por Líbano”. https://lahaine.org/qH7

(2) Alberto Cruz, “El grito de la calle árabe: sin justicia no hay paz”. https://lahaine.org/aO0s

(3) Al-Mayadeen TV, “Varios mensajes enviados por el jefe de Hamas en la Franja de Gaza Yahya al-Senwar”, http://www.almayadeen.net

(4) Middle East Eye, “Palestinian foreign minister to press ICC on Israeli war crimes probe”, http://www.middleeasteye.net/news/palestinian-foreign-minister-press-icc-israeli-war-crimes-probe-1247363419

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