lahaine.org
Pensamiento, Cuba :: 18/05/2025

El Che comprendió que la revolución de Cuba necesitaba un pensamiento propio, y lo elaboró

Fernando Martínez Heredia
Una conferencia, una provocación y seis telegramas de Fernando Martínez Heredia, uno de los más grandes marxistas de Cuba, sobre el Che Guevara

Transcripción de una conferencia impartida por Fernando Martínez Heredia en la Ciudad Universitaria José Antonio Echeverría (CUJAE), en junio del 2014.

----

La CUJAE hoy se viste de lujo. Nos complace que Fernando Martínez Heredia al fin pueda acompañarnos en una conferencia, digamos, que magistral. El tema central de la conferencia es el pensamiento del Che Guevara, figura imprescindible para la transición socialista en Cuba. Aspiramos a lo que Fernando aprendió, a pensar con cabeza propia -como decía el propio Che Guevara-, cuando en la década del sesenta fundó la revista Pensamiento Crítico, que es una revista de referencia obligada para los científicos sociales. También lo es toda la obra de Fernando Martínez Heredia: autor de numerosos libros -varios de ellos sobre el pensamiento de Che- y los que tiene pendientes todavía, merecedor del Premio Nacional de Ciencias Sociales y del Premio Casa de las América. No voy a extenderme mucho, el tiempo mayor es para Fernando Martínez Heredia.

Por la presentación, parece que me cuesta mucho trabajo venir porque estoy escribiendo unos libros. Ojalá fuera así, además de que me cuesta mucho trabajo venir por cuestiones de movilidad, me dedico a tratar de cumplir con mi deber. Soy el director del Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello, lo cual es funesto, llevo cinco años de director y tengo un montón de actividades de este tipo. Me hace feliz, sobre todo porque es una necesidad en Cuba, una necesidad muy grande. Tenemos que ponernos entre todos a conocer, a discutir, a enterarnos, a volver a conocer, a volver a discutir, a volver a enterarnos para enfrentar los grandes y tremendos problemas que tenemos hoy en nuestro país, para continuar la vida que con tanto sacrificio hemos levantado entre todos. Entonces, yo también en la escasa medida de mis posibilidades trabajo en esa dirección.

Me siento muy contento de estar aquí en la CUJAE, vine a dar una conferencia hace 26 años -quizás hay algún pionero aquí-; y lo cierto es que la CUJAE es un lugar entrañable por los ingenieros, arquitectos, por los estudiantes que conocí aquí, cuando éramos muchachitos, las cosas eran muy difíciles y estaban un poco más caras.

Me han pedido hablar acerca del pensamiento del Che. Yo quisiera, porque se trata de la Cátedra, y las cátedras son instrumentos de estudio -no solamente, pero sí de estudios-, pues desarrollar un poquito el tema. Pero me he encontrado con dos problemas. Uno es cómo sintetizar, qué cosa decir, cuál no, porque Tatiana me habló siempre de cosas muy generales. No es un tema específico dentro del pensamiento del Che. El Che mismo no es separable en su actividad vital de su pensamiento. O sea, no se puede hablar de «El pensamiento del Che Guevara», es enredado.

La segunda cuestión es que se trata de un solo encuentro, no es como un pequeño grupito de conferencias y, por lo tanto, podemos fracasar. Es posible que con el calor -que aquí no es tanto, pero siempre es mucho-, ustedes me tengan que oír y después me tengan que aplaudir, que es lo que hacen las personas decentes. Pero dije: «Dios mío, mira lo que me pasó». ¿Y por qué? Porque tenemos un solo encuentro. Si no acierto, también eso me preocupaba. De manera que a mí me interesa mucho que haya una gran parte del tiempo para preguntas y escuchar la opinión de ustedes, que la interlocución por lo menos esté segura y nos permita pensar que hemos cumplido, que hemos satisfecho lo que esperábamos entre todos hasta cierto punto. De todas maneras, y eso es inevitable, voy a hacer varios comentarios, quitándole eso de «magistral» a la conferencia. A mí siempre me ha resultado muy inquietante el término, porque cómo usted sabe que una conferencia va a ser magistral; eso no lo sabe nadie, puede no servir. Pero, de lo que no cabe duda es que tenemos que hacer algo que se parezca a una conferencia. Entonces, voy a hablar a partir de un conjunto de notas y de cosas escritas, porque los escritos que uno lee ahorran tiempo. Sí, no hay circunloquio, no hay vueltecitas. No se preocupen, porque voy quitando lo que no quepa para no ser excesivamente largo.

Hay un primer problema con el Che. En la actualidad el Che está trabajado como antes, pero es muy poco escuchado, muy poco leído. Es como si estuviera suspendido en el aire. Sigue siendo el Che, pero no está actuando. Es un problema grave.

Yo quiero partir de ahí, y mencionar al menos el problema de la posteridad de la gente, de los seres humanos más grandes. La posteridad de los seres humanos más grandes siempre es difícil. Y es difícil por muchas razones, sobre todo por dos razones. Una, que son individuos ejemplares, por sus cualidades, de manera quizás exagerada, y esto los hace ejemplares; pero también porque ven mucho más lejos y quieren que se vaya mucho más lejos. Es decir, se pueden volver bastante autónomos, en una gran medida, de sus circunstancias. Esto los hace grandes, pero también hace muy difícil la cuestión. No quiero caer en ejemplos ni anécdotas. Llamo la atención sobre el hecho de que en la misma idea que tenemos para decir de Martí: «qué grande es»; de Fidel: «qué grande es»; del Che: «qué grande ha sido», estamos planteando no solo una calificación, sino un problema. El hombre común, la mujer común quieren ser como él. Como dicen los niños que son pioneros desde hace 30 años, pero no es lo mismo que serlo.

Las situaciones cuando no son tensas, como las revoluciones en momentos críticos, tienden a lo que llaman «volver a la normalidad». Y la normalidad no gusta de los grandes. Las post-revoluciones, lo que sucede después de que se ha dado una gran revolución, suelen retroceder, que es otra situación bien diferente. Y en los retrocesos, que desgraciadamente suelen ser mayores que lo necesario, crean también las grandes figuras. Las grandes figuras que están llamando la atención por su ejemplaridad, y un poco denunciando. Es decir, también son peligrosos. Entonces, se les empieza a olvidar o se los pone en un altar.

Un gran revolucionario ruso, Lenin, el creador de la primera gran revolución contra el capitalismo, escribió un libro -del cual dijo el Che que para él era el libro más importante para un revolucionario- que se llama El Estado y la Revolución, en 1917. El libro empieza así: «con Carlos Marx ha sucedido lo mismo que con los grandes revolucionarios de la historia, en vida las clases dominantes los atacan, los persiguen, los denigran, hacen todo lo que pueden contra ellos; después de muerto van encontrando el modo de hacerles un altar donde ponerlos y que se vuelvan inofensivos». Así empieza El Estado y la Revolución. Eso no puede pasar con el Che, no puede ser.

Estos son problemas de los grandes. Yo voy a volver sobre la cuestión un poquito más adelante. Quiero llamar la atención sobre el hecho de que, entonces, su misma característica los hace ser influyentes para el pensamiento. Ellos se han visto en la necesidad, y la han cumplido, de pensar tanto acerca de sus circunstancias como acerca del futuro y en tratar inclusive de que ese pensamiento sea compartido. De manera que el pensamiento que nos entregan es trascendente, es decir, tiene la posibilidad de servir en circunstancias diferentes a aquellas en las cuales se creó. Es una de las marcas de esa grandeza.

El Che fue un pensador radical y también un revolucionario práctico radical. Si una persona es una cosa o es la otra, ya puede ser muchísimo. Si es las dos a la vez, es más aún. El Che fue un hombre de acción y de pensamiento, y se vio a lo largo de su vida.

Primero la circunstancia de ser un muchacho y un joven de pensamiento. Él pudo estudiar y necesitaba estudiar. Pudo ir incluso a la escuela de Medicina de Buenos Aires. Solo la gente de clase media alta podía ir, tuvo que estudiar duro porque su familia tenía mucho más apellido que dinero, pero lo logró.

Su amigo del alma era Granados, que tenía siete años de edad menos que él. Un día me contó... Yo le dije: «¿Cómo es posible que ustedes fueran amigos si a esa edad dos años ya es muchísimo?», después es que las edades se emparejan. Pero en las primeras etapas de la vida, dos o tres años son una diferencia importante. Y él me decía: «sí, él era siete años menor que yo, pero pensaba mejor que yo».

Entonces, este individuo se vio frente a la necesidad de ser socialmente útil como médico, como científico y de cómo podía ser útil la Medicina. A la vez, la curiosidad práctica que lo mandaba se lo comía. Lo hizo primero andar por Argentina, su patria, y después por una gran parte de América del Sur con su amigo, y tener algunas experiencias prácticas como tratar de curar leprosos, enfermos, realmente duro.

Y se sintió cada vez más cerca de la idea de que simplemente curar a las personas no iba a ser la solución de los problemas sociales, sino que había que curar a la sociedad.

Eso lo lleva primero a Bolivia en 1953, que tiene una situación revolucionaria en los días que van a asaltar el Moncada en Cuba, julio de 1953. Él está en Bolivia y no hubo revolución. La Revolución del 52 no continuó profundizándose, pero él siguió, y siguió hasta Guatemala. Ahí un proceso político interesantísimo y muy progresista fue ahogado en sangre, y de allí tuvo que ir a México. Entonces sí se metió en la insurrección a través de Fidel, de Ñico López, de Raúl, se empató con los cubanos y se convirtió en un hombre de acción. Y fue famosísimo como hombre de acción. Fue el primer comandante del Ejército Rebelde. Después del combate de Pino del Agua de febrero de 1958, un periodista uruguayo que logró subir aquellos falderos hasta llegar, buscando a Fidel para entrevistarlo, se lo encontró a él. Y le dijeron: «hay un jefe aquí que es medio paisano suyo y se llama Ernesto Guevara». Todo el mundo dice que es un comunista argentino que está en la guerra con Fidel. Y cuando se lo encontró, el Che le dijo: «¿Traés yerba?», que quiere decir que si traía yerba mate, porque ellos son locos al mate. Y a los uruguayos les gusta mucho más el mate. Entonces dijo: «Bueno, tengo que entrevistar a este hombre, pero al que yo estoy buscando es a Fidel». Y para provocarlo le dijo: «A mí me han dicho que usted es marxista». Y el Che respondió: «Aquí en esta guerra yo he tenido que olvidar todo lo que había aprendido».

Interesante: «Yo he tenido que olvidar todo lo que había aprendido». Es decir, he tenido que desaprender, como dirían los educadores populares actuales. Es que no todo lo que uno aprende es válido, es una gran enseñanza. Ya él se plantea como hombre de acción, pero nunca dejó de ser un hombre de pensamiento. La prueba, que no se ha publicado en Cuba excepto una vez, es el pequeño texto que escribió un año antes del triunfo, en las condiciones tan duras que tenía por su salud, a principios de diciembre de 1958, que se llama «Lo que aprendimos y lo que enseñamos». Apareció en una publicación rebelde dos o tres días antes del triunfo de la Revolución, donde él hace -escribiendo para el pueblo y no para la academia- un análisis de cómo podían ser las cosas en Cuba después del triunfo. Me salgo de la biografía.

Él se ve en los cinco años siguientes como un dirigente de la Revolución Cubana, como un compañero seguidor de Fidel, pero cada vez más destacado. La fama y la experiencia personal, y la simpatía de un hombre tan curioso, lo convierten en uno de los hombres más populares del país. Pronto se ve que también es un gran dirigente y tiene que ejercer como dirigente económico, como dirigente político, como dirigente administrativo, en muchísimas cosas. Pero no dejó nunca de ser un hombre de pensamiento. A mí me interesa este problema, porque

fue elaborando su posición de pensamiento dentro de una revolución de la cual él era uno de los dirigentes principales. Eso lo limitaba, le daba un montón de información y lo limitaba en la conducta que debía tener. Esa revolución dificilísima de un pequeñito país que se enfrentó a los EEUU y a la burguesía de Cuba, que barrió a la burguesía de Cuba y triunfó frente a los EEUU, pero, al mismo tiempo, en un riesgo permanente hasta el día de hoy de la venganza norteamericana -que nunca nos perdonaron-, del bloqueo, del sistema de agresiones. Y también encontró su aliado en una versión del socialismo que era absolutamente insuficiente para Cuba, que era el soviético. El único aliado que pudo encontrar tenía la complejidad de llamarse comunista, llamarse socialista, llamarse marxista y leninista y no ser lo que necesitaba Cuba ni lo que necesitaban los pueblos que se liberaban en el Tercer Mundo, como le llamaban entonces: Asia, África y América Latina. Es decir, no poder resolver con esa teoría el colonialismo, ni el neocolonialismo, ni el anticapitalismo de la gente, de la mayoría del mundo.

Las condiciones en que él pudo hacer su pensamiento son muy importantes. Siempre todo estudio del pensamiento tiene que estudiar las condiciones en que este se produce y no solo el contenido del pensamiento, si no, no van a entender nada y les va a servir muy poco. El Che fue muy radical, a pesar de que él no pretendió que iba a ser un desarrollador del marxismo, pero sí comprendió que la revolución de Cuba necesitaba un pensamiento propio y lo elaboró en la medida en que pudo.

Hay como una división del trabajo, porque Fidel, a quien le encantaba la teoría cuando era muy joven -y eso se ve en las cartas cuando está preso-, se metió al gran dirigente político que tenía que ser, y al gran educador popular que fue. Fue el primer dirigente del mundo que hizo educación del pueblo por la televisión. Hablaba por televisión incomparablemente largo, pero necesario. Le estaba hablando a analfabetos, que eran los que le interesaban a él. Y entonces el Che, que lo acompañaba en todas las cosas que les dije hace un ratito, a la vez, se dedicó al pensamiento más estructurado y trató de elaborar y elaboró un pensamiento propio. Ese pensamiento es el más importante producido en la primera fase de la Revolución cubana en el poder. Y a mi juicio sigue siendo el más importante producido por la Revolución como pensamiento teórico.

Es importante llamar la atención sobre el hecho de que si nosotros abandonamos costumbres que a mí no me gustan nada, por la superficialidad y por el ditirambo, y estudiamos bien a Fidel Castro, nos daremos cuenta de que es un gran teórico y un teórico marxista; pero no puede ser con adoración, tiene que ser con estudio, porque él, además, no se dedicó a estructurar con constancia un pensamiento, sino que tenía que hacer discurso y discurso.

Pero bueno, hoy estamos hablando del Che. Y el Che sí trató de irle dando por un lado esa estructura del pensamiento al mismo tiempo que trataba de divulgar. De divulgar y no solo de profundizar, de sumar. Por suerte ya estamos publicando, síganlo, la fuente más amplia del pensamiento que se ha editado, que se llama El Che en la Revolución cubana. Durante más de 40 años han permanecido esperando para ser publicados, pero ya lo estamos publicando. Ya publicamos los tomos uno y dos, son siete tomos. A fines de este año van a salir el tres y el cuatro, y el año que viene van a salir el cinco, seis y el siete. Son escritos, discursos y grabaciones inéditas del Che, de 1959 a 1965. Es una fuente mucho más amplia que lo que existe publicado. Como ven ustedes, tampoco él se podía dedicar a andar escribiendo libros, a pesar de que estructuraba el pensamiento. Hay que encontrarlo así, hay que encontrarlo en el conjunto de sus pensamientos escritos y hablados.

Vamos a situar todo el problema. Yo les decía que al estudiar un pensamiento hay que estudiar también sus condicionamientos, y el problema sucedió en Cuba. Es imprescindible que uno también sitúe cuando va a estudiar, en este caso el pensamiento de Che Guevara, el teatro principal, donde se produjo, porque si no, no se entiende que estamos hablando de pensamiento social.

Cuba, como la mayor parte de los países del mundo, es hija de dos tipos de desarrollo.

Uno, la formación de una comunidad que después van a llamar nacional, una comunidad más allá de las pequeñas comunidades, donde las gentes se empiezan a distinguir de todo lo demás del mundo por cosas que se creen de sí mismas y por cosas prácticas, reales. Viven en un lugar determinado, comen con más gusto determinadas comidas, son capaces de pedir mate a otro mientras sacan a los vehículos con los heridos y los muertos de un combate en el medio de un fanguero como el caso del Che con el periodista uruguayo. Hablan de una determinada manera el idioma, un determinado idioma. Eso va formando una comunidad que después van a llamar comunidad nacional.

Otro, es la formación de un movimiento político y social de envergadura que se ve retado por dificultades y muchas veces tiene que ir a la guerra o a las guerras para formar esa comunidad, una gesta, una epopeya. No todos los países tienen de los dos.

El Canadá tiene una nada más. Primero, los canadienses son canadienses, no son británicos, pero ellos dicen «somos súbditos de la Gran Bretaña y somos una nación, los canadienses». No se ve ninguna revolución porque no hicieron ninguna. Los argentinos se han hecho ahí un poco más, pero son una sociedad conservadora que no tiene su nación formada de las revoluciones, y los brasileños menos que los argentinos. Con todo el respeto. Los mexicanos tienen una cantidad de revoluciones para regalarle a dos o tres países. Fíjense qué diferente es cuando estamos estudiando de verdad y no opinando lo que nos dicen en los libros de texto europeos y de los EEUU, una y otra vez a lo largo de la vida. Tenemos que encontrarnos con los problemas de verdad de nosotros.

Tenemos que encontrarnos, por ejemplo, con que entre las colonias todas del Caribe, del Caribe peninsular y de las costas del este de América, que se formaron en mucha medida muy parecidas, hay muchas diferencias. Que todas las gentes de Cuba se llaman cubanos. Y cuando uno es cubano, que no es de piel blanca, le dicen: «¿es que tú eres afrocubano?». ¿Qué es eso? Nosotros somos cubanos, aquí no hay eurocubano. Y, sin embargo, en Guyana hay dos partidos políticos, que tienen su nombre «bonito», pero la gente le dice el partido de los indios y el partido de los negros, la sociedad está perfectamente dividida, hasta la política. Yo llamo la atención sobre estas cosas porque son importantes.

Cuba tiene el marco de la primera característica en un desarrollo específico de su estructura económico social, que es la producción en gran escala de azúcar para el mercado mundial. Eso empezó en la última parte del siglo XVIII. Cada vez que yo escucho decir, por ejemplo: «No, porque Cuba es un país, imagínense, casi 400 años de esclavitud». Pero bueno, seguimos diciendo cosas que no son verdad. Claro que en Cuba hubo esclavos desde el principio de la colonia, pero de cada 12 esclavos que entraron en Cuba, 11 entraron en los últimos 85 años de la esclavitud, y uno en los casi 300 años anteriores, ¿qué raro, eh? Así que no puede ser raro, tiene que ser parte del conocimiento nuestro. Hubo una esclavitud en el siglo XIX y otra anterior. La del siglo XIX fue extraordinaria, y fue la que es, la que tiene que ver con la formación de Cuba, de la Cuba actual. En Cuba se multiplicó la producción de azúcar de los últimos 20 años del siglo XVIII en adelante, hasta 1930, durante 150 años.

¿Ustedes han visto algún texto de historia de Cuba que tenga una cronología de 1780 a 1930? Me lo enseñan por favor. No. Sin embargo, fíjense qué cosa más importante. En esos 150 años siempre estuvo produciéndose más azúcar, y en esos 150 años estuvieron entrando a Cuba una cantidad enorme de personas del exterior. Trajeron a un millón de esclavos de África, trajeron 125 mil chinos contratados, trajeron una cantidad relativamente pequeña de personas de Europa, de España, en el siglo XIX. Después que terminó la dominación española en Cuba hasta 1920 vinieron un millón de españoles, mucho más de lo que había venido en los cuatro siglos anteriores. Es decir, ese es el país verdadero... Los problemas técnicos... yo estaba encantado ayer con el noticiero del mediodía, con una turista extranjera que decía: «¡Ay! Pero, ¿cómo hicieron las calderas del ingenio ese, del Valle de los Ingenios en Trinidad?». Después pensé: «esta turista tiene que ser ingeniera, estaba encantada con las calderas». Es que Cuba estaba en la punta de la tecnología mundial. Cuba estuvo en la punta de la tecnología mundial desde fines del siglo XVIII en adelante hasta mediados del siglo XIX. Después no, después se alejó de la punta cantidad. Máquina de vapor, primer ferrocarril de América Latina, primer teléfono de América Latina, primer telégrafo de América Latina, primer cable submarino de América Latina, mucho antes que en España, que en Italia, el ferrocarril, mucho antes. Bueno, no puedo ser tan extenso, así estoy perdido.

Yo quiero situar por qué el Che decía: «tenemos que lograr un desarrollo de la economía aquí, a partir de lo que hay aquí». El Che tenía un sistema de control y dirección de la economía que él consideraba que era muy superior al soviético, y para que lo entendieran los compañeros, que entonces tenían dos grados de escolaridad, él decía: «miren, el sistema del cálculo económico que tienen los soviéticos, es al sistema presupuestario de financiamiento que estamos planteando nosotros en el Ministerio de Industria -usaba la regla de tres, que eso sí lo sabía cualquiera-, el sistema del cálculo es al sistema presupuestario de financiamiento, como es el capitalismo premonopolista al capitalismo monopolista». No al socialismo, sino a las cosas que la gente sí conocía.

Para quien quiera, se lo pongo de otra manera. Cuando vino el primer asesor importante de contabilidad de la Unión Soviética para asesorarnos, y vio cómo era la contabilidad que había aquí, dijo: «no, no, no, estas gentes son incomparablemente más desarrollados que nosotros». Y pidió a la URSS que mandara a una compañera secretaria hispano-soviética -que era como se llamaba a las personas, a los ciudadanos soviéticos que habían ido de niños para allá, le decían hispano-soviéticos, los habían llevado desde España-. ¿Para qué? «Yo le voy a dictar a ella aquí, con la gente que me ayude, toda la contabilidad cubana para ver si yo logro que la pongan en la URSS». Eso sucedió en el despacho de Luis Álvarez Rom, ministro de Hacienda del Che Guevara. En resumen, Cuba tuvo un desarrollo tremendo, el que el capitalismo mundial quiso que tuviera, no el que nosotros queríamos, pero lo tuvo. Los países colonizados y neocolonizados dependen de lo externo, pero con turnos que van teniendo. El turno del azúcar se acabó en 1930. Hubo un segundo auge de estos cultivos, no igual, pero muy fuerte entre el año 10 y los años 25 y 26 del siglo XX. Es decir, hay un país determinado.

Si tú no ves tu país determinado no vas a entender ningún pensamiento. Estás en las alturas, pero arriba de una nube. Por eso el Che consiguió aprender su país, que era Cuba, en una velocidad récord. Desde el tiempo en que durante la guerra él decía a los muchachitos de la Sierra Maestra «¿cómo se llama esa mata?», y trataba de aprenderse toda la flora de Cuba y que se la explicaran; y nombró a uno de los muchachitos de Yara, y le dijo «tú eres graduado de la Universidad de Yara», que era el Pombo, un niño casi, «tú eres graduado de la Universidad de Yara porque me has enseñado casi todos los nombres de las matas cubanas». Es decir, saber lo concreto es imprescindible para entonces elevarse de lo concreto hacia adelante, pero sin lo concreto no se puede.

Sobre la segunda cuestión

El problema de todas las influencias del capitalismo mundial en Cuba de 1959 hasta hoy, a pesar de que nosotros somos soberanos, es muy grande en montones de sentidos. Nunca hemos podido vivir solos. Pero el segundo aspecto, el de las revoluciones, hizo a Cuba. Hizo a los cubanos, a las cubanas, al estado nacional y al proyecto de país a través de todo eso que sí conocemos mejor que son las revoluciones por la independencia de Cuba, por la abolición de la esclavitud, la revolución del 30 y la revolución que comenzó en 1953. Cuba es más hija de revoluciones y hay que conocerla mejor.

En Cuba hubo un desafío crucial con mucho terreno a partir del triunfo de la revolución. El Che fue el máximo pensador teórico de la posición dirigida por Fidel en la etapa de la revolución en el poder, y tiene entonces un lugar en la historia del pensamiento cubano. La historia misma del pensamiento -yo no puedo hablar de ella-, pero sí quisiera llamar la atención sobre la necesidad que cuando veamos el pensamiento de tipo revolucionario en Cuba no lo veamos como un bloque, sino en su realidad de producciones diversas y en algunos casos enfrentadas e influidas por condicionamientos que se iban modificando en el trayecto histórico del país.

Desde ese punto de partida, el Che pertenece a una corriente radical que ha tenido puntos en común y ha marcado una trayectoria que es preciso señalar. Esos radicales se fueron por encima de las respuestas políticas que parecían posibles a los conflictos de -y en- su tiempo. Eso es esencial. Y las propuestas que hicieron -que es la otra cuestión-, las propuestas se iban también por encima de la reproducción esperable de la vida social. El Che se lo dijo a los compañeros de una manera coloquial: «¿es que en el periodo de transición todo lo que es, es lo que tiene que ser?, ¿es que vamos a tener tan poca confianza en nuestra propia fuerza?». Es una constante del pensamiento radical, que no es de todo el pensamiento, es del radical.

Para ser un poco más preciso, en forma de telegrama, Carlos Manuel de Céspedes forzó la aparición de la guerra como recurso revolucionario. Fíjense que incluso los compañeros que querían ir a la guerra con él, le plantearon que lo mejor era alzarse cuando terminara la zafra. ¿Ustedes saben eso? «Vamos a hacer la zafra y después nos alzamos». Miren ustedes lo importante que es la tragedia que tiene la gente aquí [se señala la cabeza], y Céspedes dice «¡vamos a alzarnos ahora mismo que nos van a matar!». Y les fijó como objetivos la independencia y la soberanía completa del país. Había cubanos que pensaban: «bueno, vamos a pelear, pero puede que lo mejor sea unirnos a los EEUU, es una república, es poderosa, que está ahí al lado». Incluso algunos de los más destacadísimos compañeros de Céspedes habían sido anexionistas, como Ignacio Agramonte, quien entendió todo perfectamente cuando se alzó y por eso -no sé si aquí hay algún camagüeyano o camagüeyana- en una reunión donde Agramonte dice: «¡Qué nuestro lema sea para siempre Independencia o Muerte!» y los camagüeyanos repiten eso; él agrega: «y que todo lo otro sea mirado como insignia de traición». Es muy bonito, pero él lo dice porque «lo otro» era «vamos a hacer la independencia, para entrar a los EEUU». No lo dice porque quiera hacer una frase bonita. Cualquier otra cosa que no sea independencia o muerte, es traición. Es un pensamiento específico dentro de los pensamientos de los revolucionarios.

Ahora, la otra cuestión es el abolicionismo revolucionario de la esclavitud que Céspedes planteó como la solución necesaria a la mayor contradicción social del siglo XIX que es la esclavitud. Ese es un problema que no pareciera que se pudiera resolver. ¿Cómo perder, los dueños? ¿Cómo aceptar perder algo que se había creado como forma de la cultura nacional: «que los negros son inferiores, por eso es que son esclavos»? O sea, la realidad es que en Cuba se convirtieron en negros una parte de la población, porque eran esclavos. Pero lo que se pensaba, lamentablemente, es que eran esclavos porque eran negros; y no que eran negros porque eran esclavos. Eso no es un juego de palabras. Solo un pensamiento revolucionario radical podía romper eso. José Martí preconizó y desató una política revolucionaria muy superior a la que había existido en el país, en esa primera revolución que comenzó Céspedes y tuvo una culminación, a pesar de que no pudo triunfar, en Baraguá. Martí enfrentó sin vacilación a las variantes evolucionistas que eran las que parecían más razonables para Cuba al final del siglo XIX: «ya tuvimos una revolución, ya tenemos incluso canciones cubanas, vamos a evolucionar». «Es preferible evolucionar y no formar otra vez un lío».

Martí no temió enfrentarse a eso, porque incluso la primera vez que hubo un partido político cubano era para eso, se llamaba Partido Liberal Autonomista. Y era gente inteligentísima. Fundaron el Colegio de abogados, los mejores diarios de Cuba, por supuesto, todo.

Máximo Gómez era un hombre extraordinario, como revolucionario radical no viene al caso, pero yo no puedo olvidarlo, que se planteó en un documento que es un manifiesto, que escribió en Nueva Orleans en 1885, que en Cuba la revolución tenía que implantar una dictadura de los trabajadores, ¡1885! Gómez despreciaba profundamente a los autonomistas. Una vez, en una conversación en su campamento que recogió un coronel, dice: «Los autonomistas son los hombres más sabios de Cuba. Son tan sabios que pueden ver literalmente el crecimiento de las plantas». Era la forma de un hombre que no había ido más que al tercero de primaria. «Pero no han sabido hacer una cosa muy sencilla, ser hombres». Era lo que podía hacer, porque estaba mandando a los cubanos que estaban muriendo en masa, porque murieron casi 400.000 personas del lado cubano y 85.000 soldados españoles, no era una broma.

Martí, que tenía que mover a ese pueblo de castas e inculto, se planteó que la guerra revolucionaria sería el único vehículo eficaz para eliminar el colonialismo español. Pero al mismo tiempo sería la vía de la educación de masas. Una educación de masas que formaría ciudadanos capacitados mediante su actuación y unificados ideológicamente para fundar y desarrollar una república democrática con justicia social. «Una república democrática con justicia social», fíjense qué adelanto tremendo a fines del siglo XIX.

Sigue siendo una propuesta para hoy, 2014. La propuesta de Martí, que para él también era la única que podía enfrentar con posibilidades de éxito la convención de la relación neocolonial con los EEUU en una sucesión no colonial. Por eso dice: «la revolución cubana es para lograr la independencia de Cuba, de España y de los EEUU»; es un adelantamiento, pero un adelantamiento necesario. El problema es que es necesario el ponerse como objetivo convertir en realidades lo que ni siquiera parecía posible.

Bueno, me salto a Mella y a Guiteras, que son dos de los radicales más tremendos de lo que estoy contando.

El Che sí tenía una idea clara del papel que jugaba como individuo dentro de la revolución. Es decir, la autocomprensión, que es también una característica de los que se destacan mucho. Él sabía lo que estaba haciendo y lo que significaba. Pero entonces la revolución que triunfó en el 59, se reveló enseguida como un hecho que no cabía en el orden de lo esperable: rompía el orden neocolonial, rompía la geopolítica. Se decía: «puedes hacer lo que tú quieras, pero no contra los EEUU». Imponía su permanencia y llamaba a la liberación completa a los pueblos de la América Latina. Replanteaba lo que Martí había dicho: «nosotros vamos a ser el principio de la lucha». Lo que dice el comandante René Ramos Latour en una carta a Ernesto Guevara en diciembre de 1957: «nosotros aquí en Cuba estamos peleando para completar la revolución de Martí e iniciar la revolución de los pueblos de América Latina, que si se liberan todos van a ser capaces de organizarse y juntos tener la fuerza suficiente para enfrentar a todas las potencias de la tierra». ¡Fíjense cómo desarrolla el pensamiento a los revolucionarios cuando hay una revolución! Un santiaguero, empleado de la Nicaro, le escribe a Ernesto Guevara eso en diciembre del 57. Algo como la CELAC. No. Mejor que la CELAC. La CELAC es un negocio.

Cuba está planteando un desafío que no parece posible y a la vez resulta una herejía respecto al socialismo existente, que ya se había puesto un apellido como para que lo perdonaran, que era el socialismo «realmente existente», el socialismo «real», por no haber seguido el camino de Lenin.

El Che hace un trabajo teórico simultáneo en cuatro direcciones:

la utilización de instrumentos que existían ya dentro de su posición marxista;

la elaboración teórica positiva de una concepción propia;

polemizar con otras posiciones dentro de la revolución, el socialismo y el marxismo;

divulgar las ideas y exhortar a que se asumiera la importancia del trabajo teórico y se practicara.

En la famosa polémica económica ventilada en 1963 y 1964 no se discutieron meramente cuestiones de gestión económica. El Che defendía una concepción del socialismo frente a otra concepción del socialismo. Afirmó que, por una parte,

la dirección económica tiene que estar ligada a una economía política determinada y expresa. Por otra parte, en el régimen de transición socialista, el poder revolucionario tiene que ser la fuente del mando ejercido sobre la economía y ese poder tiene que ser capaz de crecer una y otra vez y tiene el deber de convertirse paulatinamente en el poder de los trabajadores y el pueblo organizado y no meramente en el poder de un grupo revolucionario.

Dice una frase fuerte, pero que indica la profundidad con que los revolucionarios como él y Fidel veían los problemas. Dice el Che: «nosotros hemos sustituido la lucha viva de las clases sociales por el poder del Estado en nombre del pueblo». Eso es no tener ni una gota de hipocresía y el único camino también para presentarse el problema como un proceso.

Para el Che no existe la economía sin apellido. La idea de que la economía puede dirigirse a sí misma pertenece al funcionamiento del sistema capitalista y a la hegemonía del capitalismo. La posición filosófica del Che se basa en las ideas de Marx, en un estudio muy profundo que hizo del pensamiento de Lenin. Es una filosofía marxista de la práctica, también se le ha llamado de la praxis, utilizando la expresión que viene del griego y que utilizó un pensador comunista, Antonio Gramsci. Esa posición privilegia la acción consciente y organizada como la fuerza capaz de crear nuevas realidades sociales y nuevas realidades humanas.

En un plano filosófico más general, se aleja del determinismo social. El determinismo social es una de las corrientes más poderosas de todo el pensamiento que llamamos moderno, no solo del marxismo. Dentro del marxismo, esta posición se contrapone a la corriente evolucionista y determinista economicista que ha sido la más influyente durante el siglo XX, y desde el siglo XIX. Esa corriente considera que los cambios de orden social son consecuencia de la ruptura de una correspondencia necesaria entre lo que llaman fuerzas productivas y lo que llaman relaciones de producción. Con respecto a las personas, esa corriente vacila entre suponerle a los individuos el atributo natural de ser egoístas e individualistas: «la gente es mala», por decirlo de manera apropiada. Su concepción de desarrollo, entonces, parte de la esperanza de que el individuo cambie como resultado de una etapa que sería superior del desarrollo de las fuerzas productivas económicas, que el individuo se va volviendo «bueno» según hay más cosas. Es decir, tiene la creencia de que existe una naturaleza humana, sea buena o mala, y la creencia en que esa naturaleza cambiará si llega a haber una cantidad enorme de riquezas materiales a disposición de todos.

El Che recuperó a la dialéctica como la clave y el centro de la posición filosófica marxista y de un pensamiento marxista. Trascendió así el falso dilema que clasifica como materialistas o idealistas a quienes parezcan aceptar o no la primacía de los objetos y de una materialidad que sería anterior a todas las percepciones humanas. Un dilema que tiene como corolario principal la determinación de la vida social y de las personas y las posibilidades de lo que ya no es la base económica.

El Che va a captar y asumir los temas, los problemas y las propuestas fundamentales del pensamiento revolucionario y el significado del vuelco que le dio a ese objeto intelectual la Revolución bolchevique. Al poner en práctica lo que se creía, la Revolución bolchevique fue no solo el primer experimento de cambiar la vida de las personas y cambiar el mundo, sino también el objeto del propio marxismo. El Che comprendió y manejó con maestría esa opción que se abrió desde ahí en adelante a todas las revoluciones que triunfaron, incluida la nuestra.

El Che invitaba a no obviar nunca la situación concreta desde la cual partió Cuba en su transición socialista. Esos libros que van a salir ahora, tienen docenas y docenas de páginas sobre los problemas concretos de ese tipo y el pensamiento del Che a partir de ellos. Como cuando él dice: «ahora somos socialistas, pero tenemos las mismas fábricas ruidosas, atrasadas, con pito, un pito, un administrador, dos pitos, el segundo administrador, y el mismo obrero incalificado y que odiaba al patrón, es el obrero nuestro». No está partiendo de una ilusión. Por ejemplo, él dice: «no podemos destruir ninguna opinión diferente a la nuestra a palos. La opinión que levantamos a palos ya nos lleva ventaja. Hay que destruirlas con argumentos».

Bueno, y así, hay una donde dice: «podemos convertir a nuestro compañero en un ladrón en seis meses, todo está en que lo ayudemos». Pude saber que por aquí anduvo Arcos Bergnes. Yo traía este librito que salió ahora en febrero en la feria, que es tan bueno, tan bueno, que se llama Herramientas de dirección de Ernesto Che Guevara, porque el libro está lleno de cabo a rabo de una explicación detallada y concreta de cómo era el sistema en el Ministerio de Industrias. Es una lección que se puede aprovechar. «No somos ilusos, estamos tratando de edificar efectivamente el socialismo saliendo de una etapa semicolonial, de todos los vicios, de todas las taras que nos dejó el capitalismo, con la misma gente, con todos nosotros que tenemos mentalidad capitalista, hace unos años, pensando siempre cuánto íbamos a ganar».

La debilidad que padece Cuba no se debe atribuir a la utilización de un sistema financiero determinado. Son debilidades de la economía que ha cambiado de pronto su composición y sus características. El Che insiste de manera incansable en desbaratar la imputación que le hacen a sus ideas de mantener un desprecio idealista por el interés material, un simplismo que lo que busca es devaluarlas y evitar la discusión. Nadie en sus cabales desconoce la fuerza del arraigo del interés material instalado a lo largo de la historia de la sociedad de dominación y multiplicado y refuncionalizado por el capitalismo. La lección está en utilizarlo llana y acríticamente e incluso elogiarlo o lamentarlo porque parece que puede ser nocivo, o, por el contrario, utilizarlo como un mal necesario sin depender de él. Ser creativo desde la situación concreta e inevitable y organizar un proceso de erradicación paulatina de los comportamientos económicos egoístas e individualistas. Ir forjando otro mundo de actuaciones y valores que puedan reunir los diferentes estímulos. La norma, por ejemplo. La norma, en nombre del deber social reconoce el reproche a los trabajadores al mismo tiempo que retribuye o no a partir del grado de cumplimiento del trabajo. O el estímulo a la capacitación, que es convertirla en requisito para pasar al nivel superior. O la democión. La democión es como él le llamó a un principio que llegó a implantar en el Ministerio de Industria, que era: todo jefe de todos los niveles tiene que removerse por la institución misma un mes al año y trabajar como trabajador simple en el mismo lugar donde es jefe.

Octubre de 1964, se van a cumplir 50 años. Podríamos celebrarlo. Instrumentos como estos persiguen la toma de conciencia de un tipo mecánico del individuo. Pero hay que perseguir al mismo tiempo -dice el Che- la toma de conciencia de tipo dinámico. Entonces él desarrolla las dos, en la segunda, por ejemplo, el trabajo voluntario. Pero él es muy autocrítico: el trabajo voluntario en realidad deja de serlo cuando se aplica una serie de medidas donde se criminaliza. Todo el mundo se da cuenta que se está perdiendo el tiempo o se compulsa: ¿Quién no va a ir el domingo al trabajo voluntario? y que ninguna de las dos cosas sirve, eso es lo que escribe el Che. Eso es la creación de una realidad diferente desde la existente, sin lo cual no hay una revolución socialista. Tiene que incluir el espíritu crítico, fomentar la independencia de los criterios, la capacidad de valorar con cabeza propia y de pensar con cabeza propia. Aprender a dirigir los caminos, las explicaciones de los caminos y resultados.

Es impresionante la vitalidad y hondura que alcanzó ese análisis teórico que permitía, en medio de la tormenta de la revolución, señalar los peligros de copiar mecánicamente y no ver las deficiencias del socialismo existente, salirle al paso a la adecuación a lo que existe, a la rutina y al seguidismo y, por el contrario, innovar, crear, reunir fuerzas, educar en un continuo que iba desde la coerción social hasta la autoeducación.

El Che aprendió a reflexionar al mismo tiempo sobre las circunstancias en que se vivía, la actuación inmediata que había que tener, los métodos y los fines inmediatos y la teoría acerca de asuntos fundamentales. Una frase nos recuerda siempre la extrema consecuencia que tuvo el Che a lo largo de su vida, y la tenemos como un modelo de conducta: «el Che siempre hacía lo que decía». Eso también. Pero la frase no se limita a lo que dice. Significa también que el Che no era un discurso hueco, no era demagogo ni engañaba a los demás. No utilizaba una doble moral y asumía cabalmente las consecuencias de sus actos y de sus ideas.

Ya eso solamente sería mucho, pero quisiera añadir que podemos encontrar más si vamos más allá. Me refiero a las relaciones que existen entre los ideales, la ética y la conducta del Che y los fundamentos, el contenido y los condicionamientos de su actividad intelectual. Esto incluye el papel de los ideales, de la ética y la conducta en el interior de la concepción teórica y en las funciones que debe tener el pensamiento. Me voy a poner entonces a la parte de preguntas y comentarios. Solo quiero pasarle un telegrama final de esta primera parte.

Telegrama provocación: Te pido como una síntesis muy apretada, como un telegrama, de objetivos que pudiera darnos el Che en la actualidad.

Telegrama 1: Un referente ético y político socialista que no tiene igual, está fortalecido por la consecuencia de su autor y su ejemplo imperecedero y por su caída heroica.

Telegrama 2: Darnos confianza en lo mucho que es posible hacer y lograr para volverse superior a las circunstancias en que se vive.

Telegrama 3: Un extraordinario instrumento teórico que es conceptos, ideas, hipótesis, principios y un método dialéctico marxista, que son las realidades, los conflictos y los proyectos de Cuba, la América Latina y el llamado tercer mundo.

Telegrama 4: Una crítica marxista de las sociedades y las teorías tanto del capitalismo como del socialismo.

Telegrama 5: Un cuerpo de pensamiento idóneo para realizar el análisis concreto que tanto necesitamos en la actualidad.

Telegrama 6: Una de las líneas principales con que podemos contar para un trabajo que es urgente: la formación política, ideológica y cultural.

La Tizza

 

Contactar con La Haine

 

Este sitio web utiliza 'cookies'. Si continúas navegando estás dando tu consentimiento para la aceptación de las mencionadas 'cookies' y la aceptación de nuestra política de 'cookies'.
o

La Haine - Proyecto de desobediencia informativa, acción directa y revolución social

::  [ Acerca de La Haine ]    [ Nota legal ]    Creative Commons License ::

Principal