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Mundo :: 25/07/2020

El 'coloniavirus' (la respiración)

Maciek Wisniewski
Hay que reconocer no estamos en todo esto juntos y que algunos –los negros, los colonizados, que están atacados por el virus del racismo y por el Covid-19− están más que otros

No una (todos vimos el video), más de 20 veces –según recién publicadas transcripciones− George Floyd grita y suplica: ¡No puedo respirar...! (“I can’t breathe...!”) mientras un policía le aplasta el cuello con una rodilla (Eric Garner, otro afroestadunidense asesinado de la misma manera, también gritó “I can’t breathe...!” una docena de veces). La chispa enciende toda una rebelión en EEUU en medio de la pandemia, arrojando una luz nueva a las viejas palabras de Fanon: “las revueltas anticoloniales empiezan cuando ‘ya no se puede respirar’” (Black skin, white masks, 1952, p. 17, https://lahaine.org/sZ5).

¡Fanon!, ¡No olvidar a Fanon! –suena de repente la voz en off.

No olvidar a Fanon, no olvidar a Fanon... –resuena todavía el imperativo que emula aquella criptica entrada de Kafka en su diario− “¡No olvidar a Kropotkin!” (The Diary of Franz Kafka 1914-1923, 1971, p. 292)−, el mismo Kafka que no sólo comparte el nombre con el sicólogo martiniqués, sino que, enfermo de tuberculosis, en los últimos años de su vida literalmente lucha por cada inhalación (y que al final muere no por asfixia, sino por hambre cuando su laringe colapsa) y mientras, una mano saca el papelito con otra cita de Fanon: las masas colonizadas se rebelan no sólo por desesperación o hambre, sino también por constantes humillaciones (The wretched of the earth, 1961, p. 89, https://lahaine.org/bZ79).

Constantes humillaciones

Desde que en 1619 el primer grupo de esclavos negros es traído de África a Norteamérica, a la todavía británica colonia de Virginia –y de los cuales una parte acaba primero en el México virreinal− ésta precisamente es la suerte de los afrodescendientes. El racismo es el virus fundacional del futuro país. Y la esclavitud racial del colonialismo de asentamientos (settler colonialism) –que también trae el genocidio a la población indígena− la base de su acumulación primitiva.

Desde los padres fundadores de EEUU −dueños de esclavos (Washington, Jefferson et al.)− para quienes la inferioridad de los cuerpos negros es compatible con sus ideales de la libertad y la democracia (Herrenvolk democracy), hasta la guerra civil, las ambigüedades y vacilaciones de Lincoln, la emancipación, las consiguientes enmiendas a la Constitución, el secuestro del proceso de la Reconstrucción por el Sur que pierde la guerra, pero gana la paz subvirtiendo garantías constitucionales, reimponiendo la segregación y recolonizando a las masas negras para seguirlas explotando, las leyes Jim Crow, la lucha por los derechos civiles, las esperanzas frustradas de Obama (Hope!), el auge de Trump −el presidente confederado y el caudillo del supremacismo blanco− y finalmente el Covid-19, la desproporcionada muerte negra –siendo el cuerpo negro una amenaza sólo porque vive, respira y existe− no es la falla en el sistema. Es el sistema. No sólo en EEUU.

Desde Francia hasta Israel o Brasil, que humillan y aplastan con la rodilla los cuellos de sus poblaciones poscoloniales (les banlieus), colonizadas/ocupadas (Cisjordania, Gaza) o indígenas/afrobrasileñas, aumentando incluso la presión en tiempos de la pandemia –siendo ésta en realidad: a) “una amenaza de seguridad racializada”, b) una oportunidad de mercado y c) un medio de control de desposeídos (los pobres, los migrantes/refugiados, etc.)− los cuerpos negros o morenos son más propicios a morir asfixiados simplemente porque −bien apunta Arun Kundnani en From Fanon to ventilators−, no son lo suficientemente blancos o ricos para ser conectados a un ventilador y que “nuestra lucha ha de ser por ‘el derecho a respirar’ –en todos los sentidos”.

“¡He aquí precisamente –en el derecho a respirar− el núcleo desnudo (¿agambeniano?) del universalismo emancipatorio de Fanon!– suena otra vez la voz en off.

El derecho a respirar..., el derecho a respirar... − resuena todavía el eco mientras una mano pasa otro papelito, con la cita de Achille Mbembe, otro fanoniano: “si hay que declararle la guerra a algo, no es solo al virus (Covid-19), sino –dado que la humanidad ya se sofocaba antes de él (crisis ecológica, económica, de la democracia)− a todo lo que condena a la mayoría de la humanidad a una asfixia prematura, que ataca las vías respiratorias, que en ‘la larga duración del capitalismo’ le permite a grupos y razas enteras apenas un pequeño respiro (...) Hay que hablar del ‘derecho universal a la respiración’”.

En la medida en que Mbembe pone la respiración en el centro de la política, abogando a pensar en ella más allá de lo biológico (oxigenación de células, etc.), y en la que lo predicado por M. L. King Jr. −desde cuyos tiempos no avanzamos mucho en el tema de la violencia policiaca...− y enraizado en el cristianismo, el amor radical cobró forma de una neumología profética (Cornel West dixit) −de neuma, espíritu/aliento en griego−, la respiración se vislumbra como una plataforma universalista/fanoniana que nos une.

Pero para ser fiel a sus premisas hay que reconocer también que al final no estamos en todo esto (pandemia, etc.) juntos y que algunos –los negros, los colonizados, cuyos pulmones están atacados por el virus del racismo y por el Covid-19− están más que otros.

@MaciekWizz

 

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