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Asia :: 01/05/2025

El día que cambió la historia

Gastón Fiorda
Se cumplen 50 años de la victoria de los campesinos comunistas de Vietnam del Norte en Saigón y la huida con la cola entre las piernas del poderoso ejército imperial

Hace medio siglo, el 30 de abril de 1975, caía Saigón. La imagen del último helicóptero despegando desde la azotea de la embajada estadounidense marcaba el fin de una guerra imperialista brutal y el inicio de un nuevo capítulo para Vietnam. Con la victoria del Frente Nacional de Liberación y la retirada definitiva de las tropas norteamericanas, Indochina se convertía en el escenario de la derrota más humillante en la historia militar de los EEUU.

A diferencia de Europa tras la II Guerra Mundial, Vietnam no contó con un plan de reconstrucción financiado por las potencias vencedoras. Todo lo contrario: fue empujado al aislamiento internacional, bloqueado económica y diplomáticamente por EEUU y sus aliados, mientras enfrentaba amenazas militares en sus fronteras, desde Camboya en el suroeste hasta China en el norte.

En ese contexto, el Partido Comunista de Vietnam asumió el control absoluto del proceso de reunificación. Con mano firme, pero también con un relato cuidadosamente construido, se propuso consolidar la unidad nacional a través de una narrativa épica. Se exaltó la figura del combatiente revolucionario, se glorificó la resistencia y se impuso una visión de la historia que buscó borrar las diferencias del pasado a favor de una identidad común, marcada por el sacrificio y la lucha.

La guerra en Indochina no fue convencional. No hubo frentes claramente definidos, ni campos de batalla clásicos. Los combates se libraron en aldeas, selvas, ciudades y entre la población civil. Fue una guerra de desgaste que el Viet Minh y el Frente Nacional de Liberación supieron aprovechar al máximo, con una estrategia que erosionó lentamente a las fuerzas invasoras norteamericanas e inclinó a su favor el apoyo de buena parte de la opinión pública internacional. Y con el importante apoyo de la Unión Soviética y de China.

En Vietnam del Norte, el 70 por ciento de la infraestructura quedó destruida: escuelas, hospitales, fábricas y universidades. En el Sur, las consecuencias recayeron sobre los campos arados, los cursos de agua y las zonas selváticas y montañosas. El uso masivo de agentes químicos por parte del imperio, como el tristemente célebre Agente Naranja, obligó a millones de aldeanos a abandonar sus tierras, sus animales y sus costumbres. De hecho, la contaminación y las enfermedades de largo plazo provocadas por las lluvias químicas siguen afectando a campesinos en el presente.

El saldo humano de la guerra también estremece: más de 58 mil estadounidenses muertos, 250.000 survietnamitas y cerca de un millón de soldados de Vietnam del Norte, entre el Vietminh y el Frente Nacional de Liberación, perdieron la vida. A eso hay que sumarle cerca de 2 millones de muertes civiles.

En los años posteriores a la guerra, el Partido Comunista reafirmó la historia de las luchas contra los dos imperios, el francés y el norteamericano, lo que convirtió al pueblo vietnamita en un sujeto homogéneo de resistencia. La figura del nhân dân, el "pueblo", fue elevada a categoría histórica: un colectivo heroico, abnegado, capaz de vencer cualquier invasión extranjera. Pero esa narrativa no fue suficiente para garantizar la cohesión nacional.

Sin aliados poderosos tras la caída del bloque soviético, Vietnam entendió que debía cambiar. A fines de los años 80, lanzó una serie de reformas profundas bajo el programa conocido como Doi Moi (Renovación), que significó un giro respecto de su proyecto ideológico. Si bien mantuvo el control político del partido único, el país abrió sus puertas a la economía de mercado controlada, apostó por la inversión extranjera y comenzó su integración al comercio global.

El cambio no fue inmediato. Las primeras transformaciones se vieron a comienzo de la década del 90. Hoy, Vietnam se muestra al mundo como una de las economías más dinámicas del Sudeste Asiático. Dejó atrás el estigma del país devastado por la guerra para convertirse en un actor relevante, con vínculos comerciales sólidos con las principales potencias. Supo reconstruirse desde las ruinas y consolidarse como un país soberano y en paz, dirigido por el Partido Comunista. Vive en calma, integrado a un mundo que no le hace fácil la tarea.

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