El fantasma del fascismo acecha a Europa


Las conmemoraciones son interesantes espejos de las narrativas hegemónicas del pasado, que no siempre se corresponden con la conciencia histórica popular. Esto es especialmente cierto en el caso de aniversarios mundiales como el 8 de mayo de 1945.
Durante décadas, Occidente celebró el Día de la Victoria en Europa (VE) para mostrar su poder y afirmar sus valores. En esta mentalidad, Occidente no solo era poderoso, sino también virtuoso. Esta liturgia de la democracia liberal funcionaba sin problemas y de forma consensuada, con todos los participantes reunidos en torno a recuerdos, símbolos y valores que forjaron su alianza.
En 1985, cuarenta años después del fin del conflicto, la República Federal de Alemania (RFA) se sumó a estas conmemoraciones. En un famoso discurso ante el Bundestag, el presidente de la RFA, Richard von Weizsäcker, afirmó solemnemente que Alemania no debía considerar esta fecha como un día de derrota sino como uno de liberación.
Tras el fin de la Guerra Fría, el Día de la Victoria en Europa significó el 'triunfo' de Occidente: el capitalismo, la fuerza militar, las instituciones sólidas, la prosperidad económica y un estilo de vida agradable. Algunos 'estudiosos' hablaron de una especie de fin de la historia hegeliano, mientras que otros evocaron un final feliz al estilo de Hollywood.
Hitos inestables
Hoy en día, este cómodo ritual parece anacrónico, evocador de una época pasada. Ochenta años después de la caída del Tercer Reich, el fascismo está regresando a Europa. Seis países de la UE tienen partidos de extrema derecha en el Gobierno. Partidos similares se convirtieron en actores importantes en toda la Unión Europea, desde Alemania hasta Francia y desde Polonia hasta España.
En este contexto, podría parecer mejor evitar las conmemoraciones internacionales. Al fin y al cabo, J. D. Vance, el omnipresente vicepresidente de los EEUU -los supuestos "liberadores" de 1945- celebra la libertad elogiando a la 'Alternative für Deutschland' o el igualmente omnipresente Elon Musk lo hace elevando el saludo nazi.
Sin embargo, en el lado oriental del continente, el presidente Vladimir Putin conmemora el sacrificio del pueblo soviético en la lucha contra el fascismo --veintisiete millones de muertos-- alabando el heroísmo del ejército ruso que intenta desnazificar la Ucrania nazi protegida por la OTAN.
Nuestros hitos históricos están en entredicho; la memoria convencional no encaja con el terrible caos de nuestro presente. A pesar de su carácter oficial, el Día de la Victoria en Europa fue también un hito conmemorativo para la izquierda. Como subrayó Eric Hobsbawm, representó una victoria de la Ilustración contra la barbarie. Una coalición de liberalismo y comunismo, los herederos del legado de la Ilustración, había derrotado al Tercer Reich. Esta visión era hegemónica en la cultura de la Resistencia, según la cual el antifascismo luchaba contra los enemigos de la civilización. Aunque cierta en muchos aspectos, esta perspectiva era, sin embargo, demasiado simplista.
Quizás, en lugar de participar en una forma ritualista y cooptada de conmemoración, este aniversario debería inspirarnos a llevar a cabo una reevaluación crítica. El Día de la Victoria en Europa celebra la victoria de una alianza militar en una guerra mundial que tuvo muchas dimensiones, incluido el establecimiento de un nuevo orden mundial en el que esta coalición «ilustrada» no pudo sobrevivir.
Para la izquierda, el fin de la II Guerra Mundial fue una victoria de los movimientos de resistencia, que otorgó legitimidad democrática a los nuevos regímenes nacidos del colapso del Tercer Reich. En la mayoría de los países de Europa occidental, la democracia no fue impuesta por los vencedores sino conquistada por la resistencia.
Sin embargo, como señaló Claudio Pavone, el concepto de resistencia tenía también varias dimensiones. Al mismo tiempo, abarcaba la totalidad de los movimientos de liberación nacional contra la ocupación alemana, una guerra civil entre las fuerzas antifascistas, sobre todo las soviéticas, y muchos regímenes que colaboraron con los ocupantes nazis, y una guerra de clases que buscaba cambiar la sociedad, ya que las élites gobernantes y la mayoría de los componentes del capitalismo europeo habían estado implicados en el fascismo y la colaboración.
Esta guerra de clases ganó en Yugoslavia, que se convirtió en un país socialista, y creó las premisas para una izquierda poderosa en muchos otros países europeos, desde Italia hasta Francia. También reforzó la resistencia contra el franquismo en España y el salazarismo en Portugal.
Ambigüedades de la liberación
Sin embargo, si miramos más allá de las fronteras europeas, el panorama parece mucho más diverso. Como aniversario mundial, el 8 de mayo de 1945 tiene diferentes significados. Mientras que el Día de la Victoria en Europa se celebró y mitificó como símbolo de la liberación en Occidente, no ocurrió lo mismo en otros lugares.
El Día de la Victoria en Europa no es un hito conmemorativo de la liberación en África y Asia. En Argelia, esa misma fecha es el aniversario de las masacres coloniales de Sétif y Guelma, cuando el ejército francés aplastó violentamente las primeras manifestaciones por la independencia nacional. Fue el comienzo de una ola de violencia imperial que se extendió por toda el África francesa y alcanzó su punto álgido dos años más tarde en Madagascar.
El responsable de este estallido de violencia colonial fue un gobierno de coalición en París formado por partidos de la resistencia, entre los que se encontraban los principales partidos de izquierda, los socialistas y los comunistas. Los recuerdos antifascistas y anticolonialistas no siempre son armoniosos y fraternos. El aniversario del fin de la II Guerra Mundial merece un recuerdo crítico, más que celebraciones apologéticas.
Jacobinat