El feminismo de clase en la actualidad: una respuesta necesaria al feminismo liberal


En los últimos años, el feminismo ha sido cooptado, fragmentado y, en muchos casos, diluido por corrientes que poco tienen que ver con su raíz emancipadora. La popularización del feminismo liberal, individualista y neoliberal ha desviado el foco del conflicto estructural y colectivo que históricamente ha sustentado la lucha de las mujeres. Frente a este panorama, emerge con fuerza el feminismo de clases, una propuesta que recupera la radicalidad del feminismo materialista y lo articula con una crítica profunda al sistema económico capitalista y patriarcal.
El feminismo de clase parte de una premisa clara: no todas las mujeres viven la opresión de la misma manera, pero todas están atravesadas por una estructura común de dominación patriarcal y capitalista. Esta corriente entiende que el género no es una identidad que se elige o se performa, sino una jerarquía política impuesta sobre la base del sexo, y que las mujeres —como clase sexual— comparten una posición estructural de subordinación frente a los varones.
Pero esta subordinación no actúa en el vacío. Se cruza con la clase social, la racialización, la migración y otras formas de opresión, configurando realidades materiales diferenciadas. Por eso, el feminismo de clase no puede desligarse de la lucha contra la precariedad, la explotación laboral, el racismo institucional o la desposesión. No hay emancipación femenina sin justicia social.
El feminismo de clase denuncia este falso empoderamiento, que convierte la emancipación en un producto de consumo individual y convierte a las mujeres en “emprendedoras de sí mismas”, responsables de su suerte en un mercado ferozmente competitivo y desigual. Lejos de ser liberador, este discurso culpabiliza a las mujeres pobres, inmigrantes o en situación de vulnerabilidad por no “aprovechar las oportunidades” del sistema.
Uno de los grandes campos de batalla del feminismo de clases en la actualidad es la crítica frontal a la mercantilización del cuerpo de las mujeres, en todas sus formas. La prostitución, la pornografía y los vientres de alquiler son instituciones que ejemplifican la alianza entre capitalismo y patriarcado: cuerpos de mujeres (especialmente pobres, inmigrantes y racializadas) puestos al servicio del deseo, el placer o la descendencia de hombres, o de parejas ricas de países del norte global.
Frente al relato liberal que presenta estas prácticas como “trabajo sexual” o “libre elección”, el feminismo de clases responde con claridad: ninguna mujer nace para ser penetrada por dinero ni para gestar hijos para otros. Estas prácticas no son una manifestación de libertad, sino el resultado de una coacción estructural: la pobreza, la desigualdad, la violencia.
El feminismo de clase no se contenta con reformas parciales ni con cuotas de representación. Exige transformar las condiciones materiales de existencia de las mujeres: salarios dignos, vivienda, servicios públicos, educación no sexista, aborto legal y accesible, justicia efectiva contra la violencia machista, abolición de la prostitución y de la explotación reproductiva.
El feminismo de clase no lucha solo por las mujeres, sino junto a todos los sectores explotados por este sistema, con una mirada interseccional que no borra el sexo, sino que lo coloca en su justo lugar como eje estructural de análisis.
En tiempos de confusión ideológica y de apropiación vacía del discurso feminista, el feminismo de clases se presenta como una brújula política imprescindible. No hay igualdad real sin justicia económica. No hay libertad para las mujeres mientras su cuerpo y su vida sigan siendo mercancía. Y no hay futuro feminista sin una crítica radical al capitalismo patriarcal. No queremos un feminismo de élites, queremos un feminismo que cambie el mundo.