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EE.UU., Mundo :: 05/10/2023

El SARS-CoV-2: ¿arma de la guerra biológica? (II)

Carlos Fazio
Biolaboratorios clandestinos de EEUU instalados en terceros países cerca de las fronteras de sus adversarios geopolíticos (Rusia, Irán, China y Corea del Norte)

Los agentes biológicos pueden ser usados como armas para ocasionar daños a la población mundial en circunstancias de guerra biológica y ataques bioterroristas. De manera potencial se considera el arma más destructiva conocida por la humanidad, pues los agentes se encuentran en la naturaleza y es difícil diferenciar los brotes de enfermedades naturales de un posible ataque con armas biológicas.

En un contexto global signado por la nueva fase de la guerra proxy en Ucrania tras el fracaso de la contraofensiva de EEUU y la OTAN contra Rusia en el territorio de ese país europeo y del larvado tránsito hacia un mundo multipolar desdolarizado, ante el riesgo del uso de armas biológicas cabe analizar la estrecha conexión entre el Departamento de Defensa de EEUU (en particular las actividades del Instituto de Investigación Médica de Enfermedades Infecciosas del Ejército, en Fort Detrick, Maryland) con las corporaciones de la industria farmacéutica (Big Pharma), la ideología del actual liderazgo político estadunidense (con eje en el clan Biden y las principales figuras del Partido Demócrata) y fundaciones como las de los oligarcas Bill Gates, George Soros y Michael Bloomberg e instituciones académicas (como la Universidad Johns Hopkins y la organización EcoHealth Alliance).

Bajo el paraguas de legitimidad de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y sus satélites público-privados y de la Agencia Internacional para el Desarrollo de EEUU (USAID), podrían servir de tapadera para próximos ataques con armas biológicas diseñadas por el Pentágono para afectar a poblaciones de Eurasia, a partir de biolaboratorios clandestinos instalados en terceros países cerca de las fronteras de sus adversarios geopolíticos (Rusia, Irán, China y Corea del Norte).

Los proyectos del área militar de EEUU están dirigidos a estudiar principalmente agentes potenciales para construir armas biológicas (ántrax, tularemia, coronavirus), así como patógenos para infecciones con significación económica (gripe aviar, fiebre porcina africana). Y como denunciara Rusia ante el Consejo de Seguridad de la ONU en varias ocasiones tras el inicio de la Operación Militar Especial en Ucrania, existe una tendencia clara: los patógenos que caen dentro del área de interés del Pentágono –como covid-19, gripe aviar, fiebre porcina− luego se convierten en pandemias y las farmacéuticas de EEUU (Pfizer, Johnson & Johnson, Merck & Co, Abbott et al.) y sus tentáculos políticos (por ejemplo, el presidente Joe Biden y su hijo Hunter, y Christopher Heinz, hijo político del ex secretario de Estado John Kerry) se vuelven beneficiarios.

La simulación de pandemias, con sus recetas de estados de emergencia sanitarios y el confinamiento ( lockdown) de millones de personas en el orbe, se ejecutan mediante operaciones de shock and awe ( Doctrina del shock, Naomi Klein), con las que los poderes fácticos determinan e imponen medidas políticas, financieras y de seguridad que expanden su control mundial. Recordemos que el director general de la OMS, Tedros A. Ghebreyesus, decretó el 11 de marzo de 2020 la denominada pandemia del coronavirus, cuando el saldo de muertos sobre una población mundial de unos 7 mil 800 millones se elevaba a 4 mil 292 personas (mil 320 fuera de China), lo que derivó en algunos países en un virtual estado de bioseguridad de tipo policial/militar de excepción, con suspensión de garantías individuales y diferentes grados de intensidad punitiva, con la consiguiente aplicación de draconianas cuarentenas con vigilancia activa para, según diversas autoridades, intentar evitar el contagio. Lo que también desató una carrera para la fabricación y distribución de las vacunas.

Ello nos lleva a la conexión entre las compañías fabricantes de vacunas y el centro de investigación sobre guerra biológica del Ejército de EEUU en Fort Detrick. Según una investigación periodística de Whitney Webb (Una historia de miedo, influencias y control en el mundo de las vacunas, 2020), a comienzos de los años 90 desaparecieron varias muestras de ántrax, ébola, hantavirus y una variable de sida del Instituto de Investigación Médica de Enfermedades Infecciosas en Fort Detrick. Un estudio interno del ejército reveló que el teniente coronel Philip Zack había sido captado por una cámara entrando secretamente al laboratorio para realizar investigaciones no autorizadas, aparentemente relacionadas con el ántrax.

Ese laboratorio fue identificado como la fuente de las esporas responsables de los ataques con ántrax de 2001 que mataron a cinco personas y enfermaron a 17 en EEUU, que sirvieron para imponer la Ley Patriótica mientras se acusaba falsamente a Saddam Hussein de poseer armas de destrucción masiva, motivo esgrimido para invadir Irak. Ese laboratorio de Fort Detrick fue cerrado en julio de 2019 por el Centro de Control de Enfermedades de EEUU, por numerosas infracciones de los protocolos de seguridad biológica, pero por presión del Pentágono fue reabierto de manera parcial en noviembre siguiente.

Es público que Fort Detrick ha colaborado de manera estrecha con virólogos y laboratorios de Wuhan, China, donde surgió el primer epicentro de casos de covid-19. Un diplomático chino alegó entonces de manera no oficial, que el virus había sido llevado a China por una delegación de 300 soldados de EEUU que asistieron a los Juegos Militares Mundiales en Wuhan, en octubre de 2019.

Parece simple coincidencia que el ejercicio de guerra Invierno Oscuro de junio de 2001, con eje en supuestas amenazas bioterroristas y ataques con ántrax de Osama Bin Laden y Saddam Hussein en los días posteriores al 11 de septiembre (difundidas por voceros del gobierno de George Bush Jr. tras el derribo de las Torres Gemelas), predijo aspectos de la respuesta sanitaria/militar del gobierno de Donald Trump al virus chino, curiosamente antecedido, el 18 de octubre de 2019, por el ejercicio de simulación pandémico Evento 2001, organizado por el Centro para la Seguridad de la Salud adscrito a la Escuela Bloomberg de Salud Pública de la Universidad Johns Hopkins, el Foro Económico Mundial y la fundación del oligarca Bill Gates, con el patrocinio de la Agencia Central de Inteligencia y la compañía de información financiera Bloomberg.

La Jornada

 

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