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Europa, EE.UU. :: 28/05/2025

El silencio y las amenazas

Nahia Sanzo
Occidente ha pasado al completo silencio sobre los ataques ucranianos en territorio ruso. Por exigencias del guion, es necesario calificar todo ataque ruso como un crimen de guerra

"El silencio de [Norte]América, el silencio de otros en el mundo no hace más que envalentonar a Putin", sentenció el domingo Zelensky después de la segunda noche de ataques masivos con drones y misiles de la Federación Rusa a objetivos militares ucranianos. El ataque dejó una docena de bajas y una gran destrucción fruto del acierto ruso y de la escasez de munición para los sistemas de defensa aérea. Ayer, Le Monde afirmaba que Ucrania ya no dispone de misiles para los sistemas SAMP-T suministrados por Francia e Italia y achacaba a esa escasez de munición para todos los sistemas antiaéreos suministrados por Occidente el descenso en el porcentaje de interceptaciones que logra realizar Kiev.

El silencio que condenaba preventivamente Zelensky duró poco y rápidamente se encadenaron los mensajes occidentales de exigencia de tregua incondicional a Rusia. Quizá el más representativo de ellos fue el del general Kellogg, enviado de Trump para Ucrania, que por la tarde (por la mañana en EEUU) escribió, precisando que "esto es Kiev", que "la matanza indiscriminada de mujeres y niños durante la noche en sus hogares es una clara violación de los Protocolos de Paz de Ginebra de 1977, diseñados para proteger a los inocentes. Estos ataques son vergonzosos. Alto al fuego ya", un mensaje que no fue considerado lo suficientemente explícito por algunos de los periodistas veteranos de esta guerra.

"Ni una sola mención de las palabras «Rusia» o «Putin». Y ninguna palabra del propio Trump después de que Rusia lanzara el mayor ataque con drones y misiles contra ciudades ucranianas desde el inicio de la guerra", escribió Yaroslav Trofimov, de The Wall Street Journal, que demandaba una condena más clara y con una mención abierta a Rusia o a su presidente.

Curiosamente, la imagen con la que el general Kellogg acompañaba su duro mensaje no era un objetivo civil ni un ataque indiscriminado a la población civil, sino la fábrica ucraniana Antonov. Horas antes, Ucrania había atacado con dos mil quinientos drones varias ciudades rusas, una fábrica química y, como recordaba el periodista opositor ruso Leonid Ragozin, una empresa de producción de microchips, entre otros lugares, lo que provocó la muerte de nueve civiles y heridas a 189. Los misiles aportan imágenes más espectaculares, pero los drones son capaces de gran destrucción, no solo en Ucrania, también en Rusia.

Frente al orgullo con el que los medios anunciaban a finales de la semana pasada la cifra récord de drones utilizados por la aviación de Kiev, se ha pasado en las últimas horas al completo silencio sobre los ataques ucranianos en territorio ruso. Por exigencias del guion, es necesario ahora exagerar los daños y calificar todo ataque como un crimen de guerra deliberado y utilizar la cifra total de proyectiles y drones utilizados para, sin contextualizar, calificar los bombardeos de los últimos días como los más duros de toda la guerra.

Esa ha sido, por ejemplo, la línea elegida por la BBC que, sin explicar, como admite incluso Ucrania, que una parte de esos drones actúa solo a modo de señuelo, sumaba la cantidad de drones y misiles utilizados para dar más importancia a los ataques ucranianos de este fin de semana -un total de 89 misiles y alrededor de 500 drones en los bombardeos desde el viernes 23 hasta el lunes 26 según AMK Mapping- que a aquellos en los que, en un solo día, Rusia ha utilizado más de un centenar de misiles.

"Los ataques de anoche demuestran una vez más la determinación de Rusia de provocar más sufrimiento y la aniquilación de Ucrania. Es devastador ver a niños entre las víctimas inocentes heridos y asesinados. Mis condolencias están hoy con las familias. Necesitamos la mayor presión internacional sobre Rusia para detener esta guerra", había escrito esa mañana Kaja Kallas, uniéndose no solo a la nueva oleada de halcones exigiendo medidas radicales de escalada, no precisamente de paz, sino también a la corriente de Mijialo Podolyak del uso del término aniquilación para la guerra de Rusia en Ucrania.

Ucrania ha monopolizado los grandes titulares de los medios, mucho más cómodos en la denuncia de la guerra de Putin que en hacer lo propio con otros conflictos en los que la parte agresora es un aliado o en guerras lejanas cuyas poblaciones no importan lo suficiente para ser protagonistas de los reportajes occidentales. En un único ataque realizado ayer por la mañana, uno de los muchos realizados a lo largo del fin de semana, Israel asesinó a más de 50 personas, 18 de ellas menores, en el bombardeo de una escuela de Gaza en la que era consciente de que se refugiaba un gran número de personas desplazadas.

Las imágenes de una niña escapando entre las llamas de un edificio ardiendo en el que habían muerto sus hermanos y su madre y su padre había resultado herido de gravedad se propagaron rápidamente por las redes sociales ante el silencio de las autoridades occidentales, rápidas en sus condenas contra Rusia, pero mucho más parcas en palabras en el caso de Oriente Medio, donde Israel ha asesinado a más menores que la cifra de víctimas civiles totales registrada por Naciones Unidas desde el comienzo de la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania.

Aprovechando la coyuntura, el silencio se ha convertido en condenas y anuncios. "Ya no existen restricciones de alcance para las armas suministradas a Ucrania, ni por parte de los británicos, ni de los franceses, ni nuestras, ni tampoco de los estadounidenses. Esto significa que Ucrania ahora también puede defenderse atacando posiciones militares en Rusia, por ejemplo", afirmó ayer el canciller Merz, cruzando una de las dos líneas rojas de su predecesor.

Pese a sus reticencias iniciales fruto de su pacifismo de juventud y motivos históricos que le obligaban a no avanzar hacia un enfrentamiento entre Alemania y Rusia, Olaf Scholz se sumó finalmente al impulso militar, aumentó el gasto y Alemania se convirtió en el segundo proveedor militar de Kiev. Sin embargo, el canciller socialdemócrata siempre dejó claro que no enviaría a Ucrania misiles capaces de alcanzar Moscú y que la Unión Europea no debía incautar los activos públicos y privados rusos, ya que causaría graves efectos secundarios en el sistema financiero europeo. En las pocas semanas que lleva en el cargo, Merz ha dado señales de que Alemania está dispuesta a cambiar su posición en ambos aspectos.

Hace unos días, el canciller se mostró dispuesto a apoyar la incautación si existen las garantías legales para ello. Sus palabras de ayer, sin llegar a confirmar el envío de misiles Taurus, sugieren que esa posibilidad está sobre la mesa. Sin embargo, no se puede descartar tampoco una maniobra de despiste, más sencilla ahora que, como anunció la semana pasada, el contenido del suministro alemán de armas a Ucrania será clasificado, es decir, no se anunciará el material enviado.

En cualquier caso, las declaraciones apuntan a la escalada de las amenazas -verbales y militares- de los países occidentales a Rusia ahora que Moscú, como Kiev, ha de decidir hasta dónde está dispuesta a ceder para lograr un acuerdo -en una guerra que está ganando-, o arriesgarse a una guerra aún más cruda y en la que los países europeos intenten suministrar a Ucrania aún más armamento que hasta ahora y, en consecuencia, esta siga perdiendo "hasta el último hombre".

Esa es, al menos, la intención mostrada por las autoridades de la Unión Europea, gran parte de sus países miembros y el Reino Unido, aunque sigue poniéndose en duda su capacidad de cumplir con las amenazas. El hecho de que el ultimátum de 48 horas planteado por Emmanuel Macron, Keir Starmer, Friedrich Merz y Donald Tusk quedara en nada a expensas de la actuación de EEUU indica el bajo nivel de actuación autónoma de los países europeos, cuyo principal objetivo es convencer a EEUU de que la escalada es el camino evidente en esta fase de la guerra (y también en todas las demás).

De EEUU han llegado durante las últimas horas las condenas más duras. Siempre rápido con las palabras y con las sanciones, Lindsey Graham ha aprovechado el momento para volver a hacer presión en busca de la aprobación de su ley de sanciones, que prevé unos aranceles del 500% a cualquier país que comercie con Rusia. El belicista senador prometía ayer "sanciones demoledoras" e insistía en que si países como China o India continúan adquiriendo petróleo ruso, "EEUU ya no será solo un espectador".

Buscar la forma de implicar aún más a EEUU en la guerra contra Rusia siempre ha sido el modus operandi del senador Republicano, que en esta cruzada cuenta con el apoyo de docenas de diputados y un coautor de la legislación, el Demócrata Sidney Bluementhal.

Los bombardeos de las últimas horas también han sorprendido a Trump que, con el retraso propio del fin de semana dedicado a sus asuntos, se mostró mucho más duro que de costumbre con la Federación Rusa y, especialmente, con su presidente. Tras insistir en la buena relación que han mantenido desde hace mucho tiempo, el presidente de EEUU se preguntó "qué le ha pasado" y afirmó que Vladimir Putin "se ha vuelto completamente LOCO". "Está matando innecesariamente a mucha gente y no solo me refiero a soldados sin ninguna necesidad", afirmó para añadir que siempre ha dicho que "Rusia quiere TODA Ucrania y no solo una parte", lo que "puede que sea así, pero si lo es, llevará al fin de Rusia".

Preguntado por si había escuchado la acusación rusa de que el helicóptero de presidente Vladimir Putin se había encontrado en medio de una batalla de las defensas aéreas rusas contra los drones ucranianos, el presidente de EEUU, mostrando que su opinión es fácilmente moldeable, afirmó no haber escuchado la acusación, pero dio credibilidad a que ese pudiera ser el motivo de los últimos ataques.

En su mensaje, la ira de Trump se dirige a Vladimir Putin, aunque no se olvida de sus otras dos obsesiones. "Igualmente", afirmó Trump tras presagiar la caída de Rusia, "Zelensky no le hace ningún favor al país hablando de la forma que lo hace. Todo lo que sale de su boca causa problemas, no me gusta y tiene que parar". El actual presidente no puede olvidar a su predecesor, al que también dedicó unas palabras. "Esta guerra no habría empezado si yo hubiera sido presidente. Esta es la guerra de Zelensky, Putin y Biden, no de Trump. Yo solo estoy ayudando a apagar los enormes y feos fuegos que empezaron por culpa de la Enorme Incompetencia y Odio", sentenció.

Siempre sin dar a entender qué camino va a tomar EEUU para apagar ese fuego o si, por el contrario, se unirá, como desean los países europeos, a la escalada de empeorar aún más la situación con la esperanza de que la paz por medio de la fuerza obligue en algún momento a Rusia a negociar en posición de debilidad. Cosa que, por ahora, se ve imposible.

slavyangrad.es / lahaine.org

 

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