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Asia :: 23/10/2006

El ascenso de Corea del Norte al selecto club nuclear es un nuevo fracaso de Bush

Juan Chingo
A pesar de la aprobación de las sanciones por el Consejo de Seguridad, los poderes regionales tienen importantes diferencias en cómo aplicar las medidas punitivas. El meollo de la cuestión es que los intereses de los mismos no son coincidentes más allá de toda cháchara sobre la estabilidad regional (y mundial)

El sábado 14/10, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó por unanimidad después de tensas negociaciones la resolución 1718 llamando a Corea del Norte a eliminar todas sus armas y programas nucleares, después del ensayo nuclear en su territorio del día 9/10. Esta resolución reaccionaria, promulgada por Estados Unidos, fue aprobada por los otros miembros permanentes del Consejo (Francia, Inglaterra, China y Rusia), que tienen un arsenal atómico capaz de hacer volar varias veces el planeta. Esto sin olvidar que EE.UU es la única potencia que utilizó la bomba atómica al final de la Segunda Guerra Mundial en Hiroshima y Nagasaki.

Estas cinco potencias, además de India, Pakistán e Israel han realizado en innumerables ocasiones pruebas nucleares subterráneas (como las que ahora condenan de Corea del Norte) e incluso de superficie, sin recibir la menor advertencia de la ONU.

La resolución prohíbe la importación o exportación de materiales que puedan ser usados para construir armas nucleares o misiles balísticos, así como equipamiento militar pesado como tanques o fragatas. Los países están obligados a congelar los activos de cualquiera que apoye activamente el programa nuclear norcoreano al tiempo que se prohíbe la venta de artículos de lujo, en una cláusula dirigida contra la burocracia gobernante. La resolución se opone al uso de la fuerza que había pedido EEUU, debido a la oposición de Rusia y China.

Sin embargo, a pesar de determinados compromisos, la resolución refuerza la actual estrategia de Washington hacia Corea del Norte, dándole los medios para generar incidentes, justificando acciones más agresivas, incluido el uso de la fuerza (aunque en lo inmediato en Washington no hay disposición a una confrontación bélica en otro frente). Esto es lo que teme China. Menos de una hora después de aprobada la resolución, su embajador ante la ONU, Wang Guangya, dijo que China no participaría en ningún régimen de inspección porque esto crearía "conflictos que podrían tener serias implicancias para la región" y planteó a los periodistas: "Políticamente, China no aplicará el PSI [1].Yo creo que los ejercicios bajo la PSI van a llevar fácilmente, ya sea en forma intencional o no...a diferentes escaladas de provocaciones". Al mismo tiempo, la presión amenazadora de EE.UU. sobre Norcorea es un alerta a otros países que están en la mira de la administración Bush, en particular Irán.

Una de las zonas más calientes del planeta

La Zona Desmilitarizada que divide a las dos Coreas es una de las fronteras más militarizadas del planeta. Técnicamente, las dos partes aún están en guerra, porque desde el final de la Guerra de Corea en 1953 no se firmó ningún alto el fuego ni tratado de paz. A su vez, Washington mantiene un embargo económico desde los "50.

Ante estas amenazas permanentes a su seguridad y en el marco del contexto hostil abierto luego del fin del bloque soviético, el desarrollo del programa nuclear norcoreano le ha permitido mantener cierta independencia a la vez que negociar en mejores condiciones con las enormes potencias que la rodean y en particular con la principal potencia mundial, Estados Unidos.

Permanentemente, Corea del Norte ha ofrecido abandonar su programa nuclear a cambio de garantías a su seguridad de parte de los EE.UU. y pasos concretos para finalizar el bloqueo norteamericano sobre el país.

Sin embargo, luego de un breve periodo de "distensión" durante la presidencia Clinton, donde por primera vez desde la guerra de Corea se lograron algunos avances diplomáticos [2], la actual administración ha obstaculizado todo avance en las negociaciones con el régimen de Pyongyang (capital de Corea del Norte).

Recientemente, la medida que más golpeó fue la exclusión de este país del sistema bancario internacional, una sanción implementada por el Tesoro norteamericano el 23/09/2005. Esta provocación fue sólo cuatro días después de una declaración conjunta, donde EE.UU y Corea del Norte acordaban que tan pronto como Kim renunciara a su programa nuclear, ambos lados "garantizarían su soberanía y normalizarían sus relaciones". Producto de esta sanción, el régimen norcoreano está sufriendo una importante carencia de dólares, aumentando los signos de deterioro (aunque todavía no esté cerca del colapso como plantean los informes más sensacionalistas).

A más de quince años de caído el Muro de Berlín, EE.UU. aún mantiene a la península coreana en el marco de la Guerra Fría. Esta actitud belicosa le sirve a Washington para una serie de intereses geopolíticos. Primero, impedir la reunificación coreana que podría dar lugar a una potencia capitalista en el sudeste de Asia (uniendo las ventajas tecnológicas del sur con la mano de obra barata y disciplinada del norte), cuestión compartida con Japón. Segundo, evitar el desarrollo de una política militar independiente del aliado japonés, que es una potencia económica y basada en su capacidad industrial podría volverse en su competidor militar. Por último, y muy importante, mantener una herramienta de presión sobre China y las ambiciones de la burocracia de Pekín de convertirse en el nuevo poder ascendente de Asia.

De la boca para afuera

El "desplante" del régimen de Pyongyang ha dejado mal parado a su principal sostenedor y aliado, China, que debió amoldarse a las presiones de la "comunidad internacional", en particular a EE.UU. y la dura política japonesa. Sin embargo, ésta no está dispuesta a poner a Corea del Norte en un fuerte aprieto, a pesar del lenguaje utilizado por primera vez por altos miembros del Partido Comunista Chino sobre el "alto precio" que este país debía pagar por sus ensayos nucleares. Menos aún cuando la necesidad de capitales de Norcorea y su apertura parcial están creando grandes oportunidades para las firmas chinas y aumentando de esta manera la influencia sobre Pyongyang.

Igual es el caso de Corea del Sur, que tratará de mantener un fino equilibrio entre mostrar su desaprobación y mantener la semblanza de un frente único con Washington, mientras trata de asegurarse que el marco de conjunto y los logros de la Sunshine Policy ("política de rayos solares") [3] no sean completamente desbaratados. Estos intereses estratégicos ubican a Pekín y Seúl (capital de Corea del Sur) en contradicción no sólo con Washington sino también con Japón, a pesar de los enormes gestos de buena voluntad del nuevo premier nipón, Shinzo Abe, que busca reparar las relaciones diplomáticas que alcanzaron su punto más bajo durante el gobierno de su antecesor, Koziumi.

Estos gestos iniciales de amistad son expresión a su vez de la mayor integración de la economía japonesa con Corea del Sur y más aún con China, que va a superar a EE.UU como su principal socio comercial. Sin embargo, las diferencias de fondo en torno a Corea y los enormes resentimientos que su atroz pasado colonial aún generan en estos dos países hace difícil, al menos en lo inmediato, que el actual acercamiento post ensayos norcoreanos sea la base de una alianza estratégica, como aducen ya rápidamente los neoliberales globalizadores.

En otras palabras, a pesar de la aprobación de las sanciones por el Consejo de Seguridad, los poderes regionales tienen importantes diferencias en cómo aplicar las medidas punitivas. El meollo de la cuestión es que los intereses de los mismos no son coincidentes más allá de toda cháchara sobre la estabilidad regional (y mundial).

En este marco, el ascenso de Corea del Norte al selecto club nuclear es un nuevo fracaso de la administración Bush y de los intentos de evitar la proliferación nuclear, una muestra más de cómo la debilidad norteamericana es aprovechada por otros actores contra su dominio, un anticipo de lo que puede pasar en los dos últimos años de su presidencia. (...)


Notas

[1] La Iniciativa de Seguridad contra la Proliferación (2003) permite a EE.UU. y sus aliados, incluidos Japón y Australia, que puedan interceptar barcos en alta mar o aviones en el espacio aéreo internacional con el pretexto de buscar armas de destrucción masiva.

[2] EE.UU. encaró conversaciones bilaterales a cambio de importantes concesiones norcoreanas como el acuerdo de ingresar a la ONU en 1991, a pesar de las resoluciones existentes que la señalaban como la agresora en 1950. También permitió a la Agencia de Energía Atómica de la ONU realizar inspecciones regulares en sus instalaciones nucleares , algo impensable durante el apogeo de la Guerra Fría, además de aprobar regulaciones fiscales y de ganancia sin precedentes para la inversión extranjera.

[3] Política iniciada durante el gobierno de Kim Dae-jung (1998-2003) que mejoró las relaciones con Corea del Norte, permitiendo las visitas turísticas de los ciudadanos surcoreanos y determinadas inversiones en zonas especiales y que llevó en el año 2000 al primer diálogo entre los jefes de estado de ambas naciones.

La Verdad Obrera N° 209

 

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