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Pensamiento, Brasil, México :: 27/12/2023

Enrique Semo y Ruy Mauro Marini en 1973

Jaime Ortega
En 1973 las ciencias sociales latinoamericanas presenciaron la aparición de dos obras que marcarían el derrotero de la reflexión siguiente

Se trató de dos acontecimientos editoriales que moldearon la renovación de las disciplinas, enriqueciendo la manera en que hasta entonces se pensaba la historia, la economía y el trayecto histórico de América Latina. Aquel fue el año en el que aparecieron Historia del capitalismo en México, de Enrique Semo, y la Dialéctica de la dependencia, de Ruy Mauro Marini, hace ya cinco décadas. Ambas piezas fueron publicados en la Ciudad de México por el sello editorial Era, las dos, producidas por intelectuales-militantes, comprometidos con la causa del socialismo.

Ruy Mauro Marini (1932-97) era un brasileño abocado a la sociología. Había militado en su natal Brasil, del cual tuvo que salir como consecuencia del golpe anticomunista de 1964, fecha de apertura de una nueva trama político-militar que asolaría a la región al menos 25 años más. Tras su paso por El Colegio de México a la mitad de esa década, se enfiló hacia Santiago en 1969. Eran los años de efervescencia intelectual en la capital chilena, donde las instituciones como Flacso, el CESO y el Ceren, orientaban el derrotero de la ciencia social en la región. Ahí cruzó con personajes como Marta Harnecker, José Serra, André Gunder Frank, Franz Hinkelammert, Orlando Caputo, Vania Bambirra y un largo etcétera formaban la planta académica de aquellos espacios, fortalecidos por el triunfo de Salvador Allende.

Originalmente redactado en Chile, el ensayo Dialéctica de la dependencia se perdió en la vorágine represiva, cuya seña de identidad fue la tortura, la desaparición y la quema de libros considerados subversivos. Ya en México, país que nuevamente le ofreció un espacio de trabajo tras el golpe de septiembre de 1973, fue redactado nuevamente. De estilo denso, Marini expuso en él, una idea fundamental sobre la condición necesariamente dependiente de las economías latinoamericanas a partir del concepto de superexplotación del trabajo.

Armado del arsenal categorial de la crítica de la economía política, el brasileño lanzó una hipótesis interpretativa de gran calado sobre el papel de la superexplotación del trabajo como eje fundamental de la reproducción del capital. No era el deterioro de los términos del intercambio (vender materias primas y comprar productos manufacturados) el origen de la debilidad económica o subdesarrollo, sino la manera misma en que las burguesías nacionales organizaban los procesos de trabajo, bajo la constante ruptura de la ley del valor; es decir, que el capital arrebataba el plusvalor y confiscaba parte del fondo de consumo, pagando por debajo del valor de la fuerza de trabajo.

En México, Marini publicará más ensayos de alto grado de abstracción intelectual, se sumará a la revista Cuadernos Políticos, dictará cursos en las universidades locales y dejará sembrada la entonces floreciente semilla de la teoría marxista de la dependencia.

Enrique Semo (1930) llegó a México con su familia ante la amenaza nazifascista. Joven pasó por las filas del Frente Obrero Comunista, pero las poderosas revueltas magisterial y ferrocarrilera lo animaron a ingresar al Partido Comunista Mexicano, cuando éste se deshacía de la losa de la ideología de la revolución mexicana. Junto a Gerardo Unzueta y Arnoldo Martínez Verdugo –no sin debates ni tensiones– fue parte crucial de la generación modernizadora de la izquierda. En 1965 fundó y dirigió la primera revista estrictamente marxista del país: Historia y Sociedad.

Fungió como dirigente comunista del Distrito Federal en la década de 1960, cuando fue amenazado en diversas ocasiones, motivo por el cual partió hacia la República Democrática Alemana (RDA) a continuar sus estudios. Allí concluyó la tesis que se convertiría en un libro clave de la historia mexicana.

La Historia del capitalismo en México fue publicada en 1973. Era la primera parte de un estudio que se esperaba que tendría continuidad. Era un arriesgado intento de relectura de las condiciones materiales de las sociedades precolombinas y de la sociedad colonial.

Semo estudió la organización social, política y productiva. Una relectura en clave ambiental podría encontrar en dicha obra una pieza pionera de dicha temática. El historiador analizó la diversidad de modos de producción, estuvo atento tanto a la persistencia mercantil previa a la Conquista como a la revolución técnica acontecida con ésta. Concluyó que entre los diversos modos de producción, el capitalismo no era el dominante, pues se encontraba debilitado y subordinado a otros. La obra de Semo se volvió referente de lectura entre normalistas, científicos sociales y militantes, con varias rediciones y traducciones a otros idiomas. El historiador sigue trabajando en el campo de la historia, produciendo numerosas obras de gran valía y acompañando la trayectoria de la izquierda.

Ambos autores fueron, ante todo, militantes de izquierda comprometidos con la construcción del socialismo, su aporte académico aparece en un momento de renovación decidida del marxismo, de modernización de programas de dicha corriente y de importantes combates sociales. Ambos, a su manera y en su renglón, contribuyeron decididamente a colocar al marxismo a la altura de los grandes debates de la ciencia social dominante, a desmovilizar ciertos recursos ideológicos aun persistentes y a mostrar veredas interpretativas novedosas. Cinco décadas después de su aparición, estas obras nos siguen interpelando en la tarea de pensar la historia, la economía y la sociedad.

La Jornada

 

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