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Mundo :: 30/05/2005

Francia rechaza la Constitución Europea: Ciudadanos frente a elites

Editorial Gara
El rotundo triunfo del «no» en el referéndum sobre el Tratado Constitucional europeo celebrado ayer en el Estado francés supone un golpe durísimo para los planes diseñados por las elites comunitarias en torno a ese proyecto y puede llevar aparejada una profunda crisis institucional.

No se trata sólo de que un socio comunitario rechace el texto, sino de que ese socio sea el Estado francés, país que junto con Alemania conforma el núcleo duro del proceso de integración europeo y que sigue siendo una de las principales potencias del continente. Las razones para que se haya dado este resultado son sin duda múltiples: carácter neoliberal del texto puesto a consulta, recelo ante futuras ampliaciones, pasando por otras claves de política interna. Pero en el fondo de todas ellas subyace la sensación generalizada de que este proyecto de unión se ha hecho siempre desde las elites, sin contar con la opinión de los ciudadanos, hartos de que no se les tenga en cuenta.

Es indudable que las consecuencias internas del «no» serán extraordinarias, empezando por la salida del primer ministro Raffarin, el debilitamiento de la posición del presidente Chirac o la inevitable crisis fratricida en el seno del PS. Sin embargo, lo sucedido ayer atañe a todos los europeos y pone en cuestión el fondo y la forma de la misma construcción de la Unión Europea. Pese a que el texto del Tratado ha sido anteriormente ratificado por nueve socios, el rechazo mayoritario de los ciudadanos del Estado francés afectará sin duda al proceso, especialmente si los holandeses se decantan por el «no» el miércoles, como auguran todos los sondeos, y agudizan la crisis. Una de las razones por las que la UE decidió impulsar la reforma de puntos clave de los tratados anteriores fue la imposibilidad de gobernar una Unión de 25 socios con las reglas de juego antiguas, aunque bajo esa aparente necesidad subyacía sobre todo el descontento de muchos, de los contribuyentes netos principalmente, con el reparto de poder vigente. Ahora, con el Tratado constitucional en cuidados intensivos, las divergencias podrían aumentar todavía más. Parece lógico pensar que, al igual que ha ocurrido en crisis anteriores, los líderes comunitarios tengan guardado en el cajón, por mucho que lo nieguen, un «Plan B». Sin embargo, la situación podría volverse tan complicada que quizás no fuera suficiente con un solo plan para todos. El proyecto comunitario está en una encrucijada.

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