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Mundo, Anti Patriarcado :: 28/04/2014

García Márquez, el genio al que le perdonaron todo

Nuria Varela
A Gabriel García Márquez todo se lo perdonaron. Hasta ese infame último libro: 'Memoria de mis putas tristes', apología de la violación

De la misoginia y la violencia contra las mujeres, que recibió el mismo aplauso de los 'caballeros del canon' que sus magníficas obras anteriores.

Sin duda, García Márquez fue un genio de la literatura, un maestro del reportaje y un artista de la palabra pero eso no le hacía un gran hombre; sí un gran, enorme, escritor. Su dimensión humana y su talla literaria pudieron estar separadas hasta la aparición de las mencionadas “Memorias” (2004) [NdeLH: Quizás ya antes, cuando publicó en 1996 la pobrísima 'Noticia de un secuestro']. Ahí, el genio resbaló. Desde el comienzo: “El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen”, hasta el final: “Ay, mi sabio triste (…) Esa pobre criatura está lela de amor por ti”.

Al librito en cuestión, poco más de 100 páginas, no le falta detalle: todas las mujeres son malas y/o putas salvo la madre del protagonista, un ángel, por supuesto; todas las mujeres siempre a su disposición sexual, incluidas las niñas -pobres, eso sí- porque las que no lo están pueden ser violadas y después, también prostituidas; ellas no hablan, la adolescente Delgadina tenía catorce años y se mantuvo muda mientras el viejo protagonista de la narración satisface por activa o pasiva los caprichos del deseo. El juego es fácil: un señorito rico y muy culto, por supuesto, indefenso ante un mundo lleno de perversas mujeres -a Damiana la violó entre página y página de 'La lozana andaluza', ella trabajaba en la casa, descalza para no molestar, mientras él leía tumbado en una hamaca-. Cuando se publicó el libro, sus defensores utilizaron el manido argumento de que solo era ficción. Sí, solo es ficción nacida de la mirada y la pluma de un escritor.

Apenas tres años después de publicarse 'Memoria de mis putas tristes', Mercedes Beroiz escribió 'El llanto de los caracoles', publicado por Caballo de Troya. Mercedes hizo realidad el deseo de quienes, admiradores hasta ese momento de la literatura de García Márquez, sentíamos la necesidad de dar voz a Delgadina porque las Delgadinas existen y se cuentan a millones en Latinoamérica y en medio mundo. “Si los muros de una ciudad están marcados por los sin voz, en algún sitio debería estar la voz de las mujeres. ¿Dónde estarán las voces de las mujeres?”, escribe Beroiz.

Algo parecido me preguntaba hace unas semanas, en Porto Alegre, una joven estudiante. Fue al término de una conferencia organizada por el Sindicato de Periodistas de la ciudad. Acabábamos un debate sobre la situación de los medios de comunicación, de su capacidad de crítica, su relación con el poder y su papel a la hora de mostrar el mundo, el mundo al completo, no solo una parte. Cuando comenzó el turno de preguntas, ella compartió su preocupación: ¿Dónde está la voz de las mujeres? ¿Cómo contestamos a los líderes de izquierdas que mientras hablan de justicia y revolución rechazan los derechos de las mujeres como acaba de hacer el presidente Correa proclamando la “revolución ciudadana” al tiempo que amenaza con dimitir si se permite la interrupción del embarazo incluso en casos de violación? Y como Correa, Evo Morales, o el difunto Hugo Chávez o el nicaragüense Daniel Ortega…

No supe qué responderle porque yo me hago la misma pregunta: ¿Qué hacemos con estos genios tan genios, con estos revolucionarios tan revolucionarios y tan poco hombres? ¿Cerramos los ojos y les seguimos aplaudiendo, sin peros, sin críticas? ¿Les subimos a los altares aún a costa de todas nosotras? ¿Les perdonamos todo? Hace unos días recibió el Cervantes Elena Poniatowska. El premio lo han ganado ya 35 varones, ella es la cuarta mujer… y tomó la palabra en el acto de entrega.

La Marea

 

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