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Europa, Pensamiento :: 01/04/2019

Gramsci y el populismo: lecturas y problemas

Juan Dal Maso
El interés de Gramsci por el marco político nacional tanto como su productividad para analizar los nacionalismos burgueses

Gramsci e il populismo (Edizioni Unicopoli, Milano, 2019) es un libro colectivo editado con la cura de Guido Liguori por la International Gramsci Society de Italia. Recoge las ponencias de un seminario realizado en Roma el 12 de Octubre de 2018, con mismo título que el libro. Corregidas por los autores para su publicación, las distintas intervenciones abordan la misma cuestión bajo diversas formas: desde análisis filológicos sobre el populismo y el “socialismo nacional” en los Cuadernos de la Cárcel, hasta debates sobre movimientos sociales y políticos actuales como Podemos o los neoborbónicos de Nápoles, pasando por el balance de los gobiernos progresistas latinoamericanos o el feminismo del 99 %. Por la variedad de temas y posiciones, no realizaremos una reseña de cada artículo, sino más bien un recorrido por las cuestiones principales, en torno de los cuales pueden distinguirse dos tipos de artículos: los que hacen más hincapié en los problemas teóricos y los que dedican más atención a los debates o análisis políticos.

Un objeto escurridizo

El término populismo está pasando por una notable inflación en la situación política internacional. Por el lado del “populismo de derecha”, tenemos fenómenos como Trump y Salvini que se presentan como una alternativa a la crisis del neoliberalismo, cuyos mentores utilizan positivamente el término “populismo”. La reciente entrevista con Steve Bannon publicada por el diario El país es una buena síntesis de estas expresiones políticas, de las cuales Bannon pretende ser el organizador en Europa.

Por el lado del “populismo de izquierda”, tenemos a PODEMOS (en franca crisis política), la Francia Insumisa (actuando con bastante desconcierto frente a los Chalecos amarillos), el feminismo del 99 %, entre otros. Los equivalentes latinoamericanos de estos movimientos están en relativa crisis o adquiriendo orientaciones notablemente conservadoras, como el kirchnerismo en Argentina.

En líneas generales todas estas expresiones estructuran su retórica de un modo muy similar al teorizado por Laclau: construcción discursiva del pueblo a partir de la distinción de un “Ellos” y un “Nosotros” que no se organiza desde la división de clases sino a partir de otros términos que constituyen mayorías más difusas: gente vs. casta, oligarquía vs. pueblo o 1 % vs. 99 %; discurso político que pretende estar más allá de la división izquierda/derecha y liderazgo carismático que es el impulsor y depositario de ese discurso.

Si bien en las elaboraciones de Gramsci y en la tradición marxista más en general hay elementos para el análisis crítico de fenómenos de este tipo, veremos que lo que él nombraba como populismo es algo bastante diferente, mientras que las temáticas del cesarismo y el bonapartismo se acercarían más a lo que hoy se denominan fenómenos populistas. Ambas cuestiones son más o menos sencillas de reconstruir y discutir desde el punto de vista filológico. Las dificultades surgen al momento de debatir sobre la actualidad o sobre la relación entre los modos de teorizar el denominado “momento populista” actual. En ese sentido, en Gramsci e il populismo se superponen los análisis teóricos sobre las posiciones de Gramsci y sus diferencias con las teorías de Laclau y Mouffe, con la imagen de al menos tres populismos: el narodniki, los bonapartismos y cesarismos históricos y los “populismos” actuales.

Populismo, bonapartismo, cesarismo

En los Cuadernos de la cárcel, el término “populismo” se utiliza para hacer caracterizar a las tendencias intelectuales y de los estratos medios que se proponen “ir al pueblo”, poniendo como ejemplo a los narodniki rusos. También hace referencia Gramsci al populismo literario, es decir a los escritores que expresan un movimiento análogo en el terreno de la literatura. El tema está ligado con la cuestión de los intelectuales, su relación con el pueblo y por esa vía con el problema de la creación de una “voluntad colectiva nacional-popular” (a lo que nos referiremos más adelante). La voz “populismo” del Diccionario Gramsciano, escrita por Domenico Mezzina [1] realiza una descripción exhaustiva al respecto. Esta es la mención precisamente explícita al “populismo” que hace Gramsci y es claramente crítica, sobre los jóvenes e intelectuales que quieren ser jefes de los obreros pero "vuelven al redil" en las grandes crisis históricas. Es decir, el “populismo” como una "tendencia pequeñoburguesa" que exalta la imagen del pueblo en razón de su relación de exterioridad con él, como se lo conocía en el marxismo ruso e internacional en las últimas décadas del siglo XIX y primeras del siglo XX.

Las reflexiones de Gramsci que pueden utilizarse para comprender los movimientos de tipo nacionalista burgués con base de masas apoyados en el Estado, como los conocemos aquí, englobados bajo el rótulo de “populismo”, son aquellas referidas a los bonapartismos y cesarismos, a los cuales Gramsci intentaba aproximarse desde el análisis de lo que significaban en términos de relaciones de fuerzas, crisis de los partidos tradicionales, crisis orgánica del capitalismo y crisis de autoridad del Estado. Estas elaboraciones pueden servir para orientarse a su vez en el análisis de los “populismos” actuales, con las debidas contextualizaciones históricas y políticas.

Los artículos de Cingari, Mordenti, Frosini, Meta, Voza, Prospero y Anselmi recorren estos y otros problemas y a través de ellos puede verse un análisis detallado sobre las posiciones de Gramsci y elementos críticos para pensar las teorías de Laclau y Mouffe. Menos abordada aparece la cuestión del gobierno Liga-Cinco Estrellas, presente como referencia del debate y mencionada en algunos artículos. El único análisis detallado de un movimiento populista reaccionario es el realizado por Lea Durante en su recorrido sobre la apropiación bizarra de Gramsci puesta en práctica por los neoborbónicos.

Nacional-popular

La categoría de “voluntad colectiva nacional-popular” es una de las claves a través de las cuales distintas lecturas señalaron el interés de Gramsci por el marco político nacional tanto como su productividad para analizar los nacionalismos burgueses apoyados en la clase obrera desde una óptica no sectaria, como proponía Pasado y Presente respecto del peronismo en la Argentina. Utilizando el término “nacional-popular” para caracterizar esos movimientos, se completa el círculo por el cual Gramsci sería el teórico de un “socialismo nacional” que pretende desarrollar una política hegemónica desde dentro de los movimientos “nacional-populares” históricos o recientes.

La categoría de voluntad colectiva nacional-popular es consustancial con la de hegemonía, por varios motivos. Delimita el marco en el que una hegemonía se ejercita en primera instancia: el nacional. Destaca la importancia de desarrollar una fuerza social y política que sin abandonar la centralidad de una clase fundamental (para Gramsci la clase trabajadora) logre articular los intereses y demandas de otros sectores oprimidos o subalternos y desde esta óptica rescata la noción de “pueblo” desde un punto de vista marxista. Establece que los términos de la relación entre la teoría marxista que se atribuye a los intelectuales y el sentido común que se atribuye al pueblo, debe partir de considerar que entre ellos hay una diferencia de grado y no de calidad y en ese sentido propone un nexo estrecho entre intelectuales y pueblo.

Estos elementos pueden ser tomados tanto desde una postura marxista centrada en la lucha de clases, como desde lecturas frentepopulistas que introducen en la temática de lo nacional-popular la estrategia de colaboración de clases antagónicas. Mientras Gramsci pensaba cómo una clase debe “nacionalizarse” para dirigir otros grupos sociales, y mediante su hegemonía revolucionaria crear un “nuevo cosmopolitismo”, muchos de sus lectores pensaron esa “nacionalización” en términos de la reivindicación de un “frente nacional” con la Democracia Cristiana en Europa o con la “burguesía nacional” en América Latina. En esa óptica se ubica el artículo de Martín Cortés, que continúa su empresa de intentar hacer más gramscianos a los recientes “gobiernos progresistas” latinoamericanos.

La temática de lo nacional-popular es importante por las razones antes señaladas, pero a su vez merece una puesta en discusión a partir de la realidad actual. La plurinacionalidad de la clase trabajadora de los grandes centros urbanos del mundo -que es un producto de las migraciones internacionales- hace más difícil pensar lo “nacional-popular” con marcado acento en el primer término, como suele ser pensado generalmente.

Si la clase trabajadora constituye la mayoría del pueblo, y su composición es mucho más heterogénea desde el punto de vista del origen nacional, entonces el pueblo no puede homogeneizarse en una sola una identidad nacional. En ese marco, el término “nacional-popular” parecería retomar el sentido que tenía en los primeros años de la Rusia soviética [2]: unidad e identidad nacional, ejercicio de la propia lengua y articulación plurinacional con hegemonía de la clase trabajadora. No se trataría entonces de abandonar la categoría de “voluntad colectiva nacional-popular” para leer a Gramsci, sino de hacer un ejercicio crítico con el modo habitual de utilizarla, que está codificado sobre la base del supuesto de una homogeneidad nacional que hoy no es tal en la mayoría de los casos. Pero el “sentido original” del término no sería solamente el “soviético”, sino también el que le asignaba Gramsci para Italia, cuestionando la creación de la lengua italiana “por decreto” a partir de la elevación del toscano a lengua nacional y destacando la importancia de articular el “sentimiento nacional” con la construcción de un “nuevo cosmopolitismo” [3].Planteamos esta cuestión desde el punto de vista de la realidad de la clase trabajadora hoy. Pero se refuerza aún más si consideramos el reverdecer de los movimientos por identidades nacionales no reconocidas como tales por Estados centralizados (como es el caso de catalanes, vascos, gallegos y otros en España). En América Latina, la cuestión de la plurinacionalidad abarca la de las migraciones tanto como la de los pueblos originarios, siendo un tema ya instalado hace algunos años, pasando más el nudo estratégico por qué clases integran esa “voluntad colectiva” y qué posición se establece ante el Estado burgués como supuesto agente de emancipación o como organización de la clase dominante.

Marketing electoral o estrategia marxista

Retomando lo que decíamos al principio, la diferencia entre el enfoque de Gramsci y el de Laclau se torna evidente cuando comparamos una comunicación política organizada a través de parámetros “populistas” y una estrategia marxista, para la cual la comunicación política es un elemento fundamental pero subordinado a una mirada más amplia, ya que requiere la movilización de fuerzas sociales, políticas y militares. Un ejemplo de lo primero es el artículo de Francesco Campolongo, que analiza el momento de mayor crecimiento de PODEMOS, desde la teoría de Laclau, pero no toma en cuenta la crisis que atraviesa de un tiempo a esta parte la formación morada y tampoco contiene un análisis crítico de las limitaciones del “populismo” para intervenir frente al escenario abierto con la represión al movimiento independentista catalán, es decir cuando la conflictualidad toma un carácter más agudo. En otro sentido se orienta el trabajo de Eleonora Forenza, debatiendo sobre el feminismo del 99 %. Forenza discute con la posición de Nancy Fraser del “populismo de izquierda” como estrategia “transicional” de construcción de un feminismo del 99 %.Veamos la posición de Fraser:

... para mí, el populismo no es la última palabra, no es una suerte de ideal al que llegar, sino más bien una fase política transicional, casi como aquello que los trotskistas llamaban “programa de transición”.
Lo que yo quiero en último término es la emergencia de un socialismo democrático. Dicho esto, el lenguaje que surgió con el movimiento Occupy, y que ahora intento adaptar al feminismo, es el del 99% versus el 1%. Esto es claramente una retórica populista, es un lenguaje distinto del que utilizamos cuando hablamos de capitalismo global, de la clase trabajadora, aunque estos términos sean posiblemente más certeros a la hora de describir cómo funciona nuestra sociedad. Creo que hay una posibilidad de ganar y convencer a más gente ahora utilizando una retórica populista, pero claro, tiene que ser un populismo de izquierdas.

Partiendo de coincidir con la crítica que hace Fraser al “progresismo neoliberal” y el “populismo reaccionario”, Forenza cuestiona que se pueda utilizar el “populismo” como una especie de fase de transición hacia un movimiento anticapitalista. Plantea la necesidad de desarrollar desde el movimiento feminista una práctica que dé cuenta de las dimensiones de género, raza y clase, desarrolle la “autoconsciencia” de sus protagonistas y aborde el problema de la hegemonía en términos materiales de activación de los subalternos, en lugar de una dicotomización discursiva en la que tienen un rol pasivo. Señalaremos de paso que el concepto utilizado por Forenza de “revolución molecular” parecería sugerir un cambio mediante evolución gradual, aunque no termina de ser categórica en tal sentido.

Algunas conclusiones

Gramsci e il populismo deja planteadas con claridad las diferencias entre el marco teórico de Laclau (posestructuralista) y el de Gramsci (marxista) para pensar la política. Son teorías con grandes diferencias en sus alcances explicativos.

Si queremos debatir sobre cómo PODEMOS estructuró un discurso y campaña políticos para llegar al 20 % de los votos hace ya varios años, la teoría de la articulación discursiva laclausiana puede funcionar instrumentalmente, pero por ejemplo para entender procesos como el ascenso de Trump o el actual gobierno italiano, lo cual va más allá de la retórica de campaña e implica la puesta en discusión de la crisis de la Unión Europea, la crisis del régimen político en Italia, la continuidad de la autodisolución del “togliattismo”, las relaciones de fuerza entre las clases, entre otros problemas, Marx, Gramsci o Trotsky nos proveerán mejores herramientas.

Esta afirmación no pretende ser una constatación dogmática de la superioridad del marxismo por sobre las teorías de Laclau y Mouffe, que en todo caso ameritaría una discusión más detallada, sino destacar sobre todo el distinto alcance que cada posición pretende asignarle a lo político.

En el caso del “populismo” laclausiano, la generalización teórica de algunas características de la retórica de ciertos fenómenos establece a su vez los límites dentro de los cuales tiene que operar la política, siempre al interior de un imaginario que pretende ampliar los alcances de la democracia burguesa sin romper con el capitalismo. De ahí que su análisis de la “práctica articulatoria” a partir de la cual se constituye el campo político “populista” no tome en cuenta problemas claves para la lectura marxista como las relaciones de fuerza o la estrategia, que no desconocen la importancia del discurso político, pero lo ubican en una relación de fuerzas más amplia en la que juega un rol central la lucha de clases.

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Notas

[1] Liguori Guido e Voza Pasquale (orgs.) Dicionário Gramsciano, São Paulo, Boitempo, 2017,pp. 635/637.

[2] Schirru, Giancarlo, “Nazionalpopolare” en Pensare la politica. Scritti per Giuseppe Vacca a cura di Francesco Giasi, Roberto Gualtieri e Silvio Pons, Roma, Carocci editore, 2009, pp. 239–253. Disponible en www.academia.edu.

[3] Me permito remitir al epílogo de Hegemonía y lucha de clases, Bs. As., Ed. IPS, 2018, en el que se aborda esta problemática.

La Izquierda Diario

 

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