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Mundo :: 07/11/2016

Haiti ¿Un país maldito?

Henri Wilno
La naturaleza no es una explicación para todo. Si Haití es un “país maldito”, el imperialismo y la clase dirigente local son en gran medida responsables

La catástrofe que acaba de golpear Haití con el huracán Matthews ha provocado alrededor de un millar de personas muertas (a 10 de octubre, el balance “oficial” es de 372 víctimas, pero circulan otras cifras). Se añaden a ello enormes destrucciones que han hace que decenas de miles de personas se encuentren sin techo y que ha provocado o reforzado las penurias de medicamentos y de alimentación, mientras que ronda la amenaza de una vuelta de la epidemia de cólera ligada a la penuria de agua potable.

La isla se ve regularmente afectada por catástrofes naturales: está situada en el recorrido de los huracanes y su territorio está muy expuesto a los terremotos (el de 2010, particularmente grave, provocó entre 200 000 y 300 000 muertes).

¿Una fatalidad?

Hay quien tiene la tentación de evocar la fatalidad de un “país maldito” por su situación geográfica. Otros, o los mismos, señalan acertadamente que los huracanes o terremotos de amplitud similar provocan muchas más muertes en Haití que en otros países… Pero sacan conclusiones, al borde del racismo, sobre la incapacidad de la gente de Haití para gestionar sus asuntos.

Como si la injerencia imperialista no hubiera sido permanente desde 1804, como acaba de recordar al periódico Le Monde el cineasta Raul Peck. “Pagamos también una injerencia extranjera que nunca ha cesado desde el momento de la fundación de esta República rebelde”.

La asistencia internacional permite hacer frente a ciertas situaciones de urgencia. Esta ayuda resulta indispensable después del huracán Matthews, pero no arregla el problema de fondo. Después de 2010 Bill Clinton fue una especie de director de orquesta de la “ayuda” internacional como enviado especial de las Naciones Unidas y copresidente de la Comisión haitiana de Reconstrucción y de Desarrollo. Esto por no hablar del papel de la Fundación Clinton en Haití y las controversias sobre conflictos de intereses y de derroche financiero (incluso malversaciones) que ha suscitado…

Una clase dirigente depredadora

Por supuesto, la ciudadanía de Haití, como la de cualquier otro país, no es incapaz de gobernarse. Pero las responsabilidades de la clase dirigente local y de los gobiernos que se han sucedido son muy importantes. Ante todo, toda esa gente se ha preocupado de enriquecerse de forma rápida y de consolidar su propia posición. Y si una mayoría de la población es pobre, algunos son muy ricos. Cuando se produjo el huracán Haití estaba en período electoral, y había un gobierno provisional en funciones desde el final del mandato del presidente Michel Martelly el pasado 14 de mayo.

En enero de este año, el sismólogo haitiano Claude Prépetit se preocupaba por la ausencia de medidas políticas frente al riesgo sísmico seis años después del terremoto de 2010: “Es completamente frustrante lanzar alertas y no ver reacciones, pues nuestra finalidad no es hacer hermosos mapas, sino, como ciudadanos, ver que se toman medidas para limitar los daños”.

Un ejemplo de lo contrario en la región: Matthews ha afectado también a Cuba. Mismo escenario que en el caso de Haití: vientos de hasta 300 km/h y fuertes lluvias. La ciudad de Baracoa (82 000 habitantes) ha sido casi totalmente destruida. Las vías de comunicación y la agricultura han sufrido, pero no ha habido ninguna muerte. Las autoridades habían evacuado a centenares de miles de personas antes de la tempestad. No se trata de idealizar al régimen cubano, pero está reconocido que los huracanes causan muy pocas muertes en Cuba gracias al trabajo sistemático de prevención de las autoridades.

La naturaleza no es una explicación para todo. Si Haití es un “país maldito”, el imperialismo y la clase dirigente local son en gran medida responsables de ello…

L'Anticapitaliste. Traducción: Faustino Eguberri para Viento sur

 

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